Cruzó el cuarto desorientado y por el amplio ventanal miró a la calle.
Ya era pleno día y a través del vidrio se movían las familiares postales de su
barrio, se había quedado dormido eso era todo, pero ese todo implicaba haberse
perdido una reunión sumamente importante en el trabajo y despertarse con ella,
que aún dormía despatarrada en su cama. ¿Cómo se había dado el lujo de esa
irresponsabilidad? No lo sabía ¡Ni idea! Pero de lo que estaba seguro de que se
había metido en un quilombo, la reunión perdida -demasiado importante- y ella,
que apenas si la conocía, para ser más exacto no sabía quién era, pero había
tenido la habilidad de retenerlo en la cama mucho más de lo previsto y ahora,
estaba pagando las consecuencias. Fue al baño y se higienizo, luego a la cocina
donde preparó dos cafés, unas tostadas con dulce y manteca para después, encaminarse
con todo ello al dormitorio a despertarla y desayunar juntos. Cuál sería su
sorpresa, cuando la encontró vestida y a punto de salir con la cartera en la
mano. ¿Por qué te agarró tanto apuro? -le pregunto- ¿No vas a desayunar
conmigo? No me voy -le dijo- he perdido una reunión importante y apenas si te
conozco. Dicho lo cual atravesó el living, abrió la puerta de calle que tenía
las llaves puestas y desapareció.
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