martes, 24 de abril de 2012

ALGO



Por los cueros del ganado corren las moscas sus carreras, en esa mañana calurosa de enero, la tranquera abierta incita a los animales a escapar campo traviesa, rumbo a los altos pastizales que al borde de la laguna estallan, en manojos de verde color. Hay algo exultante en el aire y el clima, es como una música de fondo que hace la vida más agradable, pese a las moscas, a las vacas, al polvo seco del camino y al pegajoso sudor, que el sol en su cenit  regala, como baldes de calor en un carnaval de fuego ¡Todo es vida! Todo es ansia de vivir y apenas uno se da cuenta de que lo que le está pasando, es solo consecuencia de una casualidad, el buen tiempo, de una normalidad, el mes del año y de un escenario el campo, que con su naturaleza inmensa de llanuras, con  leves oscilaciones como un mar sin agua hecho de tierra y silencio, pone el marco adecuado, a ese instante irrepetible que acontece. Cruzo el camino y enfilo hacia la laguna, donde algunos patos nadaban solemnes en sus aguas, detuvo sus pasos sobre la tierra húmeda y por un momento, miro los círculos que en la superficie se formaban tras los patos que se alejaban de él, como teniéndole temor de que algo malo les hiciera, inconscientemente palpo el arma en la cintura que la camisa suelta sobre el pantalón, ocultaba a la vista de cualquiera que lo vea, allí estaba, su culata le dio tranquilidad, aunque nada había ahí que pudiera intranquilizarlo, salvo sus recuerdos y de estos, ni siquiera el revólver podía protegerlo, aunque ese hermoso día y el increíble sol que todo lo invadía, los hacía neutros, indiferentes, corpóreos, sin lastimarlo si se quiere. Pensó y vio, sobre el resplandor del mediodía reflejada en la laguna, como una imagen a venerar estaba ella, una vez más la observo como salida de sus sueños y fue ella, que una vez más hablo y le hizo una pregunta, una eterna pregunta sin respuesta. ¿Porque el hombre mata a la mujer, siendo su pareja o abusando de ella? Porque es un necio, un monstruo, un loco, una bestia y debe morir por eso…Sonó un tiro y los patos con sus ojos de ave cautelosa se dieron cuenta de una mancha roja, muy roja, que poco a poco se iba extendiendo desde la orilla,  como el telón final de algo que debía terminar así. 

jueves, 5 de abril de 2012

EL ESTUCHE



Se encontraba en el subsuelo del banco, en el sector de cajas de seguridad esperando entrar, mientras esto hacia, su mirada recorría despreocupadamente a aquellos, que esperaban turno para hacer lo mismo que el, de pronto le llamo la atención un hombre mayor con aspecto de hipee de los años sesenta, camisa floreada, pantalón de tela negra algo gastado y un perramus liviano, de corte antiguo y el mismo color que lo usaba abierto, pero lo más raro de él, era lo que llevaba en sus manos, un estuche de guitarra española con mucho uso encima, que su brazo derecho apretaba contra su cuerpo ¿A qué? -pensó- ¿Alguien viene a su caja de seguridad con una guitarra bajo el brazo? ¿Qué trae dentro de ese estuche? ¿Toda su plata, las partituras de música que puede haber compuesto y las imagina únicas e irrepetibles y las quiere guardar para la posteridad? O algo más simple ¿Una agujereadora grande y potente para robar el banco? ¿O quizás tan solo sueños? ¿Viene a guardar sus sueños que siempre fueron eso, sueños, para no soñarlos nunca más? O acaso ¡Abuelo enamorado de una mujer joven! ¿Necesita dejar el fuego de una pasión que lo enloquece y que jamás podrá ser? Vaya uno a saber. Lo cierto que el anciano en la cola de las cajas de seguridad y a punto de entrar en ellas, era para él una incógnita, más aun, lo era su viejo estuche de guitarra española que apretaba contra el cuerpo, como si no quisiera abandonarlo jamás. El empleado del mostrador, le hizo firmar los papeles al viejo y entraron en el recinto de las cajas, perdiéndose de la vista de los que estaban esperando para ingresar en ellas. Al poco tiempo volvió el empleado y fue entonces, cuando a continuación del viejo le tocó entrar a el, hizo los tramites y paso al recinto donde estaban las cajas una vez en poder de la suya y ya solo en el lugar, se encamino hacia los boxes donde la gente una vez en ellos, guarda o saca lo que desea dejar o llevar. Aunque los minutos pasaban veloces, calculo que sería posible acertar con el box donde el anciano se encontrara ¿Por qué? Porque este era de contextura voluminosa y el estuche de la guitarra, un elemento incomodo para manejarse dentro de un lugar tan pequeño como el reservado a cada cliente, para manipular el contenido de su caja por lo tanto, imagino que la puerta menos cerrada de alguno de ellos, sería el lugar donde el viejo se encontraría y una cosa loca, se le ocurrió que debía abrir esa puerta y ver al viejo con el estuche y sobre todo, observar lo que hacía con él, sentía una necesidad de ver al otro, que jamás la había sentido y movido por ella, empezó a recorrer los pasillos hasta que de pronto se topó con la puerta menos cerrada de todas, no dudo, se asió del picaporte y lentamente con ansiedad la abrió, temiendo sobre todo y casi seguro que así sucedería, chocar con el cuerpo del viejo y lo que aún era peor, con el extraño estuche que lo había movilizado a hacer esto que estaba haciendo, circunstancia esta que nunca pensó fuera a realizar en su vida. Ya decidido porque lo que se empieza se termina, abrió del todo la puerta y ¡Oh sorpresa! ¡Hecho increíble! ¡Realidad imposible de imaginar!  El box estaba vacío, ningún humano había en el, pero arriba del pequeño pupitre donde se colocan las cajas para revisar su contenido, se encontraba el estuche, descansando sobre el mismo cuan largo era, cerró la puerta y se lo quedo mirando, del viejo por supuesto ni el menor detalle, aunque no, debajo del pupitre en un pequeño estante que el mismo tiene, asombrado vio el perramus negro, prolijamente doblado y dejado en el lugar, tal vez como queriendo acompañar al estuche en ese cubículo de cemento y luz, elemento indiscutible de la absoluta soledad. Ante esta situación desorientado, no supo qué hacer, el tiempo pasaba y debía volver al empleado del banco, para entregarle las llaves y retirarse, sino su actitud sería sospechosa y lo vendrían a buscar, no obstante eso no pudo irse, el estuche lo retenía allí, llevado por una curiosidad a esta altura enfermiza e irresistible, decidió hacer lo que desde un primer momento quiso hacer abrirlo y lo hizo. Era un lugar vacio sin guitarra ni tiempo ni contenido alguno, en el solo habitaba el silencio, el sepulcral silencio de las bóvedas de la muerte y del recinto en donde anida la fortuna, busco el fondo, el sitio donde debió apoyarse el instrumento, tampoco estaba, solo era un agujero negro que abarcaba todo lo incluido en este mundo, incluso a él y no sin terror vio, como de dentro de lo que parecía un largo e interminable túnel, la figura imprevista del viejo lo llamaba ¡No aguanto más y cerró los ojos! Cuando los volvió a abrir, se encontró acostado en una camilla y alguien de casaca blanca que le decía cosas, como…
--¡Cálmese! Tranquilo ¡Ya todo está bien! Solo allá en las cajas tuvo un desmayo por la baja de presión -para a continuación preguntarle- ¿Este estuche de guitarra es suyo no?  ¿Lo mismo que el perramus?   

martes, 3 de abril de 2012

UN LOCO


Porque era un loco nada más que un loco, quiso salir con ella y porque era eso, solo un loco, ella quiso salir con él. Una noche tarde ya, cuando en el boliche no quedaba nadie solo amigos incondicionales, se encerró con ella en el baño de hombres y tuvieron sexo. Desnuda, la hizo subir al mingitorio y la poseyó, la tomo en sus brazos y entre abrazos, la llevo al inodoro y parada en sus bordes la beso, hasta que el orgasmo llegó, después rompió el espejo, para que nadie vea lo que allí pasó y la vistió de nuevo y ella lo vistió. Se fueron juntos, no se sabe adónde, porque al boliche jamás volvió.

SUSHI


Eran como dos vasos comunicantes conectados entre sí, uno el Barrio Chino, donde todos nosotros recorríamos sus calles y boliches, occidentales ansiosos buscando resolver un tedio que huía, llevado por el tiempo. El otro, a la vuelta nomas, el bar de los gallegos, donde los chinos entraban a jugar al pool y comer los sándwiches de chorizo con chimichurri, que el tucumano preparaba en la parrilla del fondo. Ambos occidentales y chinos en un domingo a la tarde cruzados por el sushi y el choripan, queriendo ser el otro sin poder.

BAÑO


Estaba subiendo los últimos escalones de chapa, en esas escaleras al fondo de los boliches que llevan al sector de sanitarios cuando de pronto, no pudo seguir más, una mujer le cortaba el paso, apoyándose con los brazos en ambas paredes del pasillo.
--No puede pasar.
--¿Porque? Voy al baño.
--El baño de las mujeres no anda ocupamos el de los hombres.
Mientras así hablaba, del baño de hombres salía una mujer con una joven, ambas alegres y sonrientes con un rictus de picardía en el rostro, le dijeron a la que le impedía el paso
--Gracias.
Ella lo miro y dijo
--Ya puede pasar.
El entró al baño de los hombres y por un momento se sintió un valiente, un héroe, alguien que había vuelto a tomar su territorio des pues de una invasión. Orino de placer y al mingitorio, lo vio como al símbolo de su indudable masculinidad y la prueba irrefutable, que ese lugar le pertenecía, se la sacudió bien y se fue ebrio de machismo.