viernes, 22 de julio de 2011

LAO-TSÉ


                                                        
 El Ser de los tres nombres y ninguno, aquel sin cuerpo concebido que no siendo visto se observaba y cuya vos silenciosa se escuchaba en todos los rincones del imperio, un día, -cuando dejo de hablar porque todo lo había dicho- decidió alejarse de los seres y las cosas, tras solo el pensamiento que como el viento venido del oeste lo impulsaba. Camino sin dejar huella, estuvo entre muchos sin ser notado y al fin, terminó su camino frente a un desierto abierto, inmenso, sin fronteras, como un laberinto plano y silencioso, donde la noche y los días se mezclaban, entonces por un instante, olvidó todo lo que había predicado y solo recordó, que el tiempo pasa y es inevitable, tanto es así que se entregó a el sin inmutarse, sabedor de su destino yéndose llegaba y callando para siempre, eternamente hablaba.

lunes, 18 de julio de 2011

LA MAGIA


La magia es un sueño, una ilusión, un juego, algo de lo travieso que existe dentro nuestro, en cambio el destino, es la sorpresa que nos aguarda en cada recodo de la vida es más aún, es la forma misma de la vida que llevamos.

SOBRE



Sobre las tumbas egipcias, más allá de las pirámides y llegando casi a la orilla del Nilo, hay una grieta en la arena, sobre la misma creció el árbol de la vida y la luz y las tinieblas surgieron de ella, aquel que la descubra, verá que no hay principio ni fin en esta esfera que habitamos, sino solo resplandor grises y sombras rodando en un círculo perfecto, cuya tangente es a la grieta, como el centro de la piedra, al círculo que se repite siempre sobre si mismo, cuando esta cae en la superficie del agua que quieta comparte el universo con la tierra.

sábado, 16 de julio de 2011

CUENTA SE DABA


Se daba cuenta ahora que la quería y ese pensamiento quedó rondando en su cabeza, mientras en la mesa del bar escribía el artículo para el diario del domingo, ese artículo diría…; la verdad que no le importaba lo que dijera, es más, no tenía tema para la entrega del domingo, solo un recuerdo invadía su permanencia en esa mesa, más allá del diario y del momento político que atravesaba el país y de su condición de escritor, esa invasión a su espíritu y a su tranquilidad, a la concentración necesaria para volcar en el papel el tema que fuera noticia en la semana, hacía que se alejara de el todo deseo de escribir, porque en el fondo, en el lugar donde predomina lo privado, el espacio de nuestra personalidad, que reservamos para nosotros y nadie más, fue ahí, en esa mañana mientras buscaba la lapicera para escribir sobre el cuaderno espiralado, que el recuerdo de ella se hizo muy intenso, tan intenso, que se dio cuenta tarde ya, que la quería, pese a que en su momento estúpidamente jugo con ella, la imaginó una aventura más en su vida de escritor no valorando lo que ella representaba para el y la dejo, es más, la humilló burlándose de sus sentimientos para con el, fue un tonto, un tarado, un escritor que equivoco la trama de su relato y el cuento que iba a vivir terminó mal, el principio no tuvo relación con el final, porque el no supo tal ves dejar de jugar con el amor y entregarse al amor ¿Cómo solucionarlo y como terminar el artículo para el diario?¿Como reencontrarse con ella y llegar a buen puerto con lo que estaba
escribiendo? Eso es lo que debía arreglar cuanto antes mejor. ¿Pero como? Solo había una manera, un modo, una forma, el personaje de su cuento debía actuar, afrontar la realidad y el de última, estaba ahí para cambiar el relato si le era posible, para modificar el final, ¡Porque no había otra! Dejo de escribir y a través de su celular empezó a hablar; pero no obtuvo respuesta.

viernes, 15 de julio de 2011

CLEMENTINA, LA PRIMERA COMPUTADORA


                       CLEMENTINA, LA PRIMERA COMPUTADORA

Se despertó sobresaltado, como si no supiese donde estaba, pero sí, sabía muy bien del lugar donde se encontraba, era su estudio, el sitio donde en la vejez, venia a disfrutar de solo lo que le gustaba hacer, ninguna tarea por obligación, ningún calculo que respondiera a proyecto alguno, salvo el de gozar el problema que estaba resolviendo, por el solo hecho de proponérselo y nada más, pero lo venció el cansancio, la tarde estival y se quedó dormido, casi sobre el teclado de su notebook, con la pantalla abierta en un mar de gráficos y números, pero bueno, así era la vejez, su vejez, a veces el cansancio podía más que uno y las ganas de hacer, se veían limitadas por un imprevisto sueño, sacudió la cabeza y aspiro profundo, noto que afuera iba anocheciendo y una leve brisa, llegaba a través de la ventana abierta, desacomodando hojas y acomodando espíritus, el suyo por ejemplo, dejó de pensar y dirigió su vista  nuevamente al teclado, con su dedo acarició el rectángulo, que hacia las veces de maus y de la pantalla, escaparon el algebra y las matemáticas, los cálculos de algún polígono funicular, que hubiera sostenido un hipotético puente a construirse y apareció el logo de Google, allí escribió, “Primera computadora en la Argentina” y apretó enter, ante sus ojos y en la pantalla estaba ella, Clementina, con su interminable fila de armarios, que contenían sus cinco mil válvulas de vidrio, sus mesas, su lector fotográfico de cinta perforada, su inmensidad hoy incomprensible, todo estaba allí, delante de sus ojos y la veía, con la misma intensidad que miraría la foto, de una mujer que hubiera sido suya, hace mucho, tanto, como cuando se es joven y se ama, con todas las fuerzas del corazón y él, un simple mortal, había gozado de Clementina más de una vez y quizás como nadie, pudo valerse de ella para dejar en su memoria, los instantes más bellos de su vida, aquellos en los que consiguió llevar a la practica, lo que se propuso desde el razonamiento intelectual, cosa rara pensó, esa noche, esa noche en su estudio, noche de verano con brisa del sur, en donde de improviso se quedara dormido, se dio cuenta que algo pasó, que debió haberlo sorprendido, un sueño de su imaginación, porque de pronto, nuevamente como siempre, valoro a Clementina y quiso verla más allá de sus recuerdos y la buscó en Internet y observó un segundo, la pantalla fría, detenida en una imagen, la imagen de ella y se dio cuenta, quizás siempre lo supo, sin querer aceptarlo, que todo lo que era fue y había sido, se lo debía a Clementina, a esa inmensa mole electrónica de los años sesenta, a la cual tuvo la suerte de procesar, con otros muchos, en el tiempo lejano de los primeros cimientos de la ciudad universitaria y decía bien, procesar con otros muchos, porque Clementina, no era mujer de un solo hombre, no, necesitaba de muchos, para entregarles a todos por igual, los misterios del cálculo preciso, en tiempo record, apenas superado por el elemental 1 + 1 = 2. Miró su notebook tan pequeña, tan individual, tan suya, que por un momento, tuvo el arrebato de asignarle el mote de monogámica, mientras por el contrario, pensó que Clementina, como le correspondía, era más tribal, formaba parte del conjunto y todos ellos, jóvenes investigadores venían a beber de sus fuentes, en búsqueda de la resolución fácil y rápida, de los problemas difíciles que le llevaban,  era otra época, otra cultura, para simplificar, las computadoras eran muy, muy grandes y su cantidad muy, muy pequeña. Si, se recordaba joven de veinte años en la facultad de ingeniería, siendo enviado para especializarse en programación, análisis y mantenimiento de Clementina, a la universidad de Manchester, en Inglaterra, fue un instante de su vida único, extraño y fascinante, allí en la calle Oxford Road  vivió tal vez, los mejores momentos de su profesión, estuvo en la cátedra del físico Reynolds, donde sus ayudantes le enseñaron el funcionamiento de Clementina y como debía  tratársela, para que funcione bien, eso, en cuanto a Clementina, pero como pasa muchas veces en la vida, estando con una mujer, conoció a otra y compartió a las dos, con diferente pasión, pero igual cariño, además de Clementina, conoció a Beatriz, Beatriz Smith, una joven y bella inglesa, estudiante de filosofía, a la cual amo todos los días, en su estadía en Manchester, mientras caminaban por sus parques interiores, o salían los fines de semana a recorrer la ciudad, un día –ahora lo recordaba claramente, en su estudio frente a la notebook, la brisa y la ventana abierta- a punto de volverse a Buenos Aires, con todos los conocimientos sobre Clementina aprendidos, mientras caminaba con Beatriz ya llegando a la facultad, en la esquina de la calle Quay y de Byron, sobre la escalera de Adán, se detuvo y le dijo, mientras se reflejaba en sus ojos celestes que inquietos le miraban.
--Concluí con Clementina, dentro de diez días vuelvo a Buenos Aires.
Escucho, más que escuchar gozo sus palabras.
--No quiero Manchester sin ti, llevame contigo a Buenos Aires.
--¿Y tu carrera?
--¿Enseñan filosofía allá?
--Si
--¿Entonces?
Feliz de la alegría que sentía, se volvió de Londres a la Argentina, con dos mujeres, una real, Beatriz y otra, ni siquiera virtual, como podría ser ahora, en ese entonces Clementina de profesión computadora, era solo una cinta de papel perforado, que alimentaba a una impresora, más que virtual, Clementina era textual, en cambio Beatriz no la del Dante, sino la suya, era el amor de su vida. Llegaron con el grupo de alumnos y alguna que otra inglesa a Buenos Aires, en el mes de octubre de mil novecientos sesenta, Clementina ya estaba en el país y se esperaba ponerla en funcionamiento hacia enero del año siguiente, ellos se pusieron en marcha mucho antes, con Beatriz alquilaron una casa por Belgrano, les quedaba cerca de la ciudad universitaria y comenzaron a trabajar, para integrarse a la sociedad, el volvió a sus tareas en la facultad y ella daba conversaciones en ingles a ejecutivos de empresas, así empezó su vida en pareja, esperando ansiosos, que Clementina llegue a ellos, esto ocurrió el mes de enero tal como estaba programado. En ese momento era joven, nunca había pensado que llegaría a viejo y ahora, le parecía que la juventud, fue algo que sucedió ayer, tan relativo es el tiempo, a medida que los años pasan, se acordaba y volviendo a Clementina, que lo más importante en ella fue eso, el manejo del tiempo, de su tiempo en los cálculos, la posibilidad de probar y rechazar ideas rápidamente y de llegar, a soluciones que antes le llevaban meses, de arduas operaciones matemáticas y ahora, en horas apenas, de entregarle a Clementina, las preguntas adecuadas, sobre el lector fotoeléctrico, todo era más fácil, cada hueco redondo de la cinta de papel, que ingresaba en ella, era el equivalente a una tecla que apretara hoy, en el teclado de su notebook. Fueron épocas felices de la facultad, del país, de ellos, de todo el grupo de científicos y técnicos que trabajaron ahí, en el primer pabellón de la incipiente ciudad universitaria, en medio de la nada, cerca del río, de los bosque de Palermo, de las tardes de verano, que caminaba con Beatriz, tomados de la mano, igual que en Manchester, ¡Si igual que allá! Porque creía que Clementina trajo a su universidad, un espíritu de universidad excelsa y lo puso a disposición de todos ellos acá y debía decir, sin temor a equivocarse, que todos los científicos que trabajaron cerca de ella, no le fallaron y fueron fiel reflejo, de sus pares de Manchester, en el trato hacia ella, creía que Clementina entendía esto perfectamente y se esforzaba, para entregarles su amor, en cada respuesta que salía de ella, a través de la cinta que perforaba y entregaba a la impresora, para que su texto aclaratorio, apareciera sobre el papel de esta, ¿Magia? Perdón, ¿Ciencia? Amor por los cálculos, por la naturaleza, por la física, por la química, por todos los hechos reales y cuantificables, eso era Clementina, para ellos y ellos para ella, fueron un gran equipo de científicos y profesores, que dejaron en el camino de la universidad argentina, un mojón importante que cambio su historia y Clementina fue sin duda, el alma matemática de todo ello, el fuego tutelar a cuyo calor, cualquier idea, podía ser comprobada o rechazada y en el mundo de los números estos, a su conjuro, se ubicaban rápidos y prestos, en dar las soluciones a las ecuaciones más complicadas y necesarias, para arribar a las resoluciones de problemas complejos, como decía, sin temor a equivocarse, con ella la universidad argentina, -con ella y con el plantel humano, sin el cual nada se hubiera podido realizar- comenzó a andar un camino impensado, en pos de la excelencia académica rumbo a la modernidad, en el campo de las ciencias duras. Hoy en el recuerdo de todo lo que pasó,  se detenía azorado frente a sus palabras -comenzó a andar- nada más terrible que esto para un país, donde su dirigencia de todo tipo pareciera estar atenta, sumamente atenta, a una sola cosa, detener lo que comienza a andar, destrozar aquello que pueda hacerlos independientes, tirar por la borda el éxito alcanzado, para volver inexorablemente al fracaso establecido como paradigma, así sucedió con la universidad, con ellos, con el país y con Clementina, una noche, una fría noche de julio del año sesenta y seis, que se encontraba con Beatriz, en Barrancas de Belgrano, después de haber salido de la facultad, se entero azorado, que la misma estaba siendo tomada por el ejercito, días después supo lo peor, que no solo la facultad fue tomada, disuelto y perseguido su cuerpo de profesores, además de anular totalmente la currícula de sus programas y trabajos científicos, sino que lo peor de todo, ¡Clementina habia sido destruida! ¡Rota! ¡Deshecha! Como un niño irracional, rompe y deshace su juguete, ¿Imaginarían a tropas del ejército ingles, entrando en Manchester y destruyendo todo a su paso? Esa pregunta se hizo y tomo una decisión, debía irse, dejar su patria, dos motivos tenía para ello, de sus dos amores, uno Clementina, se lo habían matado y el otro, Beatriz -que también era inglesa- tenia el temor de no poder protegerla, en la etapa de barbarie que se avecinaba, dos semanas después en Ezeiza, ascendían a un avión que los dejaría en Londres, hacia exactamente cinco años que volviera de allí, convertido en uno más, de los tantos compañeros, que tuvo Clementina aquí en la Argentina y llegaba con Beatriz, su pareja, estudiante de filosofía en Manchester, hoy filosofa recibida en la UBA y hoy, regresaba a ese punto de partida, no habiendo imaginado nunca, que esto podría llegar a suceder, pero había sucedido y pensó que quizás no lo imagino, porque nunca le preguntó a Clementina por lo imprevisible del país, tal vez como tantas veces, ella le hubiera dado la respuesta, lo que siguió luego, fue que llegaron a Londres y al poco tiempo consiguieron trabajo en la UMIST, casualidad de la vida, la casa donde había nacido Clementina, allí en el trabajo cotidiano, tuvo contacto con hermanas, primas, descendientes de ella, que gracias a los avances de la electrónica, se fueron haciendo cada vez más y más pequeñas, cada vez más intimas, más individuales, hoy que estaba allí en su estudio, ya retirado de los claustros pero no de la ciencia, se preguntaba si esta notebook que tenía frente suyo, descendiente directa de Clementina, podría como ella reunir a su alrededor un equipo de científicos que trabajara a su lado, imagino que no, -de pronto le asalto una duda- ¿En la Argentina, valdría el pensamiento de un científico retirado? No sabia, tal vez dirían, pertenece a otro paradigma ya superado, o algo más vulgar, ya fue, de todas maneras y volviendo a Clementina y la Notebook, porque no el I PAD, que será su sucesor, se le ocurría, que vamos de lo colectivo a lo individual, de lo grande compartido, a lo pequeño atesorado y eso, a veces le hacia pensar, recapacitar, mientras estaba sentado en la penumbra de la noche, solo en la habitación, iluminada por la encendida pantalla, que tal vez en busca de lo individual negando lo colectivo, el ser humano se estaba alejando de la creación natural, aquella que va del átomo a la manzana, de lo simple a lo complejo, pensándolo bien tal vez tuvieran razón allá en la Argentina y en todo el mundo, estaba metido en otro paradigma, pero poco importaba, nada debían temer, cuando deje la vida, su paradigma terminaría, no así el trazo de las primeras Clementinas, que le dieron a las ciencias duras y  a todos los conocimientos del hombre, la herramienta fundamental , para el desarrollo que hoy poseen y la verdad, sería su deseo que las clases dirigentes de su país, comprendan alguna vez, que no hay que romper computadoras, sino educar gente y ellas, a su vez, hacer el esfuerzo de educarse, porque después de todos estos años transcurridos, frente a su notebook, en su estudio, con la ventana abierta y la suave brisa que le mantenía despierto, pensó que en definitiva Clementina fue un hito, en un largo camino, del cual no sabemos el principio ni del que tampoco sabemos el final.

    

viernes, 8 de julio de 2011

EL PENDIENTE


Tocó el pendiente que por pocos pesos había comprado en el Barrio Chino, en un local casi sobre la calle Juramento, lo encontró de casualidad, mezclado con pulseras baratas y collares de fantasía, no sabia porque pero al comprarlo tuvo la sensación que no era el quien lo elegía, sino que el pendiente lo había elegido a el para que se lo lleve, ¿Ridículo no? Una pelotudez si se quiere, pero eso era lo que sentía y ahora que tenía al pendiente entre sus manos, solo en su casa de soltero, mucho más estaba presente en el esa sensación, como si la fantasía barata le estaría manejando la vida, como si su brillo de joya falsa lo estuviera hipnotizando, una vez más, pasó sus dedos por la piedra central, un circulo perfecto de un negro intenso en cuyo centro, había una muy pequeña perlita verde que su dedo índice sin querer -eso supuso- apretó, no fue más que apretarla y hubo un fulgor, una corta e intensa llamarada tan igual recordó de pronto, como cuando en el aceite hirviendo de la sartén de su madre, caían unas gotas de agua, puro y corto fuego, eso es lo que hubo frente suyo y sin entenderlo, detrás del humo y de la llama apareció una mujer, igual a las vendedoras del Barrio Chino, muy parecida quizás a la cajera del supermercado de la otra cuadra, no supo que decir es más, espero que sea ella quien hablara, solo pudo ver que el pendiente ya no existía más entre sus dedos, que la cadenita de la cual colgara, estaba como pulsera en la muñeca de la joven frente a el y que la atmosfera de la habitación era normal, el humo espeso había desaparecido, de las llamas nada quedaba y un silencio, como pedazos de telgopor apretando los oídos se había apoderado del lugar, la miró, se miraron  y ella habló.

--No creas que con tu acción rompiste un maleficio ni me trajiste a la vida presa de un conjuro, ¡No! Fui yo que me convertí en piedra y me hice pendiente, cansada de la vida que me hacia llevar un fabricantes de joyas en oriente y a través de esa perla verde, vi a todos aquellos a los cuales me gustaría pertenecer y de todos los que ví en el Barrio Chino, cada día y todas las noches te elegí a vos y decidí que me lleves, aquí estoy, soy tuya si me quieres, sino, sino deseas estar conmigo, que estemos juntos, solo te pido una cosa, saca la cadenita de mi muñeca , hacele tres nudos y volveré a ser pendiente y solo es mi deseo que me vuelvas a dejar en el local del Barrio Chino en donde me compraste.

El pensó un momento, lo necesario que el hombre piensa para analizar sus sentimientos, después algo cambió en su rostro, se acerco a ella  y le saco la cadenita de su brazo, la tomo de una punta y por un momento la tuvo colgando y bailando frente a sus ojos, después en una decisión pensada, fue hacia la ventana la abrió y la tiró afuera.

jueves, 7 de julio de 2011

CORRIA EL AÑO



Corría el año de mil ochocientos sesenta y tres, en la cubierta de un parao por un error inadmisible, Yañez hirió a Sandokan con su larga cimitarra, no solo eso peor aún, confundido lo arrojó al mar. Por esas cosas del destino, Salgari que estaba pescando en la costa del mar frente a Borneo, lo enganchó en su línea y lo saco a la superficie, asombrado y viendo de quien se trataba llamó a su mujer Ida Peruzzi, entre ambos lo pudieron revivir y les sirvió para su próximo libro. Yañez cuando se entero ya en las paginas de esa nueva novela, de que Sandokan seguía en acción, sintió un profundo alivio y le pidió disculpas, aduciendo que un error lo puede tener cualquiera, pero que un escritor como Salgari era imposible que se equivoque así.

miércoles, 6 de julio de 2011

ABRIO LA PUERTA


Abrió la puerta de su casa y se alejo rumbo al trabajo, mientras caminaba por la calle se cruzó con el una joven que se detuvo y volvió sobre sus pasos.

--Señor disculpe, me podría decir donde queda la calle.
--Perdone señorita esa calle no pertenece a este barrio, esta equivocada.
--¿Esta seguro? Mire a su alrededor, me parece que el equivocado es usted.
--El perplejo miró a todos lados y no supo donde se encontraba.

DOS ADOLESCENTES


Dos adolescentes se querían y el era tímido. Se caminaron todo Palermo incluido los lagos y el rosedal, al atardecer cuando se separaron, el se fue con su timidez y ella no volvió a verlo nunca más, pero en un sueño una noche soñó al tímido y este se le apareció, lo raro y lamentable para ella que en el sueño, también el siguió siendo tímido.

SALIO



Salió a caminar con su perrito, un vivo del barrio algo leído le grito ¡La dama del Perrito! El perrito no se sabe porque, se convirtió en Chéjov y lo corrió por las heladas estepas de Rusia, donde se convirtió en un solitario Lobo Estepario, alejado de la civilización. Mientras Chéjov se volvía, se encontró con Hermann Hesse y ambos se pusieron a discurrir sobre el destino final de los chantas en este mundo.

                                                   

ESTABAN


Estaban los dos en la habitación, ella le preguntó si la amaba, el le dijo que si. Al rato se fueron juntos, antes de separarse el quiso saber si lo quería, ella le dijo que ya no, porque dentro de la habitación lo amaba y fuera de ella en la calle, era un cliente más.

domingo, 3 de julio de 2011

LA VOLUNTAD


La sirena de la fábrica le anunció el fin de la jornada, no solo eso, le indicó también que un día más concluía en su vida, en su vida exitosa de industrial prospero y reconocido por sus pares, como el de más futuro en la economía del país ¡Estaba orgulloso! Una ves más como tantas, cuando escuchaba la sirena sonar, volvía a los recuerdos del pasado y se situaba mentalmente en los comienzos de todo, en su niñez en aquel conventillo de la boca, en su horror a la miseria, en su gusto por estudiar sin ver sacrificio alguno en ello y en su amor por la plata, por la pulsión de tenerla, de conseguirla, de aumentarla, de anteponerla a toda otra necesidad en la vida, incluso más allá del amor y del deseo, por la increíble memoria que no le hacia olvidar nada, desde el calculo matemático más abstruso, hasta la ofensa más insignificante, por el carácter perverso que poseía y por su total falta de escrúpulos, gracias. Todo eso era el y debido a todo eso, ayudado por las circunstancias y esa pizca de suerte necesaria, llegó a donde estaba hoy, arriba de la pirámide en el lugar de los elegidos, pero algo le molestaba, algo en su interior le daba vueltas sin respuesta, una pequeña estupidez sin duda, una pregunta que cotidianamente se hacia, sobre un aspecto imprevisible de la conductas humana y ahora, nuevamente debido a su memoria prodigiosa, volvía a aparecer esa pregunta otra ves ¿Era una buena persona? Pavada de cosa ¿Qué le importaba a el eso? ¿O tal vez si le importaba? Porque la culpa que a veces molestaba su tranquilidad, se refería a la duda que no podía resolver, a la voz interior que le decía ¿Debido a que, estaba el allí arriba de la pirámide? ¿Qué debió hacer para estarlo? Entonces imprevistamente y casi sin darse cuenta, su desfachatez extrema le trajo la solución a no saber que contestar y contestarse, le acercó la respuesta para que a partir de hoy, cuando se lo reproche o se lo pregunten, ya no deba decir lo que no quería que nadie sepa, solo debía pronunciar aquello, que conformaba a todo aquel que no podía sobresalir socialmente, diría simplemente, llegue por lo único que se llega, por ese don de los buenos y justos mortales de esta vida, ¡La voluntad!...Ya más tranquilo, con el futuro despejado de toda duda incomoda y con voluntad, cerró su escritorio y se encamino a su mansión de soltero, tacaño y empedernido. 






EL ESPIRITU


En el primer crepúsculo del día cuando este amanece Juan Are, avanzó desde la playa hacia la pequeña ciudad balnearia, pese a su prolija ropa deportiva parecía que hubiera surgido de las aguas y todo él, no fuera mas que un deseo, dejado por el destino de alguien, que lo esperase allí en la costa sobre la húmeda arena, para que se encamine a ese encuentro definitivo y antológico que le aguardaba. Apuro el paso sin dejar huella alguna y atravesó las carpas y bañistas y castillos de arena, sin ser notado ni perturbar nada tras de si, se diría que estaba dotado de aire, que era viento y soledad en estado invisible, alma sin cuerpo o a punto de perderlo y corría tras el. Pronto dejó atrás el bullicio y se encontró entre parques y típicas casas de verano de la zona atlántica, esbozo una sonrisa, era el final pensó, el lugar adonde se dirigía no estaba lejos, apenas lo separaban tres casas y algún que otro espacio verde, el chalet sobre la esquina era su meta, el fin de su camino. Cruzó la reja y atravesó el parque, lo inusual de todo esto, que la vetusta reja de hierro no se abrió ni cerró ante su cuerpo y el césped del sendero, no recibió la marca de su peso, solo levedad, el abrirse paso sin que se note, el estar sin existir, ya frente a la puerta de entrada se detuvo un instante y luego la atravesó, como quien aparta un cortinado o una tela, que le estorbase en la búsqueda de aquello que se hubiera impuesto. Se encontró en un living pequeño y confortable, dentro del cual, se hallaba una antigua escalera de madera, cuyos viejos y crujientes peldaños conducían al primer piso, por ella subió sin que se escuchara el menor ruido y nadie de la casa -en el caso de que esta estuviese habitada- podría oír nada que le hiciera imaginar, que alguien caminaba en su interior ya arriba, por primera ves en todo su recorrido se sintió preocupado, miró rápido su reloj, era la hora que su mujer se despertaba, era el instante que si eso ocurría, solo encontraría un cadáver durmiendo al lado de ella y el, por su imprudencia, perdería la condición de seguir en este mundo. Como siempre, igual que siempre, sus aventuras bordeaban la tragedia, a su derecha y frente a el, estaba el dormitorio, una ves dentro dirigió la vista hacia la cama, la tenue luz le permitió ver que su mujer, por suerte aún dormía y un cuerpo estaba junto a ella que era el suyo, decidido, retiro las sabanas y se acostó sobre su propio cuerpo, pronto desapareció en el, mientras en el lecho, desperezándose abrazaba a su esposa con amor.






EL JUEGO Y SUS COMIENZOS

Dentro de una tienda en medio del desierto, los dos guerreros jefes dejaron de hablarse las palabras que ya no tenían sentido y por un momento, ambos se cerraron en sus propios pensamientos, fuera, los guerreros de ambos, separados entre si por la longitud del dialogo que ellos mantenían, esperaban una orden con impaciencia y furia, una orden que les indicara que hacer en esa lucha, que llevaba tanto tiempo perdido y donde nadie se sacaba ventaja. Dos mundos se enfrentaban, apenas separados por el indiferente telar de la vida hecho tela, en las tensadas paredes de la tienda, en el exterior de ella la pelea interrumpida, adentro, la meditación de los que entienden que la igualdad de fuerzas, lleva al camino de la paz, solo así en el equilibrio de la furia los guerreros, que no son racionales sino que tratan de serlo como medio para sobrevivir, si el enemigo iguala su poderío, solo así, cuando ya no pueden matar y temen morir, solo así entonces, llega el momento de hablar y reconciliarse, Abú-Gafiz el jefe guerrero de la ciudad de Mahenjo-Daro, levanto sus cejas en un gesto de que no sabía que más decir pero sin embargo hablo.

--Zairab, jefe guerrero de la ciudad de Harappa, primo de la guerra y hermano de la paz, hace que peleamos dos tiempos lunares y sus espacios de luz y sombra, nos han colmado de pesares y vieron imperturbables, que ninguno de los dos ganamos el uno al otro un palmo de terreno.
--Abú-Gafiz jefe guerrero de la ciudad de Mohenjo Daro, las batallas que no se ganan a través del tiempo, se deben terminar en la mesa del dialogo donde los jefes reunidos lleguen a un acuerdo.
--Eso es Zairab, lo que estamos tratando de llevar a buen fin bajo esta tienda, que nos preserva de la mirada de los dioses pero no de su presencia, debo decirte –aunque ya lo sabes- que las armas no nos han conducido a ningún lugar en donde nuestros conflictos puedan terminar, tampoco las palabras, persuasivas ellas, han podido arribar a un acuerdo entre nosotros, por todo esto Zairab he de mostrarte el juego mediante el cual, los esclavos de la ciudad de Mehrgarh a orillas del río Indo tan cerca de nosotros, como tan lejos se encuentra la fortuna de arreglarnos, dirimen sus disputas. Con este juego, ellos los esclavos terminan por acordar en sus asuntos y aquel que gane, ganará, o aquellos que no puedan destruirse entre si sus posiciones, compartirán la gloria mientras que el que pierda, perderá sus dominios, porque este juego como la vida, te brinda la oportunidad de ganar, perder o aceptar que el enemigo que has elegido, es tan poderoso como vos y deberás acordar vivir en armonía, porque así y no de otra forma lo indican los planes de los dioses, la barra del platillo se inclinara a un lado o a otro, o se mantendrá en su centro sin moverse. En consideración a todo lo que hable, es que te propongo este juego que quienes lo inventaron, lo llevaron a cabo para que con el se solucionen, todas las disputas de nosotros los que habitamos el valle bajo este cielo.
--Muéstrame de lo que me hablas Abú-Gafiz y veré, si estas en lo cierto o si a la suerte de un juego no debemos entregarnos.
--Aquí tienes Zairab y te lo muestro, este es un cuadrado grabado sobre la piedra blanda de los montes calcáreos del Tíbet, de donde el río Indo nace y desciende hacia nosotros, trayendo fertilidad a nuestro suelo y sacerdotes a nuestro ser tan confundido, en dicho cuadrado los que saben -aquellos que ignoramos- decidieron construir sesenta y cuatro cuadriculas iguales que le dan forma, una mitad de ellas esta signada por la luz clara del año lunar o el Sudi y la otra mitad, por el lado oscuro que nosotros conocemos como Badi. Luego vienen las piezas que se colocan en el cuadrado, el numero de ellas fue determinado por los sacerdotes, aquellos que hablan con los dioses -porque debes saber que este juego fue hecho en discusión con ellos- determinaron que su cantidad debía ser un múltiplo de cuatro, que contuviera exactamente a la cantidad de cuadriculas y eligieron cuatro, porque cuatro son los elementos del origen de todo lo que ves y existe en este valle, ellos son, -Agua-Tierra-Fuego-Aire- por lo tanto y como puedes darte cuenta, las piezas son dieciséis para cada contendiente, dieciséis que paso a detallarte. Un Rey de la Guerra, Un Monje que consuela las heridas del guerrero, Dos Torres, en representación de nuestros carros de fuego, Dos Caballos, en honor al noble animal que nos interna con bravura en medio del combate, Dos Elefantes, que son la fuerza necesaria para triunfar y Ocho Soldados, ya que sin ellos es imposible siquiera librar cualquier batalla, he aquí el juego ya completo, que nuestros esclavos de Mohenjo-Daro utilizan para dirimir sus diferencias, te lo ofrezco para dirimir las nuestras.
--¿Es posible Abú-Gafiz, que dos señores de la guerra como somos nosotros definan sus diferencias, con un juego usado por esclavos?
--Si yo te diría Zairab que en esta tienda, tanto vos como yo somos esclavos igual que ellos, con la diferencia que el hilo que nos ata es el destino ¿Jugarías el juego?
--Abú-Gafiz hacia el destino vamos y por el morimos, desde el comienzo del Indo en los montes del Tíbet hasta su muerte sobre el mar de Omán, solo somos una hoja en el agua sujeta a los caprichos de su curso y el curso ha llegado a ponernos frente a frente y tienes razón, el destino nos indica que estamos presos de una guerra, que no tiene fin y debemos llegar a el, incluso mediante el juego que propones y el cual acepto, como termino de la batalla, dame las dieciséis piezas que me corresponden y solo dime como se juega si lo has jugado alguna vez, ya que como dije tu no eres esclavo.
--Aquí las tienes Zairab jefe guerrero de la ciudad de Harappa, colócalas en dos filas de cuadriculas sobre el costado del cuadrado que esta a tu lado, yo colocaré las mías sobre el lado frente a vos, así posicionados empezaremos el juego que se me hace en este momento es un combate, que a través de los tiempos de los siglos muchos jugaran, presta atención, voy a decirte como.



sábado, 2 de julio de 2011

UN FIN DE SEMANA EN EL TIGRE



--Amelia, tengo una idea dando vueltas, pero no puedo desarrollarla, es como si estuviera escondida, en el fondo de mi alma.
--Martín, ¿De que se trata? No podes ni decirme el comienzo.
--No se, estoy confundido, tengo deseos de escribir un cuento, donde halla un misterio, un crimen, una investigación y por último, una victima y su asesino, pero no se me ocurre nada, la idea da vueltas en mi cerebro, pero sus protagonistas no aparecen, me falta el asesino, la victima, la trama, es raro todo esto Amelia, nunca me pasó, pero se que pasa.
--Porque no olvidas todo, quizás sin preocuparte, sin pensar más en el asunto, un día de improviso, el cuento que imaginas es tuyo, sale a la luz, es escrito, porque apareció en tu cerebro y estas en condiciones, de volcarlo al papel.
--Seguro que lo que decís, es tal cual, tengo urgente que hacer todo eso, para tratar de crear, el cuento que imagino.
--Entonces, lo primero olvida todo y para ello, es necesario que salgas, te distraigas un poco.
--¿Eso como lo hago?
--Muy simple, aceptando mi invitación.
--Como aceptando tu invitación y Juan, tu compañero, ¿Que hay con él?
--Nos peleamos hace unos días, no quiero verlo más.
--Bueno, es un problema tuyo, pero nunca pensé, que quisieras salir conmigo en su reemplazo.
--¿Porque no lo pensaste? Hace un tiempo bastante largo, que trabajamos en esta redacción.
--El tiempo, no significa nada Amelia, nunca pensé, porque me considero un tipo vulgar, vos en cambio, a mi juicio, eres una hermosa mujer, no se si nuestra relación, podría llegar a buen puerto, somos diferentes, muy distinto somos.
--Tene en cuenta, que yo no hable de ninguna relación, simplemente te dije, que podríamos salir juntos, para distraernos.
--Salir juntos, la mayoría de las veces, concluye en una relación.
--Está bien, puedes que tengas razón, pero te pregunto, ¿A que tanta charla, por una estupidez que ni vos ni yo, sabremos nunca, como va a terminar? Queres salir conmigo, disfrutar de un fin de semana en el Tigre, veni, sino me voy sola y chau.
--Esta bien, entre el cuento que no aparece y el fin de semana, de papel en blanco, frente a mí, acepto lo que me propones, por ahí tengo suerte, se me aclaran las ideas y consigo material, para empezar el cuento. Total, la que decidió salir conmigo, fuiste vos y no yo, así que corre con los riesgos.
--Estoy segura, que al lado tuyo, no corro ningún riesgo, ¿No se porque se te ocurren, semejantes ideas?
--No me hagas caso, estoy boludeando, mañana sábado, ¿A que hora nos encontramos?
--En el Puerto de Tigre, a las ocho de la mañana.
--¿Adonde vamos?
--Me prestan una casa, unos amigos.
--¿Donde es?
--En el arroyo Esperita, no muy lejos del Tigre, una hora más o menos de lancha colectivo.
--De acuerdo, mañana a las ocho entonces, en el Puerto, ¿Qué llevo de comer?
--¿Tenes una heladera de mano?
--Si.
- Compra un pollo, trae un paquete de arroz y otro de fideos, yo llevo el resto, para dos días alcanza.
--Esta bien nos vemos, hasta mañana en el Puerto de Tigre.
--Chau Martín, hasta mañana.

Amelia, se separó de Martín y se dirigió a su casa, trabajaban en Belgrano y ella vivía, en Avenida libertador y Córdoba, en un departamento antiguo, que era propiedad de los padres de Juan, tomo el colectivo ciento treinta, después de casi una hora de viaje, llegaba a su casa, Juan, se hallaba en el Living, viendo tele, cuando la escucho entrar, se levantó y fue a su encuentro.

¿Qué tal amor, como te va?
--Bien Juan, hoy tuve un día de locos en el trabajo, todos querían algo urgente, parecía el fin del mundo.
--Estarás cansada Amelia, deja entonces que yo preparo la cena, date un baño, así te relaja un poco, después comemos.
--Gracias amor, te haré caso porque lo necesito.

Juan se dirigió a la cocina, preparo la cena, unos bifes a la plancha, con ensalada y puré, decidió que iban a cenar en el living, tal vez, porque mañana era sábado y hoy, podían acostarse tarde, imagino una sobremesa más larga, que de costumbre, puso el mantel, los platos, las copas, las bebidas sin alcohol. Noto que el ruido de la ducha, ya no se oía en el departamento y decidió, poner los bifes en la plancha, un rato después, Amelia hacia su aparición en la cocina.

--Que hermosa estas, el baño te ha hecho muy bien.
--Sí estoy más descansada, ¿Queres que te ayude?
--No, anda al living, que los bifes ya están listos, los llevo y ya podemos cenar.
--Te espero allá, sos un marido perfecto.
--Soy, lo que vos debes, que todos sean para vos, verte feliz, es mi mayor deseo, amor.
--Hermoso piropo Juan, te aguardo.
--Ya voy.

Amelia se encamino al living, Juan termino con sus bifes, los puso en una fuente y fue a su encuentro, ya tenía, en la mesa, el puré, las gaseosas y la ensalada.

--Aquí estoy amor, ya podemos comer.
--Que rico se ve todo, sos un buen cocinero.
--Vos también sos buena, es más, lo que se, lo aprendí de vos.
--Juan.
--Si.
--Viste que te dije, que hoy en la oficina hubo un trabajo impresionante.
--Si, como otras veces.
--Tal cual, pero hoy más que nunca y hay un problema.
--¿Cual problema amor?
--El jefe me necesita este fin de semana, a mí, a Estela y a Esteban, para una reunión muy importante, en Mar del Plata, allá nos vamos a reunir, con posibles inversores del diario, algo muy grueso, tengo que ir Juan, es importantísimo, pero por supuesto, no quiero hacer nada, que vos no creas conveniente.
--Por favor amor, otras veces fuiste, ya pasamos por situaciones similares, tu trabajo es muy necesario para nosotros, no puedo negarme a que vayas, es más, creo que debes hacerlo.
--Gracias amor, se que esto es para el bien de los dos, no esperaba otra cosa de vos, si, realmente esto de los inversores, es muy importante para el diario.
--Entonces, lo mejor es cenar e irnos a dormir, ya que mañana imagino, tendrás que levantarte temprano.
--Si cariño, a las ocho, tengo que estar en aeroparque, vamos en avión, para no perder nada de tiempo.
--No te hagas problemas, deja que yo levanto la mesa.

Después de un rato, todos dormían en la casa de Amelia, ella antes de acostarse, mando un SMS “Tigre listo” y se acostó, cuando Juan vino al dormitorio, ella ya dormía. Llego la mañana. El despertador sonó a las seis, Amelia se levanto y se preparó para salir, no se despidió de Juan, porque este estaba entregado al sueño, le dejó una nota que se iba, sobre la mesa de la cocina, una vez en la calle cruzo la Avenida Libertador, paró un taxi y le indicó ir hasta Retiro, de allí el tren a Tigre, llegó al puerto,  a las siete y media, ya en el, Martín la estaba esperando.

--Llegaste temprano Martín.
--No me gusta hacerte esperar, prefiero ser yo, quien te espere.
--¿Es un cumplido?
--Si.
--Mira, según los pasajes que saque, la lancha colectivo que debemos tomar es aquella.
--¿Esa que tiene escrito El Seibal en sus costados?
--Si podemos ir y ubicarnos.
--Casi mejor, así acomodamos todo lo que llevamos, total dentro de veinte minutos sale.


Subieron a bordo, buscaron sus asientos y se sentaron, Martín acomodo todo lo que llevaban.

--Amelia una pregunta, ¿Sabes localizar la casa adonde vamos?
--Me dijeron que es la décima, una vez que la lancha entra, en el arroyo Esperita, tiene un techo de zinc a dos aguas, pintado de rojo y un cartel que dice, “Los Enamorados”, además está en la ribera izquierda, como va la lancha, no nos podemos perder, cuando entramos al Esperita, nos levantamos y nos preparamos, para bajar.
--Veo que estas, perfectamente al tanto, además de hermosa, sos inteligente, además de inteligente, decidida, además de todo, lo que no me cierra es, ¿Por qué me elegiste a mi? Para pasar un fin de semana.
--¿No te gusta estar conmigo?
--Me parece un sueño.
--¿Entonces?
--Temo despertar.
--No seas tonto, esta noche vas a dormir bien.
--¿Voy a dormir bien?
--Si bien y tranquilo, no te hagas el boludo, en la casa hay dos camitas, separadas en cuartos distintos, cada cual dormirá en la suya, ¿O pensaste que te traje, para tener una relación sexual, con vos? Si pensaste eso, entendiste mal lo que te dije, yo solo hable de distraernos un poco, un fin de semana, venimos acá, como amigos que somos, nada más ¿O no?
--Si.
--Entonces relájate y disfrutemos del viaje.
--Como quieras.

Era la hora de salida, la lancha colectivo poco a poco, se fue alejando del Puerto de Tigre, enseguida se enfrentó con el Río Lujan y comenzó, su trayecto rumbo al arroyo Esperita, Amelia sentada junto a la ventanilla, veía las distintas construcciones de la costa y las otras lanchas, que cruzaban en el río, a Martín, por el contrario, no le interesaba nada de lo que sucedía en el Río ni tampoco en sus costas, es más, El Delta no le importaba, había venido simplemente, porque no podía comenzar el cuento, que le daba vueltas en la cabeza, sin decidirse a salir y también, porque negarlo, a ver si conseguía acostarse con Amelia, cosa que le habría gustado, pero a esta altura, le parecía imposible, más, después de lo que ella le dijera, por lo tanto, lo mejor sería tomarla como una compañera de trabajo, una amiga y tratar de pasarla lo mejor posible, ya vería el, como las cosas se iban presentando. La miró a Amelia, estaba pensativa y lejana, como si estuviera repasando algo, en que ella participara y tuviera que ver, en su planificación, de pronto, no supo porque, quizás por su profesión de novelista, se le ocurrió pensar, que Amelia, lo estaba introduciendo, en la trama de su propio cuento, que sin saberlo, él iba a ser protagonista, del hecho que Amelia, trataría de llevar a cabo, ese fin de semana, que compartiría con el, allí en el Tigre. Esta idea, que le estaba rondando la cabeza, quizás le diera respuesta a su a su pregunta, ¿Por qué me elegiste a mí? Trato de no pensar, trato de volver atrás, con sus ideas a flor de piel, sobre el cuento que le rondaba, daba vueltas sin cesar, sobre su mente y siempre, terminaba, sin hallar el contenido de su forma. Se olvido del cuento y volvió a mirar a Amelia, esta seguía igual, silenciosa y pensativa, la mirada clavada en las distintas costas, en las que se iba transformando, la costa del río, mientras la lancha avanzaba, decidió hablarle, decirle algo, para que deje de estar metida dentro suyo.

--Amelia.
--¿Si Martín?
--No entiendo porque te separaste de Juan, eran una pareja perfecta.
--Mira, lo perfecto es, hasta que deja de serlo, en los últimos tiempos, tuvimos muchas discusiones y peleas, por los celos de él, se había vuelto, muy obsesivo y celoso conmigo, me celaba y me perseguía, por cualquier estupidez, si usaba tal vestido, si la pollera corta si la pollera larga, si ese tipo me miraba, o no, que se yo, todo le caía mal, nuestra relación antes normal, se convirtió en un suplicio, por lo tanto decidí dejarlo, ya lo de él era inaguantable, pienso que está enfermo, me separe y listo, se fue de casa, yo también tendré que dejarla, porque es de los padres de él, pero bueno, así no podía seguir viviendo.
--Tenes razón, los celos en una relación, son algo insoportable de aguantar.
--Así es, por eso lo deje.
--Amelia, estamos entrando en un arroyo, ¿No será el Esperita?
--Si lo es, al menos así lo dice el cartel que leí, voy a preguntarle al lanchero, así le digo donde quiero bajar, mientras vos, prepara todo, para cuando la lancha atraque en el muelle.

Así fue, la lancha atraco en un muelle, frente a una casa, construida sobre pilotes a bastante altura, del lecho del arroyo, cuyo nombre según el cartel era, “Los Enamorados”, tenía un techo rojo de chapa a dos aguas, Martín bajo todo de la lancha, , lo dejo en el muelle, esta partió y allí, se quedaron los dos, solos, teniendo por toda compañía al cielo, al agua y a una simple vegetación, compuesta de pequeños álamos, algunas que otras hortensias y mucho verde, de plantas propias de la zona. Repartieron entre ellos, los bolsos a llevar y comenzaron, a subir la escalera de madera, que los separaba, de la puerta de entrada, una vez frente a ella, Amelia sacó, unas llaves de su cartera y la abrió, entraron, en la casa había una cocina, que a la vez era living comedor, dos dormitorios y un baño, se encontraba ordenada y limpia, como si fuera usada con frecuencia, por lo demás, la soledad era absoluta, nadie cerca de ellos, por lo que pudo observar Martín, asomándose a una ventana del living, no se veían construcciones en las inmediaciones, la más cercana estaría a una distancia de sesenta metros, hermoso sitio para escribir, si tendría tema pensó, mientras se volvía a Amelia.

--¿Dónde acomodamos las cosas?
--Primero vamos a definir territorio, el dormitorio de la izquierda es el tuyo, el mío el de la derecha, guardamos todo lo nuestro en los placares, después acomodaremos la comida, en la cocina, abajo hay un grupo electrógeno, para dar electricidad, ¿Lo sabes prender?
--Entiendo que si, he prendido otros.
--Fenómeno, entonces anda a tu dormitorio, yo al mío, ponete cómodo, cámbiate, después salís y en el descanso de la escalera, al costado de la puerta, hay un mueble, esta es la llave del candado, lo abrís y allí está el grupo electrógeno, préndelo, así podemos tener luz, ver tele, que la heladera funcione, así guardamos la comida que trajimos.
--Muy bien, está todo bien, acomodo mis cosas, me cambio y prendo el grupo.
--Eso es lo que necesitamos, yo también voy a cambiarme.


Ambos se dirigieron a los dormitorios, Martín, acomodo la ropa que traía en el placard, se cambio, pantalón corto y remera, abrió la ventana para que el ambiente, se ventilara y miró hacia afuera, solo soledad y vegetación, cielo infinito y silencio, todo ello le pareció importante, para el descanso intelectual, que se pensaba regalar, salio al living, dispuesto a poner en marcha, al grupo electrógeno, pero lo detuvo un momento, algo que vio, estaba colgado, en el pequeño espacio de pared, que separaba las puertas, de las dos habitaciones, era una pistola calibre veintidós, con el cargador completo, lista para ser usada, entendía algo de armas y tal vez, por ello sintió un escalofrío, cualquiera que tomara esa, podía matar o ser muerto, no le gustaban esos juguetes, cerca suyo, en el momento que esto pensaba, salía Amelia de su dormitorio, vestida con short, una blusa y zapatillas.

--¿Amelia, que hace esta arma aquí?
--Como que hace Martín, es algo natural, es de los dueños de casa, ¿Vos te fijaste como es la zona? Soledad absoluta, no hay nadie, si algún loquito quiere hacerte algo, robarte, violarte, que se yo, ¿Cómo te defendes?
--Es cierto, ahora me doy cuenta, que es necesario tenerla allí.
--Por supuesto, pensaste que estaba como elemento decorativo, es algo que podemos necesitar en cualquier momento.
--Ojala no llegue nunca ese momento, pero tenes razón, es mejor contar con esa defensa, voy a prender el grupo.
--Anda, yo mientras abro la garrafa y preparo un café, ¿Vos tomas también?
--Si, pero córtamelo con leche, ahí en mi bolso traje facturas, sácalas así comemos.
--¡Bravo! Medialunas, como me gustan.
--Acerté entonces, ahora vuelvo.

Martín salio a la entrada de la puerta, en el descanso construido frente a ella, al costado izquierdo, había un mueble con candado, lo abrió, se encontró con un grupo electrógeno a nafta, empezó la operación para ponerlo en funcionamiento, dentro de la casa, mientras tanto, Amelia, no solo preparaba el café con leche, también le quedaba tiempo, para mandar un nuevo SMS “Tigre, avisa que llegamos, fíjate que sea a la noche”. Puso la mesa con dos tazas, trajo un poco de leche en un jarro, la cafetera con café, ya listo para ser servido, en un plato las medialunas, se sentó y hojeo una revista de espectáculos, que estaba en la casa, al rato volvió Martín.

--¿Escuchas el ruido del motor?
--Si.
--Ya tenemos luz, ¿La heladera esta conectada?
--No falta conectar todo.
--Espera que lo hago.

Martín, conecto la heladera y el televisor, también un ventilador y una radio, volvió a la mesa y se sentó frente a Amelia.

--Amelia, hemos convertido esto, no en nuestro hogar, pero si en una confortable casa, de fin de semana, tus amigos, los dueños, la tienen bastante bien cuidada, ¿Deben venir seguido?
--Si, son profesionales, se desenchufan de la capital, lo más que pueden.
--¿Qué vamos a comer?
--Ahí en la alacena, vi. unas papas, tomates, podemos hacer algo con el pollo que trajiste.
--Traje dos, porque uno me pareció poco y también, traje una tira de asado, vi por ahí abajo, cerca de la casa, que hay una parrilla y carbón, si te parece en ves del pollo, podemos comer un pequeño asado para dos, eso lo cocino yo, vos prepara unas papas, con ensalada de tomate y listo.
--Me parece bien, pero falta un rato todavía, para hacer el almuerzo, es temprano.
--Por supuesto, además recién tomamos el desayuno, pero ya sabemos lo que hacer.
--Cierto, es así, ¿Queres caminar un poco? Vamos por la orilla, hasta la desembocadura del arroyo y volvemos, de esa manera, conocemos las casas de nuestros vecinos.
--Me parece bien, caminar es lindo, pero deja que acomode estas cosas y salimos.

Martín lavo las tazas, acomodo un poco la cocina, -no le llevo mucho tiempo- cuando termino, ya estaban listos para salir.

--¿Vamos Amelia?
--Si vamos.

Salieron, cerraron la puerta y bajaron la escalera, caminaron unos metros y ya estaban en el sendero, que corría pegado a la orilla del arroyo.
--Hermoso día nos tocó, Amelia.
--Cierto, no pudo ser mejor.
--¿Que vas a hacer, ahora que te separaste de Juan?
--No se, supongo que rehacer mi vida, pero no será con vos, quédate tranquilo.
--Ni lo pienso, más que tranquilo estoy indiferente, lo que pasa, es que te lo pregunto, porque debe ser difícil, volver a empezar.
--No lo creas, todo depende de el carácter que uno tenga en mi caso, no me preocupa mucho, se que no me costará trabajo, volver a empezar.
--Espero que tengas suerte y puedas formar, una nueva pareja, lo importante es no estar solo.
--¿Vos estas solo Martín?
--Te diría que estoy, con mi forma de ser, no se porque, pero me cuesta formar pareja, prefiero la soledad y cuando quiero estar con una mujer, pago y listo, a seguir como estábamos.
--¿Te gusta seguir como estábamos?
--Que pasa Amelia, te propusiste hacerme un estudio sicológico, levantarme en este hermoso día, en que disfrutamos de un fin de semana juntos, aseguraste que no.
--Así es y será, no tengas dudas, lo que pasa, que tenemos que estar dos días en esta isla, ¿De que vamos a hablar? Estoy tratando de que hables de algo, que supuestamente te joda, pero si no queres, háblame de futbol, de lo que se te ocurra, pero habla, sino la estadía aquí va a ser un plomo.
--Primero, como soy no me jode, segundo, estamos recorriendo esta isla, que más que invadida de piratas, lo esta de mosquitos, tercero, llegamos al fin o al comienzo del arroyo, cosa rara, hay una zona con césped, que llega hasta la orilla, porque no nos sentamos sobre el y miramos, pasar las lanchas por el río, las nubes por el cielo y el tiempo, en nuestras almas, Amelia, te encuentro “rara como encendida” ¿Qué es lo que te pasa? Hermosa mujer, que no se interesa por mí y a la cual, debo obedecer en silencio.
--No me pasa nada, tan simple como eso, estoy cansada, quizás las violentas escenas de celos, que tuve con Juan últimamente, nuestra separación, todo eso me jodio más de lo que pensaba, pero ningún problema, por eso decidí tomarme, estos días de descanso y mira vos, me los vine a tomar con el hombre, al que Juan menos simpatía le tenía, de todos mis compañeros de trabajo.
--Es cierto, así lo sentí siempre, todas las veces que nos encontramos, en reuniones, entendí que a él no le caía nada simpático, pero nunca supe porque, que yo sepa, jamás le dí ningún motivo, para que me tenga bronca, fue por eso, que cuando me invitaste, te pregunte por él, no habría aceptado tu invitación, si sabía que todo andaba bien entre ustedes, no quiero líos, ahora que te separaste y podes hablar, con más libertad, te pregunto, ¿Sabes la causa o el motivo, de su rabia para conmigo?
--Los celos lo tenían loco, decía que eras el único tipo del grupo, que no tenía pareja y estaba solo, además llego a imaginar que el destino, el nuestro, el mío y el tuyo, un día se iban a unir, te digo, estaba muy, pero muy celoso de vos, no se, cosa de locos.
--Menos mal que te separaste, no quiero saber nada, con tipos celosos y violentos, ¿Por qué era algo violento, no?
--Mira si, era un tipo, que nunca demostraba alteración en su carácter, pero si algo de pronto le caía mal, estallaba y se volvía loco.
--¿Te pego alguna vez?
--No jamás, eso nunca se lo hubiera permitido.
--¿Vos te casaste con él, no?
--Si, nos casamos ara dos años, después de haber convivido cuatro, la verdad, no se porque lo hice, hoy pienso que fui una pelotuda, pero bueno, lo hecho, hecho esta.
--Esta bien, que te calienta, total ya se separaron, hace el divorcio y listo, que problema hay.
--Ninguno, es lo que voy a hacer, pero por el momento, no tengo apuro. Volvamos a la casa, es hora de que prepares el fuego y hagas el asado prometido, sino vamos a comer, a las cinco de la tarde.
--Tenes razón, volvamos.

Desandaron lo andado, por la orilla del arroyo, hasta llegar a la casa, de techo a dos aguas de chapas rojas, Martín, fue a la parrilla, donde iba a cocinar la carne para comer, preparó el fuego, Amelia le trajo la tira de asado, él la corto en cuatro trozos, la adobo y la acomodo arriba de la parrilla, se quedo cuidando el fuego y la carne, para que se cocine pareja por todos lados, ella, fue a la casa y preparó la ensalada de tomates y cocino las papas, concluido el tiempo que llevó el asado, ambos estaban comiendo, en el living, es más, ya habían terminado cuando Amelia, que venia hablando poco, dijo.

--Martín, mira estoy cansada, te digo, recansada, te pido un favor, acomodas vos, que yo no doy más y me quiero tirar un rato, para dormirme una buena siesta.
--Ningún problema, anda que yo junto, lavo y acomodo todo, después yo también me voy a descansar, es una buena idea dormir un rato, si no cortas el día de esta manera, el tiempo aquí, no pasa más, de paso como vos decís, descansamos un poco.
--Tal cual, me voy a la cama, nos vemos más tarde, cuando despertemos, tomamos el te.
--De acuerdo, anda a dormir, que descanses.

Amelia, se fue a su habitación, cerró la puerta y se acostó, después de acomodar todo, como había dicho, lo mismo hizo Martín, en el otro dormitorio, que había en la casa. Mientras esto ocurría en el Tigre, en el departamento de Amelia, en la Avenida Libertador y Córdoba, Juan estaba viendo futbol, por televisión, de pronto lo sacó de su distracción favorita, el inoportuno sonar del teléfono, rezongando, porque su equipo estaba en desventaja, frente a su clásico rival, fue a atenderlo.

--Hola.

Del otro lado el silencio.

--¡Hola!

Fue entonces, que escucho una voz masculina, que le decía socarronamente.

--Pelotudo, tu mujer no está en Mar del Plata, esta cogiendo en el Tigre, con Martín, la muy puta, se lo llevó a la casa que ustedes tienen, en el arroyo Esperita.

Clic, cortó, de nuevo el silencio.

--¡Hola!, ¡Hola!, La gran puta madre, ¡Habla carajo! ¿Qué decís de mi mujer?

Silencio, Juan colgó, de pronto se volvió loco, ya no le interesaba el futbol, ni su equipo favorito, ¡Nada! Solo una idea atravesó su mente y se quedó fija para siempre, ¡Martín! El muy hijo de puta, estaba cogiendo con su mujer, loco de ira se dirigió a su habitación, se cambió, de su mesa de luz, saco la cuarenta y cinco que siempre lo acompañaba, cuando no se sentía seguro, salió a la calle, paró un taxi y fue derecho a Retiro, un rato mas tarde, se encontraba rumbo al Tigre, Martín el hijo de mil putas, se la iba a pagar. La joda que recién tendría lancha, a las diez de la noche, mejor, los agarraría en la cama, cogiendo y entonces, ahí, con las pruebas de la deshonra, a la vista, Martín sería hombre muerto, ¡Que joder! A él, nadie le cogia la mina y se las llevaba de arriba, pagaría con su vida, semejante deshonra a su condición de macho, después de todo, si tenía líos con la justicia, el abogado Pereira, famoso penalista, amigo de Amelia, seguro le arreglaría todo el quilombo judicial, gran amigo Pereira, excelente, en su relación con Amelia, cordial, un caballero como se comportaba con ella. Automáticamente, lo comparo, con el hijo de puta de Martín, no había comparación y saltaba a la vista, que Pereira, nunca iría a hacer una chanchada como Martín, era un señor, otro estilo, otra cultura, otra clase social, en cambio Martín, siempre lo dijo y a su mujer también, era un chanta, un groncho, pero pronto dejaría de serlo, cuando una bala de su cuarenta y cinco, se incruste en su cabeza, está idea lo calmo un poco, pero otra idea en simultaneo, le vino a la mente, ¡Que haría con Amelia su mujer? Según la vos del teléfono –no quiso utilizar la palabra que dijeron, para referirse a ella- había sido, quien se lo llevó a su casa en el Tigre, esa casa, que le costo tanto hacer, con los hermosos fines de semana que pasaron en ella, ¡como mancillarla así!, ¿Estaría loca Amelia? Pero bueno, el tema era que hacer con ella, una vez muerto Martín, ¿La mataría también a su mujer?  No, no, imposible hacer eso, debía perdonarla, debía entenderla, en realidad, no sabía que carajo debía hacer, pero cualquier cosa haría, menos matarla o dejarla, era su mujer y el la quería, un desliz, una falta, seguro que fue Martín, quien la enloqueció de esa manera y la obligó, a cometer semejante acto de infidelidad, desde todo punto de vista repudiable, si, ya estaba más tranquilo, podríamos decir, totalmente convencido, que el único culpable era Martín, solo él, fue él el causante de esta deshonra, si, pagaría con su vida este daño, que le había hecho a él, Juan, una persona honorable, que no se merecía eso, si era lo mejor, matarlo y listo, a eso iba rumbo a su casa en el Tigre, sobre un tren, que le parecía muy lento y una rabia, que volaba a una velocidad increíble. En el Tigre en tanto, todo era diferente, Martín el sentenciado por un anónimo telefónico, ni por asomo suponía, que un marido despechado, viajaba por los rieles, en busca de su muerte, por el contrario, mas bien se encontraba distendido y feliz, cenando con Amelia, mientras disfrutaba de verla y conversar con ella.

--Como te decía Martín, te portaste como un amigo ejemplar, estoy contenta de haberte elegido, como compañero, para este fin de semana, que quise pasar en el Tigre, tranquilo, sin ningún problema y gozando, de una buena compañía.
--Gracias Amelia, te digo que la estoy pasando muy bien a tu lado, es más, me asombra lo distendido que estoy y que en todo momento, te vea solo como una amiga, es asombroso.
--¿Me lo estas diciendo, para provocar mi lado sexi, Martín?
--No mujer, de verdad te lo digo, estoy muy contento de estar aquí y en compañía tuya, como amigos nada más y que esto sea, muy agradable para mí.
--Mejor así, Martín, te quería decir una cosa.
--Si, que.
--A la noche aquí en el Tigre, es el momento donde más asaltos hay, esto no significa que justo hoy, nos pase algo a nosotros, pero por precaución, te pido Martín, que cuando nos vayamos a dormir, te lleves con vos, la pistola que está ahí colgada, no sea cosa, que tengamos algún problema  y no podamos defendernos.
--Perde cuidado, me la llevo, nunca está demás la prevención.
--¿Sabes usarla?
--Por supuesto, no tengas temor, si pasa algo quédate tranquila que se como proceder, el miedo me calma.
--Mejor así Martín, es una garantía para mí, hablando de dormir, ya son las ocho y media, que te parece si lavamos los platos, acomodamos todo y nos vamos a dormir.
--Como quieras.

Acomodaron, lavaron y guardaron, un rato después en el Tigre, sobre el arroyo Esperita, en la casa de techo a dos aguas, color rojo, todo era silencio y oscuridad, sus habitantes dormían, mientras que en el puerto, un hombre, nervioso y se podría decir, también iracundo, caminaba de una punta a otra del muelle, esperando que se hagan las diez, para que la lancha colectivo, salga hacia ese arroyo, dado que él, debía saldar una deuda de honor, justamente en la misma casa, que Martín y Amelia, descansaban, ignorantes de todo lo que iba a suceder horas más tarde. Juan no otro, era este hombre, fumo su décimo cigarrillo. En el río oscuro, flotaban sus puchos a medio terminar, estaba ansioso, quería llegar de una vez y cumplir con su cometido, el tiempo de espera, lo ponía más loco todavía y al fin, con el undécima cigarrillo, la lancha llegó y subió a bordo, se acomodo en el asiento que le correspondía y espero, que esta parta, una vez más, se tocó la cintura, a ver si la cuarenta y cinco estaba en su lugar, el arma se encontraba ahí, justo en el sitio donde se la había acomodado, sobre su lado izquierdo, a la altura de la cintura, estaba seguro que Martín no se escaparía a su venganza, luego vería que hacer con Amelia, pero esta vez, no se la iba a llevar de arriba, recordó las otras veces, que se había ido, a reuniones similares, no sería pensó, que estas reuniones no eran más que excusas, para escaparse con este tipo, de pronto estuvo casi seguro de que eso era así, si, se dijo, esta no sería la primera vez, lo debió haber hecho cornudo, desde hace tiempo, desde el tiempo, que el recuerda, empezaron estas reuniones, de fin de semana, todas con aparentes motivos comerciales, pero la realidad el hoy la veía así, fueron salidas programadas, para encamarse con Martín, toco la cuarenta y cinco, el frío del metal lo tranquilizo, es como si fuera con un amigo, a saldar una deuda, e ir juntos, lo hacia más seguro. Era una noche de luna clara, se podía desde la lancha, ver la costa del río, las luces internas de las casas, que brillaban en la orilla, aunque la mayoría estaban a oscuras, porque sus habitantes dormían, mejor así, si dormía estaba indefenso, a su merced, era cuestión de madrugarlo y tirarle primero, ni se darían cuenta, del arribo de la lancha al muelle, esperaría un poco, hasta que esta se aleje, lo suficiente, para que se vaya con su luz y con sus miradas indiscretas y luego si, subiría despacio los escalones, con su llave abriría la puerta y una vez, dentro de la casa, buscaría en cual de los dos dormitorios, dormirían juntos, para entrar y matarlo, recordó como al pasar, que cuando iban a la casa, para dormir Amelia, siempre elegía hacerlo en el cuarto de la izquierda, seguro que estarían durmiendo ahí, porque a ella le gustaría coger, donde se sintiera más cómoda, de pronto noto que la lancha, dejaba el río y se internaba en el arroyo, se levantó y fue hacia el lanchero, un rato después, este atracaba en el muelle y lo dejaba solo en el, frente a su casa, espero un poco que la lancha se alejara del lugar, cuando esta desapareció, tras una vuelta del arroyo, decidió subir la escalera, era una noche clara, las sombras se veían y los silencios, se escuchaban, consecuencia de la paz profunda, que se forma alrededor de una naturaleza dormida. La que no estaba dormida era Amelia, silenciosa dentro de la casa, miraba a través de la ventana del living, impaciente, esperando el momento, que la lancha llegue al muelle, cuando esto ocurrió, vio lo que esperaba ver, a su marido bajando de ella, aguardando un instante, a que esta se alejara lo suficiente, para no ser visto por los pasajeros y una vez, ocurrida tal cosa, lo vio venir hacia la casa, revolver en mano, no espero más, era el momento, desarreglo su pelo, trato de dar a su semblante, la representación del terror y la angustia, fue hacia el cuarto de Martín y lo despertó.

--¡Martín! Mantene la calma y guarda silencio, habla lo más bajo posible.
--¿Qué pasa Amelia?
--Escuche un ruido en el muelle, me levante y miré por la ventana, la noche clara, me mostró a un hombre, que viene hacia la casa, con un revolver en sus manos, no se si viene a robarnos, o lo que es peor a abusar de mi, luego que cometa el robo, ¡Martín! Tenes que hacer algo, como te dije, esta armado, oigo sus pasos en la escalera, dentro de unos segundos entrara aquí, puede hacer un desastre, por favor Martín sálvame, sos el único que puede hacerlo, ¡Tengo miedo! Agarra la veintidós que sacaste de la pared,  ¡Agarrala! Defendeme y defendete, esta por entrar.
--Tranquila Amelia, tengo el arma, no salgas por nada, quédate dentro de la habitación.

Martín, empuño el arma y salio al living, se coloco en la pared, entre las dos puertas, de ambos dormitorios, agazapado de rodillas, apunto la veintidós hacia la puerta, el mango de la pistola le dio tranquilidad, de pronto, se vio como un cazador que espera a su presa y sabe, que la misma está perdida, él lo espera, la presa debe entrar, de pronto escucho que la puerta se habría, un golpe de claridad, inundo la habitación, en el marco de la misma, apareció un hombre, que comenzaba a tomar posición para dispararle, no espero más, sabía que un tiro de veintidós en el pecho podía herir, dos, matar, apretó dos veces el gatillo y la figura, en el marco de la puerta, ceso bruscamente de acomodarse, giró sobre si misma y cayo al suelo, el silencio todo lo envolvió, Martín noto, que el arma del hombre había caído, al lado de su cuerpo, que podía acercarse a el sin temor, pero imprevistamente, la adrenalina se acabó y sintió, como algo parecido al miedo, su presa no era un animal, era un ser humano, alguien como él, quizás con familia y sus mismos problemas, lo había matado, había terminado con su vida y con todo, lo que esa vida significaba para otros, que ni siquiera el conocía, no quiso ir a verlo, se quedo en el lugar donde estaba, agazapado y con el arma en la mano, quizás sería necesario matar, a sus pensamientos, para estar tranquilo, fue Amelia que pasando sobre el, encendió la luz del living y se acerco al cuerpo, que ya conocía, pero tenía que hacerle ver a Martín, que nunca en su vida hubiera imaginado, que el muerto, era Juan, su esposo. ¿Cómo lo haría? Necesitaba de todas sus fuerzas, para la última actuación, la que más precisaba, fuera convincente para Martín, se acerco entonces al hombre, tirado en el suelo, miró su cara y un grito desgarrador, sonó en el arroyo Esperita y recorrió todo su curso, hasta la desembocadura del río.

--¡Martín! ¡Que has hecho! Es Juan. ¡Mi Juan! ¿Cómo pudo, por amor de Dios, haber sucedido esto? Juan aquí en plena noche, entrando sin darse a conocer, con un revolver y terminando muerto. ¿Qué ha pasado Dios mío? No lo entiendo, por favor Martín, ¡Deci algo! ¡Habla! Que me voy a volver loca.

Martín más que sorprendido, preocupado por lo que acababa de suceder, se acerco a Amelia e hizo que se incorpore, mientras trataba, de que al menos se calme, en efecto, quien yacía muerto en el suelo, era Juan y quien lo había matado, más allá de toda duda, era el Martín,  ¿Cómo arreglar este despelote, Dios? Por lo pronto, trató de consolar a Amelia, para que juntos, vean que hacer con este inmenso problema, que de pronto se les presentó.

--Amelia por favor, veni cálmate, ¡Cálmate te digo! Más que gritar, es necesario que pensemos que hacer, no se si te das cuenta, que suponiendo que era un ladrón, mate a tu esposo, estoy en problemas Amelia, vos sos la única persona que me puede salvar, fuiste testigo, de que actúe en legitima defensa, mate a un hombre armado, que entró a nuestra vivienda, con intenciones de robo, ¡Entendes! Con intenciones de robo, eso es lo primero que debes declarar.
--Si Martín seguro, ¿Pero porque la presencia de el, en esta casa?
--Debes decir que era un hombre, que te celaba mucho y se ponía como loco, cuando otro hombre te miraba, debes decir que estabas harta de sus escenas de celos, sobrecargada de trabajo, decidiste venir con un amigo, un amigo de tu mayor confianza y cercanía, ha descansar un fin de semana en el Tigre, viniste con un amigo, porque tenias miedo de hacerlo sola, ni tampoco una amiga te daba tranquilidad, ya que pasaban a ser dos mujeres indefensas, ante cualquier cosa que pudiera ocurrir, llegaste aquí, para reponerte del alto stress, por el que estabas pasando, que aparentemente él se entero y en su afiebrada mente, producto de los celos pensó, de manera equivocada, que lo estabas haciendo infiel y vino esta noche, aquí para matarnos, todo esto y tal cual, debes explicar a la prefectura, cuando ahora la llamemos.
--Así lo haré Martín, tu planteo es correcto y tal vez, eso halla pasado en su cabeza, pero debo confesarte algo, para que lo sepas y veamos, si nos perjudica, te mentí en lo de la casa, no es la de unos amigos, es la casa que teníamos para los fines de semana, junto con Juan.
--Amelia, hay algo peor y que lo mismo nadie lo sabe, estoy convencido, -no se porque motivo ni me interesa- que vos me trajiste a esta casa, para que yo mate a tu marido.
--¡Martín discúlpame! Como voy yo a hacer eso, ¿Por qué lo quería a Juan muerto y además, meterte a vos en un quilombo semejante?
--Te digo, es lo que yo pienso, no me preocupa saber los motivos, si los hay, habrán sido producto de tus propios problemas con él, cosa que para nada me interesa saber, en cuanto a de quien es la casa,  hiciste bien en decírmelo, lo que le tenes que declarar a la prefectura, que fuiste vos la de la idea, de venir a este lugar, yo no sabía de quien era la propiedad, llama a la prefectura, ¿Tenes el número?
--Si, siempre lo teníamos, por cualquier cosa.
--Algo más, ¿Tenes algún abogado amigo?
--Si.
--Llámalo a él, antes que a la prefectura, quizás ambos lo necesitemos, explícale lo que paso y decile, como debemos actuar, métele, que si nos demoramos mucho y no damos aviso a prefectura, nos complicamos más.
--En un segundo lo llamo.

Amelia, fue hasta el dormitorio y volvió, con una agenda, buscó un número y llamó

--Hola Pereira.
--Si Amelia amor, ¿Paso lo que tenía que pasar? ¿Juan está muerto?
--Si doctor, mire le explico, estoy en un grave problema, estaba descansando en mi casa del Tigre, con un compañero de oficina, cuando en medio de la noche, apareció un hombre armado en el interior de
--No me contes toda la historia que ya la conozco, amor.
la misma, mi compañero lo mato, fuimos a ver y horror, era mi marido, ¿Qué hacemos? ¿Qué le decimos a prefectura?
--Hasta ahora, va saliendo todo bien Amelia, conta las cosas tal cual pasaron, supongo que el caso entrará, en legítima defensa, lo más importante, que ya nos desembarazamos de Juan, que es lo que más nos jodía.
-De acuerdo doctor, cualquier cosa lo llamo.
--Chau amor, una pregunta, ¿Quién es ese Martín? Mira que soy celoso.
--El tema no es insignificante, no se preocupe doctor, haré lo que usted diga.
--Cuando vuelvas a tu casa, quiero que nos veamos, llámame.
--Muy bien, buenas noches.

Colgó y se encontró con la mirada de Martín.

--¿Qué te dijo?
--Que de acuerdo a lo que le conté, cree que cae perfecto en defensa propia, de cualquier manera el lunes, que lo llame y el verá, como siguen las cosas.
--Llama a la prefectura.
--¿Que les digo?
--Que acabamos de matar a una persona, que entró a tu propiedad armado, cuando vengan, le aclaras que es tu esposo, que tenía celos, que se yo, me parece que me paso el fin de semana en cana, por suerte a vos te mandan a tu casa, lo único que te pido, que trates de sacarme con ese abogado que conoces.
--Sos un amigo Martín, no vas a quedar preso por esto.
--Así espero, llama a prefectura.

Amelía marco el número del destacamento y se comunico con ellos,

--¿Prefectura?
--Si señora.
--Les hablo del arroyo Esperita, a seiscientos metros de la desembocadura con el río, mi casa se llama “Los Enamorados”, hace un rato, entró un hombre armado, mi compañero, la persona que estaba conmigo, se dio cuenta de su presencia en el interior de la casa y disparó, el intruso cayo muerto,¿Pueden venir?
--Ya sale una lancha para allá señora.
--Gracias.

Se volvió hacia Martín y de pronto, tuvo un impuso, un raro impulso en ella, fue hacia él y lo abrazo, fuerte y largamente, como si le estaría pidiendo disculpas sin hablar, Martín sorprendido, se dejo abrazar, quizás el también sin darse cuenta, necesitaba que lo abracen en ese momento especial y único en su vida,
--¿Qué pasa Amelia? ¿Qué te sucede mujer? No me debes nada, lo que paso, paso, reponete y ayúdame, a salir de este despelote.
--Tenes razón, es eso lo que hay que hacer, pero por un instante, no se, pensé que te había metido en un quilombo bárbaro y me sentí culpable, perdona.
--No penses, es mejor que estés lo más tranquila posible, cuando venga prefectura, grábatelo en la cabeza, para mí, el tipo entró armado con el fin de matarnos, nadie lo indujo a nada, fueron sus celos enfermizos, los culpables de todo, nada más, ¿Entendiste?
--Si Martín, seguro que fue así, ¡Mira! Ahí en el muelle, ya tenemos a la prefectura con nosotros.
--Abriles y se lo más natural, en tu explicación de los hechos, deciles que soy un compañero de trabajo, de cualquier forma, si ellos suponen fuera tu amante, esto me jode un poco mas, pero eso será trabajo para tu abogado, ¿Entendido?
--Si.

Un oficial y un sargento, ya se dirigían a la puerta de la casa, Amelia les abrió y los hizo pasar, observaron un segundo la escena que se presentaba a sus ojos, un cuerpo, el de Juan, caído a poca distancia de la puerta, cerca de él, en el suelo una pistola calibre cuarenta y cinco, sobre la mesa una veintidós corta, en la habitación, parados, Amelia y algo más atrás Martín. Para alguien acostumbrado a estas cosas, en el ambiente se notaba todavía, un leve olor a pólvora, el oficial se dirigió a Amelia, le pregunto que había pasado, ella explico y respondió, tal como habían quedado con Martín, llevaron aparte a Martín y este corroboro, todo lo dicho por la mujer, agregando que ella lo despertó, cuando, como había dicho, escucho ruidos en el muelle, el tomo el arma, que había en la casa y en el instante, que la persona entro, al verla armada, disparó, sin darle tiempo, a que el haga lo mismo, luego encendieron la luz y vieron con horror, que el muerto no era otro, que el esposo de ella. El sargento sacó huellas de parafina, en las manos del muerto, en las de Martín y también en las de Amelia, con una tiza, marcaron la posición del cuerpo en el suelo, ambas armas, fueron colocadas, en distintas bolsas de plástico, en el ínterin, llego otra lancha con más personal, que una vez hechas todas las pericias, llevaron el cuerpo de Juan, a la morgue judicial, Martín en calidad de detenido, tuvo que acompañarlos al destacamento, a Amelia le preguntaron que quería hacer, esperar a la lancha colectivo, para ir al puerto y volver a la capital, o que ellos la acerquen, les dijo que prefería, que la lleven ellos, subieron a la lancha de prefectura, que se alejó de la casa, dejando personal de custodia en la misma. Una ves en el puerto, Amelia se dirigió a la estación de trenes, abordo uno que estaba por salir, para la terminal de retiro, se dejó caer en un asiento y cerró los ojos, los apretó con fuerza, para borrar de la mente, todas las imágenes que le molestaban, de este horrible fin de semana, que no tuvo más remedio que pasar, su marido, ese despreciable tipo, que le había jodido la vida desde siempre, ya no estaba más, Fernando Pereira, su Fernando, el gran amor de su vida, ha partir de hoy, sería su amor único e inseparable, en cuanto a Martín, su compañero de trabajo, el perejil que uso como instrumento ejecutor, de toda esta trama asesina, diseñada por Fernando, esperaba que salga indemne de esta experiencia, que ella le obligo a hacer, sin que él por su ignorancia, pudiera oponerse. Había triunfado, el circulo cerró perfecto, no sentía remordimiento alguno, Juan tuvo lo que se merecía, ella no iba a enterrar su juventud y el amor, que por fin había encontrado, atada a un hombre, que le cerraba todas las puertas, para ser libre, entonces, por supuesto, el mismo se buscó la muerte, la única puerta, que le quedaba por abrir, para escapar de él. Ya era suficiente, ya se calmaba, la lógica, su lógica, el sentido común, su sentido, la sensación de que había hecho, nada más que lo que debía hacer, la fueron tranquilizando, abrió los ojos, su mente estaba quieta, segura, en algún lugar de ella, dentro de un cofre que decía pasado, Juan y el fin de semana en el Tigre, quedaron ocultos para siempre, Fernando y el presente lo invadieron todo, se dio cuenta que había jugado fuerte, muy fuerte y ganó, debía entonces gozar de ese triunfo y olvidarse de todo.



      




  






    



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