domingo, 3 de julio de 2011

LA VOLUNTAD


La sirena de la fábrica le anunció el fin de la jornada, no solo eso, le indicó también que un día más concluía en su vida, en su vida exitosa de industrial prospero y reconocido por sus pares, como el de más futuro en la economía del país ¡Estaba orgulloso! Una ves más como tantas, cuando escuchaba la sirena sonar, volvía a los recuerdos del pasado y se situaba mentalmente en los comienzos de todo, en su niñez en aquel conventillo de la boca, en su horror a la miseria, en su gusto por estudiar sin ver sacrificio alguno en ello y en su amor por la plata, por la pulsión de tenerla, de conseguirla, de aumentarla, de anteponerla a toda otra necesidad en la vida, incluso más allá del amor y del deseo, por la increíble memoria que no le hacia olvidar nada, desde el calculo matemático más abstruso, hasta la ofensa más insignificante, por el carácter perverso que poseía y por su total falta de escrúpulos, gracias. Todo eso era el y debido a todo eso, ayudado por las circunstancias y esa pizca de suerte necesaria, llegó a donde estaba hoy, arriba de la pirámide en el lugar de los elegidos, pero algo le molestaba, algo en su interior le daba vueltas sin respuesta, una pequeña estupidez sin duda, una pregunta que cotidianamente se hacia, sobre un aspecto imprevisible de la conductas humana y ahora, nuevamente debido a su memoria prodigiosa, volvía a aparecer esa pregunta otra ves ¿Era una buena persona? Pavada de cosa ¿Qué le importaba a el eso? ¿O tal vez si le importaba? Porque la culpa que a veces molestaba su tranquilidad, se refería a la duda que no podía resolver, a la voz interior que le decía ¿Debido a que, estaba el allí arriba de la pirámide? ¿Qué debió hacer para estarlo? Entonces imprevistamente y casi sin darse cuenta, su desfachatez extrema le trajo la solución a no saber que contestar y contestarse, le acercó la respuesta para que a partir de hoy, cuando se lo reproche o se lo pregunten, ya no deba decir lo que no quería que nadie sepa, solo debía pronunciar aquello, que conformaba a todo aquel que no podía sobresalir socialmente, diría simplemente, llegue por lo único que se llega, por ese don de los buenos y justos mortales de esta vida, ¡La voluntad!...Ya más tranquilo, con el futuro despejado de toda duda incomoda y con voluntad, cerró su escritorio y se encamino a su mansión de soltero, tacaño y empedernido. 






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