La lancha se alejo del río y
se interno en un afluente del mismo, uno de los tantos que se pierden entre los
islotes, dando lugar al gran espacio verde que conocemos como delta, un rato
después, descendió de la embarcación en un viejo muelle y una vez en tierra,
comenzó a caminar rumbo a una casa, que se erguía vetusta, sobre el paisaje
desolado de su entorno. Se detuvo un
instante, al pie de la escalera de madera que lo llevaría a la entrada, una vez
arriba golpeo la puerta y espero, lo único que hacía presumir que estuviese
habitada, era la tenue columna de humo que salía de su chimenea y alguna que
otra ropa, colgada en el fondo del terreno, lejos del arroyo y confundida entre
pequeñas matas de vegetación silvestre. Su mirada se fijo en el arroyo y la
lancha que se alejaba, al mismo tiempo, que desde el interior de la vivienda,
le llego el ruido de pasos que se acercaban, un instante después la puerta se
abrió y una mujer de unos cincuenta años más o menos, alta y delgada, se le
apareció en el marco de la puerta, al verla se apresuro a manifestarle el
motivo de su visita esa mañana.
--Buenos días señora vengo a
verla de parte de Clara, ella me dijo que usted puede ayudarme, tengo un
problema e imagina que solo usted es quien puede encontrarle la solución.
Lo miro sin responder, como
pensando quien era Clara y quien sería el, tantas personas pasaban por su casa,
que a veces los rasgos de las mismas se confundían en su cabeza y los nombres
se mezclaban, sin que la persona requerida apareciera en su mente, pero de
pronto sintió un alivio, si se acordó de quien era, entonces todo estaba bien,
ese hombre podía ingresar a su consulta porque ya no ofrecía peligro, sabia de
donde venia, sonrió y dirigiéndose a él le dijo.
--Ha…si Clara, ahora ya sé
quien es Clara, solo entonces me queda por saber quién es usted, adelante por
favor pase.
Entro a una habitación ancha y
angosta, que ocupaba todo el frente de la casa, desde ella se veía el arroyo y
las silenciosas islas y las escasas casas, en donde la soledad todo lo rodeaba,
el cielo era un infinito no interrumpido por ninguna construcción humana, el
sol en el día y la luna nocturna, le pareció serían los guardianes eternos del
lugar donde se hallaba, por demás, en la habitación había pocos muebles, una
biblioteca, una mesa amplia con sus sillas, un escritorio con pequeños
silloncitos a ambos lados y un biombo, que tenía como decoración al zodiaco con
todas sus constelaciones, este servía como separador entre el ambiente de la
mesa y el lugar donde se hallaba el escritorio.
--Usted dirá.
Estas dos palabras lo sacaron
de su curiosidad y lo volvieron a la realidad, a prestarle atención nuevamente
al motivo por el cual se encontraba allí.
--Usted dirá, venga siéntese
en el escritorio y cuénteme que le pasa, a que vino a verme, que necesita de
mi.
Le hizo caso y se sentó,
comenzando a explicar el porqué estaba sentado frente a ella, de una manera que
se pudiera comprender lo que decía.
--Bueno, vine a hablar con
usted porque como le dije antes, Clara está convencida que solo usted
encontrara la solución a nuestro problema.
--Para hallar la solución
tengo que saber el problema.
--Tiene razón, resulta que…
¿Cómo explicarle? Hay una mujer que tuvo familia, dos hombres y una paternidad
que se discute.
--¿Por qué no se hacen un ADN?
Algo tan sencillo. En tren de confianza, mucho más seguro que mis cartas.
--Es que los dos hombres son
hermanos, el mismo patrón genético, la única mujer, idéntico el amor entre los
tres ¿Qué hacer? Clara dice y nos dice y terca lo sostiene, que solo usted y
sus cartas darán el veredicto y nosotros todos estamos dispuestos a aceptarlo.
--Donde la ciencia no da
explicaciones queda el albur, el jugarse al todo o nada de las cartas.
--Exacto.
--¿Está preparado para ganar o
perder en este juego? ¿Para volver a Clara con la pesada carga de haber
perdido, o con el júbilo apenas controlado de que ese hijo según el azar que yo
interpreto sea suyo?
--¡Lo estoy! Por eso he
venido.
--Veamos entonces, en relación
al amor al conjuro invoco e intervengo, en este hecho desgraciado en donde dos
hermanos, aman a una misma mujer, circunstancia esta que los unió más de lo
deseado y que ojala yo separarlos pueda siendo así entonces, que
aparezca el verdadero padre, aquel que la casualidad ha señalado. Para ello
invoco a la palabra destino ya que es la causa primera que los llevó a ello.
--El destino ¡Sí! Usted lo ha
dicho, eso de encontrarnos con ella los dos en una fiesta.
--Digo, si el destino es único
de cada individuo y viene en él, precedido de todas las generaciones que lo
antecedieron, entonces como médium debo saber el destino del pequeño, para
encontrarlo en el destino de su padre.
--¡Tal cual! Yo de ser usted
haría eso ¡Muy bien! ¡Muy bien! Creo que Clara no se equivoco al recomendarla
¡Siga por favor!
--Colocadas las cartas boca
abajo y una a una en la mesa territorio de este mundo, tomo la tercera de
izquierda a derecha, ya que de tres es el problema y en ella leo “La
Consultante” o sea Clara que es la única que necesita saber quién es el padre.
--Nosotros también
necesitamos.
--En menor medida quizás pero
sigamos, le pido a usted que sea ahora, quien levante la carta que está a la
derecha de la que yo he levantado y sin mirarla, colóquela usted frente suyo y
cuando yo le diga, vuélvala para verla, elegí ese lado el derecho, porque es el
lado de donde el sol penetra esta mañana y siendo el sol, símbolo de fertilidad
y nacimiento, está en un todo de acuerdo con lo que nosotros buscamos.
--Correcto, aquí dada vuelta
tengo la carta frente mío.
--Muy bien, sepa entonces que
suyo será lo que la carta contenga en su mitad izquierda, ya que la misma
surgió del lado derecho de la fila de naipes que poseo, por favor de vuelta la
carta.
--Así lo hago.
-- Es la de “Los dos caminos”
ella con el ángel y su flecha, nos llevara al destino que queremos hallar…
--Si dos caminos ¡Cierto! Si
en realidad somos dos hermanos y un misterio.
--Así es, siendo dos los
caminos que frente a usted tiene la carta, el de su mitad le pertenece el otro
lo ocupará su hermano y quien lo recorra para encontrarse con Clara será el
padre del niño ya nacido.
--De acuerdo yo acepto esto y
creo que todos los aceptamos, por favor tire la última carta que indique de
una vez quien será el padre de ese niño.
--Procedo entonces a tirar la
carta, en el arcano que lo resuelve todo y en el dominio que los astros otorgan
a las cosas, encuentro de ese modo que la séptima de la fila debe ser tirada,
ya que siete son los planetas mayores que influyen sobre la tierra y los seres
que la habitan, levántela por favor y démela que solo yo quiero verla.
--Aquí esta señora ¿Dígame que
hay en ella?
--La carta levantada es el
“Carro de Hermes” que reafirma al número siete que invocamos y de ese carro dos
caballos tiran, el de la izquierda vacio de color, por el contrario, al de la
derecha se lo ve lleno del gris de la materia, por lo tanto digo sin temor a
equivocarme, de acuerdo a lo enseñado por Hermes Hermenegildo que su hermano, recorrerá
el sendero que ha de llevarlo al encuentro del niño, dado que su senda es a la
vez camino y materia, en cambio la suya solo es espacio vacío, no se lo digo
más ha perdido, digale a Clara la verdad, que es lo que seguro ella espera.
--Saber que no soy el padre me
da mucha pena, tanta o más que el amor que le tengo a Clara igual que por
supuesto, le pasaría a mi hermano y la congoja que hoy siento seguro de ser yo
el ganador, también él con igual intensidad la habría sentido, pero su palabra
señora es ley y todos la aceptamos, ahora mismo llamo a Clara y se lo digo. Una
cosa más una sola ¿Cómo se lo digo?
--Dígaselo a Clara recién
cuando se encuentre en la lancha alejándose de aquí, antes no, recuerde, debe
ser en la lancha rumbo al puerto, es ahí entonces donde ella sabrá qué hacer
con la noticia que le da.
--¿Cómo que hacer con la
noticia?
--Sí, yo descubrí al padre
pero es una parte del problema, la noticia vuela en la tierra y se resuelve en
el agua, yo quiero que la anuncie cuando este en el agua, no hablemos más y
váyase, rápido porque según la hora ya está por pasar la lancha.
Se despidió de la señora y se
encamino al muelle, esta no se había equivocado, apenas un rato después se
encontraba dentro de la lancha que se alejaba hacia el puerto de tigre, sacó su
celular y llamó a Clara.
--¿Clara?
--Si Juan ¿Que novedad tenes?
--Lo siento amor, lo siento
más de lo deseado ¡El padre es mi hermano!
Un largo silencio fue la
respuesta de Clara, Juan inquieto volvió a hablarle.
--¿Clara que pasa? ¿Entendiste
lo que te dije?
--Sí….estaba pensando, mira,
haceme un favor, llama a Luis tu hermano y decile que vos sos el padre, veni a
casa que quiero verte, chau.
--Juan sorprendido, pero con
un impulso de felicidad que dominaba sus actos, comenzó a marcar el número de
su hermano.