Aunque el sesenta venía completo lo tomó igual, estaba apurado y quería
llegar lo más rápido posible al centro, poco a poco y a medida que iban
descendiendo, se fue corriendo hacia el interior del colectivo. Se encontraba
parado al lado de la fila de asientos de un solo pasajero y en un momento dado,
se encontró con una joven que sentada leía un libro. Curioso, quiso saber cuál
era el título y pudo saberlo “Apuntes de Microbiología Médica” y entonces tuvo
miedo ¡Terror! Porque se dio cuenta que tal vez la joven del libro, instruida
en la ciencia de la microbiología, podría darse cuenta que él era un
microorganismo celular, formado por la división de una pequeña célula, no menos
de veinte minutos atrás y que si el sesenta no se apuraba, veinte minutos más
tarde no existiría más, dado que una
nueva división se produciría y le sería imposible entonces hacer lo que
pensara, pero ahora, si esa joven se diera cuenta de quién era pondría en evidencia
el secreto que nadie en la sociedad humana debía conocer –la extraña especie de
los microbios humanos- decididamente, prefirió la muerte antes que ser
descubierto, la organización microbiana era mucho más importante, que una célula
individual, tocó el botón rojo y descendió.
jueves, 30 de agosto de 2012
sábado, 25 de agosto de 2012
LAURA POR DOS
El quería a Laura ¡Como no quererla! Más de uno de todos los amigos del
colegio la querían y qué no decir de los compañeros del ingreso a la facultad,
muchos de esa clase numerosa pretendían a Laura y la buscaban y le pedían salir
y ella jugaba con ellos aceptándolos con dulzura, o rechazándolos con firmeza y
como suele suceder muchas veces, entre los rechazados estuvo el. Desde ese día,
desde el día que en sus oídos silbaran las palabras -con vos no-
que le dijera Laura fue otra persona, cambió su humor, se volvió taciturno
y no entendió porque, pero se culpo de que Laura no lo quiera y su autoestima,
quedó reducida a un reproche por haber nacido con características tales, que no
despertaban para nada el amor de ella ¿Pero qué hacer entonces? Se preguntó en
medio de su angustia ¿Podemos acaso modificar el juicio que una mujer se ha
hecho de nosotros? No se -dijo- Pero también pensó que las circunstancias de la
vida son extrañas, misteriosas y sorprendentes, por lo tanto quizás ya más
esotérico -porque a veces lo era- imaginó que en los tiempos actuales, muy bien
podrían existir dos Lauras una real, la que perdió y otra virtual, a la que de
pronto se le ocurrió sería posible conquistar. Para ello se encerró en su
habitación, donde lo literario ronda el mundo de lo cierto y las ideas se hacen
realidad, cuando son relatadas por un texto. Una vez allí y después de pensar
largo rato, escribiendo y destruyendo hojas y papeles de diferentes cuadernos,
se decidió al fin por lo que había leído en un viejo almagesto, de un hecho,
que sucediera en el siglo siete en diferentes circunstancias, pero por igual
amor no correspondido, que un hombre y una mujer de esa época tuvieran y tal
situación trayéndola al presente, la resolvió de esta manera, adaptada en un
todo por supuesto a las actuales circunstancias, de la forma de vivir en el
planeta, para lo cual tomo su notebook y su computadora y las enfrentó. En una
abrió su Facebook y en la otra el de Laura. Noto entonces con cierta estúpida
satisfacción, que ambos muros se veían por primera vez -es el comienzo de nuestra
relación se dijo- y a continuación, como en todos los casos que tuviera una
duda de carácter sentimental recurrió a las Cartas del Tarot. Las veintidós
posibilidades restallaron en sus manos y el buscó, casi en trance, en cuales de
todas ellas estaría señalada su oportunidad. Para ello, separó once y once al
azar, las dio vuelta y de cada montón tomo dos, con ellas en su poder volvió a
prestar atención a las máquinas prendidas y conectadas, entonces fue que
decidió construir con tres de las cartas un puente, que uniera ambas pantallas
y para que se sepa la causa del conjuro, las cartas por el utilizadas fueron
“Los dos Caminos” “El Carro de Hermes” y “La Rueda de la Fortuna”. Una vez el
puente tendido, hizo transitar la cuarta carta que le quedaba “El Aker” sobre
el, haciendo el recorrido -que fuera impuesto por el destino- desde la foto del
perfil de Laura hacia su propio muro. Mientras llevaba esto a cabo, solo
recordaba intensamente que lo que se cuenta, comienza a ser realidad en el
momento que se escribe y fue así, que en la pantalla de la computadora, el
Facebook de Laura desapareció y el perfil de ella, chocó contra su muro en la
notebook, formando en él la foto de ellos dos sonrientes, abrazados y dándose
un beso, que todo Facebook de enamorados que se precie tiene y a partir de ese momento -que como mago
improvisado produjera con su extraño experimento- fue hecho realidad el deseo
por el manifestado, que desde ahora y a través del tiempo, mientras el
ciberespacio no sea modificado ella y él, él y Laura, estarán enamorados,
aunque lo sea virtualmente ¿Quién puede decir que es lo real? Si uno vive
imaginando su presente.
martes, 21 de agosto de 2012
MANCHAS
Lo miró a los ojos por un momento y luego, volvió su atención a la hoja
de papel blanco que había encima de la mesa entre ellos dos, que se encontraban
sentados sin hablar. En el papel se destacaba una gota de tinta negra, tomó a
este por el borde más próximo a ella y lo doblo exactamente por la mitad, alisándolo
con la mano repetidas veces, lo volvió a desdoblar y observó la mancha de tinta
que al correrse esta, se había formado en el papel, entonces fue que le dijo.
--Aquí en esta mancha está mi personalidad te dejo con ella.
Se levanto y se fue, el sorprendido, observó la mancha que se formara y
tuvo la sensación, de ver un pájaro en actitud de volar y un nido deshecho, que
por más que el ave volara nunca lo podría alcanzar. Tarde ya por lo avanzado de
la noche, en ese café cercano a la facultad de sicología, muy pocos eran los
estudiantes que aún estaban en sus mesas, recogió sus libros, entre ellos El
Test de Manchas de Tinta de Rorschach y el papel que ella le dejara y seguido de
su sombra, que era también su propia mancha, se alejo del lugar.
viernes, 17 de agosto de 2012
EL EBOOKS Y EL ESCRITOR
En el margen de la hoja, usando como apoyo la línea donde comienzan los
renglones, se encontraban apoyados, retirados del texto y conversando entre
ellos, el autor y uno de sus personajes femenino favorito. Él, le decía a ella
y todo el cuento lo escuchaba atentamente, las siguientes palabras, que si
ustedes las leen también las podrán oír.
--Estoy preocupado Ofelia, más que preocupado temeroso porque creo, que
los escritores en un futuro no muy lejano, habremos terminado como tales, ya no
tendremos encuentros literarios, presentaciones de libros ni exposiciones, ni
nada.
--¿Qué, no escribirá más autor?
--No, no, seguiremos escribiendo, pero lo que me asusta Ofelia, es que
la edición de lo que relatemos será muy distinta a lo que es hoy.
--¿Cómo? ¿Cómo? No entiendo nada autor.
--Presta atención.
--Lo escucho atentamente sobre el margen de esta página, le digo que se está
mal afuera, afuera del texto siento que perdí abrigo y la inseguridad lejos de él,
se me convierte en un raro frio.
--Puede ser, pero escúchame Ofelia, ahora en la actualidad mis cuentos,
cuando los publico, son editados en forma de libro como vos sabes.
--Como no voy a saber si yo soy el libro.
--Exacto, ustedes los personajes son el libro y viven sobre hojas de
papel, determinados por una dimensión plana con márgenes precisos.
--Casualmente estamos sentados sobre uno de ellos.
--Sí, así es y esta hoja y estos márgenes, multiplicados por diez por
veinte por cien o más, dan forma al libro, un objeto material, paralelepípedo
palpable a nuestras manos, que hace que a la historia que nos cuenta, podamos
tocarla y saber también de su volumen literario, de su amplitud, de su cantidad,
del tiempo que llevo escribirlo, porque
un libro -el mundo donde estas y vives Ofelia- no solo es papel y palabras, frases
con sentido, además es una forma, un cuerpo, un objeto deseado de tocar y
acomodar, de apretarlo contra el pecho, de sentirlo entre los dedos mientras se
lo busca en una librería de viejos, todo esto y mucho más, es un libro.
--¿Tanto autor?
--Si Ofelia tanto y es por sobre todo un compañero nuestro, aquello que
todo ser lleva consigo a su propia casa, lo hace acostar en su mismo lecho y lo
ubica en un lugar ya determinado, para verlo siempre, hasta más allá del
instante mismo de su muerte.
--¡Maravilloso autor! Pero no entiendo como siendo tan hermosos los
libros ¿Qué es lo que pasa entonces con usted? ¿Cuál es su miedo?
--¿Mi miedo? Te lo digo rápido, que el libro se acaba, que la edición de
papel se termina, que ya lo escrito no tendrá presencia material alguna, sino
que entrará a formar parte de los teléfonos celulares y de las pantallas
digitales, será un vidrio
iluminado en cuyo interior habrá tantos textos, que imposibles de leer
todos, apenas serán consultados.
--Ahora la que tengo miedo soy yo autor ¿En ese mundo nuevo nosotros los
personajes que seremos?
--Nada Ofelia, solo luz y energía, movidos por el dedo de una mano
tendrán vértigo, transportados por una cinta sin fin contra un vidrio se sentirán
presos y no formaran parte de una unidad, sino de cientos, de miles de textos,
que pasaran por la pantalla como ignorados mensajes de sms que nadie
contestara.
--¿Y yo, como protagonista, donde iré a parar?
--A ningún lugar, no hay lugares específicos para las pantallas
digitales, viven en los bolsillos de la ropa, sobre las mesas, enchufadas a la
red mientras se cargan o cuando pierden status -porque nuevos modelos aparecen
en escena- terminan tiradas, dentro de un cajón perdidas, porque cuando las
alcanza la vejez el dueño las olvida.
--¿Ese será el final de todos los textos de una sola pantalla?
--Quizás si, o tal vez los pasen a otra nueva, pero un día inexorable se
encontraran perdidas sin batería ya, oscura la pantalla fríos y muertos los
textos sobre cualquier lugar o dentro de un anodino cesto.
--¿Y entonces autor?
--¿Y entonces Ofelia? ¿Qué será de nosotros, de nuestro Ego? Ya no
tendremos nuestro libro, sino que formaremos parte de un sitio en internet y
nos bajaran de allí, hasta llegar al suelo de nuestro propio orgullo para
después ¿Leernos luego? Ya no habrá más entrevistas autor editor, no más
presentaciones de libros, no más ferias ni librerías, las casas de computación
albergaran nuestra obra y compartiremos con televisores, computadoras y
celulares la espera de que alguien nos compre para ser leídos. En el montón
interminable de todas esas pantallas seremos una más y de improviso…!Quiero
aquella¡ -dirá una vos-
¿Cuál? -preguntara el vendedor-
--Esa, que alberga las letras de desconocidos que las introducen allí
dentro, para que iluminadas por la luz digital otros las lean.
--¡Ofelia! ¿Me escuchas Ofelia?
--Si autor.
--¡Ofelia! ¿Me entendes Ofelia?
--Más o menos autor, pero siga al final como en sus argumentos terminare
entendiendo.
--Lo que pasa, que en no mucho más tiempo habré de convertirme, en un
proletario ignoto que escribe textos y se los manda por mail, al invisible
servidor de internet, para luego ser extraídos de allí y colocados en las
dóciles pantallas de bolsillo, mezclados con jueguitos, mensajes de texto y
diccionarios que interpreten lo que escribo, más todo el ciber espacio
presente. ¿Quién se acordará de mi cuando me muera? ¿Quién leerá lo que narro,
cuando el artefacto sin batería queda?
Sobre la pantalla de una ebooks brilla un texto y no hay ningún libro de
papel cerca, ninguno que le ofrezca resistencia.
--¡Ofelia! ¿Me comprendes? ¡Ofelia!
--Creo que si autor y el comprenderle me da mucho miedo, en la pantalla
digital no hay margen y nunca en mi vida de personaje creado, podré como ahora,
salir del texto.
jueves, 16 de agosto de 2012
LA IRRUPCIÓN DE LA VOZ
Las palabras son piezas que encajan en los cuentos y forman las figuras,
que originan la trama, la lanzadera entonces va tejiendo el motivo del
argumento escrito, sobre la cantidad tensada de innumerables hilos y así surge
el texto, que el tejedor realiza sobre el papel y la tinta, que son soportes
necesarios para expresar su dialogo y cuando el lector lo lee, en su interior
cerrado, es como si el hablara y contara la historia que a la vez le es contada,
es cuando el conjuro del hecho literario
ha sido consumado.
martes, 14 de agosto de 2012
SUEÑOS Y REALIDAD
La casa era una de las últimas del pueblo y la más cercana a la ruta,
que atravesaba el país paralela al Océano Pacífico. Como casi todas las del
lugar, estaba construida de madera con techo a dos aguas de chapa, tenía en uno
de sus costados la bomba de agua y un poco más lejos, un horno de barro. Al
fondo, una huerta y una hilera de alambre de púa, que marcaba su ubicación en
este mundo. Después la llanura, salpicada de lejanos cerros que se veían allá,
donde se suponía existía la cordillera, el vecino más cerca, como a seiscientos
metros, una destartalada moto servía para comunicarse con el pueblo, por la
chimenea escapaba un humo gris que apenas se mezclaba con el aire y fuera de
eso, solo quedaba por narrar, el silencio que se comía el habla de la gente.
Dentro de la vivienda, una cocina a leña mantenía cálido el ambiente y dos
mujeres jóvenes, sentadas a la mesa, charlaban entre sí mientras desayunaban
esa mañana, como otras tantas e iguales lo habían hecho. Afuera sobre el camino
de tierra que unía el frente de la casa con la ruta, huellas de autos que iban
y venían muchas veces, como visitantes habrían recibido. Tan alejadas del
pueblo y tan cerca de la gente, esas dos jóvenes, que por la mañana hablaban entre ellas, quizás estaban contando sobre el
significado de tantas huellas o acaso, hablando de ser jóvenes y porque no bellas, lo cierto
que prestando atención, tan solo por el silencio existente en la región, se podría
uno enterar de lo que decían.
--Estoy cansada Beatriz de los hombres y su dinero de ser puta y de no
serlo.
--¿Y qué vamos a hacer después de tantos años que llevamos en esto? Mi
querida Ana ¿Cuando llegue el momento de pagar nuestras cuentas, en la
carnicería, en la farmacia y en la tienda de ramos generales?
--Cuando llegue el momento ¡Ese es el problema! Esa es la puerta de la
prisión cerrada que nos impide ser libres, seguir nuestros sueños.
--Así es Ana, ¿Recordas hace tiempo aquí en este mismo pueblo, cuando éramos
niñas y nos contábamos los sueños, de lo que haríamos cuando seriamos grandes?
--Si me acuerdo.
--Entonces todo era bello, ingenuas ambas imaginábamos que de solo
soñarlas, sucederían las cosas.
--Pero Beatriz si vuelves para atrás en tu memoria y prestas atención, verás
que algunas sucedieron, soñaste con el amor de Pablo y se te dio.
--Es verdad Ana pero me pregunto ¿Dónde estará Pablo ahora? ¿Qué fue de
él, de nuestro amor? Todo terminó un día, se fue del pueblo y nunca más volvió.
--A mí como sabes me sucedió algo parecido con Esteban, llegó aquí
detrás de un emprendimiento comercial, nos conocimos, todo iba bien entre
nosotros, hasta que un día su comercio empezó a no tener el éxito que él
esperaba, entonces sorpresivamente un día se fue, diciendo que volvería a
buscarme y nunca más volvió.
--¿Y las cosas que queríamos ser Ana?
¿Te acordas? Yo te volvía loca con que quería ser bailarina, vedet,
cantante o ama de casa de un rico comerciante.
--Me acuerdo si y yo te contestaba, que lo mío pasaba por el arte,
deseaba ser pintora, apresar en una tela con mis propios colores, los colores
que en el nacimiento de las cosas la naturaleza les daba, pero todo fue en
vano, tus sueños y los míos fueron muertos por nuestras propias manos.
¡Nosotros los matamos!
--Y si matamos los sueños en el pasado, el presente que nunca fue
soñado, es el único camino que nos queda.
--El único Beatriz y vos lo sabes.
Se levantaron y fueron hacía la puerta saliendo al frente de la casa, a
tomar aire y ver el día, que sería uno más allí en su lugar, también vieron
marcadas en la senda de tierra que conectaba la ruta con la casa, a las huellas
de las ruedas de los autos, que como cuerdas invisibles les anunciaban, que las
atarían a su destino por mucho tiempo más, hasta que la casualidad un día, no
se cruce con algunos de sus sueños y los haga realidad.
jueves, 9 de agosto de 2012
EL ORÁCULO
Decidido a buscar en sí mismo, no dudo en hacerlo y salió hacía el camino
que lo esperaba fuera. Una vez en él, se encaminó hacia la costa en busca de
los acantilados y la choza de la vieja hechicera, señora del mar y guardiana de
todos los secretos de la vida. Solo ella sabía, solo ella podía decirle lo que
le pasaba, ese raro sentir que lo envolvía noche y día, día y noche en cerrada
melancolía. Era la hora del crepúsculo, de las últimas luces que jugaban sobre
el color rosa viejo del sol, que se inclinaba hacia el final de todo, allá
donde el océano en línea con el horizonte nos aguarda. Buscó entonces la senda
vertical hacía la playa y se dejó llevar, por su propia pena que manejaba sus
pasos imprecisos, hacia donde estaba ella -la hechicera- como si fuera el
encontrarla, el final de su destino y recordó entonces, las palabras que le
dijera un día, cuando feliz hace mucho ya, estaba enamorado, escucho de su boca
como si su vos resonara en un templo.
--Las cartas que se tiran al fuego, son llamas que se convierten -al
igual que las pasiones- en cenizas con el tiempo.
Y hoy el tiempo había pasado y su corazón estaba desolado, como esos
paisajes que dejaba detrás mientras avanzaba, rumbo a la cita en la playa,
dándose cuenta ya que el fuego de ayer, escoria de hoy, se había terminado.
Pronto dejó atrás los altos árboles, los lugares de siembra y de silencio, las
últimas casas y los primeros páramos y solo sintió el viento, la soledad, la
sal, el olor a mar que se acercaba a medida que el caminaba hacía su encuentro, fue entonces cuando tuvo miedo de enfrentarse
a la señora de la suerte, pues de ese encuentro el presentía, que saldría
convencido que su amor había muerto para siempre, pero decidido a ir siguió
andando, ya que la pasión es el deseo que inunda nuestras almas de esperanza.
--¡Ya no te quiero!
Y se lo escucho otra vez.
--¡Ya no te amo!
Y sin embargo seguía convencido que no era cierto, que aunque sea
verdad, seguro lo engañaban. Sus pies se hundieron en la arena, su marcha se
hizo más pesada pero ya a lo lejos divisaba la casa, la casa de la angustia y
de las penas, pues allí, por medio de la magia sabría al fin que sentía ella
por él. Ya rozó el camino de rocas tan antiguas, que el musgo de los años
cubrió todas sus grietas, ya con paso firme se dirigió a la reja, que cierra el
paso a todo visitante y corrió sus cerrojos, abrió la puerta y una vez en el
jardín que no de flores, sino de piedras sembrado se encontraba, se encaminó a
la casa donde por la hora ya seguro la hechicera lo aguardaba. La puerta
abierta lo esperaba, los resplandores de la llama eterna, le hicieron saber que
se encontraba en el centro mismo donde la adivina piensa, mientras sus manos
juegan con las cartas y las arroja una a una sobre la mesa, donde el ala del
cuervo guarda su morada.
--Pasa –se escucho su vos- veni a enterarte de lo que deseas saber
aunque te duela, nada hay mejor que la verdad, para aquel que en el olvido de
las almas enamoradas vuela.
--Si con el olvido de las almas enamoradas viajo -dijo el- quisiera
hechicera que me digas ¿Cuál es la verdad de mi silencio, que genera el ruido
imperceptible de un fracaso? A veces pienso -si me fuera permitido intentarlo-
y supiera las palabras que ella habla, al repetirlas yo, imagino que a su perdido
amor me sería posible volver a
encontrarlo.
--Nada se escapa del destino y para ello consultemos al oráculo. -Hablo
la hechicera-
Puso la piedra blanca sobre la piedra negra, El Comodín y La Emperatriz
como pareja y tomó siete cartas y cuatro, arrojó al fuego. En el secreto no
accesible de la maga, apareció sobre la piedra de basalto el pensamiento de
ella -la mujer que el amaba- a la que le pedía que hable aunque este lejos, que
este donde estuviera, en ese recinto sería oído lo que ella dijera y fue
entonces, cuando en la casa aquella, lugar donde la hechicera tiene su morada,
clara y potente se escuchó la vos de quien fuera su amada, pero de lo que dijo,
de lo que hablo salvo el, nadie más oyó nada.
martes, 7 de agosto de 2012
TRATAR DE LOGRARLO
Dejo la casa y se hundió en la noche del barrio, rumbo a ese lugar donde
pensaba encontrar lo que hacía mucho pero mucho tiempo, deseaba poseer. Las
nubes empujadas por el viento, fueron testigos de su lento paso por las calles
desiertas y frías, apenas habitadas por gatos y murciélagos, que hacían sus
viajes sin destino, rumbo a guaridas desconocidas para él, mientras tanto, la
luna oculta no hacía ver su luz y la oscuridad todo lo envolvía, se sabía cerca
del cementerio, pero ahí dentro del barrio no podía darse cuenta de cuánto
faltaba para llegar a él, si al menos pasara un tren a esa hora, seguro podía
ubicarse mejor, ya que las vías del mismo corrían paralelas a los muros de
aquel. Presto atención por donde caminaba, en la villa , las calles eran pasadizos
sin retorno y la soledad, un instante propicio para la muerte, de manera
instintiva llevó la mano a la cintura, buscó el mango del cuchillo y al
tocarlo, se sintió más seguro decidió apurar el paso, hacia frio y ya nada
tenía que hacer en ese lugar, solo irse y si se le daba la suerte, desaparecer
por un tiempo hasta que todo se olvide, hasta que nadie se acuerde de él, no es
fácil pensó, atravesar los ranchos a estas horas no siendo habitante del lugar,
pero más difícil había sido lo que hizo esa noche y por sobre todo, haber
estado allí, allí en ese rancho por primera y única vez en su vida, así pensaba
cuando de pronto la noche y su alma y todas las miserias del lugar, fueron
sobresaltadas por una sirena de tren, que se perdía rápida hacia el norte, el
cementerio esta cerca –se dijo- y sin más, apuró la marcha, cruzo dos pasillos,
dejó detrás suyo un laberinto de casas en zigzag y poco después, dio con la
salida que daba sobre la Avenida Forest, a su frente , las luces del colegio
Industrial, a su derecha la Avenida Corrientes doblando nomas, solo le quedaba
por caminar una cuadra y dejando atrás la estación Del Urquiza estaría en el
cementerio. Una vez en las afueras del mismo, lo que debía hacer era seguir el
largo muro en dirección al cementerio de los griegos, ese y no otro era su
objetivo esa noche, mejor dicho uno de los objetivos de esa noche, el otro la
villa que dejara hacia un momento y ambos dos, los estaba llevando a cabo y por
suerte, hasta ahora sin problemas para él, los demás sí que tuvieron y tendrán
problemas, pero él hasta el momento no, iba zafando de imprevistos de último
momento y eso le daba mayor tranquilidad. Sin darse cuenta casi ya caminaba
pegado al muro del cementerio, entre la oscuridad y la vereda gris que no
reflejaba la luz de la avenida, no había gente caminando, ni colectivos, ni
patrulleros, tan solo la miseria ocupaba las calles y sus manchas de personas
dormidas en el suelo, cubiertas de cartones, era el reinado de ella en todo su
esplendor. Siguió como una sombra más entre las sombras, andando despacio y
buscando de llegar hacia donde iba, sin sufrir contratiempo alguno, porque si
alguien se le cruzaba solo su puñal respondería. Un colectivo semivacío y
bamboleante paso frente a sus ojos y sobre las vías, un tren huía de chacarita
hacia la provincia tan vacio, que solo estaba lleno de silencio y soledad. Se
detuvo un segundo para memorizar lo que le había dicho el polaco en la villa.
--Cuando en el muro encuentres un nicho entre dos pilares, metete en ese
hueco, estando dentro de el, nadie te vera desde la calle y así podrás escalar
el muro y entrar al cementerio.
Después el polaco no dijo nada más y el revolviendo su rancho, encontró
el cuaderno de tapas verdes y dentro el plano y dentro, las indicaciones de
cómo llegar a conseguir, lo que él quería desde hacía mucho tiempo encontrar.
Cruzó dos portones de entrada de vehículos y poco antes de llegar a la reja,
que le servía de entrada al cementerio de los griegos, se topo con el nicho que
le dijera el polaco, rápidamente desapareció en el hueco y para su sorpresa al
tantear con las manos para ver como escalar el muro, se encontró con pedazos de
hierro, que salían del mismo cada tanto, a medida que se perdían hacia lo alto.
Se tomó
de ellos y comenzó a subir, un rato después, encaramado en lo alto de la
pared, vio las sombras de las tumbas desparramadas en el suelo y las siluetas
de las bóvedas, que como casas de los dioses, albergaban seres sin retorno. Se
aferró al borde del muro y se dejó caer, una vez que estaba con el largo de su
cuerpo pegado a la pared, se soltó de la misma, cayó sobre un cantero que
amortiguo el golpe y rodando, terminó sobre la tumba reciente de un nuevo
inquilino, de ese último hotel adonde todos debemos ir un día. Se paró de golpe
y sacudió sus ropas, sacándose restos de tierra y pasto de las mismas, erguido
se mantuvo en silencio un largo rato, observando que había en los alrededores,
poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando a la semipenumbra del lugar y cada
vez, le resultaba menos dificultoso ver el sitio en donde se encontraba. .
Recapacito un poco lo que había leído en el cuaderno de tapas verdes. La última
manzana de bóvedas que da frente a la salida, es la número uno, hacia el
interior del cementerio las sucesivas
manzanas serán la dos, la tres, hasta llegar a la siete, una vez en ella, en la
séptima manzana se elige la bóveda tercera que está en ella, empezando del
comienzo de la misma y yendo hacia su lado izquierdo, ya en la puerta de esta
bóveda, se abre con la llave que está
pegada a las hojas del cuaderno verde, una vez dentro, se baja por la escalera
del lado derecho y ya en el sótano, se verá que hay dos ataúdes uno, el más
antiguo de madera oscura y con un círculo de hierro en la tapa, es el que nos
interesa. Este círculo de hierro está apoyado en un chapón de acero, el chapón está
sujeto a la madera con seis tornillos, si retiramos estos, encontraremos entre
el metal y la madera un sobre, allí dentro esta, lo que muchos han buscado en
todos estos años y nadie encontró, la clave necesaria….No quiso recordar más,
el resto lo sabía de memoria, se encamino rápido y en silencio hacia la séptima
manzana, una vez allí, busco la tercera bóveda y solo cuando estuvo frente a
ella, arrancó la llave del cuaderno verde y la introdujo en la cerradura de la
puerta, suspiro hondo y giro la misma, fue en ese preciso momento y no en otro,
que se escucho una terrible explosión y la tercera bóveda de la séptima
manzana, voló hecha pedazos. Horas después, la policía emitió un comunicado
diciendo que no se sabían todavía las causas de lo que paso, pero se estaba
investigando, tampoco se sabía quién era la persona a la que se encontró muerta
en el lugar, entre otros detalles del caso, también se difundió que fue hallado
en medio de la calle, un cuaderno de tapas verdes, pero dentro del mismo, solo
estaba escrito un cuento que hablaba de fortunas misteriosas, ocultas en bancos
y de cuentas y claves para llegar a ellas, que jamás se podrán conseguir por
mortal alguno, que se propusiera tratar de lograrlo.
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