En el margen de la hoja, usando como apoyo la línea donde comienzan los
renglones, se encontraban apoyados, retirados del texto y conversando entre
ellos, el autor y uno de sus personajes femenino favorito. Él, le decía a ella
y todo el cuento lo escuchaba atentamente, las siguientes palabras, que si
ustedes las leen también las podrán oír.
--Estoy preocupado Ofelia, más que preocupado temeroso porque creo, que
los escritores en un futuro no muy lejano, habremos terminado como tales, ya no
tendremos encuentros literarios, presentaciones de libros ni exposiciones, ni
nada.
--¿Qué, no escribirá más autor?
--No, no, seguiremos escribiendo, pero lo que me asusta Ofelia, es que
la edición de lo que relatemos será muy distinta a lo que es hoy.
--¿Cómo? ¿Cómo? No entiendo nada autor.
--Presta atención.
--Lo escucho atentamente sobre el margen de esta página, le digo que se está
mal afuera, afuera del texto siento que perdí abrigo y la inseguridad lejos de él,
se me convierte en un raro frio.
--Puede ser, pero escúchame Ofelia, ahora en la actualidad mis cuentos,
cuando los publico, son editados en forma de libro como vos sabes.
--Como no voy a saber si yo soy el libro.
--Exacto, ustedes los personajes son el libro y viven sobre hojas de
papel, determinados por una dimensión plana con márgenes precisos.
--Casualmente estamos sentados sobre uno de ellos.
--Sí, así es y esta hoja y estos márgenes, multiplicados por diez por
veinte por cien o más, dan forma al libro, un objeto material, paralelepípedo
palpable a nuestras manos, que hace que a la historia que nos cuenta, podamos
tocarla y saber también de su volumen literario, de su amplitud, de su cantidad,
del tiempo que llevo escribirlo, porque
un libro -el mundo donde estas y vives Ofelia- no solo es papel y palabras, frases
con sentido, además es una forma, un cuerpo, un objeto deseado de tocar y
acomodar, de apretarlo contra el pecho, de sentirlo entre los dedos mientras se
lo busca en una librería de viejos, todo esto y mucho más, es un libro.
--¿Tanto autor?
--Si Ofelia tanto y es por sobre todo un compañero nuestro, aquello que
todo ser lleva consigo a su propia casa, lo hace acostar en su mismo lecho y lo
ubica en un lugar ya determinado, para verlo siempre, hasta más allá del
instante mismo de su muerte.
--¡Maravilloso autor! Pero no entiendo como siendo tan hermosos los
libros ¿Qué es lo que pasa entonces con usted? ¿Cuál es su miedo?
--¿Mi miedo? Te lo digo rápido, que el libro se acaba, que la edición de
papel se termina, que ya lo escrito no tendrá presencia material alguna, sino
que entrará a formar parte de los teléfonos celulares y de las pantallas
digitales, será un vidrio
iluminado en cuyo interior habrá tantos textos, que imposibles de leer
todos, apenas serán consultados.
--Ahora la que tengo miedo soy yo autor ¿En ese mundo nuevo nosotros los
personajes que seremos?
--Nada Ofelia, solo luz y energía, movidos por el dedo de una mano
tendrán vértigo, transportados por una cinta sin fin contra un vidrio se sentirán
presos y no formaran parte de una unidad, sino de cientos, de miles de textos,
que pasaran por la pantalla como ignorados mensajes de sms que nadie
contestara.
--¿Y yo, como protagonista, donde iré a parar?
--A ningún lugar, no hay lugares específicos para las pantallas
digitales, viven en los bolsillos de la ropa, sobre las mesas, enchufadas a la
red mientras se cargan o cuando pierden status -porque nuevos modelos aparecen
en escena- terminan tiradas, dentro de un cajón perdidas, porque cuando las
alcanza la vejez el dueño las olvida.
--¿Ese será el final de todos los textos de una sola pantalla?
--Quizás si, o tal vez los pasen a otra nueva, pero un día inexorable se
encontraran perdidas sin batería ya, oscura la pantalla fríos y muertos los
textos sobre cualquier lugar o dentro de un anodino cesto.
--¿Y entonces autor?
--¿Y entonces Ofelia? ¿Qué será de nosotros, de nuestro Ego? Ya no
tendremos nuestro libro, sino que formaremos parte de un sitio en internet y
nos bajaran de allí, hasta llegar al suelo de nuestro propio orgullo para
después ¿Leernos luego? Ya no habrá más entrevistas autor editor, no más
presentaciones de libros, no más ferias ni librerías, las casas de computación
albergaran nuestra obra y compartiremos con televisores, computadoras y
celulares la espera de que alguien nos compre para ser leídos. En el montón
interminable de todas esas pantallas seremos una más y de improviso…!Quiero
aquella¡ -dirá una vos-
¿Cuál? -preguntara el vendedor-
--Esa, que alberga las letras de desconocidos que las introducen allí
dentro, para que iluminadas por la luz digital otros las lean.
--¡Ofelia! ¿Me escuchas Ofelia?
--Si autor.
--¡Ofelia! ¿Me entendes Ofelia?
--Más o menos autor, pero siga al final como en sus argumentos terminare
entendiendo.
--Lo que pasa, que en no mucho más tiempo habré de convertirme, en un
proletario ignoto que escribe textos y se los manda por mail, al invisible
servidor de internet, para luego ser extraídos de allí y colocados en las
dóciles pantallas de bolsillo, mezclados con jueguitos, mensajes de texto y
diccionarios que interpreten lo que escribo, más todo el ciber espacio
presente. ¿Quién se acordará de mi cuando me muera? ¿Quién leerá lo que narro,
cuando el artefacto sin batería queda?
Sobre la pantalla de una ebooks brilla un texto y no hay ningún libro de
papel cerca, ninguno que le ofrezca resistencia.
--¡Ofelia! ¿Me comprendes? ¡Ofelia!
--Creo que si autor y el comprenderle me da mucho miedo, en la pantalla
digital no hay margen y nunca en mi vida de personaje creado, podré como ahora,
salir del texto.
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