viernes, 17 de agosto de 2012

EL EBOOKS Y EL ESCRITOR


En el margen de la hoja, usando como apoyo la línea donde comienzan los renglones, se encontraban apoyados, retirados del texto y conversando entre ellos, el autor y uno de sus personajes femenino favorito. Él, le decía a ella y todo el cuento lo escuchaba atentamente, las siguientes palabras, que si ustedes las leen también las podrán oír.
--Estoy preocupado Ofelia, más que preocupado temeroso porque creo, que los escritores en un futuro no muy lejano, habremos terminado como tales, ya no tendremos encuentros literarios, presentaciones de libros ni exposiciones, ni nada.
--¿Qué, no escribirá más autor?
--No, no, seguiremos escribiendo, pero lo que me asusta Ofelia, es que la edición de lo que relatemos será muy distinta a lo que es hoy.
--¿Cómo? ¿Cómo? No entiendo nada autor.
--Presta atención.
--Lo escucho atentamente sobre el margen de esta página, le digo que se está mal afuera, afuera del texto siento que perdí abrigo y la inseguridad lejos de él, se me convierte en un raro frio.
--Puede ser, pero escúchame Ofelia, ahora en la actualidad mis cuentos, cuando los publico, son editados en forma de libro como vos sabes.
--Como no voy a saber si yo soy el libro.
--Exacto, ustedes los personajes son el libro y viven sobre hojas de papel, determinados por una dimensión plana con márgenes precisos.
--Casualmente estamos sentados sobre uno de ellos.
--Sí, así es y esta hoja y estos márgenes, multiplicados por diez por veinte por cien o más, dan forma al libro, un objeto material, paralelepípedo palpable a nuestras manos, que hace que a la historia que nos cuenta, podamos tocarla y saber también de su volumen literario, de su amplitud, de su cantidad, del  tiempo que llevo escribirlo, porque un libro -el mundo donde estas y vives Ofelia- no solo es papel y palabras, frases con sentido, además es una forma, un cuerpo, un objeto deseado de tocar y acomodar, de apretarlo contra el pecho, de sentirlo entre los dedos mientras se lo busca en una librería de viejos, todo esto y mucho más, es un libro.
--¿Tanto autor?
--Si Ofelia tanto y es por sobre todo un compañero nuestro, aquello que todo ser lleva consigo a su propia casa, lo hace acostar en su mismo lecho y lo ubica en un lugar ya determinado, para verlo siempre, hasta más allá del instante mismo de su muerte.
--¡Maravilloso autor! Pero no entiendo como siendo tan hermosos los libros ¿Qué es lo que pasa entonces con usted? ¿Cuál es su miedo?
--¿Mi miedo? Te lo digo rápido, que el libro se acaba, que la edición de papel se termina, que ya lo escrito no tendrá presencia material alguna, sino que entrará a formar parte de los teléfonos celulares y de las pantallas digitales, será un vidrio
iluminado en cuyo interior habrá tantos textos, que imposibles de leer todos, apenas serán consultados.
--Ahora la que tengo miedo soy yo autor ¿En ese mundo nuevo nosotros los personajes que seremos?
--Nada Ofelia, solo luz y energía, movidos por el dedo de una mano tendrán vértigo, transportados por una cinta sin fin contra un vidrio se sentirán presos y no formaran parte de una unidad, sino de cientos, de miles de textos, que pasaran por la pantalla como ignorados mensajes de sms que nadie contestara.
--¿Y yo, como protagonista, donde iré a parar?
--A ningún lugar, no hay lugares específicos para las pantallas digitales, viven en los bolsillos de la ropa, sobre las mesas, enchufadas a la red mientras se cargan o cuando pierden status -porque nuevos modelos aparecen en escena- terminan tiradas, dentro de un cajón perdidas, porque cuando las alcanza la vejez el dueño las olvida.
--¿Ese será el final de todos los textos de una sola pantalla?
--Quizás si, o tal vez los pasen a otra nueva, pero un día inexorable se encontraran perdidas sin batería ya, oscura la pantalla fríos y muertos los textos sobre cualquier lugar o dentro de un anodino cesto.
--¿Y entonces autor?
--¿Y entonces Ofelia? ¿Qué será de nosotros, de nuestro Ego? Ya no tendremos nuestro libro, sino que formaremos parte de un sitio en internet y nos bajaran de allí, hasta llegar al suelo de nuestro propio orgullo para después ¿Leernos luego? Ya no habrá más entrevistas autor editor, no más presentaciones de libros, no más ferias ni librerías, las casas de computación albergaran nuestra obra y compartiremos con televisores, computadoras y celulares la espera de que alguien nos compre para ser leídos. En el montón interminable de todas esas pantallas seremos una más y de improviso…!Quiero aquella¡ -dirá una vos-
¿Cuál? -preguntara el vendedor-
--Esa, que alberga las letras de desconocidos que las introducen allí dentro, para que iluminadas por la luz digital otros las lean.
--¡Ofelia! ¿Me escuchas Ofelia?
--Si autor.
--¡Ofelia! ¿Me entendes Ofelia?
--Más o menos autor, pero siga al final como en sus argumentos terminare entendiendo.
--Lo que pasa, que en no mucho más tiempo habré de convertirme, en un proletario ignoto que escribe textos y se los manda por mail, al invisible servidor de internet, para luego ser extraídos de allí y colocados en las dóciles pantallas de bolsillo, mezclados con jueguitos, mensajes de texto y diccionarios que interpreten lo que escribo, más todo el ciber espacio presente. ¿Quién se acordará de mi cuando me muera? ¿Quién leerá lo que narro, cuando el artefacto sin batería queda?

Sobre la pantalla de una ebooks brilla un texto y no hay ningún libro de papel cerca, ninguno que le ofrezca resistencia.

--¡Ofelia! ¿Me comprendes? ¡Ofelia!
--Creo que si autor y el comprenderle me da mucho miedo, en la pantalla digital no hay margen y nunca en mi vida de personaje creado, podré como ahora, salir del texto.



  

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