miércoles, 20 de febrero de 2013

UN CUENTO QUE SE HACE MACETA




Estábamos en casa, en mi casa, después de un tiempo de salir juntos ese día, se me ocurrió llevarla para que conozca realmente como soy, ya que le dije mientras veníamos, soy como vivo y así soy yo y supongo que todos también, dado que el hogar donde uno vive y la manera en que este está implementado, nos hace ver el carácter de los dueños de esa casa, mas allá de cualquier cosa que ellos nos quieran explicar de cómo son. Y ese día ella iba a ver mi carácter, libre de mi subjetividad y expuesta a través de ambientes, cacharros de cocina libros y herramientas de trabajo, mi forma de ser ante sus ojos. Parece que no le caí tan mal yo y mi casa, porque la sentí a gusto en ella. Hacía calor, así que decidimos -en realidad yo decidí- ir a tomar un té al pequeño patio con plantas que tengo al fondo, entre la cocina y el lugar donde los fines de semana, a veces hago mis manualidades tan imprescindibles para mí. Una vez que llevamos el té, unas galletitas y dulce, nos sentamos y comenzamos a disfrutar de estar juntos, en lo que parecía una isla en medio de la ciudad, silenciosa por el fin de semana y el mes donde muchos salían de vacaciones, de pronto le llamó la atención mis macetas de cemento y comento.
--Que bien quedan las plantas dentro de ellas.
--Si -le dije- planta y maceta quedan muy lindas pega bien lo verde, lo natural con el cemento -como ella las está viendo les explico a ustedes que no las ven, las macetas tienen forma de wock japonés y lucen el gris claro del cemento seco- Y no es difícil hacerlas –proseguí-
--¿No? –me respondió- con ese mohín que le queda tan simpático.
--No –conteste- es fácil ¿Queres que te explique?
--Bueno escucho atentamente.
La verdad, se lo iba a explicar a ella sola para que ustedes no se enteren, no porque quiera que no lo sepan, sino porque me parece que en un cuento que es literatura, no viene al caso introducir una parte técnica, aunque bien pensado ¿Qué es un cuento? Sino contar lo que vemos, pensamos y hacemos o hacen los demás que nos rodean, por lo tanto me pareció que quizás podría interesarles a ustedes, esta explicación de “Como hacer una Maceta” al menos a ella hoy en mi casa, divertidos y alegres de estar juntos le interesa tanto, como saber cualquier cosa que todavía no sepa de mi, así sea la más insignificante o ridícula que se les pueda ocurrir. Ahí va entonces.
--Mira presta atención.
--Si escucho.
--Esto es papel mache y lo hago de la siguiente manera. Necesitas pulpa de papel, usas un rollo de papel higiénico, los grises, los más baratos. Lo metes en un balde con agua caliente.
--¿Caliente?
--Si caliente y lo deshaces todo, cuando esta deshecho con un colador le sacas el agua y ya tenes la pulpa lista.
--¿La tibia pulpa de papel que pasará a formar parte de las paredes de mi maceta?
--Exacto, a este volumen de pulpa que tenes, le agregas el mismo volumen de cemento portland y revolves todo hasta conseguir una masa homogénea.
--¿Masa homogénea? Me suena a receta de cocina.
--Es que la cocina ha sido la madre de todas las industrias, de ella salieron casi todas las técnicas más importantes.
--¿Si?
--Si, pero sigamos. Una vez que tenes la masa lista te buscas un molde que tenga la forma de wock, o cualquiera parecida que se te ocurra y le pasas aceite con un trapo todo alrededor -para que no se te pegue la maceta cuando ya seca la vayas a sacar- con las manos lo cubrís totalmente con la masa que preparaste, lo pones al sol hasta que se seque, desmoldas y ya tenes lista a la maceta.
--Desmoldar, reminiscencias de cocina también.
--Como ves la vida es un continuo retorno y a veces con lo más sencillo podemos ir en búsqueda de lo más difícil.
--¿Cómo por ejemplo?
--No sé, lo más sencillo para mi es mi casa y quizás lo más difícil sea conquistarte.
--Entonces estas tratando de ir de lo más sencillo a lo más difícil.
--Estoy tratando y pensando al mismo tiempo si lo iré a conseguir.
--Porque no, ahora se me ocurre a mi también pensar, que lo más sencillo bien aplicado, termina por conquistar a lo difícil.
--¿Aprendiste a hacer macetas?
--Si aprendí y no se me olvida más.
  

martes, 19 de febrero de 2013

AQUEL QUE LO ESCRIBIO



Las otras noches cerca de la madrugada no recuerdo la hora exactamente, pero ya era poco el movimiento en los boliches de Palermo Soho, decidí entrar en un bar cercano a Plaza Serrano y tomarme un café. Al rato cumpliendo con mi deseo me encontraba sentado en una mesa mientras mis ojos recorrían el lugar, la verdad -pensé después- que no es necesario mirar muy lejos, para encontrarse con aquello que nos despierta la curiosidad y sucedió así porque en un momento, mi mirada se detuvo en la silla vacía que estaba al lado mío y entonces fue, que descubrí sobre ella -olvidado quizás- un papel meticulosamente doblado en cuatro –cuando se lo dobla y se remarca con la uña el doblez para reforzarlo- lo agarré curioso y al desdoblarlo, me encontré con un escrito que al leerlo dude en qué lugar de la literatura encajaría, como dudo también  ahora al imaginarme a aquel que lo haya escrito. Como me intriga el modo y las palabras que lo componen se lo paso a ustedes, para que también lo lean, mientras tanto ya libre de la responsabilidad del análisis -será consecuencia de nuestro trabajo en común- más tranquilo entonces, procedo a entregarles lo que esa noche de casualidad cayó en mis manos y leí, al tiempo que me preguntaba ¿Será un enamorado? ¿Un poeta?  ¿Ambas cosas? Aquel que lo escribió.


Un pescado. Un aparente pez que
pretende nadar
en el asfalto de la ciudad
y los ojos cansados de tu chica,
que buscan entre autos y bocinas
soledad.
Son las cinco de la tarde.
De un día de semana,
en que todos dejan de hacer
y apurados van a otros lados.
Un pez pescado
en las calles de la ciudad.
Como tu chica
cansado.
¿Sabes el sacrificio de viajar?
Es siempre el mismo.
Apretado y parado.
Con calor iras al nuevo sitio,
donde te espera el mismo pez
que nuevamente
y otra vez,
por los ojos cansados de tu chica
será pescado.
Nada quedará de vos
cuando te vuelvas.
Desde el final de la jornada
rumbo a casa.
Nada quedará de vos
ni de tu chica.
Solo en el asfalto de la ciudad
deslizándose sobre la epidermis untuosa
de sus escamas,
un pez pescado.
Sobre el asfalto de la ciudad dormida
irá nadando,
hacia el lugar donde peces de colores
lo esperan,
aunque ignoren su llegada,
como ignoramos al meteorito
hasta que cae sobre la tierra.
Un pez
por los ojos cansados de tu chica
tantas veces como sean necesarias
hasta que te des cuenta,
será pescado.

martes, 12 de febrero de 2013

EL FIN



                                                   
 Como la joven de Marcel Schwob que corría, perseguida por el hombre en tres estados diferentes de su vida sexual y de los tres escapaba y elegía la muerte, como destino final, así tal vez, la joven de los hoteles de lujo cansada de no poder escapar, ella también algún día decida partir y no habrá espejito de plata, manzana de oro ni senos perdidos, que le permitan huir, solo serán los años, el paso del tiempo y su cuerpo marchito, que le indicarán el fin.


domingo, 10 de febrero de 2013

LA CHORICERA




Fui uno de los tantos que la habían querido, que habían soñado tenerla entre sus brazos, apretada contra su pecho, en la cama oportuna y siempre dispuesta, de cualquier hotel del bajo, pero lamentablemente, uno de los pocos, que no se la había cogido, digamos más, ni siquiera cruzado una palabra con ella, si es así, es como lo piensan, era un boludo. Pero las cosas son como son, dentro del carácter humano, hay circunstancias que lo marcan a uno para siempre y la boludez, es una de ellas, incluso, ¿No es boludo acordarse ahora de La Choricera? La puta más hermosa y apetecible de la villa de Belgrano, a fines de los cincuenta, ¿Cuándo ya pasó tanto pero tanto tiempo? ¿Cuándo ya no existen más villas en Belgrano? Hace mucho de esto, ¿Cuándo ya sus calles no la recorren, hermosas villeras que hacían estremecer el corazón, de solo verlas? La llamaban La Choricera, porque su padre vendía sándwich de chorizo en la Costanera, todas las mañanas salía con su carrito de la villa, cargado de panes, chorizos y carbón, hacía el río y ella, al atardecer de todos los días, salía con su cuerpo cargado de esperanzas, a vender amor a quien lo pida, por un precio arreglado de antemano. ¡Era hermosa! Fue durante años, la mujer más atractiva y codiciada entre Libertador, La Pampa, Alcorta y Monroe, su coto de caza, su lugar, su selva, allí donde iban a morir todos los hombres, de todas las clases, de mucha o poca plata, de a pie o con auto, ella reinaba allí, ¡Era Afrodita! La Diosa del Amor por todos deseada y como Diosa, más allá del bien y del mal, a todos se entregaba. Nunca se le conoció un amor, un hombre que estuviera a su lado. ¿Nunca? Bueno….hubo una vez, solo una, que se la vio salir acompañada de la villa, asombrado el barrio, se estremeció, ¡La Choricera con novio! ¿Dejaría de ser puta? Pensaron todos, acaso imaginaron que la jovial muchacha, llevada de la mano por un hermoso joven, como aquel con quien salía, ¿Podía cambiar su destino? ¿Su deseo de ser lo que era? Nadie supo contestarse, todos esperaron en silencio, espiando día a día, el transcurrir de las cosas entre ellos. Por lo que supimos todos, de boca de las chimenteras de la villa, de los changarines que hacían arreglos en el barrio, el venía de una familia de clase media alta, era educado y la verdad, tenía presencia de hombre inteligente y hábil, pero estaba loco por ella, perdido en las tinieblas de ese amor desconocido, al que uno se entrega sin saberlo, quizás para siempre y una única ves, lo cierto, que al principio fueron visitas a la villa y después, poco a poco, el amor y La Choricera, lo fueron atrapando y él seguro sin darse cuenta casi, se fue metiendo cada vez más en el mundo de ella, cada vez más en su cuerpo, cada vez más en su mente, hasta que un día, no salió más de la villa, la convirtió en su casa, en su hogar y a ella, en su pareja. ¿Fueron felices? Pienso que si, aquellos que los vimos juntos, vimos que se amaron con locura, ya no solo el padre de ella salía con su carrito a vender chorizos al río, él, el de clase media alta, el perdido en el amor, también lo hacia. Apenas el día despuntaba, salía con su propio carrito, a vender sándwich de chorizo a la ribera del río, a sus clientes de siempre, los pescadores, los camioneros, los laburantes, todos aquellos que detenían su mirada en las grises aguas del estuario, terminaban dándole a su estomago lo que este pidiera al verlos sobre la parrilla, ¡Un sándwich de chorizo con chimichurri! y él, el héroe, el único dios pedréste y pasajero, que había conquistado a la reina de los chorizos con pan y a la villera, complacía a los estómagos del pueblo. ¡Salve muchacho, has conseguido lo imposible!.....Siempre me he preguntado y nunca tuve la respuesta, tal vez porque nunca hable con ella,  ¿Porque La Choricera jamás dejó la villa? ¿Porque, si como creo de verdad, amo con locura a un hombre, que dejo de ser él, por ella, cuando después de unos años, el no pudo más con el ambiente y decidió volver de donde era, ante sus ruegos de que la siga, ella prefirió la villa al amor y no lo siguió?...Me acuerdo una noche, una solitaria noche de otoño, en que me encontraba solo en la calle, yo y mi alma, todo el barrio en silencio y con las familias dentro de sus casas cenando, estando así como digo, solo, en la orilla del cordón de la vereda, frente a casa, en plena adolescencia, cubierto por las sombras, pensando en mis cosas, en la vida ajena a mis deseos, en lucha perpetua con lo que quería ser y lo que era, fue cuando de pronto asombrado y aterrado por mi timidez, veo a dos mujeres jóvenes, que de la vereda de enfrente se cruzan adonde yo estaba, una de ellas la más hermosa, se me acerca resuelta y me abraza con amor, con ternura. Por un momento sus pechos chocaron contra el mío, por un momento me apretó y murmuro ¡Volviste! Para después desconcertada, soltarme de sus brazos, me equivoque dijo y siguió caminando con su amiga. Tarde un rato en reponerme, cuando me di cuenta lo que pasó, ellas ya no estaban, se perdían dentro de la villa, la que me habia confundido con él, ¡Con su hombre!, con su compañero que hacia poco la había dejado para siempre, era La Choricera….. Lo que no entendí en ese instante y quizá lo entienda hoy, después de tantos años, que si como dije, no me acosté con La Choricera, dudo que hombre alguno -salvo dos- haya recibido en un abrazo de ella, tanto amor y tanta ternura, a la distancia y en donde estés, muerta o viva, pero siempre puta, ¡Gracias Choricera!