domingo, 10 de febrero de 2013

AMORES MADUROS



Sentado, los codos apoyados en la mesa, la mano en el mentón, pensaba en lo rápido que los años fueron pasando, a diferencia de los sueños, que en la carrera de la vida, quedaron detrás, muy lejos de todo lo que se creía posible, en  el pasado dorado de la juventud. Repasó mentalmente los distintos trabajos, que fueron ocupando sus manos, su vida solitaria de pensión en pensión, sus pocos amores, su infancia, en un barrio de clase media baja, la muerte de sus padres, acaecida poco antes de que cumpliera quince años, su para el incómoda situación de hijo único, todo ello, hoy lo sabía, era su historia, la radiografía perfecta de un hombre común. Hecho mano al cortado que tenia delante, y tomo un sorbo, como quien pretende despejar un nudo en la garganta, aspiro hondo, su mirada se clavó en el afuera del café, hombres y mujeres que en apuradas y sucesivas oleadas, pasaban frente a el, sin provocarle la más mínima sensación de afecto o consideración, no parecían de su raza ni de su especie, -aunque lo eran- sino simples objetos que adornaban el paisaje, puestos ahí, como el auto, el colectivo, la moto, o, porque no, réplicas de si mismo, a las que nunca tendría acceso, de las cuales seguro estaba, nada podía esperar. Hoy, como todos los  años y en el mismo día, su cumpleaños venía a pedirle explicaciones, de lo que había hecho, en el uso de su vida, don maravilloso que nos dan al nacer, pero lamentablemente, sin ningún manual biológico, de cómo armarla, de forma que sea agradable y feliz, para cada uno, de los que tiene la suerte, de mantenerla y prolongarla. El había tenido esa fortuna, ya que hoy cumplía sesenta y siete años, pero el mecano de su vida, construido sin libro de instrucción, fue elaborado con poca inteligencia –así sentía él- y muchas herramientas de necesidad, que obligaban a buscar, al menor de los males posibles, a no tratar de desear más de lo que no se podía conseguir. Era un viejo, en una sociedad de jóvenes, caminaba despacio, en un mundo donde todos se atropellaban, le quedaba ternura en un lugar del alma, pero a su alrededor valoraban el poder, el no compromiso, el toco y me voy. Una peste invadía la ciudad, el país, el mundo, la no solidaridad de la gente, el laboratorio de los Country, y la cada vez mayor impunidad, de los vidrios polarizados. Pero no obstante tenía una ventaja, era viejo y venia de otro tiempo, traía consigo un código distinto, diferentes opciones ante la vida cotidiana, y un sueño vivir, todo lo que se le de, esperar la muerte sin temor. De improviso sonrió, dentro y fuera del café, recordó de golpe, porque estaba allí esa mañana de sábado, luminosa de sol, aguardaba la llegada de Ofelia, otra soledad como la suya. Se habían conocido de casualidad, en una cola de pago de impuestos, y comenzaron a hablar, las palabras los fueron envolviendo, pronto se dieron cuenta, que vestidos por ellas, conocidas sus personalidades, a través del dialogo entablado, resultaba imposible separarse, las palabras, el mensaje, los obligaba  a encontrarse, aunque encerrados en si mismo, la palabra despertaba fantasías dormidas, deseos de estar con quien tiene, la virtud de escucharnos, para luego respondernos, y así fue, acompaño a Ofelia hasta el colectivo, que la llevaría a su casa, antes de separarse, decidieron encontrarse en ese café, el sábado para hablar. Que otra cosa es más importante que eso, a los sesenta y siete y sesenta y cinco años, ¡nada! Por tal circunstancia, se encontraba esa mañana en el café, por igual motivo, entraba Ofelia en ese momento, acercándose a la mesa donde él estaba.

--Arturo, me costo venir, perdóname si te hice esperar, vos sabes, me gusta acomodar todo antes de salir, es una manía.
--Ofelia por favor, esperarte a sido un placer, sentate, ¿Qué queres tomar?           
--Una lagrima.
--Por favor una lagrima y otro cortado, gracias, la verdad, estaba ansioso, la llegada del sábado se me hacia interminable, es que tuve miedo que no vinieras, tenia necesidad de estar con vos, pero como te das cuenta al final todo llega, hoy estamos aquí a punto de conocernos, de saber el uno del otro, quiero escuchar lo que me digas, me gusta oírte
  --Hoy es un lindo día, la calle esta hermosa, hasta la gente me parece distinta, aunque en esto seguro me equivoco, como te dije, soy viuda hace tiempo, hace tiempo soy sola, decidí no tener perros ni gatos, me dedique a leer libros y esperar, mis dos hijos varones, casados, cada tanto vienen a verme, a veces me traen los nietos, mis nueras no me visitan nunca, soy la excusa para liberarse de sus esposos e hijos, y salir con sus amigas, no me quieren, no las quiero, casi siempre así es la vida, casi siempre tal vez, sea mejor tener hijas mujeres, estas más acompañada, yo no las tuve, por eso soy sola, de esa manera, poco a poco me fui olvidando del otro, y le tuve miedo, si, debo confesarte Arturo, que cuando empezamos a hablar, en la cola de los impuestos, tuve miedo, me asuste cuando me acompañaste, hasta la parada del colectivo, ¿Qué hago yo caminando con un hombre por la calle? Y no estoy más tranquila en esta mesa de café, sentada frente a vos que no se quien eres, tratando de comprender que sentirás por mi, cuando descubras quien soy.
--Ofelia a esta altura de nuestras vidas, solo tenemos un enemigo en común, y no somos nosotros, vos ya lo dijiste, la compañía del diálogo con el otro, es lo que nos falta, el no poder compartir los miedos que nos asaltan, los problemas que aparecen, y ser en nuestro hogar, únicos habitantes de esas paredes aburridas, que no atinan a contestar, todo lo que quisiéramos preguntarles, no nos conocemos es cierto, pero hoy estamos juntos, y a partir de hoy nos daremos cuenta de quienes somos, sabremos que necesita, el que comparte nuestra vida, lo que solo importa es saber, si seremos capaces de dárselo,  somos viejos, nos queda poco tiempo, solo vale el día a día, el poder dormir una noche y despertarse, para comenzar a vivir de nuevo. El miedo pasará cuando te des cuenta, que sufro lo mismo que vos, que cuesta dejar de estar solo, cuando esa situación llegó casi a ser, la forma de vida normal que uno llevaba. Agradezco haberte conocido, celebro que estemos juntos, canto al encuentro de un hombre y una mujer, fuera de la edad y el tiempo, ¿Qué importa ser joven o viejo? Si no podemos dejar de estar solos, definitivamente enganchados en el dolor, de no conocer a la mitad de nuestra existencia.
--Arturo debo confesarte algo, vine a verte, decidí acudir a esta cita con vos, porque no aguanto mas estar sola, esta confesión me hace vulnerable, muestro un lado de mi personalidad, que quizás debí ocultarte, pero no se, quiero decírtelo, es como si te dijera, no se si voy a quererte, no se si serás el hombre soñado, solo –perdóname mi sinceridad- en este momento siento que te uso, me aprovecho de vos, para no hablarle a las paredes, para no leer sin importarme de que se trata, salir a caminar porque no ¡soporto más! estar en casa. ¿Comprendes de lo que hablo?, y si en este hablar, sacas la conclusión de mis miedos, te pido por favor, no te aproveches de ellos, para conquistarme, no hagas de mi sinceridad, una soga que me ate a tu soberbia.
--Jamás haría eso, ni quiero conquistarte, no me siento un pirata del amor, arriba de su parao, surcando los mares en pos de una presa femenina, no me interesa eso, solo te ofrezco acompañarte, estar a tu lado, en los años en donde más difícil resulta encontrarnos, Ofelia, esta bien que me uses, que otra cosa podemos hacer nosotros, que ya perdimos el fuego de la pasión intensa, solo acercarnos a las brasas de nuestra tranquilidad, buscar el afecto y la ternura, que es lo único que hoy nos haría felices, alejados, como te dije, del deseo de amor sin límites que reina en la juventud, solo, tomados de la mano, podemos desearnos, estemos juntos, quédate a mi lado. Cada momento del día o de la noche, mirarme en tus ojos y vos en los míos, sabremos entonces que habremos derrotado a la soledad.
--Debes tener razón, no quiero seguir hablando de nosotros, me gustaría empezar a vivir entre nosotros, por lo tanto, ¿Por qué no vamos a caminar un poco?, aunque te rías, necesito volver a sentirme acompañada, mientras camino, es más, te pediría que me tomes del hombro, cuando estemos afuera, lo preciso de verdad, es como una medicina, para un cuerpo tanto tiempo solo.

Salieron y tal como se lo pidió Ofelia, Arturo la tomó del hombro, caminaron entre la gente, por calles muy ruidosas, por calles más tranquilas, por lugares conocidos o no, que poco les importaba, ya que lo interesante para ambos, era que sin darse cuenta al estar juntos y sentirse el uno al otro acompañados, las barreras del desconocimiento, se iban levantando una a una, y en su lugar aparecía la confianza entre los dos, la sensación de que algo en común se podía construir, el deseo -por convertirse en pareja- de estar juntos. Arturo se paró frente a ella, le tomo los hombros con sus manos.

--Ofelia, hemos caminado como jóvenes enamorados, sin medir la distancia, esto me asombra y me pone muy contento, significa que nos estamos conociendo y acercando, que nuestros recelos y miedos, se van quedando detrás de nuestra esperanza, de este renacer de nosotros mismos en pos de la felicidad, pero debo decirte con vergüenza, no tengo más fuerzas, esas las físicas que le dicen. Estamos cerca de otro café, ¿porque no entramos y recuperamos energías? podemos comer algo si lo deseas, hoy deberíamos batir el record de cafés visitados, todavía tenemos tiempo, por suerte todo el día y la noche y el mañana, es nuestro, esperemos hacer buen uso de ello, que opinas, ¿entramos?
--Por supuesto, yo también estoy cansada, la caminata a sido muy linda, pero como vos decís, ahora llegó el momento de parar un poco, merendar, vamos es lo mejor.

Entraron al café, les gustaba ver la calle, los coches y la gente, así que se ubicaron en una mesa detrás de las vidrieras, que permitían el acceso a toda esa vista, pidieron te con leche, y un sándwich de jamón y queso tostado cada uno, una ves que fueron servidos la conversación surgió entre ellos.

--Arturo sabes que soy viuda, que tengo dos hijos, vivo sola en mi departamento, a esta altura supones que dentro de poco lo conocerás, te sentarás a mi mesa, me tomarás de la cintura para pedirme, que prepare algo de cenar, luego tal vez, ¡será posible nos acostaremos juntos!. Mira causa risa dos viejos haciendo estas cosas, pero creo que vamos camino a que eso suceda, no ahora por cierto, es muy rápido, ¿pero cuanto más de tiempo le podemos dar? dos, tres días, pienso que más no, ¿Cuánto le dan los jóvenes a todo esto? Nada, se encuentran y ya están acostados, se besan y ya se desnudan, que linda época la de la juventud, aunque de la misma manera, porque no, debo decir que linda época la de la vejes hoy, ¿no te parece? Salimos más, vivimos un poco más, y quizás hasta último momento, disfrutamos sin culpa, de todo lo que nuestra edad, nos permite llevar a cabo, pero bueno así esta el mundo hoy, lo que te decía al principio, conoces mucho de mi, quisiera saber algo de vos, de tu pasado, de tus obligaciones, ¿eres libre para estar junto a mi?
--Que estas diciendo, de no ser libre para estar a tu lado, no habría salido con vos, de no ser libre, para tratar de que vayamos juntos por la vida, no habría salido con vos, y tampoco lo hubiera hecho, si no me sentía capas de proteger tu persona, de saber que a mi lado encontrarás el apoyo, que tanto vos como yo, los dos necesitamos, en cuanto a mi vida no la cuento, dado que esta llena  de lugares comunes, éxitos fracasos, trabajo, más trabajo, tuve la suerte de vivir épocas buenas, otras no, fueron malas, lo que le ocurre a muchos en esta vida, quizás mantuve una condición distinta, nunca me case, mujeres por supuesto una o dos tuve, hoy no se donde están, ni quiero saberlo, con la última de ellas vivimos veinte años juntos, me dio un hijo, pero un día se fueron ella y él, nunca más los volví a ver, incluso si me preguntas, creo que se fueron del país, en Europa, siempre quisieron tener más, de lo que yo podía darles, esta bien que se hallan ido, a que seguir cuando lo que se busca, no aparece. Por otro lado esto que te cuento pasó hace como diez años atrás, hoy solo lo comento para que vos lo sepas, y conozcas de mi, nada me ata a nada, como te dije, mi pasado no interesa, vos no estabas cuando el se construyó, mirándote a los ojos te digo, no se cuando será el día que vayamos a tu casa, no se si es cómico que dos viejos que se quieren, se desnuden y acuesten en la misma cama, solo se, que lo único que preciso, que estés a mi lado, en cualquier lugar, sobre el mueble que desees, pero que me abraces cuando estemos solos y lejos de la gente, porque yo también tengo miedo, miedo de la vida y de la muerte, de este presente tan lindo que nace entre nosotros, pregunto, ¡te pregunto! ¿me amarás?, será posible que dos seres, que ya han vivido su vida, rebobinen y juntos, vuelvan a sentirse en pareja, sin que el pasado los abrume, sin que las comparaciones los hagan titubear, debemos intentarlo Ofelia, más allá de todo, de nosotros mismos, está el desafío de la vida al cual no podemos evitar.
--Toda la razón es tuya y mucho más, lo mismo pienso yo de nosotros dos, de nuestro encuentro, y de que es imposible no darnos una oportunidad, ya que juntos nos hemos embarcado en esto, tal ves suene muy presuntuoso que dos viejos hablen de amor y todo eso, pero a tu lado me siento muy tranquila, una ternura nace en mi cada ves que te veo y hablas, estoy acompañada y lo que es mucho mejor, decidida a acompañarte, a formar esa pareja que me dices, a intentar ser uno en el otro, sin comparar lo que pasó antes, sino tratando de mejorar día a día, lo que pase hoy, ¡Arturo!, aunque nunca imaginé que a mi edad lo volvería a decir, ¡te amo!, y quiero estar con vos, y de la forma que nuestros años lo permitan, ser tuya, que es el sueño de toda mujer enamorada, joven o vieja, ahora mi amor, sigamos conociéndonos, vamos al cine, tengo ganas, no me digas que no.
--Por favor Ofelia, el cine es uno de los espectáculos que mas me atraen, es más, puedo hablarte del cine Lorraine en Avenida Corrientes, de las películas francesas e italianas que allí se daban, de todo Bergman, fue una época maravillosa, de todo ese pasado me quedó el amor por el cine, acepto de mil amores tu ofrecimiento, vamos ya, pero antes una sola cosa, una sola palabra, por ahora y siempre, yo también te amo.

No se como eligieron el cine, ni tampoco de que manera llegaron a él, estaba distraído, pensando que escribir, lo cierto que los encontré entrada en mano, a punto de ocupar sus butacas para disfrutar del espectáculo, se sentaron, Arturo deslizó su brazo sobre el hombro de Ofelia, ella reclino su cabeza en él, y ambos tomados de la mano, disfrutaron de la película, del silencio, y de ese momento quizás el primero, en que se dieron cuenta, que definitivamente ya no podrían separarse, porque el murmullo especial de la ternura, los había unido para siempre, la película llegó a su fin, el espectáculo terminó y la sala se fue vaciando, a medida que nuevos espectadores ingresaban, ellos bajaron las gradas mezclados con el público en busca de la calle, ya estaba anocheciendo, y el sol se había retirado, para dar paso a una clara noche de verano. Todo se ve esplendido y diferente cuando uno está feliz, era el caso de ellos, cada luz, cada edificio, cada café, se veía de otra forma, se ubicaba de otro modo, todo iba en dirección a poner de manifiesto, la dicha que los embargaba, decidieron ir a comer, tenían hambre más aún, necesitaban hablar y hablar, contarse todo lo que callaron durante años, eligieron una pizzería, algo popular de gente común, de personas que mientras comen festejan su alegría. Pronto se vieron ante una pizza chica de muzzarella y jamón, dos bebidas sin alcohol, más cuatro porciones de faina. La charla comenzó, como si fuera en casa después de la cena o en el curso de ella, cuando la intimidad del hogar, cuenta las cosa importantes del día que se acaba.

--Arturo ¡que rica! Está esta pizza, me recuerda la hecha en casa.
--Si conozco el lugar, tienen un buen pizzero, lo más importante, la muzzarella es de buena calidad, cuando la pruebes te vas a dar cuenta, que también la fainá es muy rica.
--Lo estoy haciendo en este momento, y te doy la razón, como ves soy una buena compañera y no te discuto.
--Sos una buena compañera, pensé en eso cuando te hable por primera vez, estoy viendo que no me equivoque, elegí bien para el juego de la vida, ahora lo importante no es ganar, sino saber jugar, mantenerse, los triunfos vienen o no, lo que debemos cuidar es el equipo, vos y yo los dos.
--Te agradezco que me cuides, me hace bien sentirme cuidada por un hombre, y saber que lo quiero, lo que venga como vos decís, que sea, lo importante que nos encuentre juntos.  
--Así será Ofelia, no te quepa duda, en el fondo de mi alma sé que encontré lo que buscaba, aquello que guardamos hecho ilusión, lo veo hoy convertido en realidad, es el misterio que deja de serlo, cuando lo encontramos, y separamos la flor que lo tenía oculto.
--Me hace bien escucharte, siento que vuelvo a ser mujer, a ser querida, es como si me estaría dando una nueva oportunidad, de ser feliz, te lo agradezco de corazón, es más, estoy pensando hacer como los chicos jóvenes –aquellos que envidiamos- e invitarte hoy, ¡ya! Sin perder un minuto,  que vengas conmigo a dormir a casa, ¿tendrías miedo Arturo? ¿Vendrías? ¿Qué pensas de esta mujer?, que al primer día que la conoces, veterana para colmo, te hace semejante proposición, ¿Bajaría tu estima para conmigo?, !Dímelo Arturo! Que soy para vos, si te pido por amor y cariño, que nos acostemos esta noche, que nuestros cuerpos viejos y vergonzosos se abracen desnudos, y quizás casi seguro, nada más que eso, abrazarse desnudos y besarse en la boca, dormir, entre cuatro brazos que nos atan en el sueño más bello, que podamos tener dos viejos, ¿está mal lo que propongo? ¿soy una vieja demasiado joven? apresurada, o solo deseo que me abraces y me beses, o solo deseo la mano de un hombre, sobre mi cuerpo, la boca de un hombre en mis labios, Arturo estoy sorprendida y alterada con lo que digo, ¡pero quiero! Que esta noche clara de verano, llena de luna nueva, estés conmigo en mi cama, hoy y para siempre, todos los días que nos quedan, quiero por la mañana cuando nos levantemos, armar la cama para dos, que dos sean las almohadas, largas y grandes las sabanas, y si es necesario, compraremos un colchón nuevo y reforzado, pero te necesito y me necesitas, no quiero perderte, quiero desnudarte y que me desnudes, si ya es tarde para la pasión desenfrenada, que el amor y la ternura invadan nuestro lecho, ¿Qué opinas? ¿soy una mujer acosadora, que arremete contra el ser amado?
--Ofelia como hablas de la estima, que te hace suponer amor mío, cosas que no caben en mi cabeza, la mujer decide, vos decides, hoy, mañana, cuando quieras, eres dueña de mi amor, yo he depositado en vos, todos mis deseos, mi cuerpo necesita ser abrazado por tus brazos, recorrido por tus manos, contenido en tu beso, la noche esta noche, la que vos propones, yo también la tomo como mía, no hay mejor momento, que el que has buscado, porque nació de vos, tu lo deseaste, y yo coincido en él, cuando quieras, en el instante que lo indiques, partiremos de aquí, rumbo a tu casa, a nuestro nuevo lecho, a las palabras de amor, a las caricias que nos debemos, y al encuentro de nuestros viejos cuerpos, quizás hoy rejuvenecidos, por el cariño que nos damos.
--Soy una vieja atrevida, pero me acompaña un viejo que no lo es menos, por lo tanto estoy tranquila y a la vez ansiosa, por el paso que vamos a dar, terminemos de cenar, pidamos un postre, un café, y después me gustaría caminar un rato con vos, no se si hablando o en silencio, pero caminar, sentirnos juntos en la ciudad, no envidiar a los que pasan al lado nuestro su compañía, ser una pareja más, dentro del montón de gente que nos rodea, saberte mío y yo tuya, ¡este es mi hombre! , mi compañero, pongo a la gente, la calle y el cielo, por testigos de mi felicidad. Después de todo, casa no esta lejos, al final del paseo nos encontraremos con ella, y conocerás mi lugar, nuestro, ha partir de ahora nuestro lugar. Pidamos el café amor, y salgamos, como te dije ansío caminar.

Pusieron fin a la cena y se alejaron tal como lo pidió Ofelia, del hombro y de la cintura, para que los vean todos, para que conozcan que los viejos también aman, se acuestan y viven la pasión del amor, a su manera, cuerpos envejecidos pero no vencidos, pasiones que duran hasta la muerte, la presencia de la vida en cada arruga de la piel, el deseo que no desaparece, solo mengua su furor en el declive de la vida, todo y mucho más, la palabra, la bendita palabra, que nos ata al eterno dialogo de la vida, ¡como no hablar del amor! Y en el hablar, el amor vuelve, se manifiesta al conjuro de la vos humana,  nos hace saber que ahí estamos, para gozarlo sin edad, sin tiempo, solo en esa porción de deseo que nos toca vivir, tal vez, seamos una llama, una parte de agua, un soplo de aire y un pedazo de tierra, unidos en el reverso del espejo, al ser equivalente, que nos contiene en el vaso invertido de la especie. Todo puede ser, basta pensarlo. Por lo tanto debido a que todo puede ser, Arturo y Ofelia al fin del paseo, se encontraron con el edificio donde ella vivía, entraron y una vez en el departamento ubicados en el living, se miraron en silencio, los dos sabían que estaba por suceder, pero no se animaban a comenzar la cadena de acontecimientos, que precipiten los sucesos, ¡que hacer! ¿Por donde empezar? Quizás un beso, una caricia, no mejor un dialogo, una vos que rompa el silencio, nos saque del lugar en que estamos, y nos ponga frente a frente, para llevar a cabo lo que queremos hacer, habló Ofelia.

--Estamos aquí amor, y nos hemos quedado mudos, ¿Qué nos pasa?
--Nada, pensaba en vos, en tu cuerpo y en mi cuerpo, en el paso que vamos a dar, y en tratar de que sea lo mas natural posible, no quiero que te lastimes ni lastimarte, no quiero precipitar, lo que es consecuencia de un mutuo acuerdo.
--¿Entonces?
--Entonces algo muy simple, es hora de acostarse y de dormir, que mañana nos espera un nuevo día, ¿Qué harías vos para acostarte?
--Me daría un baño y me metería en la cama.
--Perfecto, anda te das un baño igual que siempre, y te acostas, luego yo hago lo mismo y voy a buscarte, lo demás surgirá sin darnos cuenta.
--Nuevamente tenes razón, te aguardo en la cama, por supuesto desnuda como te espero a vos.
--Tal cual, los dos desnudos, ocultos por las sabanas, y rodeados de las sombras, que serán nuestras cómplices en el amor.

Ofelia se desvistió en el dormitorio, acomodo su ropa, y se encaminó al baño contiguo, donde abrió la ducha, y lavó su cuerpo, con el jabón más perfumado que encontró, hubiera deseado que el agua, produjera el milagro de alisar su piel, contornear sus vencidas curvas, pero no fue así. Se seco, otra nueva lluvia, pero esta vez de perfume y a la cama.

--Arturo te toca a vos, yo ya estoy lista.
--Muy bien, me saco la ropa, dejo mis cosas aquí, me baño y voy a tu encuentro amor.

Tal fue lo que hizo Arturo, se desnudo, se metió en la ducha, y mientras el agua lo cubría de la cabeza a los pies, pasaron por su mente mil recuerdos, y se dio cuenta, que estaba llegando al fin de un largo viaje, con final feliz. Cerró el agua, se seco y se dirigió al dormitorio, al encuentro de su compañera, al comienzo de una nueva manera de vivir, aquella que nos aleja de la soledad y las tinieblas. Abrió la puerta, el lecho era una mancha blanca en el centro del cuarto, en la ventana, con las cortinas corridas, la luz de la luna entraba tras la transparencia del vidrio, como corre el agua entre las rocas de la montaña, la tranquilidad de la noche todo lo envolvía, luz y silencio habrían de ser la melodía del encuentro entre ambos, solos, rodeados de ellos mismos, se iban a transforma en uno, siendo dos, se darían su amor y su cariño, para intercambiar la fortuna de haberse conocido, cuando más lo necesitaban. Levanto las sabanas y se acostó en la cama, en el lugar que Ofelia le había reservado, en ese costado, donde nos gustaría sentir el cuerpo, del hombre que queremos. En el santuario del amor, al comienzo, en el principio del ritual, cada uno debe ocupar su espacio en el lecho, su territorio propio, que será conquistado y perdido, en la lucha de los sexos, en el vértigo apasionado de las caricias. Ofelia lo esperaba de costado, ofreciendo su rostro hacia él, la abrazo, se abrazaron, por un rato nadie hablo, ninguna mano, ningún pie, tampoco las rodillas, nadie intento hacer el menor movimiento, para obligar al otro, a que entre en el delirio del amor, como en una plegaria, cuando se unen las manos en el rezo, así presos de sus brazos, no queriendo desprenderse el uno del otro, dejaron que pasaran los minutos, no deseaban separarse, necesitaban saber, piel a piel, que estaban juntos y unidos para el amor, y no solo eso, sentir también, que estarían juntos para la poca o mucha vida que les quedara. La mano de Ofelia buscó a su hombre, y recorrió su cuerpo, las bocas se unieron, las caricias, cual pájaros sueltos en vuelo de verano, buscaron el placer del otro, un ave, una caricia, fue en busca del clítoris, otra tras el pene que ya no era lo que fue, y ambas juntas, provocaron el orgasmo y la eyaculación, final del principio, gemido animal que enfrenta al placer en toda su exaltación, gozaron, juntos los dos, buscaron y encontraron las llaves del sexo, que abren las puertas al misterio del amor encarnado, del cuerpo hecho espíritu, del espíritu transformado en cuerpo, ambos convertidos en uno, al conjuro de la pasión humana.

--Arturo, cuanto hacia que no tenia un orgasmo, ni me acordaba como era, ¡Que hermoso, amor!
--Eyacular, eyacular,  ¿que es eso Ofelia?  Algo me suena en mi memoria.
--Querido la verdad, tenemos que ponernos más al día en nuestros conocimientos.
--Perde cuidado, oportunidad de ahora en más no nos va a faltar.
--Espero que podamos aprender mucho,  ¿Arturo que hacemos ahora?
--Tratar de dormir, mañana empezamos un sueño.            
          

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