Venia de trotar varias veces alrededor del
lago frente al golf club de Palermo,
siempre lo hacia a hora temprana en la mañana, más cuando era verano y el sol
todo lo cubría con su luz y una temperatura agradable le permitía lucir el
cuerpo ante la mirada insistente de los hombres, que como deseo fijo en todo
momento, manifestaban un interés morbo por ese fetiche femenino y despertar ese
interés, a ella le gustaba y atraía, exactamente igual, que gozar del paisaje y
su entorno fue entonces, cuando diviso en un banco sentado a un mendigo, eso
pensó que sería, ya que todo su aspecto así se lo sugería, flaco, enjuto, sucio
de tez quemada por el sol, barba canosa de mucho tiempo y ojos enrojecidos de alcohol e intemperie, su
mirada iba mucho mas allá del objeto que observara y parecían sus ojos, discos
celestes fijos e inmutables, extraños e insondables, tal ves quizá como la
mirada ausente de un ferviente loco. Le llamó la atención todo eso y más le dio
curiosidad el hecho, de que nunca lo había visto antes en todas las vueltas que
diera al lago, ni ahí sentado, ni por los alrededores, ni caminando hacia algún
lado, nada. Por lo general los mendigos eran personajes como los perros, o los
camiones, o los autos o las distintas casas, cosas para nosotros indiferentes,
que diariamente ocupaban su lugar en el mundo para ser más cierta, la
coreografía del lugar en donde habitualmente nos movemos. Por todo eso ese
personaje allí sentado no entraba en su lógica, esa mañana el mendigo le parecía
un agregado absurdo en el paisaje, alguien que no debía estar ahí y sin embargo
estaba es más, por un momento creyó imaginar que se encontraba en ese banco
sentado, únicamente para que sea visto por ella o imaginado por ella, que al
pensarlo le había otorgado la forma que tenía y la posibilidad de hallarse
donde estaba ¿Acaso se estaría volviendo loca? ¿Tal vés?..No sabía debido a que,
pero se detuvo de golpe casi frente al banco que el mendigo ocupaba y no se
pudo contener, porque ya no era ella que actuaba sobre sus actos, sino una
fuerza desconocida e interior que la obligaba a hacerlo.
--¿Quién sos? ¿Qué eres? ¿Qué haces aquí en
este sitio que alteras el paisaje?
--Soy tu condición de clase que se irrita –respondió
el- el deseo contrario al que posees y la indiferencia total a tu persona,
soy aquel que viaja por el tiempo sin retorno al pasado de sí mismo y que solo
tiene el pensamiento del presente, que transcurre imaginado por los siglos;
aquí sentado solo pido una cosa, que al poderoso en el distante ayer se la
pidiera.
--¿Qué?
--Mujer hermosa, te pido…”Tan solo que te
apartes, porque me tapas el sol”.
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