domingo, 10 de febrero de 2013

APARTATE SI TAPAS



Venia de trotar varias veces alrededor del lago frente al golf  club de Palermo, siempre lo hacia a hora temprana en la mañana, más cuando era verano y el sol todo lo cubría con su luz y una temperatura agradable le permitía lucir el cuerpo ante la mirada insistente de los hombres, que como deseo fijo en todo momento, manifestaban un interés morbo por ese fetiche femenino y despertar ese interés, a ella le gustaba y atraía, exactamente igual, que gozar del paisaje y su entorno fue entonces, cuando diviso en un banco sentado a un mendigo, eso pensó que sería, ya que todo su aspecto así se lo sugería, flaco, enjuto, sucio de tez quemada por el sol, barba canosa de mucho tiempo  y ojos enrojecidos de alcohol e intemperie, su mirada iba mucho mas allá del objeto que observara y parecían sus ojos, discos celestes fijos e inmutables, extraños e insondables, tal ves quizá como la mirada ausente de un ferviente loco. Le llamó la atención todo eso y más le dio curiosidad el hecho, de que nunca lo había visto antes en todas las vueltas que diera al lago, ni ahí sentado, ni por los alrededores, ni caminando hacia algún lado, nada. Por lo general los mendigos eran personajes como los perros, o los camiones, o los autos o las distintas casas, cosas para nosotros indiferentes, que diariamente ocupaban su lugar en el mundo para ser más cierta, la coreografía del lugar en donde habitualmente nos movemos. Por todo eso ese personaje allí sentado no entraba en su lógica, esa mañana el mendigo le parecía un agregado absurdo en el paisaje, alguien que no debía estar ahí y sin embargo estaba es más, por un momento creyó imaginar que se encontraba en ese banco sentado, únicamente para que sea visto por ella o imaginado por ella, que al pensarlo le había otorgado la forma que tenía y la posibilidad de hallarse donde estaba ¿Acaso se estaría volviendo loca? ¿Tal vés?..No sabía debido a que, pero se detuvo de golpe casi frente al banco que el mendigo ocupaba y no se pudo contener, porque ya no era ella que actuaba sobre sus actos, sino una fuerza desconocida e interior que la obligaba a hacerlo.
--¿Quién sos? ¿Qué eres? ¿Qué haces aquí en este sitio que alteras el paisaje?
--Soy tu condición de clase que se irrita –respondió el- el deseo contrario al que posees y la indiferencia total a tu persona, soy aquel que viaja por el tiempo sin retorno al pasado de sí mismo y que solo tiene el pensamiento del presente, que transcurre imaginado por los siglos; aquí sentado solo pido una cosa, que al poderoso en el distante ayer se la pidiera.
--¿Qué?
--Mujer hermosa, te pido…”Tan solo que te apartes, porque me tapas el sol”.   

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