martes, 19 de febrero de 2013

AQUEL QUE LO ESCRIBIO



Las otras noches cerca de la madrugada no recuerdo la hora exactamente, pero ya era poco el movimiento en los boliches de Palermo Soho, decidí entrar en un bar cercano a Plaza Serrano y tomarme un café. Al rato cumpliendo con mi deseo me encontraba sentado en una mesa mientras mis ojos recorrían el lugar, la verdad -pensé después- que no es necesario mirar muy lejos, para encontrarse con aquello que nos despierta la curiosidad y sucedió así porque en un momento, mi mirada se detuvo en la silla vacía que estaba al lado mío y entonces fue, que descubrí sobre ella -olvidado quizás- un papel meticulosamente doblado en cuatro –cuando se lo dobla y se remarca con la uña el doblez para reforzarlo- lo agarré curioso y al desdoblarlo, me encontré con un escrito que al leerlo dude en qué lugar de la literatura encajaría, como dudo también  ahora al imaginarme a aquel que lo haya escrito. Como me intriga el modo y las palabras que lo componen se lo paso a ustedes, para que también lo lean, mientras tanto ya libre de la responsabilidad del análisis -será consecuencia de nuestro trabajo en común- más tranquilo entonces, procedo a entregarles lo que esa noche de casualidad cayó en mis manos y leí, al tiempo que me preguntaba ¿Será un enamorado? ¿Un poeta?  ¿Ambas cosas? Aquel que lo escribió.


Un pescado. Un aparente pez que
pretende nadar
en el asfalto de la ciudad
y los ojos cansados de tu chica,
que buscan entre autos y bocinas
soledad.
Son las cinco de la tarde.
De un día de semana,
en que todos dejan de hacer
y apurados van a otros lados.
Un pez pescado
en las calles de la ciudad.
Como tu chica
cansado.
¿Sabes el sacrificio de viajar?
Es siempre el mismo.
Apretado y parado.
Con calor iras al nuevo sitio,
donde te espera el mismo pez
que nuevamente
y otra vez,
por los ojos cansados de tu chica
será pescado.
Nada quedará de vos
cuando te vuelvas.
Desde el final de la jornada
rumbo a casa.
Nada quedará de vos
ni de tu chica.
Solo en el asfalto de la ciudad
deslizándose sobre la epidermis untuosa
de sus escamas,
un pez pescado.
Sobre el asfalto de la ciudad dormida
irá nadando,
hacia el lugar donde peces de colores
lo esperan,
aunque ignoren su llegada,
como ignoramos al meteorito
hasta que cae sobre la tierra.
Un pez
por los ojos cansados de tu chica
tantas veces como sean necesarias
hasta que te des cuenta,
será pescado.

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