jueves, 29 de marzo de 2012

POR NO HABLAR


--¡Lo peor que puede haber! ¡Lo que ha pasado! Que nos tengamos que separar por no haber hablado, por no poder, en medio del amor frenético de sexo que tuvimos, darnos cuenta, que no era todo eso lo importante, tal como creímos, sino, la relación después de los excesos, cuando surge la vida cotidiana de dos enamorados, que se quieren más allá del cuerpo….  
Esto era lo que más o menos le decía esa mañana, la mitad de la hoja de la revista pornográfica,  a la otra mitad, ambas rotas y tiradas en la bolsa de los desperdicios, a punto ya, de ser arrojadas al conteiner de la basura.

miércoles, 28 de marzo de 2012

ME GUSTARIA



Me gustaría tomar la mano de la mujer que quiero, parada frente a mí, acariciar sus dedos, sentir su piel calida y sedosa, la fuerza de su cuerpo entre mis brazos, mientras la miro a los ojos y leo, cuanto ambos y de que modo nos queremos. Me gustaría escuchar su voz, ¿Hay mejor música posible? Que me hable y sepa de sus labios, que todo lo que siento yo por ella, también ella lo siente y cada palabra suya, me lo afirma, porque es su corazón quien me lo dice. Me gustaría salir a caminar, llevándola del hombro o que mi brazo rodee su cintura, que el suyo la mía abrace con cariño, mientras cae la tarde y el murmullo de la ciudad decrece y el aire tibio que se aleja, acompaña nuestros pasos, e inunda nuestras almas de tibieza. Me gustaría ¿Por qué no? Besar sus labios, en un beso profundo y prolongado, que arranque en nuestros pechos un suspiro, hecho luz de amor cuando se acabe. En fin todo me gustaría, pero lo que mas gusto me daría, aunque parezca extraño, ¡Es tenerla! En esta puta y solitaria vida.

EMPEDOCLES



Soy hijo de Metón, fui muchacho y muchacha, arbusto y pájaro, pez habitante del mar, hoy mi alma purificada habita en este mundo, consecuencia del amor y del odio. Conocí a Pitágoras, frecuente sus misterios, supe del oculto teorema que nunca mostraba. Volví a Agrigento en Sicilia, donde al día siete del mes de mi llegada, consulte al Dios Apolo, buscando el conocimiento del orden universal y el Dios me develo entonces, la teoría de las cuatro raíces. Hablo la Pitia y dijo.
Agua,"yo quiero ser", Fuego,"puedo sentir mi corazón que arde", Aire, "lo que tenes, lo que callas, lo que sientes", Tierra "la de mi calle, polvo, piedra, barro".
Tome del Dios los cuatro elementos, los reuní y guarde en la esfera cerrada de la vida, fueron la concordia con que se unen, y la discordia con que se separan, la consecuencia de toda la materia concebida, solo mezcla y separación de elementos inmutables.
Recorrí Grecia predicando la bondad, la piedad y la solidaridad entre los seres. Siendo medico y orador excelente, ejercite encantamientos, explique que el conocimiento es posible, porque lo semejante conoce lo semejante, revele verdades ocultas y misterios escondidos. Vestido de lino, recorrí las calles seguido de una multitud, que me pedía curarse de sus males. Me convertí en Dios inmortal, a muerte no sujeto, y ceñí corona délfica de laurel y fueron de bronce mis sandalias. Detuve vientos cuando fuere necesario, expulse pestes mezclando agua de los ríos, con Orfeo busque en la noche el origen de las cosas, y encontré en mi pasado, una mujer, que en la transmigración de su alma, fue flor, junco, águila habitante de los cielos y en el presente, compañera mía, que camino a mi lado de lino vestida y con laurel ceñida su cabeza. La ame, como no iba a amarla, la quise como Dios y como hombre y olvido todo por seguirme. El camino nos llevo por pueblos y ciudades, hasta que una peste imprevista, sembró la muerte entre nosotros y Pantea murió y el humo del cercano Etna, transformo al día en la noche, un silencio profundo nos sobrecogió a todos y entonces, vi el presagio. El amor tiene que vencer al odio, en la persona de la mujer amada, pero el ciclo de la vida y de la muerte debe ser respetado. Hice traer a Pantea a mi presencia, pálida su tez, sus ojos sin brillo, sus labios entreabiertos no exhalaban mas el aire de la vida, coloque su cuerpo sobre un catre de mimbre, retire su corona de laureles de su hermosa frente, la cubrí con pétalos de flores, y recite una a una las palabras órficas, que abren las puertas del Hades, me ofrende a Tanatos por su vida, el presagio estaba cumplido. La sostuve en mis brazos,  con mis labios contra los suyos impulse el soplo divino y el milagro se hizo, volvieron los colores  al rostro de Pantea y ella fue quien era. Caía la noche, todos los nuestros cansados dormían por el bosque, le pedí a Pantea que también ella lo hiciera, la oscuridad se hizo mas pesada, impulse vientos milagrosos y con ellos retire la peste, para no producir mas daño sobre los míos, otra vez, sobre la frente de Pantea deje mi ultimo beso. Escuche mi nombre pronunciado por Tanatos, la hora de la partida había llegado para mi ,Dios inmortal, a muerte no sujeto, el presagio debe ser cumplido, al conjuro del oráculo, contesto la Pitia: "un estado perfecto me domina, cuando estoy frente al fuego crepitante" y partí, para cumplir con Orfeo, lentamente en dirección a la boca del Etna, subí hacia el fuego con paso decidido, vestido en lienzo, con mis sandalias de bronce sonando con el canto de la muerte entre las rocas, llevaba la corona de laurel, todo yo era un Dios órfico sabiendo mientras iba, que solo lo semejante conoce a lo semejante. Llegue a lo alto, del cráter inmenso explotaban "rojas, azules, naranjas, amarillas hojas soberbias de su real plumaje", largas lenguas de fuego, en el, Tanatos me aguardaba y Hades, se preparaba a recibirme en el jardín de las hespérides. Mire hacia el mundo, supe que en el había dejado para siempre, embebida en agua, grabada en fuego, transportada en aire y amasada en tierra, la figura de los cuatro elementos, encerrada en la esfera de la vida. Incline mi frente, debo volver al lugar de donde vine, soy un Dios y el Etna me llama, el soy yo, yo soy, fui y seré, el crepitar del espíritu humano, en la llama eterna del conocimiento.


SOY


La habitación de un hotel alojamiento, semipenumbra, suspiros, silencio, sobre el lecho dos cuerpos, jóvenes y hermosos, dispuestos a amarse uno al otro con pasión, de pronto un  dialogo, un dialogo que porque no, tal vez fuera necesario.

--Voy a confesarte algo, espero sepas comportarte, soy hombre, no una mujer.
--No te preocupes, soy homosexual.

TANGO



Los sábados a la tarde, era el primero que llegaba a la pérgola de las Barrancas de Belgrano, entre Echeverria y Sucre, de todos los que se dirigían allí a bailar tango. Con su aparato de música, su altoparlante y un manojo de CD tangueros, dispuestos a desgranar los compases del dos por cuatro a través del tiempo, desde ayer, a estos días de rock y cumbia, salsa y balada, en el tumultuoso mundo de la música actual. Dejaba sus cosas a un costado, experto en conectarse a la red de luz municipal del alumbrado, pronto conseguía que su centro musical, este con la energía suficiente para funcionar tal como él quería, una vez resuelto esto, comenzaba a acomodar la pista, barría minuciosamente con un escobillon el piso, para retirar el polvo acumulado de la semana y luego, echaba agua jabonosa sobre el mismo que lentamente, distribuía con un secador por todos lados, de a poco, manipulada por el, la pista iba quedando en condiciones, para que los pies de lo bailarines, acompasadamente, la recorrieran una y otra vez, el brazo de él, en la cintura de ella, el rostro de la compañera, descansando sobre su pecho, dejándose llevar, era el ritual, era la misa del baile popular de un país, donde paradoja argentina, ¿Una más? De popular ya no le quedaba nada. Termino su tarea y miró alrededor, todo perfecto, solo faltaba que los tangueros de ley fueran llegando, de a uno por ves o en pareja, para que el baile se vaya armando y el tango, una vez más, sea rey y señor, dirigió su vista al panorama que desde allí se le ofrecía, a lo lejos, la estación Belgrano C con muy poca gente por ser sábado, más allá, el Barrio Chino, perdiéndose en diagonal por Arribeños, con su portal de entrada, que anunciaba el paso a Oriente, de una sociedad, cuya meta siempre fue y es, el mundo occidental, más cerca, alrededor suyo, casi conviviendo con el y sus CD de tangos, parejas jóvenes sobre el césped acariciándose, hablándose, besándose, jugando a ser felices, disfrutando de un día no laborable en sus vidas, mujeres solas, llenas de perros, perros acompañando a mujeres sin compañía alguna. Esbozo una sonrisa, todo igual pensó, como todos los días, como será mañana, todo mezclado con el tiempo, que el ser humano, no sabe usar y lo deja perder, la juventud, que se imagina eterna y la vejes, que no se puede soportar, igual que el tango, la vida es una historia sin final feliz, atravesada por ratos de alegría, después de todo, la estación, el Barrio Chino, las mujeres solas, los perros, las parejas en el césped, todo, todo, bien podría formar parte de un tango, que no sería difícil componer, ¿O acaso? Si bien el mundo cambio, ¿En lo profundo de su ser? ¿Cambió el hombre o la mujer? La estructura vertebral de cualquier tango, lo que le da consistencia y razón de ser a la música ciudadana, ¿No es igual hoy que ayer? Historias, esos pequeños cuentos de pareja, cuyo fondo musical es el dos por cuatro, ¿No deberían tener el mismo sustento y la misma sabiduría en el presente, que como antaño la tuvieron? Quizás lo distinto, fuera el ritmo, ¡Eso! Estaba casi seguro, el ritmo de hoy era diferente, de otra frecuencia, evidentemente la gente se movía a otra velocidad, eso que llaman ansiedad y en los cuarenta apenas si se conocía, hoy es moneda corriente, te amo pero estoy ansioso, deseo tener, mas la ansiedad me domina, la diversión pasa por largar la ansiedad y así todo, si tal cual, si bien los problemas eran los mismos, se vivían con frecuencias que nada tenían que ver con las de antes. Hablando de ansiedad, ya eran cerca de las siete de la tarde y todavía nadie habia aparecido, raro no, pero bueno, hoy era el primer día que empezaban los bailes al aire libre, por ahí la gente todavía no se dio cuenta, pero ya vendrían seguro, la verdad que por lo común, esperaban que se haga un poco más de noche, que se vayan los perros y las mujeres solas, que en el Barrio Chino camine por Arribeños, mucha más gente, así al verlos a lo lejos, parecería estar bailando dentro de otro baile, como si las cosas se mezclaran y un solo ritmo, aquí y en el Barrio Chino y, sobre las vías desiertas de la estación y en las paradas de los colectivos, todo lo invadiera el dos por cuatro, el bandoneón, la guitarra el violín y el piano, como un océano indescriptible, donde el ser humano, se bañara en las aguas purificadoras de su alegría interior, echa música bailable, sobre la pista de la pérgola de Barrancas de Belgrano. Miró los senderos adyacentes, la noche ya reinaba entre sus ladrillos, los perros y las mujeres solas, ya no estaban, sobre el pasto, las parejas mas juntas y apretadas apenas hablaban, abajo, en el Barrio Chino la gente y las luces en todo su esplendor, de un momento a otro aumentaban, solo, en el escenario de la pérgola, de pronto se dio cuenta, tuvo como una intuición, imagino y estuvo en lo cierto, que esa noche al menos nadie vendría, o tal vez muy pocos, o quizás ninguno, decidiera venir a bailar el dos por cuatro, debió haber tirado más folletos, pero no arrojó ni uno, debió recordar que de un año para otro y en el frenesí de los nuevos ritmos, la gente se olvida, pero nada de eso habia echo, por lo tanto estaba solo en la pérgola, recorriendo el piso tan bien lavado y viendo las estrellas, que en el cielo, creyó ver lo miraban, se cansó de esperar, de que sea él, quien siempre espere a que la gente llegue, fue directo a la compactera y puso un Compaq con los mejores de Julio Sosa, miró de nuevo los bancos del paseo de barrancas, cercanos a él, ya no estaba el sol y en ellos, nadie se sentaba, nadie no, en uno, que se encontraba frente a la entrada de los escalones, que llevan a la pérgola, una mujer, estaba sentada, ausente de todo, con los ojos clavados en el equipo de música, de donde las voz de Julio llevaba al alma de quien la escuche, la tristeza del tango echa canción, la observó un instante y otro dudo, la última mujer sola pensó, también pensó, que había puesto empeño en armar el equipo de música, conectarlo a la red, lavar el piso, preparado todo para bailar, no para escuchar, no dudo más, bajo de un salto los cinco o seis escalones que lo separaban del banco de ella y la encaro.

--Bailas, es Julio Sosa.
--Si.

La tomó de la mano y la llevó al centro de la pérgola, le pasó el brazo por la cintura y su mano derecha agarró su mano, se apretaron fuerte y el dos por cuatro, desgrano sus pasos, marcados por la música, sobre el piso de cemento sin una gota de polvo, donde los pies del bailarín, se deslizaban según el compás de cada instante, mientras en todo momento, la voz de Julio cantaba al oído de ellos, la aventura de dos enamorados, que según la letra ya no estaban solos, el dirigió sus ojos a lo lejos, hacia Arribeños y por un segundo, sintió que nadie había faltado y un montón de gente, estaba bailando como la mejor de las noches.