miércoles, 14 de marzo de 2012

UN NUEVO DIA


Golpeaba el postigo del cuarto la fuerte lluvia mientras los vidrios empañados, no dejaban ver el interior de la habitación. Solo en ella, un hombre leía su destino a través de la borra del café, que quedara en el fondo del pocillo que breve tiempo antes tomara. Marco en diagonal con la cucharita, el fondo circular del polvo negro rodeado de la espuma del azúcar y lo dividió en dos mitades, por un segundo pensó, nada más que por un instante que le pareció un siglo ¿Cuál sería el semicírculo que le correspondería a ella? ¿En qué lugar de todos los lugares, se encontraría? Para volver a verla, para sentirla suya, para volver a amarla. No lo sabía, el, que tantas veces adivino el destino de los otros, sobre el oscuro territorio del fondo de una taza de café, hoy paradojas de la vida, dividiendo el territorio en dos, no la encontraba en ningún lado, quizás sin querer reconocerlo estaba adivinando que no la vería nunca más, que como lo presentía, no tendría ya el consuelo de sus ojos, la piel tibia de sus manos entre las suyas y su inteligencia, para consultar con ella cada paso de su vida, ironía de las cosas que pasan y no se entienden, el, a quien todos consultaban, necesitaba la aprobación de ella para mucho de lo que hacía, era su maga, la descarga a tierra cuando volvía por las tardes a esa casa, que ahora lucia solitaria y le contaba entonces, de todos los misterios descubiertos y de aquellos, que nunca podría revelar, porque en el fondo de la borra como ahora, surgían respuestas que no eran la que uno habría deseado encontrar. Volvió a unir las dos mitades en un solo circulo negro y sobre el papel blanco, dio vuelta el pocillo, lo levanto y observo la forma que la película de café había tomado, si el papel fuese un océano pensó, la oscura mancha tendría una forma de isla pequeña, con costas acantiladas y una depresión en su centro, como si del mismo y hacia afuera, hubiera generado toda su potencia para detener así las aguas del océano y hacerse fuerte frente a la adversidad de la vida, así era ella, como esa isla poseía un contorno bravío y un carácter que la hacía distinta a todas las que había conocido. Dentro de la borra, en el infinito blanco del papel sobre la mesa, el espíritu de ella se hallaba presente, pero él con su magia no sabía porque ese día no podía alcanzarlo, hacerlo presencia en ese cuarto, como tampoco le estaba permitido ver el futuro, saber que sería de ellos más adelante, cuando el tiempo transcurra inexorable y todo lo de este instante, este momento presente de sus vidas, sea solo un recuerdo, uno de los tantos recuerdos que nos ponen tristes al volver a traerlos a la memoria y que a diario tropezamos con ellos, cuando indagamos el futuro de los demás y solo le decimos lo que quieren escuchar. ¿El que hubiera querido escuchar dicho por otro en ese momento? Si alguien indagaba su destino frente al pocillo vacio, haciéndolo, girar entre sus dedos con la vista clavada en el oscuro fondo, deletreando el ir y venir de las diferentes formas, oras burbujas, ora espumas, que explotaban y siempre generaban un movimiento en el destino de las cosas, no, no lo sabía que hubiera querido escuchar de la boca de aquel que ve, quizás no hubiera querido saber nada y solo imaginar la ausencia de ella, como aquello que nos deja de improviso para nunca volver, como lo predestinado que debió pasar y paso, aunque nunca sepamos porque. De pronto se dio cuenta que era tarde, de pronto se dio cuenta, que nada sería igual y que lo diferente a venir, seria eso, algo distinto a lo que nada podía reprocharle, porque no hay dos caracteres iguales, ni un mismo camino para dos destinos diferentes, la senda se bifurca y solo el azar guía nuestros pasos, afortunado entonces quien acierta el camino correcto, ella tal vez lo haya encontrado el, dudaba de ello, allí sentado en la solitaria casa y el solitario mundo, solo se le dio por pensar que algún día, porque no, podría interpretar lo que hoy le resultaba esquivo. Tomo el papel blanco en cuyo centro estaba la mancha de café, lo doblo en cuatro y lo dejo entre las hojas del cuaderno que siempre llevaba consigo, aquel que contenía las paginas pasadas presentes y futuras de su vida, sus hojas eran blancas y lisas, sin renglón alguno que guie la pluma que lo recorriera y algunas de ellas estaban ocupadas, por signos que no eran de este mundo, él solía decir, que era la escritura de quien escribe para sí mismo. Se levanto, apago la luz y se fue a dormir, pese a todo no podía evitar que mañana, justamente mañana, empiece un nuevo día.      

No hay comentarios:

Publicar un comentario