miércoles, 28 de marzo de 2012

EL DESEO DE UN HOMBRE



Me Dicen que soy un tipo sencillo, apacible y cariñoso, pero la verdad si esto es lo que dejo transcender de mi forma de ser, mas bien, deberían decirme que soy un falso, un hombre que oculta tras su urbanidad, lo opuesto de lo que en realidad es, soy complicado como una espiral, iracundo y calculador, solo eso, nada mas , es una manera de afrontar la vida, que me ha dado buenos resultados, aquí en Avellaneda, a pocas cuadras de la gran capital, soy un capo, un personaje mimado por el poder, un influyente, alguien de quien se cuidan y mas que respeto, en el fondo le tienen miedo, ¿Qué soy? ¿Qué hago? ¿De que vivo? Levanto quiniela, me nutro de papelitos de la gente con números escritos, pero ojo, no soy cualquiera, soy el capitalista, el que tiene a sus muchachos trabajando, dispersos por todo el conurbano, el que afronta las perdidas y ganancias, mas ganancias que perdidas, como ustedes imaginaran, soy, ¿Qué soy? La verdad no lo se, pero siempre fui esto, desde chiquitito, cómodo, caprichoso, con grandes deseos de no trabajar y que otros, lo hagan por mi, mi vida es rutinaria, pero llena de glamour, mi residencia, el lugar donde mas tiempo lo paso, un café, de aquí del centro de Avellaneda, prácticamente, de allí no salgo nunca, salvo para joder un poco, todas las noches o casi todas, en la vida nocturna de la capital, es ahí cuando cruzo el puente y me hecho a andar, con mi auto rumbo al centro, tampoco en esto frecuento muchos lugares, no, en general soy rutinario, uno o dos boliches, siempre los mismos, donde se toma, se levantan minas fáciles, atraídas por el dinero de los que allí van y después nada, el encuentro con los parroquianos de siempre, a hablar mentiras y pavadas, sueños y aventuras, para que la mesa del dialogo, alrededor de la cual estamos todos hombres y mujeres, sirva para el enganche con alguna de ellas y de allí al telo, a joder un poco y listo, de nuevo a Avellaneda, a casa, al café, a los papelitos, a lidiar con los pasadores y a ganar la guita fácil, que todos piensan que van a ganar y el único que la gana, soy yo, ¿Qué? ¿Qué si tengo pareja? No, nunca la tuve y ojo, que esto no es un merito o una decisión muy elaborada, no, simplemente, siempre quise estar solo, hablarme a mi mismo, contradecirme y entenderme, insultarme y un poco mas tarde pedirme perdón, la verdad, nunca sentí la necesidad de tener una mujer al lado, tal vez, porque siempre fui solo, hijo sin padres, creado en un orfanato, quizás, porque me di cuenta demasiado temprano, que era yo o nadie, me quede con yo,  para toda la vida. Les veo las caras, se están preguntando, ¿Que pasa con las mujeres que conoce en el boliche? Que por un instante y de forma muy especial interrumpen en su vida, les digo, ¿Qué puede pasar? De entrada tengo algo bien claro, son minas para todos, no solo para mi, comparten su cuerpo, su amor y su cariño, con varios hombres, que día a día las abordan y envuelven, con sus deseos y esperanzas, yo no imagino novelitas de amor, ¿Saben una cosa? Solo me cuido, preservativo siempre, rara ves beso, nunca hago excesos de los que me pueda arrepentir, vieron lo del resorte al principio, soy capaz de dar muchas vueltas, antes de decidirme, por lo que debo hacer, pero cuando me decido, pum al tiro, voy y lo hago, además les voy a contar un secreto, soy un poco fanfarrón, en verdad en esto de mujeres, no estoy contando toda la verdad, sino solo mi verdad, en realidad, hasta el más solitario, aquel que como yo esta solo porque le gusta, en el fondo de su alma, al lado de su corazón, guarda la esperanza de una mujer, de un ideal que nunca llega, porque la imagen, sin ninguna duda, supera a la realidad, así es y así estamos. Como ustedes habrán supuesto ya, esta charla se las doy en el café de Avellaneda, hoy es viernes, todas las apuestas están cerradas y la verdad, que tuve suerte, la plata quedo en casa, la plata. Pero ojo, hay que repartir, eso es lo importante, uno reparte, entre los que tienen poder y recibe a cambio, protección de ese poder, consecuentemente, eso y no otra cosa, es lo que me mantiene confiado y tranquilo, después de todo vivo y dejo vivir, ese es el secreto de mi éxito, consiste en tener pinta de ejecutivo, maletín en la mano –aunque dentro lleve una veintidós corta- buena pilcha, seriedad, un dejo de ausencia y una pizca de intelectualidad y después, ser la figura del café, el tipo entrador y simpático, con quien todos dialogan y el que a todos, deja contentos, ese es mi éxito, por otro lado, un engranaje de pasadores bien aceitado en el conurbano, lo de la capital el centro y los boliches, es mi vida privada, allí en ese ambiente, soy el contador fulano de tal, opero en bolsa, listo se acabo, no hace falta mas nada, bueno, ¡Basta de charla me canse! Raras veces me confieso como hoy y ante extraños, espero no arrepentirme, no, no creo que ustedes me vayan a boletear, es mas, si les gusta el juego este, de saber quien soy, los invito a seguirme, con la única condición de que pasen inadvertidos, como les dije, hoy es viernes, noche, todo esto me lleva a anunciarles que voy a salir de joda, me voy al centro, al boliche, si quieren acompañarme de imaginación solamente, sin que nadie los vea, háganlo, así sabrán como paso un viernes de copas y putas, puede ser interesante o no, depende que suceda, como esta el ambiente, es un riesgo que ustedes corren, yo simplemente voy, para que sepan, por si necesitan ubicarme, mi nombre es Aldo, no se quien me lo puso, dicen que fue un tano, llegado del sur y solamente era eso, lo que podía pronunciar y más o menos, se le entendía, ¡En marcha! Pago la cerveza, dejo Avellaneda y encaro hacia la capital…Arranco su coche y busco la estructura del puente, arriba de el, el cielo y las estrellas fulgurantes, cual diamantes de una inmensa fortuna, debajo, villas y miseria, soledad y muerte en las calles, apenas transitadas, él estaba en el puente, nada veía de eso, ni nada le importaba, pronto ingreso en la autovia y esta, lo fue llevando en dirección a la avenida Nueve de Julio, ya en ella, el velocímetro del auto lo acerco a las luces y la diversión, frecuentaba un boliche del centro, por la calle Veinticinco de Mayo, así que una vez en la Avenida Corrientes, doblo por esta y bajó hacia el río, dejando el auto en un estacionamiento, cerca del lugar adonde iba, era una noche de finales de la primavera, allá por mediados de diciembre, hermosa para caminar, templada, alegre, llena de vida, envuelta en una brisa apenas, que llegaba del puerto y todo lo abrazaba en una profunda paz, aspiro con fuerza el aire y la vida que se le ofrecía, ¿Se estaría poniendo viejo?  ¿Que su mente se detenía a observar estos detalles, cosas que la naturaleza le brindaba y nunca, le habían interesado? No importa dijo, solo importa la joda, sentenció y algo mas risueño, la joda y la guita, estos pensamientos filonosoficos lo fueron acercando al boliche, las luces de adentro, alumbraban el afuera y la vidriera iluminada, separaba dos mundos diferentes, en la calle, cartoneros y pobres, habitantes externos de la gran ciudad, en el interior ellos, él, los que disponen y pueden y usan la noche para joder, saludo a la vigilancia de la puerta y entró, ¡Ya estaba en su mundo! En la barra, en la pequeña pista de baile, en las mesas, en la gente habitúe, que lo saludaba y en esa consideración , que todos le tenían, por ser uno más de los que decoraban el lugar, todos los viernes, se sintió orgulloso de ser lo que era, feliz de pertenecer a ese ambiente, que tanto le gustaba y como siempre, se encaminó a la barra, para desde allí, pensar y ver, observar como se presentaba la noche, se sentó y el barman se acerco solicito.

--¿Lo de siempre Aldo?
--Si Carlos, agrégale un platito con algo que picar, tengo hambre.

Al rato, frente a su copa y su platito, dejo que su cerebro se desconectara y dentro de el, solo existiera el medio ambiente en donde se encontraba, miro a su alrededor, los amigos de siempre, sentados a la mesa, que les pertenecía por cábala y permanencia en ella, las mujeres, rostros tan presentes, las clásicas minas de los viernes, las que nunca faltaban, alguna pareja de gente nueva, exploradores de la ciudad, matrimonios jóvenes que salían de aventuras por la selva, más allá turistas, perdidos entre calles y guías de transporte, o arrojados allí, por algún micro de turismo, lo de siempre, no faltaba el clásico negro de remera colorida, que nos recordaba que algo era distinto entre nosotros, ni tampoco asiáticos, algún par de ellos se necesitaba ver todas las noches, para el slogan, de que la ciudad era cosmopolita y que los turistas nos elegían, como el mejor lugar del mundo, todo igual, pero al mismo tiempo, todo distinto, según como uno tenga el ánimo templado y de pronto noto eso, eso raro que le había sucedido en la calle, lo de la brisa arropándolo, lo del tiempo calido, que le recordaba de pronto, que el vuelo del aire tal ves a el, sin darse cuenta, le habia traído también un papelito, pero no de números escritos, sino en blanco, con la posibilidad que el lo llene con ternura, sintió miedo, miedo de la boca femenina, miedo del dedo de su mano temblorosa, tocando los labios de una mujer, recorriendo el contorno de esa boca, de la cual esperaba un beso, solo uno, el más logrado, aunque parezca mentira, ¿Por qué no? El primero de su vida. Miedo, de que los ojos de ella se miraran en los suyos y encontrara entonces el, un mundo femenino nuevo y diferente, al cual estaba acostumbrado por rutina, ver el alma, desnuda y atrevida, ardiente y silenciosa, de una mujer, que quizás por vez primera, lo estaría amando. Miedo del dorso de su mano, que suave muy suave, se deslice por el rostro desconocido y único, que nunca antes hubiera conocido y hoy, ante el estaba, esperando su amor, seguro de conseguirlo. Miedo de enlazar con sus dedos su cabello, perder su diestra en el, como entre la hierba de un jardín encantado, donde el verde juega con el rojo, el naranja y el negro, mientras la luz de la pista de baile, forma estrellas en cada onda, en cada hueco, de su hermosa cabellera, que cae como aluvión de sueños, sobre la espalda desnuda, sobre sus hombros perfectos, que sus manos buscan, para apoyarse en ellos, ¡Que mirada que tiene! Su imaginación, imagina, estar preso de esos ojos, de esa alegría, del tiempo, detenido sobre la boca abierta, que deja suavemente, escapar el aire, que a su cuerpo alimenta, ¡Que decir de sus senos! Dulces frutos maduros, que se ofrecen en silencio, por un acuerdo entre ambos, a sus besos ardientes, a sus caricias sin pausa, porque toda ella es tocarla, sentirla en la piel de la mano y poseerla, dulcemente, en el interior del alma,.. pensó un momento, imagino, sentado en la barra, que era el instante, la circunstancia esperada de recibir al fin, a la mujer amada, porque era necesario, porque era preciso, porque mucho tiempo hacia, que estaba esperando y hoy sentía, de golpe, casi con certeza plena, que vendría a su lado, sin saber de donde, sin buscarla siquiera, por esas situaciones en la vida de un hombre y en el tiempo, de una mujer que espera, era así, tal cual, de pronto sin saberlo, acaso sin pensarlo, en el cruce de una calle, en la barra del bar, en la pequeña pista de baile, en cualquier sitio, seguro, el menos indicado, ambos se encontrarían,…suspiro hondo y llevo su tristeza, hasta ocultarla dentro, parpadeo varias veces y limpio sus ojos húmedos, para que vuelvan a estar secos, ¿Qué le pasaba? Pensó, esa noche de viernes, tan igual a todas, ¿Por qué? ¿Por qué sería diferente? Para el la casualidad no existía, salvo en los papelitos con números, pero en la vida no, en la vida las cosas eran como eran, seguro que la imaginación, le estaba jugando una mala pasada y la mujer de su mente, era un ideal que no existía, vio la copa vacía y pidió otra, hoy, quería quedarse un rato mas en la barra, no entendía porque, pero la soledad, le reclamaba que se quede allí donde estaba, pasaron los minutos, tal vez fueron horas, ¿Cómo saberlo? Pero la copa semillena, le indico que el tiempo que paso, fue breve, acaso, en la mitad de un minuto y una hora, lo cierto, que de pronto, noto que alguien se sentaba a su lado, en la barra, de espaldas a la pequeña pista de baile y pedía una copa y se disponía a tomarla, el borde del cristal, recibió los rojos labios y la punta de la lengua, oficiaba de quilla, para que el líquido en dos partido, recorriese su boca, atravesara el camino de su cuello y se perdiera dentro, tan dentro, como el deseo de un hombre en el interior de su cuerpo. Volvió la cara y no le pregunto quien era, de solo verla se dio cuenta, que a su lado se encontraba, junto a el como hubiera imaginado, la mujer que esperaba.




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