miércoles, 28 de marzo de 2012

LAS FOBICAS IDEAS



--Si fuera más que yo sería otro, otro que te ame y te comprenda, pero no puedo, soy el que soy, así me hicieron y hecho estoy para la vida, que me toca vivir hasta la muerte, no te quiero, no porque no deba amarte, sino porque te tengo miedo, si te amara, si decidiera ser contigo, mi cuerpo traspirado por el pánico, solo me haría sufrir, tu amor siendo un goce para cualquiera, sería para mi la obligación que temo, lo social que me asusta, la ansiedad que me acosa, el salir al mundo en busca de lo nuevo, espero que lo entiendas, yo no debo. Vamos a separarnos sin haber estado juntos, apenas conociste al hombre que parezco y mejor que así sea, que el exterior de mí, no te confunda, con lo que en realidad soy, apenas nada que te sirva, solo un recuerdo de mi, quedará en vos, cuando te vayas, olvida ese recuerdo y ten presente estas palabras, te dejo, nos dejamos porque el miedo, señor de mi vida, me obliga a ello. Vete con Dios, sal de este Templo, donde yo vivo encerrado, creyendo los demás que me consagro al divino eternamente, cuando en realidad lo que hago, es consagrarme a mi fobia, que me retiene en el, mientras yo viva, siempre. Por lo tanto, cuando atravieses el pequeño camino de pedregullo rojo, que te lleva al portón, a la salida, más allá de las pesadas hojas, que a la entrada de la Iglesia cuidan, tene presente eso, yo no puedo huir, yo estoy preso de mi mismo, de mi enfermedad, de mi locura, dedicado a ser o parecer una cosa y luego, resulta otra que detesto. Ahora adiós, vete por favor, no debo retenerte ni vos debes quedarte, por el bien de los dos, debes partir ya, en este mismo instante, domingo por la tarde cuando se llena el templo, cuando la tristeza inunda nuestras almas y suenan las campanas, llevando su sonido por el aire, clamoroso y triste grito, que altera el ritmo de las aves en su vuelo, que me hace recordar que ya no existo, porque seguirte en tu partida, es lo que quiero. Por el Dios del altar, por mi miseria humana, por el recorrido escabroso de mi mente, que no asume lo que ama, por el encierro voluntario que padezco, sin que nadie sepa mi calvario, por vos, porque tienes una vida por delante, no vuelvas más a mi, no te merezco. Un último pedido, para cuando ya no me recuerdes ni siquiera el templo sepas donde queda, acude a una Iglesia y en el silencio, de la imponente y solitaria nave, reza, no por nuestro amor que ya no existirá cuando lo hagas, sino por las ideas, todas fóbicas ellas, que pueblan mi cabeza, para que un día fuera del tiempo, desaparezcan.

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