sábado, 2 de julio de 2011

UN FIN DE SEMANA EN EL TIGRE



--Amelia, tengo una idea dando vueltas, pero no puedo desarrollarla, es como si estuviera escondida, en el fondo de mi alma.
--Martín, ¿De que se trata? No podes ni decirme el comienzo.
--No se, estoy confundido, tengo deseos de escribir un cuento, donde halla un misterio, un crimen, una investigación y por último, una victima y su asesino, pero no se me ocurre nada, la idea da vueltas en mi cerebro, pero sus protagonistas no aparecen, me falta el asesino, la victima, la trama, es raro todo esto Amelia, nunca me pasó, pero se que pasa.
--Porque no olvidas todo, quizás sin preocuparte, sin pensar más en el asunto, un día de improviso, el cuento que imaginas es tuyo, sale a la luz, es escrito, porque apareció en tu cerebro y estas en condiciones, de volcarlo al papel.
--Seguro que lo que decís, es tal cual, tengo urgente que hacer todo eso, para tratar de crear, el cuento que imagino.
--Entonces, lo primero olvida todo y para ello, es necesario que salgas, te distraigas un poco.
--¿Eso como lo hago?
--Muy simple, aceptando mi invitación.
--Como aceptando tu invitación y Juan, tu compañero, ¿Que hay con él?
--Nos peleamos hace unos días, no quiero verlo más.
--Bueno, es un problema tuyo, pero nunca pensé, que quisieras salir conmigo en su reemplazo.
--¿Porque no lo pensaste? Hace un tiempo bastante largo, que trabajamos en esta redacción.
--El tiempo, no significa nada Amelia, nunca pensé, porque me considero un tipo vulgar, vos en cambio, a mi juicio, eres una hermosa mujer, no se si nuestra relación, podría llegar a buen puerto, somos diferentes, muy distinto somos.
--Tene en cuenta, que yo no hable de ninguna relación, simplemente te dije, que podríamos salir juntos, para distraernos.
--Salir juntos, la mayoría de las veces, concluye en una relación.
--Está bien, puedes que tengas razón, pero te pregunto, ¿A que tanta charla, por una estupidez que ni vos ni yo, sabremos nunca, como va a terminar? Queres salir conmigo, disfrutar de un fin de semana en el Tigre, veni, sino me voy sola y chau.
--Esta bien, entre el cuento que no aparece y el fin de semana, de papel en blanco, frente a mí, acepto lo que me propones, por ahí tengo suerte, se me aclaran las ideas y consigo material, para empezar el cuento. Total, la que decidió salir conmigo, fuiste vos y no yo, así que corre con los riesgos.
--Estoy segura, que al lado tuyo, no corro ningún riesgo, ¿No se porque se te ocurren, semejantes ideas?
--No me hagas caso, estoy boludeando, mañana sábado, ¿A que hora nos encontramos?
--En el Puerto de Tigre, a las ocho de la mañana.
--¿Adonde vamos?
--Me prestan una casa, unos amigos.
--¿Donde es?
--En el arroyo Esperita, no muy lejos del Tigre, una hora más o menos de lancha colectivo.
--De acuerdo, mañana a las ocho entonces, en el Puerto, ¿Qué llevo de comer?
--¿Tenes una heladera de mano?
--Si.
- Compra un pollo, trae un paquete de arroz y otro de fideos, yo llevo el resto, para dos días alcanza.
--Esta bien nos vemos, hasta mañana en el Puerto de Tigre.
--Chau Martín, hasta mañana.

Amelia, se separó de Martín y se dirigió a su casa, trabajaban en Belgrano y ella vivía, en Avenida libertador y Córdoba, en un departamento antiguo, que era propiedad de los padres de Juan, tomo el colectivo ciento treinta, después de casi una hora de viaje, llegaba a su casa, Juan, se hallaba en el Living, viendo tele, cuando la escucho entrar, se levantó y fue a su encuentro.

¿Qué tal amor, como te va?
--Bien Juan, hoy tuve un día de locos en el trabajo, todos querían algo urgente, parecía el fin del mundo.
--Estarás cansada Amelia, deja entonces que yo preparo la cena, date un baño, así te relaja un poco, después comemos.
--Gracias amor, te haré caso porque lo necesito.

Juan se dirigió a la cocina, preparo la cena, unos bifes a la plancha, con ensalada y puré, decidió que iban a cenar en el living, tal vez, porque mañana era sábado y hoy, podían acostarse tarde, imagino una sobremesa más larga, que de costumbre, puso el mantel, los platos, las copas, las bebidas sin alcohol. Noto que el ruido de la ducha, ya no se oía en el departamento y decidió, poner los bifes en la plancha, un rato después, Amelia hacia su aparición en la cocina.

--Que hermosa estas, el baño te ha hecho muy bien.
--Sí estoy más descansada, ¿Queres que te ayude?
--No, anda al living, que los bifes ya están listos, los llevo y ya podemos cenar.
--Te espero allá, sos un marido perfecto.
--Soy, lo que vos debes, que todos sean para vos, verte feliz, es mi mayor deseo, amor.
--Hermoso piropo Juan, te aguardo.
--Ya voy.

Amelia se encamino al living, Juan termino con sus bifes, los puso en una fuente y fue a su encuentro, ya tenía, en la mesa, el puré, las gaseosas y la ensalada.

--Aquí estoy amor, ya podemos comer.
--Que rico se ve todo, sos un buen cocinero.
--Vos también sos buena, es más, lo que se, lo aprendí de vos.
--Juan.
--Si.
--Viste que te dije, que hoy en la oficina hubo un trabajo impresionante.
--Si, como otras veces.
--Tal cual, pero hoy más que nunca y hay un problema.
--¿Cual problema amor?
--El jefe me necesita este fin de semana, a mí, a Estela y a Esteban, para una reunión muy importante, en Mar del Plata, allá nos vamos a reunir, con posibles inversores del diario, algo muy grueso, tengo que ir Juan, es importantísimo, pero por supuesto, no quiero hacer nada, que vos no creas conveniente.
--Por favor amor, otras veces fuiste, ya pasamos por situaciones similares, tu trabajo es muy necesario para nosotros, no puedo negarme a que vayas, es más, creo que debes hacerlo.
--Gracias amor, se que esto es para el bien de los dos, no esperaba otra cosa de vos, si, realmente esto de los inversores, es muy importante para el diario.
--Entonces, lo mejor es cenar e irnos a dormir, ya que mañana imagino, tendrás que levantarte temprano.
--Si cariño, a las ocho, tengo que estar en aeroparque, vamos en avión, para no perder nada de tiempo.
--No te hagas problemas, deja que yo levanto la mesa.

Después de un rato, todos dormían en la casa de Amelia, ella antes de acostarse, mando un SMS “Tigre listo” y se acostó, cuando Juan vino al dormitorio, ella ya dormía. Llego la mañana. El despertador sonó a las seis, Amelia se levanto y se preparó para salir, no se despidió de Juan, porque este estaba entregado al sueño, le dejó una nota que se iba, sobre la mesa de la cocina, una vez en la calle cruzo la Avenida Libertador, paró un taxi y le indicó ir hasta Retiro, de allí el tren a Tigre, llegó al puerto,  a las siete y media, ya en el, Martín la estaba esperando.

--Llegaste temprano Martín.
--No me gusta hacerte esperar, prefiero ser yo, quien te espere.
--¿Es un cumplido?
--Si.
--Mira, según los pasajes que saque, la lancha colectivo que debemos tomar es aquella.
--¿Esa que tiene escrito El Seibal en sus costados?
--Si podemos ir y ubicarnos.
--Casi mejor, así acomodamos todo lo que llevamos, total dentro de veinte minutos sale.


Subieron a bordo, buscaron sus asientos y se sentaron, Martín acomodo todo lo que llevaban.

--Amelia una pregunta, ¿Sabes localizar la casa adonde vamos?
--Me dijeron que es la décima, una vez que la lancha entra, en el arroyo Esperita, tiene un techo de zinc a dos aguas, pintado de rojo y un cartel que dice, “Los Enamorados”, además está en la ribera izquierda, como va la lancha, no nos podemos perder, cuando entramos al Esperita, nos levantamos y nos preparamos, para bajar.
--Veo que estas, perfectamente al tanto, además de hermosa, sos inteligente, además de inteligente, decidida, además de todo, lo que no me cierra es, ¿Por qué me elegiste a mi? Para pasar un fin de semana.
--¿No te gusta estar conmigo?
--Me parece un sueño.
--¿Entonces?
--Temo despertar.
--No seas tonto, esta noche vas a dormir bien.
--¿Voy a dormir bien?
--Si bien y tranquilo, no te hagas el boludo, en la casa hay dos camitas, separadas en cuartos distintos, cada cual dormirá en la suya, ¿O pensaste que te traje, para tener una relación sexual, con vos? Si pensaste eso, entendiste mal lo que te dije, yo solo hable de distraernos un poco, un fin de semana, venimos acá, como amigos que somos, nada más ¿O no?
--Si.
--Entonces relájate y disfrutemos del viaje.
--Como quieras.

Era la hora de salida, la lancha colectivo poco a poco, se fue alejando del Puerto de Tigre, enseguida se enfrentó con el Río Lujan y comenzó, su trayecto rumbo al arroyo Esperita, Amelia sentada junto a la ventanilla, veía las distintas construcciones de la costa y las otras lanchas, que cruzaban en el río, a Martín, por el contrario, no le interesaba nada de lo que sucedía en el Río ni tampoco en sus costas, es más, El Delta no le importaba, había venido simplemente, porque no podía comenzar el cuento, que le daba vueltas en la cabeza, sin decidirse a salir y también, porque negarlo, a ver si conseguía acostarse con Amelia, cosa que le habría gustado, pero a esta altura, le parecía imposible, más, después de lo que ella le dijera, por lo tanto, lo mejor sería tomarla como una compañera de trabajo, una amiga y tratar de pasarla lo mejor posible, ya vería el, como las cosas se iban presentando. La miró a Amelia, estaba pensativa y lejana, como si estuviera repasando algo, en que ella participara y tuviera que ver, en su planificación, de pronto, no supo porque, quizás por su profesión de novelista, se le ocurrió pensar, que Amelia, lo estaba introduciendo, en la trama de su propio cuento, que sin saberlo, él iba a ser protagonista, del hecho que Amelia, trataría de llevar a cabo, ese fin de semana, que compartiría con el, allí en el Tigre. Esta idea, que le estaba rondando la cabeza, quizás le diera respuesta a su a su pregunta, ¿Por qué me elegiste a mí? Trato de no pensar, trato de volver atrás, con sus ideas a flor de piel, sobre el cuento que le rondaba, daba vueltas sin cesar, sobre su mente y siempre, terminaba, sin hallar el contenido de su forma. Se olvido del cuento y volvió a mirar a Amelia, esta seguía igual, silenciosa y pensativa, la mirada clavada en las distintas costas, en las que se iba transformando, la costa del río, mientras la lancha avanzaba, decidió hablarle, decirle algo, para que deje de estar metida dentro suyo.

--Amelia.
--¿Si Martín?
--No entiendo porque te separaste de Juan, eran una pareja perfecta.
--Mira, lo perfecto es, hasta que deja de serlo, en los últimos tiempos, tuvimos muchas discusiones y peleas, por los celos de él, se había vuelto, muy obsesivo y celoso conmigo, me celaba y me perseguía, por cualquier estupidez, si usaba tal vestido, si la pollera corta si la pollera larga, si ese tipo me miraba, o no, que se yo, todo le caía mal, nuestra relación antes normal, se convirtió en un suplicio, por lo tanto decidí dejarlo, ya lo de él era inaguantable, pienso que está enfermo, me separe y listo, se fue de casa, yo también tendré que dejarla, porque es de los padres de él, pero bueno, así no podía seguir viviendo.
--Tenes razón, los celos en una relación, son algo insoportable de aguantar.
--Así es, por eso lo deje.
--Amelia, estamos entrando en un arroyo, ¿No será el Esperita?
--Si lo es, al menos así lo dice el cartel que leí, voy a preguntarle al lanchero, así le digo donde quiero bajar, mientras vos, prepara todo, para cuando la lancha atraque en el muelle.

Así fue, la lancha atraco en un muelle, frente a una casa, construida sobre pilotes a bastante altura, del lecho del arroyo, cuyo nombre según el cartel era, “Los Enamorados”, tenía un techo rojo de chapa a dos aguas, Martín bajo todo de la lancha, , lo dejo en el muelle, esta partió y allí, se quedaron los dos, solos, teniendo por toda compañía al cielo, al agua y a una simple vegetación, compuesta de pequeños álamos, algunas que otras hortensias y mucho verde, de plantas propias de la zona. Repartieron entre ellos, los bolsos a llevar y comenzaron, a subir la escalera de madera, que los separaba, de la puerta de entrada, una vez frente a ella, Amelia sacó, unas llaves de su cartera y la abrió, entraron, en la casa había una cocina, que a la vez era living comedor, dos dormitorios y un baño, se encontraba ordenada y limpia, como si fuera usada con frecuencia, por lo demás, la soledad era absoluta, nadie cerca de ellos, por lo que pudo observar Martín, asomándose a una ventana del living, no se veían construcciones en las inmediaciones, la más cercana estaría a una distancia de sesenta metros, hermoso sitio para escribir, si tendría tema pensó, mientras se volvía a Amelia.

--¿Dónde acomodamos las cosas?
--Primero vamos a definir territorio, el dormitorio de la izquierda es el tuyo, el mío el de la derecha, guardamos todo lo nuestro en los placares, después acomodaremos la comida, en la cocina, abajo hay un grupo electrógeno, para dar electricidad, ¿Lo sabes prender?
--Entiendo que si, he prendido otros.
--Fenómeno, entonces anda a tu dormitorio, yo al mío, ponete cómodo, cámbiate, después salís y en el descanso de la escalera, al costado de la puerta, hay un mueble, esta es la llave del candado, lo abrís y allí está el grupo electrógeno, préndelo, así podemos tener luz, ver tele, que la heladera funcione, así guardamos la comida que trajimos.
--Muy bien, está todo bien, acomodo mis cosas, me cambio y prendo el grupo.
--Eso es lo que necesitamos, yo también voy a cambiarme.


Ambos se dirigieron a los dormitorios, Martín, acomodo la ropa que traía en el placard, se cambio, pantalón corto y remera, abrió la ventana para que el ambiente, se ventilara y miró hacia afuera, solo soledad y vegetación, cielo infinito y silencio, todo ello le pareció importante, para el descanso intelectual, que se pensaba regalar, salio al living, dispuesto a poner en marcha, al grupo electrógeno, pero lo detuvo un momento, algo que vio, estaba colgado, en el pequeño espacio de pared, que separaba las puertas, de las dos habitaciones, era una pistola calibre veintidós, con el cargador completo, lista para ser usada, entendía algo de armas y tal vez, por ello sintió un escalofrío, cualquiera que tomara esa, podía matar o ser muerto, no le gustaban esos juguetes, cerca suyo, en el momento que esto pensaba, salía Amelia de su dormitorio, vestida con short, una blusa y zapatillas.

--¿Amelia, que hace esta arma aquí?
--Como que hace Martín, es algo natural, es de los dueños de casa, ¿Vos te fijaste como es la zona? Soledad absoluta, no hay nadie, si algún loquito quiere hacerte algo, robarte, violarte, que se yo, ¿Cómo te defendes?
--Es cierto, ahora me doy cuenta, que es necesario tenerla allí.
--Por supuesto, pensaste que estaba como elemento decorativo, es algo que podemos necesitar en cualquier momento.
--Ojala no llegue nunca ese momento, pero tenes razón, es mejor contar con esa defensa, voy a prender el grupo.
--Anda, yo mientras abro la garrafa y preparo un café, ¿Vos tomas también?
--Si, pero córtamelo con leche, ahí en mi bolso traje facturas, sácalas así comemos.
--¡Bravo! Medialunas, como me gustan.
--Acerté entonces, ahora vuelvo.

Martín salio a la entrada de la puerta, en el descanso construido frente a ella, al costado izquierdo, había un mueble con candado, lo abrió, se encontró con un grupo electrógeno a nafta, empezó la operación para ponerlo en funcionamiento, dentro de la casa, mientras tanto, Amelia, no solo preparaba el café con leche, también le quedaba tiempo, para mandar un nuevo SMS “Tigre, avisa que llegamos, fíjate que sea a la noche”. Puso la mesa con dos tazas, trajo un poco de leche en un jarro, la cafetera con café, ya listo para ser servido, en un plato las medialunas, se sentó y hojeo una revista de espectáculos, que estaba en la casa, al rato volvió Martín.

--¿Escuchas el ruido del motor?
--Si.
--Ya tenemos luz, ¿La heladera esta conectada?
--No falta conectar todo.
--Espera que lo hago.

Martín, conecto la heladera y el televisor, también un ventilador y una radio, volvió a la mesa y se sentó frente a Amelia.

--Amelia, hemos convertido esto, no en nuestro hogar, pero si en una confortable casa, de fin de semana, tus amigos, los dueños, la tienen bastante bien cuidada, ¿Deben venir seguido?
--Si, son profesionales, se desenchufan de la capital, lo más que pueden.
--¿Qué vamos a comer?
--Ahí en la alacena, vi. unas papas, tomates, podemos hacer algo con el pollo que trajiste.
--Traje dos, porque uno me pareció poco y también, traje una tira de asado, vi por ahí abajo, cerca de la casa, que hay una parrilla y carbón, si te parece en ves del pollo, podemos comer un pequeño asado para dos, eso lo cocino yo, vos prepara unas papas, con ensalada de tomate y listo.
--Me parece bien, pero falta un rato todavía, para hacer el almuerzo, es temprano.
--Por supuesto, además recién tomamos el desayuno, pero ya sabemos lo que hacer.
--Cierto, es así, ¿Queres caminar un poco? Vamos por la orilla, hasta la desembocadura del arroyo y volvemos, de esa manera, conocemos las casas de nuestros vecinos.
--Me parece bien, caminar es lindo, pero deja que acomode estas cosas y salimos.

Martín lavo las tazas, acomodo un poco la cocina, -no le llevo mucho tiempo- cuando termino, ya estaban listos para salir.

--¿Vamos Amelia?
--Si vamos.

Salieron, cerraron la puerta y bajaron la escalera, caminaron unos metros y ya estaban en el sendero, que corría pegado a la orilla del arroyo.
--Hermoso día nos tocó, Amelia.
--Cierto, no pudo ser mejor.
--¿Que vas a hacer, ahora que te separaste de Juan?
--No se, supongo que rehacer mi vida, pero no será con vos, quédate tranquilo.
--Ni lo pienso, más que tranquilo estoy indiferente, lo que pasa, es que te lo pregunto, porque debe ser difícil, volver a empezar.
--No lo creas, todo depende de el carácter que uno tenga en mi caso, no me preocupa mucho, se que no me costará trabajo, volver a empezar.
--Espero que tengas suerte y puedas formar, una nueva pareja, lo importante es no estar solo.
--¿Vos estas solo Martín?
--Te diría que estoy, con mi forma de ser, no se porque, pero me cuesta formar pareja, prefiero la soledad y cuando quiero estar con una mujer, pago y listo, a seguir como estábamos.
--¿Te gusta seguir como estábamos?
--Que pasa Amelia, te propusiste hacerme un estudio sicológico, levantarme en este hermoso día, en que disfrutamos de un fin de semana juntos, aseguraste que no.
--Así es y será, no tengas dudas, lo que pasa, que tenemos que estar dos días en esta isla, ¿De que vamos a hablar? Estoy tratando de que hables de algo, que supuestamente te joda, pero si no queres, háblame de futbol, de lo que se te ocurra, pero habla, sino la estadía aquí va a ser un plomo.
--Primero, como soy no me jode, segundo, estamos recorriendo esta isla, que más que invadida de piratas, lo esta de mosquitos, tercero, llegamos al fin o al comienzo del arroyo, cosa rara, hay una zona con césped, que llega hasta la orilla, porque no nos sentamos sobre el y miramos, pasar las lanchas por el río, las nubes por el cielo y el tiempo, en nuestras almas, Amelia, te encuentro “rara como encendida” ¿Qué es lo que te pasa? Hermosa mujer, que no se interesa por mí y a la cual, debo obedecer en silencio.
--No me pasa nada, tan simple como eso, estoy cansada, quizás las violentas escenas de celos, que tuve con Juan últimamente, nuestra separación, todo eso me jodio más de lo que pensaba, pero ningún problema, por eso decidí tomarme, estos días de descanso y mira vos, me los vine a tomar con el hombre, al que Juan menos simpatía le tenía, de todos mis compañeros de trabajo.
--Es cierto, así lo sentí siempre, todas las veces que nos encontramos, en reuniones, entendí que a él no le caía nada simpático, pero nunca supe porque, que yo sepa, jamás le dí ningún motivo, para que me tenga bronca, fue por eso, que cuando me invitaste, te pregunte por él, no habría aceptado tu invitación, si sabía que todo andaba bien entre ustedes, no quiero líos, ahora que te separaste y podes hablar, con más libertad, te pregunto, ¿Sabes la causa o el motivo, de su rabia para conmigo?
--Los celos lo tenían loco, decía que eras el único tipo del grupo, que no tenía pareja y estaba solo, además llego a imaginar que el destino, el nuestro, el mío y el tuyo, un día se iban a unir, te digo, estaba muy, pero muy celoso de vos, no se, cosa de locos.
--Menos mal que te separaste, no quiero saber nada, con tipos celosos y violentos, ¿Por qué era algo violento, no?
--Mira si, era un tipo, que nunca demostraba alteración en su carácter, pero si algo de pronto le caía mal, estallaba y se volvía loco.
--¿Te pego alguna vez?
--No jamás, eso nunca se lo hubiera permitido.
--¿Vos te casaste con él, no?
--Si, nos casamos ara dos años, después de haber convivido cuatro, la verdad, no se porque lo hice, hoy pienso que fui una pelotuda, pero bueno, lo hecho, hecho esta.
--Esta bien, que te calienta, total ya se separaron, hace el divorcio y listo, que problema hay.
--Ninguno, es lo que voy a hacer, pero por el momento, no tengo apuro. Volvamos a la casa, es hora de que prepares el fuego y hagas el asado prometido, sino vamos a comer, a las cinco de la tarde.
--Tenes razón, volvamos.

Desandaron lo andado, por la orilla del arroyo, hasta llegar a la casa, de techo a dos aguas de chapas rojas, Martín, fue a la parrilla, donde iba a cocinar la carne para comer, preparó el fuego, Amelia le trajo la tira de asado, él la corto en cuatro trozos, la adobo y la acomodo arriba de la parrilla, se quedo cuidando el fuego y la carne, para que se cocine pareja por todos lados, ella, fue a la casa y preparó la ensalada de tomates y cocino las papas, concluido el tiempo que llevó el asado, ambos estaban comiendo, en el living, es más, ya habían terminado cuando Amelia, que venia hablando poco, dijo.

--Martín, mira estoy cansada, te digo, recansada, te pido un favor, acomodas vos, que yo no doy más y me quiero tirar un rato, para dormirme una buena siesta.
--Ningún problema, anda que yo junto, lavo y acomodo todo, después yo también me voy a descansar, es una buena idea dormir un rato, si no cortas el día de esta manera, el tiempo aquí, no pasa más, de paso como vos decís, descansamos un poco.
--Tal cual, me voy a la cama, nos vemos más tarde, cuando despertemos, tomamos el te.
--De acuerdo, anda a dormir, que descanses.

Amelia, se fue a su habitación, cerró la puerta y se acostó, después de acomodar todo, como había dicho, lo mismo hizo Martín, en el otro dormitorio, que había en la casa. Mientras esto ocurría en el Tigre, en el departamento de Amelia, en la Avenida Libertador y Córdoba, Juan estaba viendo futbol, por televisión, de pronto lo sacó de su distracción favorita, el inoportuno sonar del teléfono, rezongando, porque su equipo estaba en desventaja, frente a su clásico rival, fue a atenderlo.

--Hola.

Del otro lado el silencio.

--¡Hola!

Fue entonces, que escucho una voz masculina, que le decía socarronamente.

--Pelotudo, tu mujer no está en Mar del Plata, esta cogiendo en el Tigre, con Martín, la muy puta, se lo llevó a la casa que ustedes tienen, en el arroyo Esperita.

Clic, cortó, de nuevo el silencio.

--¡Hola!, ¡Hola!, La gran puta madre, ¡Habla carajo! ¿Qué decís de mi mujer?

Silencio, Juan colgó, de pronto se volvió loco, ya no le interesaba el futbol, ni su equipo favorito, ¡Nada! Solo una idea atravesó su mente y se quedó fija para siempre, ¡Martín! El muy hijo de puta, estaba cogiendo con su mujer, loco de ira se dirigió a su habitación, se cambió, de su mesa de luz, saco la cuarenta y cinco que siempre lo acompañaba, cuando no se sentía seguro, salió a la calle, paró un taxi y fue derecho a Retiro, un rato mas tarde, se encontraba rumbo al Tigre, Martín el hijo de mil putas, se la iba a pagar. La joda que recién tendría lancha, a las diez de la noche, mejor, los agarraría en la cama, cogiendo y entonces, ahí, con las pruebas de la deshonra, a la vista, Martín sería hombre muerto, ¡Que joder! A él, nadie le cogia la mina y se las llevaba de arriba, pagaría con su vida, semejante deshonra a su condición de macho, después de todo, si tenía líos con la justicia, el abogado Pereira, famoso penalista, amigo de Amelia, seguro le arreglaría todo el quilombo judicial, gran amigo Pereira, excelente, en su relación con Amelia, cordial, un caballero como se comportaba con ella. Automáticamente, lo comparo, con el hijo de puta de Martín, no había comparación y saltaba a la vista, que Pereira, nunca iría a hacer una chanchada como Martín, era un señor, otro estilo, otra cultura, otra clase social, en cambio Martín, siempre lo dijo y a su mujer también, era un chanta, un groncho, pero pronto dejaría de serlo, cuando una bala de su cuarenta y cinco, se incruste en su cabeza, está idea lo calmo un poco, pero otra idea en simultaneo, le vino a la mente, ¡Que haría con Amelia su mujer? Según la vos del teléfono –no quiso utilizar la palabra que dijeron, para referirse a ella- había sido, quien se lo llevó a su casa en el Tigre, esa casa, que le costo tanto hacer, con los hermosos fines de semana que pasaron en ella, ¡como mancillarla así!, ¿Estaría loca Amelia? Pero bueno, el tema era que hacer con ella, una vez muerto Martín, ¿La mataría también a su mujer?  No, no, imposible hacer eso, debía perdonarla, debía entenderla, en realidad, no sabía que carajo debía hacer, pero cualquier cosa haría, menos matarla o dejarla, era su mujer y el la quería, un desliz, una falta, seguro que fue Martín, quien la enloqueció de esa manera y la obligó, a cometer semejante acto de infidelidad, desde todo punto de vista repudiable, si, ya estaba más tranquilo, podríamos decir, totalmente convencido, que el único culpable era Martín, solo él, fue él el causante de esta deshonra, si, pagaría con su vida este daño, que le había hecho a él, Juan, una persona honorable, que no se merecía eso, si era lo mejor, matarlo y listo, a eso iba rumbo a su casa en el Tigre, sobre un tren, que le parecía muy lento y una rabia, que volaba a una velocidad increíble. En el Tigre en tanto, todo era diferente, Martín el sentenciado por un anónimo telefónico, ni por asomo suponía, que un marido despechado, viajaba por los rieles, en busca de su muerte, por el contrario, mas bien se encontraba distendido y feliz, cenando con Amelia, mientras disfrutaba de verla y conversar con ella.

--Como te decía Martín, te portaste como un amigo ejemplar, estoy contenta de haberte elegido, como compañero, para este fin de semana, que quise pasar en el Tigre, tranquilo, sin ningún problema y gozando, de una buena compañía.
--Gracias Amelia, te digo que la estoy pasando muy bien a tu lado, es más, me asombra lo distendido que estoy y que en todo momento, te vea solo como una amiga, es asombroso.
--¿Me lo estas diciendo, para provocar mi lado sexi, Martín?
--No mujer, de verdad te lo digo, estoy muy contento de estar aquí y en compañía tuya, como amigos nada más y que esto sea, muy agradable para mí.
--Mejor así, Martín, te quería decir una cosa.
--Si, que.
--A la noche aquí en el Tigre, es el momento donde más asaltos hay, esto no significa que justo hoy, nos pase algo a nosotros, pero por precaución, te pido Martín, que cuando nos vayamos a dormir, te lleves con vos, la pistola que está ahí colgada, no sea cosa, que tengamos algún problema  y no podamos defendernos.
--Perde cuidado, me la llevo, nunca está demás la prevención.
--¿Sabes usarla?
--Por supuesto, no tengas temor, si pasa algo quédate tranquila que se como proceder, el miedo me calma.
--Mejor así Martín, es una garantía para mí, hablando de dormir, ya son las ocho y media, que te parece si lavamos los platos, acomodamos todo y nos vamos a dormir.
--Como quieras.

Acomodaron, lavaron y guardaron, un rato después en el Tigre, sobre el arroyo Esperita, en la casa de techo a dos aguas, color rojo, todo era silencio y oscuridad, sus habitantes dormían, mientras que en el puerto, un hombre, nervioso y se podría decir, también iracundo, caminaba de una punta a otra del muelle, esperando que se hagan las diez, para que la lancha colectivo, salga hacia ese arroyo, dado que él, debía saldar una deuda de honor, justamente en la misma casa, que Martín y Amelia, descansaban, ignorantes de todo lo que iba a suceder horas más tarde. Juan no otro, era este hombre, fumo su décimo cigarrillo. En el río oscuro, flotaban sus puchos a medio terminar, estaba ansioso, quería llegar de una vez y cumplir con su cometido, el tiempo de espera, lo ponía más loco todavía y al fin, con el undécima cigarrillo, la lancha llegó y subió a bordo, se acomodo en el asiento que le correspondía y espero, que esta parta, una vez más, se tocó la cintura, a ver si la cuarenta y cinco estaba en su lugar, el arma se encontraba ahí, justo en el sitio donde se la había acomodado, sobre su lado izquierdo, a la altura de la cintura, estaba seguro que Martín no se escaparía a su venganza, luego vería que hacer con Amelia, pero esta vez, no se la iba a llevar de arriba, recordó las otras veces, que se había ido, a reuniones similares, no sería pensó, que estas reuniones no eran más que excusas, para escaparse con este tipo, de pronto estuvo casi seguro de que eso era así, si, se dijo, esta no sería la primera vez, lo debió haber hecho cornudo, desde hace tiempo, desde el tiempo, que el recuerda, empezaron estas reuniones, de fin de semana, todas con aparentes motivos comerciales, pero la realidad el hoy la veía así, fueron salidas programadas, para encamarse con Martín, toco la cuarenta y cinco, el frío del metal lo tranquilizo, es como si fuera con un amigo, a saldar una deuda, e ir juntos, lo hacia más seguro. Era una noche de luna clara, se podía desde la lancha, ver la costa del río, las luces internas de las casas, que brillaban en la orilla, aunque la mayoría estaban a oscuras, porque sus habitantes dormían, mejor así, si dormía estaba indefenso, a su merced, era cuestión de madrugarlo y tirarle primero, ni se darían cuenta, del arribo de la lancha al muelle, esperaría un poco, hasta que esta se aleje, lo suficiente, para que se vaya con su luz y con sus miradas indiscretas y luego si, subiría despacio los escalones, con su llave abriría la puerta y una vez, dentro de la casa, buscaría en cual de los dos dormitorios, dormirían juntos, para entrar y matarlo, recordó como al pasar, que cuando iban a la casa, para dormir Amelia, siempre elegía hacerlo en el cuarto de la izquierda, seguro que estarían durmiendo ahí, porque a ella le gustaría coger, donde se sintiera más cómoda, de pronto noto que la lancha, dejaba el río y se internaba en el arroyo, se levantó y fue hacia el lanchero, un rato después, este atracaba en el muelle y lo dejaba solo en el, frente a su casa, espero un poco que la lancha se alejara del lugar, cuando esta desapareció, tras una vuelta del arroyo, decidió subir la escalera, era una noche clara, las sombras se veían y los silencios, se escuchaban, consecuencia de la paz profunda, que se forma alrededor de una naturaleza dormida. La que no estaba dormida era Amelia, silenciosa dentro de la casa, miraba a través de la ventana del living, impaciente, esperando el momento, que la lancha llegue al muelle, cuando esto ocurrió, vio lo que esperaba ver, a su marido bajando de ella, aguardando un instante, a que esta se alejara lo suficiente, para no ser visto por los pasajeros y una vez, ocurrida tal cosa, lo vio venir hacia la casa, revolver en mano, no espero más, era el momento, desarreglo su pelo, trato de dar a su semblante, la representación del terror y la angustia, fue hacia el cuarto de Martín y lo despertó.

--¡Martín! Mantene la calma y guarda silencio, habla lo más bajo posible.
--¿Qué pasa Amelia?
--Escuche un ruido en el muelle, me levante y miré por la ventana, la noche clara, me mostró a un hombre, que viene hacia la casa, con un revolver en sus manos, no se si viene a robarnos, o lo que es peor a abusar de mi, luego que cometa el robo, ¡Martín! Tenes que hacer algo, como te dije, esta armado, oigo sus pasos en la escalera, dentro de unos segundos entrara aquí, puede hacer un desastre, por favor Martín sálvame, sos el único que puede hacerlo, ¡Tengo miedo! Agarra la veintidós que sacaste de la pared,  ¡Agarrala! Defendeme y defendete, esta por entrar.
--Tranquila Amelia, tengo el arma, no salgas por nada, quédate dentro de la habitación.

Martín, empuño el arma y salio al living, se coloco en la pared, entre las dos puertas, de ambos dormitorios, agazapado de rodillas, apunto la veintidós hacia la puerta, el mango de la pistola le dio tranquilidad, de pronto, se vio como un cazador que espera a su presa y sabe, que la misma está perdida, él lo espera, la presa debe entrar, de pronto escucho que la puerta se habría, un golpe de claridad, inundo la habitación, en el marco de la misma, apareció un hombre, que comenzaba a tomar posición para dispararle, no espero más, sabía que un tiro de veintidós en el pecho podía herir, dos, matar, apretó dos veces el gatillo y la figura, en el marco de la puerta, ceso bruscamente de acomodarse, giró sobre si misma y cayo al suelo, el silencio todo lo envolvió, Martín noto, que el arma del hombre había caído, al lado de su cuerpo, que podía acercarse a el sin temor, pero imprevistamente, la adrenalina se acabó y sintió, como algo parecido al miedo, su presa no era un animal, era un ser humano, alguien como él, quizás con familia y sus mismos problemas, lo había matado, había terminado con su vida y con todo, lo que esa vida significaba para otros, que ni siquiera el conocía, no quiso ir a verlo, se quedo en el lugar donde estaba, agazapado y con el arma en la mano, quizás sería necesario matar, a sus pensamientos, para estar tranquilo, fue Amelia que pasando sobre el, encendió la luz del living y se acerco al cuerpo, que ya conocía, pero tenía que hacerle ver a Martín, que nunca en su vida hubiera imaginado, que el muerto, era Juan, su esposo. ¿Cómo lo haría? Necesitaba de todas sus fuerzas, para la última actuación, la que más precisaba, fuera convincente para Martín, se acerco entonces al hombre, tirado en el suelo, miró su cara y un grito desgarrador, sonó en el arroyo Esperita y recorrió todo su curso, hasta la desembocadura del río.

--¡Martín! ¡Que has hecho! Es Juan. ¡Mi Juan! ¿Cómo pudo, por amor de Dios, haber sucedido esto? Juan aquí en plena noche, entrando sin darse a conocer, con un revolver y terminando muerto. ¿Qué ha pasado Dios mío? No lo entiendo, por favor Martín, ¡Deci algo! ¡Habla! Que me voy a volver loca.

Martín más que sorprendido, preocupado por lo que acababa de suceder, se acerco a Amelia e hizo que se incorpore, mientras trataba, de que al menos se calme, en efecto, quien yacía muerto en el suelo, era Juan y quien lo había matado, más allá de toda duda, era el Martín,  ¿Cómo arreglar este despelote, Dios? Por lo pronto, trató de consolar a Amelia, para que juntos, vean que hacer con este inmenso problema, que de pronto se les presentó.

--Amelia por favor, veni cálmate, ¡Cálmate te digo! Más que gritar, es necesario que pensemos que hacer, no se si te das cuenta, que suponiendo que era un ladrón, mate a tu esposo, estoy en problemas Amelia, vos sos la única persona que me puede salvar, fuiste testigo, de que actúe en legitima defensa, mate a un hombre armado, que entró a nuestra vivienda, con intenciones de robo, ¡Entendes! Con intenciones de robo, eso es lo primero que debes declarar.
--Si Martín seguro, ¿Pero porque la presencia de el, en esta casa?
--Debes decir que era un hombre, que te celaba mucho y se ponía como loco, cuando otro hombre te miraba, debes decir que estabas harta de sus escenas de celos, sobrecargada de trabajo, decidiste venir con un amigo, un amigo de tu mayor confianza y cercanía, ha descansar un fin de semana en el Tigre, viniste con un amigo, porque tenias miedo de hacerlo sola, ni tampoco una amiga te daba tranquilidad, ya que pasaban a ser dos mujeres indefensas, ante cualquier cosa que pudiera ocurrir, llegaste aquí, para reponerte del alto stress, por el que estabas pasando, que aparentemente él se entero y en su afiebrada mente, producto de los celos pensó, de manera equivocada, que lo estabas haciendo infiel y vino esta noche, aquí para matarnos, todo esto y tal cual, debes explicar a la prefectura, cuando ahora la llamemos.
--Así lo haré Martín, tu planteo es correcto y tal vez, eso halla pasado en su cabeza, pero debo confesarte algo, para que lo sepas y veamos, si nos perjudica, te mentí en lo de la casa, no es la de unos amigos, es la casa que teníamos para los fines de semana, junto con Juan.
--Amelia, hay algo peor y que lo mismo nadie lo sabe, estoy convencido, -no se porque motivo ni me interesa- que vos me trajiste a esta casa, para que yo mate a tu marido.
--¡Martín discúlpame! Como voy yo a hacer eso, ¿Por qué lo quería a Juan muerto y además, meterte a vos en un quilombo semejante?
--Te digo, es lo que yo pienso, no me preocupa saber los motivos, si los hay, habrán sido producto de tus propios problemas con él, cosa que para nada me interesa saber, en cuanto a de quien es la casa,  hiciste bien en decírmelo, lo que le tenes que declarar a la prefectura, que fuiste vos la de la idea, de venir a este lugar, yo no sabía de quien era la propiedad, llama a la prefectura, ¿Tenes el número?
--Si, siempre lo teníamos, por cualquier cosa.
--Algo más, ¿Tenes algún abogado amigo?
--Si.
--Llámalo a él, antes que a la prefectura, quizás ambos lo necesitemos, explícale lo que paso y decile, como debemos actuar, métele, que si nos demoramos mucho y no damos aviso a prefectura, nos complicamos más.
--En un segundo lo llamo.

Amelia, fue hasta el dormitorio y volvió, con una agenda, buscó un número y llamó

--Hola Pereira.
--Si Amelia amor, ¿Paso lo que tenía que pasar? ¿Juan está muerto?
--Si doctor, mire le explico, estoy en un grave problema, estaba descansando en mi casa del Tigre, con un compañero de oficina, cuando en medio de la noche, apareció un hombre armado en el interior de
--No me contes toda la historia que ya la conozco, amor.
la misma, mi compañero lo mato, fuimos a ver y horror, era mi marido, ¿Qué hacemos? ¿Qué le decimos a prefectura?
--Hasta ahora, va saliendo todo bien Amelia, conta las cosas tal cual pasaron, supongo que el caso entrará, en legítima defensa, lo más importante, que ya nos desembarazamos de Juan, que es lo que más nos jodía.
-De acuerdo doctor, cualquier cosa lo llamo.
--Chau amor, una pregunta, ¿Quién es ese Martín? Mira que soy celoso.
--El tema no es insignificante, no se preocupe doctor, haré lo que usted diga.
--Cuando vuelvas a tu casa, quiero que nos veamos, llámame.
--Muy bien, buenas noches.

Colgó y se encontró con la mirada de Martín.

--¿Qué te dijo?
--Que de acuerdo a lo que le conté, cree que cae perfecto en defensa propia, de cualquier manera el lunes, que lo llame y el verá, como siguen las cosas.
--Llama a la prefectura.
--¿Que les digo?
--Que acabamos de matar a una persona, que entró a tu propiedad armado, cuando vengan, le aclaras que es tu esposo, que tenía celos, que se yo, me parece que me paso el fin de semana en cana, por suerte a vos te mandan a tu casa, lo único que te pido, que trates de sacarme con ese abogado que conoces.
--Sos un amigo Martín, no vas a quedar preso por esto.
--Así espero, llama a prefectura.

Amelía marco el número del destacamento y se comunico con ellos,

--¿Prefectura?
--Si señora.
--Les hablo del arroyo Esperita, a seiscientos metros de la desembocadura con el río, mi casa se llama “Los Enamorados”, hace un rato, entró un hombre armado, mi compañero, la persona que estaba conmigo, se dio cuenta de su presencia en el interior de la casa y disparó, el intruso cayo muerto,¿Pueden venir?
--Ya sale una lancha para allá señora.
--Gracias.

Se volvió hacia Martín y de pronto, tuvo un impuso, un raro impulso en ella, fue hacia él y lo abrazo, fuerte y largamente, como si le estaría pidiendo disculpas sin hablar, Martín sorprendido, se dejo abrazar, quizás el también sin darse cuenta, necesitaba que lo abracen en ese momento especial y único en su vida,
--¿Qué pasa Amelia? ¿Qué te sucede mujer? No me debes nada, lo que paso, paso, reponete y ayúdame, a salir de este despelote.
--Tenes razón, es eso lo que hay que hacer, pero por un instante, no se, pensé que te había metido en un quilombo bárbaro y me sentí culpable, perdona.
--No penses, es mejor que estés lo más tranquila posible, cuando venga prefectura, grábatelo en la cabeza, para mí, el tipo entró armado con el fin de matarnos, nadie lo indujo a nada, fueron sus celos enfermizos, los culpables de todo, nada más, ¿Entendiste?
--Si Martín, seguro que fue así, ¡Mira! Ahí en el muelle, ya tenemos a la prefectura con nosotros.
--Abriles y se lo más natural, en tu explicación de los hechos, deciles que soy un compañero de trabajo, de cualquier forma, si ellos suponen fuera tu amante, esto me jode un poco mas, pero eso será trabajo para tu abogado, ¿Entendido?
--Si.

Un oficial y un sargento, ya se dirigían a la puerta de la casa, Amelia les abrió y los hizo pasar, observaron un segundo la escena que se presentaba a sus ojos, un cuerpo, el de Juan, caído a poca distancia de la puerta, cerca de él, en el suelo una pistola calibre cuarenta y cinco, sobre la mesa una veintidós corta, en la habitación, parados, Amelia y algo más atrás Martín. Para alguien acostumbrado a estas cosas, en el ambiente se notaba todavía, un leve olor a pólvora, el oficial se dirigió a Amelia, le pregunto que había pasado, ella explico y respondió, tal como habían quedado con Martín, llevaron aparte a Martín y este corroboro, todo lo dicho por la mujer, agregando que ella lo despertó, cuando, como había dicho, escucho ruidos en el muelle, el tomo el arma, que había en la casa y en el instante, que la persona entro, al verla armada, disparó, sin darle tiempo, a que el haga lo mismo, luego encendieron la luz y vieron con horror, que el muerto no era otro, que el esposo de ella. El sargento sacó huellas de parafina, en las manos del muerto, en las de Martín y también en las de Amelia, con una tiza, marcaron la posición del cuerpo en el suelo, ambas armas, fueron colocadas, en distintas bolsas de plástico, en el ínterin, llego otra lancha con más personal, que una vez hechas todas las pericias, llevaron el cuerpo de Juan, a la morgue judicial, Martín en calidad de detenido, tuvo que acompañarlos al destacamento, a Amelia le preguntaron que quería hacer, esperar a la lancha colectivo, para ir al puerto y volver a la capital, o que ellos la acerquen, les dijo que prefería, que la lleven ellos, subieron a la lancha de prefectura, que se alejó de la casa, dejando personal de custodia en la misma. Una ves en el puerto, Amelia se dirigió a la estación de trenes, abordo uno que estaba por salir, para la terminal de retiro, se dejó caer en un asiento y cerró los ojos, los apretó con fuerza, para borrar de la mente, todas las imágenes que le molestaban, de este horrible fin de semana, que no tuvo más remedio que pasar, su marido, ese despreciable tipo, que le había jodido la vida desde siempre, ya no estaba más, Fernando Pereira, su Fernando, el gran amor de su vida, ha partir de hoy, sería su amor único e inseparable, en cuanto a Martín, su compañero de trabajo, el perejil que uso como instrumento ejecutor, de toda esta trama asesina, diseñada por Fernando, esperaba que salga indemne de esta experiencia, que ella le obligo a hacer, sin que él por su ignorancia, pudiera oponerse. Había triunfado, el circulo cerró perfecto, no sentía remordimiento alguno, Juan tuvo lo que se merecía, ella no iba a enterrar su juventud y el amor, que por fin había encontrado, atada a un hombre, que le cerraba todas las puertas, para ser libre, entonces, por supuesto, el mismo se buscó la muerte, la única puerta, que le quedaba por abrir, para escapar de él. Ya era suficiente, ya se calmaba, la lógica, su lógica, el sentido común, su sentido, la sensación de que había hecho, nada más que lo que debía hacer, la fueron tranquilizando, abrió los ojos, su mente estaba quieta, segura, en algún lugar de ella, dentro de un cofre que decía pasado, Juan y el fin de semana en el Tigre, quedaron ocultos para siempre, Fernando y el presente lo invadieron todo, se dio cuenta que había jugado fuerte, muy fuerte y ganó, debía entonces gozar de ese triunfo y olvidarse de todo.



      




  






    



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