sábado, 25 de junio de 2011

TARDE DE INVIERNO


                                         

Ausente una ves más estaba triste, hoy no se iba a encontrar con el ni con nadie, sola en su hogar, a través de la ventana el cielo encapotado y gris, el pavimento mojado, los árboles desnudos, todo le anunciaba el invierno, esa estación del año donde el espíritu se contrae y la melancolía de los propensos a ella, acude con más frecuencia a visitar su ánimo. Pensó en prender la tele o alquilar una película o leer un libro, pero nada de eso hizo ¿Tal ves si llamara por teléfono a una amiga? Le faltaron las ganas de llamar. ¿Si el se comunicara con ella? No se iba a comunicar. ¿Qué hacer entonces? ¿Solo quedarse sentada frente a la ventana viendo pasar el día? ¿Por qué no? Quizás mañana todo fuera diferente, el cielo, la calle, su mente, todo distinto a lo que hoy se presentaba, si así fuera bien valía la pena hoy quedarse sentada sin hacer nada ¿Pero si no fuera así?
Si las nubes, el frío y el viento, unidos por el clima, harían que todo siga igual y nada cambie sobre este cielo de invierno que hoy la entristecía. Casi seguro que si, que mañana sería igual que hoy y que pasado y que más días adelante, porque el invierno llega y tarda en irse, porque también es cierto que no depende de nosotros que se vaya, pero si de nosotros, que no nos haga daño, que no nos ponga tristes, que si el sol se nubla afuera en nuestro propio ser por el contrario, brille con luz propia. Ese es el sentido, el sol de cada uno, la luz interior que nos proteja de las tinieblas externas, de los firmamentos oscuros, de las noches eternas y de los vientos fríos que cruzan el invierno. Pero una pregunta ¿Dónde quedó su luz interna? El brillo que orade las sombras que aparezcan ¿Dónde quedó? ¿En que momento se apagó la llama, el faro, la linterna, el haz de luz que nos gobierna? No lo sabia, talvez quizás pudo ser de a poco, como todo fuego que no fue alimentado y con fuerza quemó sus grandes leños y después, con el tiempo se apagaron al fin sus tenues brasas y solo fueron ceniza, ceniza gris volando con el viento, lo que ayer fueran llamas, lo que ayer fueran sueños y esperanzas hoy era nada. Así de pronto devastadora y triste, sobre la habitación en penumbras reinaba la memoria, mientras volaban los recuerdos cual aves que no cesaban de volar, hubo un rumor de sueño, hubo un aletear de tiempo que se iba y ella sin saber porque, sin darse cuenta acaso, se quedó dormida.

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