El bosque es como nuestra primera casa, el lugar primitivo del comienzo de todo, así esté situado al borde de una capital moderna, formando parte de una ciudad balnearia, o en el centro mismo de una gran metrópolis que restringe al máximo sus espacios naturales. Todo en el es calma y quietud, el verde y el celeste o el brillo de la estrella, sobre el oscuro manto del apagado cielo, todo se impregna de silencio y el silencio entonces pasa a ser lo único que se escucha. Si a esto le agregamos un lago interno y sus aguas tan quietas, que solo las mueve la brisa que recorre las hojas de los árboles, tenemos completo el escenario del goce de la vida y sentados en el suelo podemos ser actores de esa paz.
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