martes, 22 de febrero de 2011

Recuerdo


Recuerdo que éramos tres, Julia, Alberto y yo, recuerdo que nos conocimos en la facultad, recuerdo que Julia era hermosa y Alberto su novio, un hombre perfecto, varón sin una macula desde su nacimiento, recuerdo también que vivían en pareja por el barrio de Palermo, cerca de la placita Serrano, cuando Palermo era un barrio común y la Plaza Serrano un lugar insignificante, en donde se vendía y compraba chatarra, hierros viejos , extrañas piezas de máquinas deshechas, retiradas de fabricas fundidas. Recuerdo que yo vivía en Belgrano y me tomaba el cincuenta y cinco para ir a verlos, casi siempre para estudiar juntos, rara vez estuve con ellos en un acontecimiento social, era el amigo de la facu, al que se recurría para preparar alguna materia ante la proximidad de los exámenes. Recuerdo más, recuerdo que ambos eran reservados en su vida intima, se decía entonces, lo repetían los estudiantes, los profesores, los pasillos de la facultad, las aulas pobladas, que ella no lo quería, le era infiel, gozaba con hacerlo cornudo, perderse en los brazos de otro hombre, para luego invariablemente volver a el. Recuerdo que yo era  estupido, de una estupidez premeditada y lógica, discutía con todo el mundo, ¡Si con todos! Que eso no era verdad, que jamás en el tiempo que éramos amigos, note nada en ellos de lo que se decía, que Julia lo quería y el, Alberto,  me lo había confesado más de una vez, no podía vivir sin ella y siempre frente a ellos, fui testigo de un gran amor entre los dos. Recuerdo que una tarde como tantas, que estudiábamos para rendir examen, tome el cincuenta y cinco y fui a Plaza Serrano, me baje y camine las dos cuadras, que me separaban de la casa donde ellos vivían, recuerdo que era una tarde de octubre, soleada y linda, recuerdo que sentí ganas de soñar, de estudiar, de terminar la carrera, de encontrar una mujer y de casarme y ser tan feliz como Julia y Alberto, recuerdo que todo esto fue consecuencia, de la calida brisa que atravesaba mi cuerpo, estaba contento y quería vivir. Recuerdo que sin darme cuenta, ya estaba frente a la casa de ellos, recuerdo que toque el timbre, una, dos, tres veces, recuerdo que me llamo la atención que no me abriesen la puerta, ya que sabía me estaban esperando, recuerdo no se porque, que de pronto la brisa dejo de ser acogedora y una inquietud, recorrió mi cuerpo, recuerdo que empuje la puerta y esta se abrió, recuerdo que entre sin que nadie viniera a recibirme, seguí el pasillo que llevaba al living, vi la mesa donde estudiábamos siempre, con los libros abiertos y los cuadernos de apuntes ocupando su lugar, oí el silencio y el ruido de mis pasos que lentos avanzaban, recuerdo que era como una música extraña, que rompía la quietud imperante en esa casa, recuerdo que levante los ojos y vi luz en la cocina, recuerdo que camine a ella como hipnotizado previendo no sabía que, aguardando se me revelara el peor de los misterios. Recuerdo que cruce el vano de la puerta y vi los cadáveres, ambos con un balazo en la cabeza, los cuerpos uno sobre el otro, en la mano de el un revolver y en la de ella, una carta, recuerdo que me acerque trémulo, recuerdo que no me importó él y su revolver, solo miré la carta, creí reconocerla, recuerdo que me agache y miré bien, era mi letra, recuerdo que leí “Ya tengo todo arreglado amor, vamosno del país, es hora de que dejes a Alberto para siempre.” Recuerdo que arranque el papel de esa mano muerta, su mano que tantas veces retuve entre las mías, recuerdo que la vi por última vez y me fui para siempre, recuerdo que desde entonces, desde entonces estoy aquí, el siquiatra dice, que un día dejaré de recordar.



ricardolferraris@gmail.com

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