domingo, 4 de agosto de 2013

LA NEGRA



Cuando quiso acordarse, de nada le valió saber que había perdido. La cosa era muy sencilla, en ese mundo donde él se cobijaba, perdiste y fuiste, eso es lo que sabía y eso lo que le hicieron entender, hasta ese momento, hasta el día exacto del quilombo todo le había ido muy bien, acertaba siempre y sus trabajos eran bien valorados por los de arriba, pero ese día, ese nefasto día sin saber porque, jugó la ficha equivocada y ahora debía pagar las consecuencias, empacar e irse y con fortuna salvar el pellejo. Le dijeron tenes suerte, te pasó con la negra, si fuera otra ya estarías muerto, pero la negra manda y a la negra el jefe le perdona un desliz, pero a vos quiere verte bien lejos pero no muerto, porque la negra pidió por vos y el concedió. Tipo extraño el jefe, lo había hecho cornudo con la mujer que era su compañera y a la vez fue amante suya, cosa extraña también la negra, como manejaba a dos hombres, se quedo con uno el más exitoso y seguro de los dos, pero antes hizo que al otro, le perdone la vida. Suspiro hondo y el cuerpo de la negra le vino a la menoría y también el día, que los dos fueron al telo y lo orgulloso que se sentía de haberlo hecho, pero ahora todo cambio, debía irse más sin embargo se negaba a hacerlo ¿Por qué? Muy simple, le había gustado la negra, quería seguir sintiendo su cuerpo sobre el suyo por mucho tiempo, y si se iba eso no ocurriría jamás ¿Qué hacer entonces? Pelear su amor se dijo, por la negra todo, aunque ella hizo que le perdonaran la vida no sabía que eso no le importaba, que le daba lo mismo vivir o morir, si el precio era no verla nunca más. Solo debo hacer una cosa pensó, como cuando tuvo a su lado los pechos y el sexo de la negra, solo una, dejó de empacar sus cosas y busco en su campera la cuarenta y cinco, la estuvo sopesando en su mano un largo rato,  como cuando levantara a la negra desnuda en el telo, después, decidido guardo el arma entre el pantalón y el saco y salió de la habitación, subió al tercer piso y golpeo en la puerta del cuarto del jefe, una voz autoritaria grito entre, le hizo caso y entró, cuando se vio frente a él le descargo la cuarenta y cinco, mientras este caía muerto se le ocurrió pensar, que ahora la negra no tendría que elegir.

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