En un país lejano vivía una princesa, que a diferencia de otras muchas
era fea y reservada y nunca en su vida le había sucedido nada. Pasaba los días
en la corte obedeciendo a su madre y dedicada al protocolo, que su condición de
noble le obligaba, pero una tarde mientras caminaba distraída por los jardines
del palacio, de pronto se detuvo algo turbada. A metros de distancia de donde
se encontraba vio a un joven, dedicado al cuidado de las flores de un estanque
y le llamo la atención, lo hermoso que era y le llamo la atención, no haberlo
visto nunca en el palacio cuando ella, ese jardín lo visitaba muy seguido.
Sorprendida quiso seguir caminando, pero fue el joven quien se lo impidió al
hablarle.
--Princesa ¿No nos hemos visto antes?
--No que yo sepa joven jardinero.
--Usted no sabe pero yo se que nos hemos visto, yo era la flor de
narciso allá en la orilla izquierda del estanque, donde usted cuando venía al
jardín se detenía a contemplarme.
Ella inquieta, dirigió la vista hacia la planta que el le indicara y con
asombro, noto que la flor ya no se hallaba allí, sorprendida se volvió al
joven.
--La flor de narciso ya no está y
según usted era ella ¿Qué significa esto?
--Pueden haber sucedido dos cosas, o bien yo la arranque para
presentarme ante usted de esta manera, o por el contrario paso lo que debió
pasar y ya le cuento. Vengo de un lugar lejano como ocurre siempre que uno
llega, en donde los que allí viven practican la magia de las transformaciones y
se aprovechan de ellas, para conseguir sus objetivos. Yo quise conocerla,
porque su fama decía que era fea y yo pensaba y pienso, que ninguna mujer puede
serlo, que es cuestión del hombre que la mira valorarla y no dejarse llevar,
por la habladuría de los otros, por lo tanto le rogué al mago de mi reino, que
me convierta en flor e introduzca en su palacio y así fue, como terminé en la
orilla de su estanque, pero…siempre hay un pero en toda transformación mágica y
este era, que a la tercera vez que usted me mirara en el estanque, se rompería
el hechizo y dejaría de ser flor y sería quien soy ahora. Su tercera visita al
estanque fue hace cinco días y desde entonces, vuelto a ser hombre, conseguí el
puesto de jardinero para quedarme aquí en el jardín, esperando verla y hoy se
cumplió mi deseo y aquí mientras usted me ve, yo la veo.
--Jardinero, caballero, príncipe, no sé cómo llamarlo ¿Qué quiere de mi?
¿O que espera conseguir? Que ha atravesado reinos y convertido en flor, para
llevar a cabo eso que ignoro.
--Yo que solo busque hermosas mujeres que a mi corazón volvieran loco,
hoy quiero saber que le pasa a él en su presencia, si el amor existe más allá
de la máscara y de las apariencias, siendo algo propio de uno y de sus
circunstancias.
--Al amor no lo conozco, de mi rostro nada dice el mundo que no sepa,
pero nadie puede saber el pensamiento que existe tras mis ojos, por lo tanto
caballero usted de mi no sabe nada y yo de usted tampoco, apenas lo que dice de
su reino, que tal vez sea cierto y de sus transformaciones, que tomo por
dudosas.
--Yo en cambio se dé usted mucho, lo suficiente para haberme interesado,
ya que las veces que la observe desde el estanque, vi sus virtudes espirituales y note
el verdadero carácter que usted tiene, por lo tanto comencé a estimarla, por lo
tanto me di cuenta, que no es suficiente un rostro para conmoverme y si una
personalidad, la suya en este caso. Princesa si me transfigure para conocerla,
hoy soy yo en persona quien le pide ser su pareja, e ir juntos a palacio a
anunciarlo a los reyes y que los pequeños del reino se diviertan.
--Caballero me domina la emoción, pero el sentido común de mis ancestros,
me avisa que vamos muy ligero, mejor ver a mis padres los dos juntos para
explicarles luego, que venimos a verlos para que sepan que a partir de hoy,
trataremos de conocernos más y si todo va bien, lo nuestro que recién empieza
terminara en boda, con la llegada al reino de vuestros padres y alguno de sus
magos porque no, para transformarme en una princesa hermosa, después de todo en
los cuentos de hadas donde nosotros nos movemos, todo es bello y termina bien y
yo quiero para nosotros, la belleza.
--Acepto -dijo él- en lo de tu carácter, como me lo demuestras con tu
sensatez estuve acertado.
Ambos tomados de la mano se dirigieron al interior del palacio, a
encontrarse con los reyes y darles la buena nueva del comienzo de su relación.
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