martes, 8 de noviembre de 2011

EL CORTADOR Y SU TELA


En  la mesa de corte tenia desparramado el tul negro, que resaltaba más sobre la superficie blanca iluminada por los tubos fluorescentes, lo estrujó entre sus manos y el tul se hizo mujer apretada por sus dedos, acarició la tela como quien lo hace con un recuerdo y a su imaginación llegaron mujeres de piel blanca con tules negros, odaliscas, producto de la fantasía de un hombre, bailando sobre las mesas vacías y tristes de un cafetín del puerto, todo eso pasó rápido por su mente y sus ojos buscaron la tijera ¡La maldita tijera! Que siempre se perdía entre las telas, para empezar el corte. Revolvió un raso rojo, un tafetán bordó y un genero de lino color hueso, hasta que al final dio con ella ¡Por fin! Se dijo tras un insulto a la tijera que se había perdido de su lado, volvió a la mesa, tiró el molde sobre el tul negro, marco con tiza y tomando la tijera con su mano, buscaron sus ojos la línea del dibujo para empezar el corte y así separarlo al tul por partes, hecho formas de un futuro arreglo, que adornaría aún mas todavía el vestido de una mujer hermosa, o tal ves iría junto a la ropa interior, que suave se desliza hacia el suelo de la habitación, en una noche de amor y dulce dicha. En eso estaba la tijera, cerrándose sus hojas sobre la tela y en el momento  en que sus dos filos lastimaban, el borde del tul negro para adentrarse en el con su profundo corte hubo un movimiento, como las olas del mar sacudidas por el viento, así de igual se contorsiono el tul sobre la mesa y adquirió volúmenes nunca vistos por el cortador en tela alguna, se inflaba, se sacudía, ora volaba para luego formar un remolino, de cuyo centro surgió una mujer joven y atrayente y a medida que surgía el tul negro la cubría, ante los ojos del cortador que asombrado la veía.
--¿Por qué lastimas mi cuerpo con tus tijeras si no te he hecho nada,  siquiera te conozco ni vos sabes quien soy?
--No se de que me hablas, yo solo corto tela y de golpe apareciste vos.
--No sabes nada de esto, eres un joven simple que para colmo no vive en el oriente de donde vengo yo, entonces si sabrías que allá lo natural es mágico y la realidad una ilusión. Debo decirte como primera cosa que con tu tijera, cortaste el hilo de un conjuro de la odiosa bruja que me convirtió en tela para librarse de mi, ya que su hijo me amaba locamente y ella pretendía alguien con más fortuna para el, entonces hecha tela me vendió en el mercado, en un barco de carga dentro de un container con miles de rollos más, cruce los mares, llegué a tu país y termine en un negocio de mayoristas, donde ahí fue que me vendieron a vos, que sin saberlo -como te dije antes- rompiste el hechizo que me tenía presa y hoy vuelvo a ser humana, pero estoy triste porque me se lejos, muy lejos de mi amor.
Pensó un rato el cortador, que después de todo era un hombre bueno de buen corazón, miro a la muchacha y le dijo.
--No puedo reparar lo del hechizo, pero si puedo si me dices de que país vienes, solucionarte los problemas del corazón que seguro tienes, solo haré una cosa que me parece la más lógica para que regreses a tu tierra, ir ya mismo a comprarte un pasaje de avión.
La muchacha lo miro y le contesto.
--No gracias, tu bondad ha roto la maldad de la bruja, puedo ser y no ser.
Y así de golpe sin decir nada desapareció. Frente al cortador, el tul negro quedó sobre la mesa, dicen los que lo conocen que a esa tela, el jamás la volvió a  cortar.





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