Esperábamos ansiosos,
la llegada de la murga al barrio, año tras año sucedía lo mismo, era sin duda
el momento más deseado por todos nosotros, que unidos por ella, nos poníamos a
bailar y cantar y reír, al son de los sordos parches del bombo y sus sonoros
platillos, incluso muchos de los vecinos se disfrazaban, para mezclarse entre
los murgueros y al ritmo de sus mismas contorciones, por un instante, creerse
parte de la comparsa ¡Carnaval! ¡Había llegado el carnaval! Los mas jóvenes
chicos y chicas, corríamos uno detrás de otro, para tirarnos agua, hasta que
nos entrase por la boca, los oídos y la nariz, más tarde, nos preparábamos para
el corso. El mismo, siempre se hacía en las cuadras más comerciales del barrio,
allí las distintas comparsas, disputaban entre ellas, a ver quien sería la
mejor, noche a noche, pasaban entre la hilera de gente agolpada en la vereda,
desbordante de alegría, jugando con pomos, matracas y serpentinas, los
murgueros, contagiaban su algarabía y el rebote de su desmesura, devuelto hacía
ellos por parte de la gente, los hacia moverse más locamente, como marionetas
empujadas por el viento, ellos y nosotros, éramos la representación más
acabada, de la fiesta del carnaval, por supuesto, después del corso para
muchos, le seguía el baile, el mítico baile de carnaval, en los clubes y en las
calles, una vez que las murgas se alejaran, hacia otros barrios, hacia otros
rumbos de la ciudad, para dar y recibir la felicidad de luces, ritmo y colores,
que llevaban con ellos y era su signo de presentación, en cada lugar en donde
se detuvieran a tocar ¡Llegó la murga! ¡Arriba murgueros! Se fue la murga y en
la calle llena de serpentinas, papel picado y sensación de fiesta, comenzaba el
baile y el desfile de disfraces y el sueño de cada uno, de ser por una ves
siquiera, quien hubiera querido ser. En una de esas noches yo, quise ser el
amor de Laura y habiendo averiguado, a que baile ella iba, decidí también ir al
mismo lugar, Laura, fue una más de mis compañeras, durante todo el secundario,
después su familia dejo el barrio y no la vi nunca más, cada tanto, tenia noticias
suyas por amigos comunes y esto fue, lo que me hizo saber, que ella esa noche
de carnaval, iría a bailar al sitio, donde en este momento yo me encontraba.
Serpentinas, mascarones, papel picado, rociadores de perfume, venta de alcohol,
música moderna, chicos y chicas en la pista, la banda de moda atronando el
ambiente con su música, ellos con sus gorritos y sus vinchas, ellas con sus
caras pintadas, sus hombros descubiertos, sus caderas ondulantes, con breves
short o polleras muy cortitas, tacos altos, zapatillas, remeras, tatuajes y la
botellita de cerveza, moviéndose sensuales en la pista, ¿Baile de carnaval?
¿Cambió el mundo? Si sacamos los gorritos y alguna que otra cara pintada, sin
tocar los tatuajes, un baile más ¡A me olvidaba! Fuera también, las serpentinas
y el papel picado ¡Pero es carnaval! Dejemos todo como esta entonces y a ver si
encuentro a Laura, a decir verdad, soy un temerario, un loco carnavalesco ¿Si
por casualidad está con su novio? ¿Si no quiere verme? ¿Si alguien se la
levantó antes que yo? O decididamente no le interesa ya nada, que le recuerde
su pasado en el barrio, pero bueno, es carnaval, pertenezco a la murga, Los
Eternos Decadentes y aquí estoy, a ver si la consigo ¿Total que pierdo? ¿Y si
gano? Me saco una duda que llevo hace ya muchos años, así pensando entre a
caminar por el boliche, despacio, mirando, esquivando serpentinas y pomos de
agua, cubierta la remera y el pantalón, de papel picado y el corazón de
carnaval amurallado. Hacía ya un rato largo, que andaba dando vueltas, cuando
de pronto, vi cerca del escenario, donde la banda actuaba, a un grupo muy
divertido, de chicas y muchachos y mezclada con ellos, la vi a Laura, moviendo
las caderas, sonriendo, bailando –si el carnaval precisa de una reina- es ella pensé,
pero siendo así, que difícil acercarse a una reina –me dije- pero esa noche, me
sentía disfrazado de no se que, con el disfraz, de capaz que hago cualquier
cosa y me acerque, atropelle, moví el cuerpo, grite, fui murguero de mi propia
comparsa y un rato después, estaba al lado de ella, bailando, provocándola con
mis contorsiones y teniéndome sin cuidado, nada de lo que alrededor mío pudiera
suceder, se sorprendió, se sorprendieron, no me di por enterado y si alguna
ves, forme parte de una murga, allí en ese momento único e irrepetible, puse en
practica todo lo que aprendí, contorsiones varias, mucha pelvis, quiebre de
cintura y ritmo sin parar, cada ves que los giros del baile, me acercaban a
ella, mostraba su sorpresa, pero piolamente me siguió el juego, si alguien
estaba con ella, no me intereso, en esa situación, me sentía el Rey Momo, el
parche del tambor, el sonido rebelde del platillo, la cinta de serpentina, que
a todos los envuelve, pero de pronto la serpentina se cortó, se acabo el papel
picado y todo porque la banda, de golpe, ¡Maldita sea! Dejó de tocar, me detuve
y se detuvieron todos, un rumor de voces y risas, recorrió el salón y las
chicas y chicos, empezaron a hablar, a tomar, a reír y a soñar, yo la miré a
Laura y Laura me miró, por un segundo faltaron las palabras entre nosotros y
solo nos estudiamos, en busca de recuerdos que a ella, me di cuenta, no le
llegaban, al final como no entendía nada, se decidió a hablar.
--Y vos ¿Quién sos?
La miré un segundo,
estuve a punto de decirle quien era, de refrescarle su memoria, pero no se
porque, solo me salió decirle,
--Nadie, uno que
festeja el carnaval, seguí en la tuya,
Y con un paso de
murga me aleje.
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