Eligieron
sentarse en los silloncitos, que daban vidriera por medio, a la calle, mientras
tomaban sus respectivos cafés, hablaban sobre el tema, que las había reunido en
ese bar, de las cañitas. Isabel, que así se llamaba, una de las dos, dentro de
una hora, tendría que acudir, a la cita semanal con su sicoanalista. ¿Porque,
se había encontrado con Dora, practicamente frente al consultorio, de este? Por
lo siguiente. Isabel ya llevaba, cinco años de tratamiento, con el licenciado
Sigfro, hombre de unos cincuenta años, bien llevados, amante de los deportes,
de trato desenvuelto, en su relación con los otros, lo que le pasaba a ella, es
que sin darse cuenta, como suele ocurrir muchas veces, se fue enamorando de él,
este sentimiento, se hizo tan fuerte, de tal intensidad, que no podía
soportarlo mas, hoy, justamente hoy, estaba decidida a confesarle, toda su
pasión y que sea, lo que deba ser. Ella no podía quedarse, ni un minuto mas con
ese secreto, que la estaba consumiendo, es mas, creía que dos, de los cinco años,
que visito a Sigfro, fue por amor, mas que en busca de consuelo, para sus
problemas, dicho de otro modo, sentía que pagaba, para poderlo ver y amarlo,
sin que el lo sepa. Por otro lado, nunca hay un secreto total, ya que este, era
compartido por su amiga Dora, quien hoy, estaba con ella como corresponde, para
ayudarla y aconsejarle, en este decisivo paso, que se había impuesto llevar a
cabo.
--¿Decime
Isabel? planeaste ya como encararlo, que decirle.
--Dora
pienso que si, pero para eso, estamos las dos aqui, es necesario que te
explique, como hare, vos me vayas corrigiendo, en caso de alguna metida de pata,
que pueda cometer, cosa que no quisiera.
--Adelante
entonces, te escucho.
--Mira,
va a suceder lo de siempre, llego a la puerta de su departamento, tocó el
timbre, al rato el abre, haciéndome pasar a su consultorio, un lugar no muy
grande, con una biblioteca, sobre uno de sus costados, mirando a este mueble y
hacia la calle, te encontras con un ventanal, que ocupa toda la pared, con su
correspondiente cortinado, que llega hasta el piso, la luz del día, apenas
puede pasar, creando una suave penumbra, que facilita el relax y la
desinhibición, a una distancia de la biblioteca, paralelo a esta, se encuentra
el diván, de un estilo totalmente clásico, para que te des una idea, yo diría
de la época de Freud, cuando vos entras al cuarto, al frente tenes el ventanal,
a tu izquierda el diván, he inmediatamente, a continuación de este, en el sitio
donde vas a apoyar la cabeza, para recostarte, hay un silloncito también de
época, donde el se sienta y escucha atentamente, todo lo que vos le vas
narrando, a su lado, tiene una pequeña mesita, con una lámpara muy tenue, un
anotador, varias lapiceras, un cronometro, que mediante un fuerte sonido
musical, anuncia el final de la consulta. Como ves, este es el escenario, donde
nació mi pasión, el lugar, en el cual necesito, explicarla para ser feliz
--Fenómeno,
todo dispuesto, para que el espectáculo arranque, ¿pero cual es el argumento?
--A
veces no se, anunciarle que ha través de todo este tiempo, sin quererlo, tal
vez por mi soledad, quizás por mi inexperiencia, se fue despertando un amor,
hacia el, que ya no lo puedo controlar, es mas, no se si soy correspondida, si
en el otro, anida también, el mismo amor, y ambos, paciente y sicoanalista,
sicoanalista y paciente, estamos enamorados, pero siendo a su vez actores, de
un tratamiento, al que no podemos defraudar, convirtiéndome yo hoy, en la
provocadora, de la ruptura de los lazos sicoanalíticos, atravesada por el amor,
que todo lo puede.
--Eso
me parece muy bueno para decírselo.
--Perfecto
sigo, el es separado, creo que vive allí mismo, donde atiende, desde ese
aspecto, no tengo problemas, ambos estamos libres, yo soy soltera, preparada
para formar pareja, gracias al tratamiento según el, por lo tanto, nada nos
separa y todo nos une, por supuesto, siempre y cuando, el me ame, como lo
quiero yo, cosa que hoy sabre. Que mas puedo decirle, mirarlo a los ojos y ver
su mente, contar una pasión, es muy difícil, hay que vivirla y eso es lo que
haré. Si mi declaración, causa el efecto, que yo imagino, el paso siguiente a
de ser, levantarme del diván, buscar su abrazo, su boca, estrecharemos nuestros
cuerpos, y a partir de ese momento, ya el licenciado Sigfro, no aplicara mas
sobre mi, sus conocimientos sicoanalíticos, sino, como un enamorado igual a
todos, se entregara, a los dictados de la naturaleza, desprenderá los botones
de mi vestido, uno a uno, meterá la mano entre mis piernas, yo le sacare su
camisa de un tiron, aflojare su pantalón, el diván, que siempre fue actor
pasivo, de neuróticas charlas, de soledad y miedos imposibles, de tristes
sueños, sin realizar, se convertirá por nuestro deseo arrebatador, en campo de
batalla, de un amor descontrolado, donde seré penetrada y amada, de la forma,
que durante dos años pienso, día a día, en la hora de cada consulta, que pago
sin quererla.
--Isabel,
no tengo mucho para decirte, la verdad es, que al juego del amor, cada cual lo
debe jugar, como crea que ganara la partida, por lo que me estas contando, yo
en tu caso, estaría en la misma, como te vengo proponiendo, desde hace mucho
tiempo, ya es hora de que resuelvas, esta situación, no tanto por Sigfro, que
apenas se quien es, sino por vos, mi amiga, a la que veo cada día mas embolada,
por este asunto, que tanto te preocupa. Esta bien todo lo que me estas
explicando, creo que hoy es, ahora o nunca, ¿a que hora tenes la consulta?
--A
las cinco de la tarde, ya son menos diez, voy a ver si me cruzo a su
consultorio, espérame aquí, total es muy puntual, son cuarenta y cinco minutos
justos y te despide, por supuesto, si tardo mas, es porque se me hizo y
concrete, lo que quería, léete el diario y tomate otro café.
--Anda
tranquila, sabes que hoy tengo la tarde libre, así que te puedo esperar sin problemas.
--Bueno
chau, despues nos vemos.
Isabel
salio del bar, cruzó la calle y se dirigió, hacia la puerta del edificio, donde
estaba el consultorio, del licenciado Sigfro, busco el portero eléctrico y
apretó el botón, esperando respuesta, esta no tardo en aparecer, una chicharra
eléctrica, anuncio que la puerta estaba disponible, para ser abierta, la empujo
y entro, tuvo suerte, el ascensor se encontraba en la planta baja, lo abordo y
marco quinto piso, pronto el suave balanceo de la parada, le indico el fin de
su recorrido, bajo y se enfrento, a la puerta del consultorio, tocó el timbre,
espero el tiempo de siempre, los pasos se escucharon suaves, tras la puerta,
Sigfro abrió, con una sonrisa dibujada en su rostro bronceado, mientras
pronuncio, las calcadas palabras de todas las veces.
--Señorita
Isabel, un placer tenerla por aquí, como le ha ido esta semana,
--Bien
doctor, sin problemas, o bueno después le cuento.
--Por
favor adelante, pase por aquí.
Como
siempre, fueron al mismo lugar, la capsula de las confesiones, que serán o no
escuchadas, comprendidas, le importaran algo a quien las recibe, o sin darnos
cuenta, estaremos hablando a una pared, y lo que nos calma es contar, vaciar de
relato nuestra mente, sin encontrar nosotros solución, a nuestros problemas,
creer en el absurdo, que el otro, poseedor de los propios, pueda resolver los
nuestros ,siguiendo a Sigfro, ¿A alguien se le ocurrirían estas ideas.?
--Recuéstese
en el diván Isabel.
--Si
doctor.
Isabel
se recostó en el diván, el licenciado Sigfro, se sentó detrás de ella, en el
silloncito, el ambiente era calido y acogedor, el sistema de Sigfro, era
ortodoxo, dejar hablar al paciente, interrumpirlo lo menos posible, hacer
algunas anotaciones, en su famoso cuadernito, que tenia sobre la mesita.
--Si
Isabel la escucho.
Isabel
no sabia que decir, pero le pareció oportuno, comenzar a hablar, de cualquier tema,
para después, poco a poco, ir entrando en el asunto principal, que la traía hoy
a la sesión, paso un rato de silencio.
--Mire
doc. lo de todos los días, mama se mete mucho en mis cosas, como usted sabe,
somos dos hermanas, pero Lucia ya se caso y se fue de casa, por lo tanto, la
que aporta y ayuda en el hogar y esta siempre con ella, para todos sus problemas,
soy yo, entonces, tiene miedo perderme, me cela, quiere controlar mi vida, miro
a hurtadillas su reloj, ya habían pasado casi veinte minutos, de sesión, ahora
o nunca, era el momento de decirlo todo, en los próximos veinticinco, tomo
coraje.
Hablando
de mi vida doc., algo me esta sucediendo últimamente, que me vuelve loca, me
hace perder la cabeza, mas de una vez, estoy enamorada, total y absolutamente,
entregada a un hombre, y lo que me pasa, no se si el me corresponde, estoy aquí
hoy, acostada en este diván para saberlo, (tomo aire) no se que pasara después
de esto, pero debo decirlo, ese hombre, que me vuelve loca y me altera el alma,
hasta la pasión mas irreflexiva, ¡es usted doc.!
Aquí
se detuvo, agitada, descontrolada, noto que su cuerpo, se cubría de
transpiración, agudizó el oído, esperando el impacto de sus palabras, le
pareció notar un leve movimiento, del lado del doctor, lo que no había hecho
jamás, en todo el tratamiento, se jugo por hacerlo en ese momento, no aguanto
mas, se incorporo en el diván, girando la cabeza hacia el silloncito del
licenciado Sigfro, ¡o sorpresa de la vida!, este dormía placidamente,
desparramado en el. Una mezcla de asombro y bronca, le atravesó el alma, en
esos momentos, hasta a veces, dejamos de ser neuróticos. Isabel se levanto,
dirigiéndose hacia la puerta sigilosamente, para no hacer ruido, abrió y se
fue, como se va la realidad, del lado de los que duermen. Un rato mas tarde, se
encontraba de nuevo en el bar, donde la esperaba Dora
--¿Que
paso?, Si hace algo mas de media hora, que te fuiste.
--Nada,
el muy maldito, se quedo dormido en su sillón, no escucho lo que le dije.
--No
lo puedo creer, imposible.
--Así
tal como te lo digo.
--Isabel
--¿Qué?
--¿Habrá
sido esta, la primera vez?
--No
se, ahora caigo, ¡la alarma musical!
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