sábado, 21 de julio de 2012

UNA MANERA DE ORDENAR LAS CARTAS DEL TAROT


Tenía dispuestas en la mesa tres flores blancas y sobre la misma, también desparramadas veintiuna cartas que eran suponía, todas las combinaciones posibles de su vida en este mundo, dado lo cual, solo le quedaba ordenarlas y así como pensaba, encontrar su felicidad. Las separó en tres grupos de siete cada uno y cada uno ligado a cada flor, así fue que tomando las del primer grupo El Maestro, condujo El Carro de Hermes y en su interior, La Emperatriz distrajo a La Muerte, mientras El Anciano hablaba con ella y La Fortaleza le daba sentido a El Consultante, para expresar su respuesta y este dijo.
--La senda hasta aquí ha sido transitada sin problemas, la primer flor blanca me la merezco, es el precio que pagas por tu felicidad.
Y se llevó la flor. Entonces sobre la mesa quedaron catorce cartas y dos flores, aquel que consultaba tomó otras siete cartas y las dejó fluir. La Templanza apareció primero y dio paso Al Emperador todo poderoso, que impartió La Justicia de su reino, pero no pudo evitar caer en La Picota, de la cual por suerte y no otra cosa, lo sacó La Rueda de la Fortuna, que abrió Los dos Caminos e hizo que la flecha del ángel, lo llevara a aquel por donde transitaba La Consultante y esta habló.
--Los dos tercios de tu vida ya has recorrido y no veo sombra alguna, que impida se cumplan tus deseos, por lo tanto la segunda flor blanca me pertenece y me la llevo.
Sobre la mesa quedaron la tercera flor y el último montón de siete cartas boca abajo, aquel que consultaba volvió a tomarlas y las dio vuelta y ante sus ojos expertos, de tirador experimentado apareció lo siguiente. El Astro, creador del universo daba paso a La Luna, que a su vez creaba a su oponente en la imagen de El Sol, quien originaba Al Ciclo inevitable formando así a El Mundo y en él, a La Torre donde vive y gobierna Aker, quien al aparecer en última instancia, le hizo ver a aquel que consultaba, que le sería imposible llegar a la felicidad, la única flor blanca que quedaba, la más pura, se consumió en los fuegos del infierno y la mesa vacía de todas las cosas, había perdido su interés.

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