martes, 25 de septiembre de 2012

UN PROFESIONAL



Si había un lugar que le gustaba en la ciudad era ese, la cortada entre Corrientes y Callao a la altura de Rio Bamba, convertida en peatonal. Sobre todo los días de calor, cuando sentado en las mesas de la vereda de algún boliche, se quedaba mirando pasar a la gente de un lado para otro, como peces de un inmenso mar desconocido, eso representaba para el dicho lugar, un inmenso mar lleno de gente peces, a los cuales miraba pasar dejándolos seguir sin decirles nada, como buzo de las profundidades azules de un océano, extasiado por las distintas especies que habitaban el mismo. Le habían explicado, más bien le habían contado con mapas y lujo de detalles, que ella hoy estaría sola en la oficina, sola en un edificio casi vacío, porque era viernes por la tarde y se avecinaba un fin de semana largo y si ella estaba sola, el debía matarla, aprovecharse de esa situación única e irrepetible, trabajo fácil le habían dicho una vez más, te está esperando porque cree que venís a ofrecerle un negocio, entras, matas y te vas, fácil le volvieron a decir ¿Con cuanto me quedo yo?
Preguntó por  preguntar, porque si ¿Como si le importara poco o mucho la plata? No, a él le gustaba el riesgo, llevar adelante el trabajo para el cual había sido contratado y demostrar una vez más, que su apodo el profe, le estaba bien puesto, porque no cabía dudas que era un profesional, prolijo, contundente y sin dejar huellas de sus actos, así era. De cualquier forma escuchó que le decían diez mil y respondió acepto, denlo por hecho este viernes, el padrón femenino pierde un votante y hoy, por todo esto estaba allí, sentado a la mesa en la vereda del boliche, justo al lado del edificio de oficinas solitario, dispuesto a cumplir con el trabajo por el cual fuera contratado. Por un instante más, dejó que sus ojos recorrieran la calle peatonal, el mar por el cual un montón de gente huía hacia el fin de semana largo, después se concentró en sí mismo y empezó a repasar todo el plan de nuevo paso a paso como debía ser, era necesario que nada fallara. Volvió sus ojos por enésima vez a la puerta de entrada del edificio, pero ahora con un cambio en su actitud, se levantó y fue hacia ella, frente al tablero indicador marcó el séptimo A, una voz metálica atravesó el mismo
--¿Si?
--¿Señorita Julia?
--Si ¿Quién es?
--Soy Gutiérrez de la inmobiliaria IBC tengo una cita con usted, tal como quedara acordado en la conversación que tuvo con nosotros hace unos días.
--A sí…lo estaba esperando pero aguarde un segundo, es mejor que yo baje y hablemos en un café, hoy es viernes sabe y toda la gente ya se va, esto está muy solo.
--Si lo sé pero habíamos quedado en su oficina.
--Que importancia tiene eso, lo que tenemos que hablar podemos hablarlo aquí o en un café.
--¡Que macana!
--¿Qué dijo?
--No que macana que usted se moleste de esta manera, cuando habría sido mejor que yo suba a verla.
--No, no es ninguna molestia, imagínese que ya hace ocho horas que estoy aquí dentro, para mi salir va a ser un placer, espere que ya bajo.
--Bueno la espero, tómese su tiempo yo no tengo apuro, total ahora ya no tengo nada que hacer.
--Gracias ya bajo ¿Cuál es su nombre?
--Octavio, la espero.
Que cagada y ahora ¿Donde la mato?  ¿En qué lugar le pego un tiro y la dejo patas para arriba? ¿En un café? Imposible que la mate en un café de esta cuadra peatonal, para mi seria arruinar el paisaje que tanto quiero y además, un tiro en presencia de mucha gente sería un desastre, la verdad no sé qué hacer esto cambia todos mis planes.
--¿Octavio?
Se dio vuelta en dirección a la entrada del edificio y allí parada estaba ella. Morocha, joven, simpática linda hasta si se quiere, hasta si uno no pensaría que la debe matar por contrato, por obligación de haber aceptado hacerlo y porque cobro por ello, se daría el gusto como no de apreciar su belleza, pero entendió rápidamente que no era momento para eso y se acerco a ella.
--Si Octavio ¿Usted debe ser Julia verdad?
--Si soy Julia que suerte que decidí bajar e ir a charla a un café.
--Si tuvo mucha suerte.
--Si Octavio, lo digo porque la tarde es preciosa y la peatonal con este calorcito y tanta gente esta hermosa.
--Si demasiada gente para lo que quiero hacer.
--¿Cómo dice?
--No, digo que mucha gente para tratar de negocios, mejor tal vez hubiera sido en su oficina ¿No le parece que?...
--Nada, nada, arriba no vuelvo ¡Ni loca! No se preocupe en este barcito de al lado del edificio, estaremos tranquilos y podremos hablar, venga acompáñeme todos me conocen aquí…
Ella se dirigió al bar y el la siguió, maldiciendo su suerte, ya no solo le era imposible cumplir su trabajo en la soledad de la oficina, sino que lo llevaba a un boliche donde ella era conocida y el mismo también, porque había estado un rato antes mientras hacía tiempo tomando un café, mala leche pensó, mejor seguirle el juego y esperar una oportunidad. En función de ello la siguió dócilmente adentro del boliche y en el lugar que ella eligiera para estar, una vez sentados a la mesa y que hubieran pedido lo que ambos estaban tomando se miraron, se estudiaron un instante y la primera que habló fue ella.
--Octavio somos dos desconocidos que nos presentó el portero eléctrico.
--Tal cual, pero usted estará de acuerdo conmigo que previo a esto, hubo una llamada telefónica de mi compañía y una propuesta que usted aceptó discutir, o al menos dijo que le interesaba.
--Exacto, pero vamos por partes, primero dejemos el usted y mejor nos tuteamos, ambos somos jóvenes y de la misma edad más o menos.
--De acuerdo que más se te ocurre para esta charla.
--Tomar el vermut con esta picada mientras hablamos y empezar a preguntar algunas dudas, que tengo sobre la operación comercial que me proponen.
--De acuerdo adelante.
En ese momento Octavio quiso matarla allí mismo, sobre las papas fritas y los maníes, porque en realidad muy poco sabía del negocio que le habían ofrecido y menos para encarar una conversación sobre el particular pero se contuvo, a duras penas pero se contuvo, pese a que por un momento llegó a acariciar la culata de nácar blanca de su cuarenta y cinco color caramelo, escuchó la vos de ella que le preguntaba…
--¿Habiendo tantos escribanos, porque me eligieron a mí para este emprendimiento inmobiliario?
Estuvo a punto de contestarle, porque trabajas para Antonelo y decidieron matarte porque sin vos, la organización de él no podría seguir operando, pero en cambio respondió.
--A nuestra empresa llegaron referencias muy positivas de vos y valoradas con la de otros profesionales, decidieron que eras la persona indicada para este proyecto.
--Es un halago para mi entonces la confianza que ustedes depositaron en mi persona ¿Qué comisión voy a cobrar por este trabajo?
--La que se estila en plaza.
--No Octavio, quiero un punto más.
Octavio sacó su libretita roja donde tenía anotado todo el plan para matarla y empezó a escribir algo en ella.
--¿Qué escribís?
--Mira yo no decido, decide la junta de accionistas, todo lo que vos me pidas o digas, lo anoto en esta libretita roja porque soy medio frágil de memoria, después lo trasmito y te informo al respecto y te doy el ok.
--Pensé que vos me ibas a dar el ok definitivo.
--Eso pensé yo también, pero me cambiaste todo y no puedo -dijo mientras acariciaba la culata de nácar-
--¿Cómo te cambie todo?
--Quiero decir, pensé que ya tenias todo resuelto…no había dudas en vos, iba a ser más fácil pero bueno… es como es.
--Va a ser fácil Octavio no te preocupes.
--¡Ojala!
--Lo que solo quiero cerrar son pequeños detalles, otro que se me ocurre ¿Cuál va a ser el porcentaje blanco del negocio?
--En todos los casos Julia el sesenta por ciento.
--¿Cuándo crees que empezaré con las primeras escrituras?
--Mira esto se vende desde el pozo y como sabes es una manzana completa con siete torres así que calcula de aquí a noventa días, porque ya prácticamente empiezan con la excavación.
--Bueno muy bien de acuerdo, acepto el trabajo, si me reconocen ese punto.
--O sea que de los honorarios te quedas con el cincuenta por ciento más un punto que sería algo así como el sesenta y cinco por ciento ¿No?
--Si, así es.
Octavio volvió a sacar su libretita roja y escribió o hizo que escribía mientras leía, mátala en su oficina. ¿Sos meticuloso Octavio?
--Trato, pero a veces no me dejan.
--¿Quiénes?
--Mis victimas.
--¿Tus victimas? ¿Qué victimas?
--No es un decir,  las llamo victimas a aquellas personas que tienen que soportar mis obsesiones.
--¿Sos muy obsesivo?
--Sabes Julia, más que obsesivo soy bien meticuloso, cuando me trazo un plan quiero cumplirlo.
--Ya entiendo y si algo te sale mal.
--¡Me vuelvo loco!
--Tal cual, a veces a mí también me pasa algo parecido.
--¿A vos también?
--Si.
--¿Entonces podrás comprenderme?
--Por supuesto que te comprendo.
--¿Seguro Julia?
--Pero como que no a ver ¿En qué tengo que comprenderte?
--Te cuento, mira es una situación estúpida, si queres infantil, pero a veces esas circunstancias tan estúpidas e infantiles cuando se te presentan, son las que más te joden.
--Seguro a mi me ocurre algo parecido pero de nuevo ¿En qué debo comprenderte Octavio, contame?
--Fíjate resulta que vine con toda la intención de tener una entrevista con vos en la oficina, sentados escritorio por medio, valorando tu despacho y las condiciones ambientales con las que se van a encontrar nuestros futuros clientes y no se me dio porque vos, justo en vez de hacerme subir decidiste bajar para entrevistarte en un café conmigo, en vez de cómo habíamos quedado la entrevista sea en la oficina.
--¿Y esa pavada te vuelve loco?
--Esa pavada.
--Mira me caíste simpático y hoy estoy contenta, la oficina como sabes está al lado, paguemos y subamos, así te saco de tu locura.
--¡Paguemos! ¡Gracias Julia! ¡Gracias! Por comprender la ansiedad de un tipo meticuloso.
--Comprendo porque yo también soy muy meticulosa.
Pagaron y se encaminaron a la oficina de ella que como dijo, estaba al lado del boliche, fue Julia la que puso la llave en la puerta de entrada y abriendo lo hizo pasar, prendió la luz del hall y lo invito a subir al pequeño ascensor para dos personas, de paredes de chapa de acero y doble puerta del mismo material, frente a ellos un largo espejo los mostraba tal cual eran, mientras a la vez reflejaba cada puerta que iba dejando atrás en su ascensión, cuando llegaron a la séptima se paró y ellos dos bajaron, el abrió la puerta del ascensor y ella su oficina, entraron…
--Octavio voy a prender la luz espera un segundo.
Cuando se dio vuelta lo vio sobre el marco de la puerta iluminado por la luz del pasillo, en su mano derecha una pistola de culata resplandeciente se movió hacia atrás, una, dos, tres veces y en cada movimiento ella sentía un dolor en su cuerpo, el, meticuloso como siempre la dejo caer ya sin vida sobre la alfombra, rápido se acerco y le retiró de sus manos las llaves que tenía, con ellas cerró la oficina y tomo el estrecho ascensor para dos personas, ya en la planta baja y a punto de salir, de un tirón arranco de su rostro el bigote y las patillas postizas que llevaba, después abrió la puerta principal del edificio que daba a la peatonal que tanto le gustaba, la cortada entre Corrientes y Callao a la altura de Rio Bamba, una vez en la vereda se sintió relajado y empezó a caminar entre la gente, estaba tranquilo, como se lo propuso la había matado en la oficina, seguía siendo un profesional.  








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