Por el cuerpo del ganado corren las moscas su carrera. En esa mañana
calurosa de enero, la tranquera abierta incita a los animales a escapar campo
traviesa, rumbo a los altos pastizales que al borde de la laguna estallan, en
manojos de verde color. Hay algo exultante en el aire y el clima, es como una música
de fondo que hace la vida más agradable, pese a las moscas, a las vacas, al
polvo seco del camino y al pegajoso sudor que el sol en su cenit regala, como baldes de calor en un carnaval de
fuego ¡Todo es vida! Todo es ansia de vivir y apenas uno se da cuenta, de que
lo que le está pasando, solo es consecuencia de la casualidad, el buen tiempo,
de una normalidad, el mes del año y de un escenario, el campo, que con su
naturaleza inmensa de llanuras con leves
oscilaciones, como un mar sin agua hecho de tierra y silencio, pone el marco
adecuado, a ese instante irrepetible que acontece. De esta manera, divagando un
poco filosóficamente, cruzo el camino y enfilo hacia la laguna, donde algunos
patos nadaban solemnes en sus aguas, detuvo sus pasos sobre la tierra húmeda y
por un momento, miro los círculos que en la superficie se formaban tras los
patos, que se alejaban de él, como teniéndole temor de que algo malo les
hiciera, inconscientemente palpo el arma en la cintura que la camisa suelta
sobre el pantalón, ocultaba a la vista de cualquiera que lo vea, allí estaba,
su culata le dio tranquilidad, aunque nada había ahí que pudiera
intranquilizarlo, salvo sus recuerdos y de estos, ni siquiera el revólver podía
protegerlo, aunque ese hermoso día y el increíble sol que todo lo invadía, los hacía
neutros, indiferentes, corpóreos, sin lastimarlo si se quiere. Pensó por un
momento, como tantas veces lo hizo en los últimos tiempos, en ese hecho que ni
siquiera quería recordar, pero le era imposible no hacerlo. Sobre el resplandor
del mediodía reflejada en la laguna, como una imagen a venerar, producto de
esos pensamientos, apareció ella, una vez más la observo como salida de sus
sueños y fue ella, que una vez más hablo y le hizo una pregunta, una eterna
pregunta sin respuesta. ¿Porque el hombre mata a la mujer, siendo su pareja o
abusando de ella? Porque es un necio, un monstruo, un loco, una bestia y debe
morir por eso…Sonó un tiro y los patos con sus ojos de ave cautelosa, se dieron
cuenta de una mancha roja, muy roja, que poco a poco se iba extendiendo desde la
orilla, como el telón final de algo que
debía terminar así.
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