La torre alta y esbelta al borde mismo de la
ciudad contaba en su interior con 365 escalones, que iban desde su entrada hasta
la terraza, lugar este, donde los magos llevaban a cabo sus predicciones,
envueltos en las sombras del inmenso desierto que yacía a sus pies. Parher el
cabalista árabe, entró a ella a la primera hora del día primero y comenzó a
subir, con la lentitud inherente al fin que se había propuesto y este era el
siguiente, solo avanzaría un escalón cada día y sentado en el las 24 horas, las
pasaría cavilando sobre su ciencia, aquella, la de los números aplicados a la
palabra escrita en los sagrados libros, que lo llevaría a interpretar todas y
cada una de las cosas pasadas y presentes, ocurridas en este mundo, producto
exclusivo de la creación del dios y en el saber de Parher, existía la creencia
que algún día los números y las letras,
revelarían el verdadero nombre de ese dios, la misteriosa palabra a que solo tiene acceso el conocimiento
del cabalista. En estas condiciones de meditación y calculo, Parher avanzó
lentamente hacía lo alto totalmente absorto en su ciencia ancestral, la que le
daría todas las respuestas, hasta que el paso de la arena en el reloj de cronos
marcó la última hora, del último día, el
365 y Parher entonces apareció en la terraza, con su tableta de arcilla y sus
números y letras acomodados en filas superpuestas y en columnas, unas al lado
de otras, fue allí en la terraza, mientras la clara luna iluminaba las sombras
del desierto, que le vino a la mente una idea, la que sin duda cerraba el
circulo de su peregrinación cabalística a lo alto de la torre, con esa idea en su poder y presa del entusiasmo
que se manifiesta en aquellos que mediante la cabala, consiguen un encuentro
personal y místico con el dios, sin pensarlo mas, se puso a desarrollar la
misma sobre una nueva tableta de arcilla, en ella escribió y puso su nombre Parher y a continuación, coloco
debajo de cada letra de su nombre, el número de escalones de la torre, 365, que
a su ves eran los días correspondientes a 12 meses, los mismos que forman 1 año,
todo esto dibujado en la tableta de arcilla, tomaba la forma siguiente
P A R H E R
3 6
5 1
2 1
y de
acuerdo a su ciencia, determino lo que sigue, 3 eran las penitencias y 6 los
ayunos que hizo en la torre, porque el dios en su sabiduría así se lo exigía, 3
más 6 son 9 y la suma que queda por interpretar 5+1+2+1 también es 9, de allí
se entiende que el equilibrio es adherente a la igualdad y la justicia, de
donde es fácil darse cuenta, que la vos del dios es justa y debe ser aceptada e
interpretada, una ves hecho esto, comprendió que tenia ante sí, 5 recuerdos, 1
humillación , 2 engaños y 1 reprimenda, todo ello circunstancias de su vida que
no pudo resolver cuando debió hacerlo, por un instante, los hechos vividos volvieron
hacia atrás como si el pasado se hiciera presente, todo lo acontecido se le
apareció en su justa medida y al debido momento y el sintió, que le era
permitido cambiar el curso de las aguas, perdonar y ser perdonado, comprender y
ser comprendido, dado lo cual noto a su espíritu mas calmo y a su alma más
aliviada, porque había tenido conciencia de las causas que lo atormentaban y a
través de la cabala pudo corregirlas, en el lugar de las cosas que no vuelven,
la penitencia y el ayuno aclararon su mente, para realizar el trabajo necesario
que le exigieron los dioses y así verse a si mismo en sus errores. Los
trescientos sesenta y cinco escalones, el año dentro de la torre, fue el
espacio de vida necesario para darle a la cabala, la oportunidad que descubra
en el, los problemas escondidos por la mala lectura de los textos pero además, comprendió que no solo para saber leer al
dios basta con el número y la letra, hay algo más importante todavía para ello,
invisible para los árabes pero común a los dioses, el tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario