jueves, 22 de septiembre de 2011

NOS DECIMOS HUMANOS

Estoy aquí en la Avenida Virrey Vertiz, sobre la orilla verde de las Barrancas de Belgrano, de un lado el parque sin flores ni pasto, apenas árboles viejos que enverdecen la tarde con sus hojas, mientras perros y jóvenes semidesnudos completan la escena, es primavera, muchos viven el sol y la vagancia tirados en la tierra, muchos, muchos gozan la vida sin merecerlo. Del otro lado la calle, con la clásica carpeta de asfalto negro, como el alma de aquellos que cerca mío pasan y yo sin saberlo, solo veo las ruedas y el motor, que corren por la insalubre pista, que eufemísticamente llaman, circulación vehicular, sus dos manos tienen infinidad de coches, ruidos, humos, motos, colectivos y alaridos de muerte, más al fondo hacia el río, la estación, con sus viejos andenes, con sus edificios vencidos por el tiempo, invadidos por la mugre y por una multitud de gente, que van y vienen de un lugar a otro, sin saber si llegaran, de donde partieron por la mañana y aspiran a volver, siendo la noche. La multitud, un enjambre de ojos que se ven y no se miran, de bocas cerradas que no hablan, de una mezcla muy heterogénea, de chicos, jóvenes y viejos, que de sus caras ansiosas se desprende, que se corre el hoy en estampida, como manada de bestias asustadas, sin saber siquiera que mañana, mañana aunque parezca extraño, sigue otro día. Estamos sin estar, careteamos mucho, le damos importancia a lo externo y salimos a caminar por las barrancas, sobrevolamos la estación, el Barrio Chino, Juramento arriba hacia Cabildo y al cruce con los tantos perros que pasamos, orgullosos, míticos, ignorantes, nos decimos humanos.

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