jueves, 22 de septiembre de 2011

UN PACTO



Volvía a su casa por el camino de la costa, solitaria en ese mes de junio donde solo había en ella, pescadores de pie con sus cañas hundidas en la arena y su vista clavada en el agua del mar, el helado viento y el sol que rápido desaparecía en el horizonte, cambiaban de lugar rápidamente a los seres y las cosas, el paisaje se le ofrecía chato y monótono, arena y mas arena, balnearios cerrados, sillas y mesas apiladas, mostradores barridos por el viento, algún que otro perro vagabundo deambulando por los medanos, todos los lugareños encerrados en sus casas y los menos, reunidos en los pocos cafés abiertos en el pueblo. Hablando de cafés, tenía frío y algo caliente no le vendría mal, calculo que si dejaba la playa en línea recta, terminaría en el centro, casi sobre un bar al cual le gustaba ir y por consiguiente era habitué, cambio de dirección y poco a poco, fue dejando tras de si el rumor de las olas y un rato mas tarde, sus oídos se encontraron con el ruido del pueblo, sus pasos cambiaron el suelo ondulante blando y húmedo de la playa, por el duro cemento de la vereda y sus ojos, el infinito horizonte del mar por los edificios, el frente de los negocios y todo lo que involucra dejar la soledad y volver a tomar contacto con la vida urbana. Poco tiempo pasó y ya se encontraba sentado en el interior del bar, tomando un café doble y gozando del cálido ambiente propio del lugar, dejando el posillo de lado, recorrió con atención todas las mesas y la barra, solo el estaba allí ya que le resultaban extraños todos los demás, se desatendió de lo que sucedía a su alrededor y dejo que su mente elija de que pensar y su mirada viaje por donde quiera viajar. Sin embargo no estaba solo como suponía, alguien estaba sentada en una de las mesas que lo conocía y se asombro de verlo llegar, porque nunca imagino que fuera tan fácil y tan rápido para ella encontrarlo. Ella era una mujer joven ¿Treinta y cinco años? No mas de eso quizás menos, que se hallaba no muy lejos de el tomando un te, a su costado apoyado en el suelo un bolso como de viaje, al verla no se podía decir si recién llegaba o estaba por partir, ya que el bar no quedaba muy lejos de la terminal de micros que iban y volvían de la capital, pero no se notaba en ella apuro alguno, solo atención a los movimientos del hombre, que habia ingresado poco tiempo atrás y se acomodara no muy lejos de donde ella estaba, ese hombre, nunca podría imaginar cuanto tiempo y sinsabores le llevó encontrarlo y ahora que lo tenía tan cerca, de una manera casual que nunca la hubiera pensado, no sabía como actuar, como encararlo, que decirle. Había llegado allí a ese balneario alejado de todo con el único fin de ver si lo encontraba, porque después de mucho averiguar pudo conseguir saber que quizás se hallara en ese pueblo, aunque le advirtieron, mira que de cualquier forma te vas a tener que quedar un tiempo allí, ya que el rara ves viene a ese lugar, tal ves cada quince días o una ves al mes, según se le ocurra ir o su soledad lo empiece a enloquecer y ahora, así de pronto, sin pensarlo casi, estaba frente a el y lo que siempre imagino que le sería fácil, esa misión que ella misma se propusiera y por la cual estaba decidida a seguir hasta las últimas consecuencias,  por un instante la creyó imposible, es como si estaría paralizada y le fuera negado por su propio cuerpo, recorrer la breve distancia que los separaba. No sabía como abordarlo, la desarmo su quietud, tal ves la sensación que daba el de soledad, de un hombre parado al borde de la pista de la vida, solo viendo bailar a los otros indiferente a todos, sintió ante ella un obstáculo, su propia indecisión, pero al mismo tiempo se dio cuenta de que si no lo enfrentaba y hacia lo que habia venido a hacer a ese pueblo, jamás podría volver de donde salió y nunca, estaría tranquila en ningún lado, así la cosa, así de simple, debía verlo y hablarle para seguir siendo ella, sino dejaría de ser. Miró su taza de te, en el fondo todavía quedaba el líquido marrón claro y lo termino de un sorbo, sacó de su cartera un espejo y se miró era ella, como siempre igual que siempre era ella, estaba todo bien, su mano izquierda tomo el bolso que tenía a su lado y sin pensar, decidida a llevar a cabo lo que habia venido a hacer, se dirigió a la mesa de el, al enfrentarlo lo miró a los ojos fijamente el no hablo y ella si.

--¿El señor Souto verdad?
--Así me dicen.
--Disculpe mi atrevimiento, usted no me conoce.
--No, la verdad que no.
--Yo tampoco a usted, pero a mi me explicaron quien era usted y donde lo podría encontrar y debido a esa explicación es que lo encontré y quiero hablarle.
--¿Alguien puede explicar a otro que no conoce?
--Si por supuesto si ese sabe que hace el otro que no conoce y averigua entre conocidos que hagan lo mismo.
--Tal vez tenga razón ¿Señorita?
--Amelia ¿Puedo sentarme?
--Puede hay sillas y lugar, estoy solo.
--Gracias.
--¿Cuál es el motivo por el cual necesita hablar conmigo? ¿Hace mucho que llegó al pueblo?
--No lo va a creer hace un rato, con tanta suerte que al primero que veo es al hombre que quería encontrar.
--¿Cómo sabe que ese hombre era yo?
--Me mostraron varías fotos suyas y me dijeron, que cuando usted venia al pueblo paraba en este café y casi siempre se sentaba en esta mesa.
--Uno de mis graves defectos que va a terminar por perderme, soy rutinario, camino por la misma senda y frecuento siempre los mismos lugares.
--Eso me dijeron.
--¿Qué más le dijeron?
--Que aunque no me conozca, no iba a tener problemas con usted, porque era una buena persona.
--Le pregunto nuevamente, ¿Por qué motivo viene a verme? ¿Qué quiere hablar conmigo?
--Vengo a verlo por su pasado señor Souto, a las personas siempre se las juzga por lo que hicieron, no por lo que van a hacer.
--Entonces le han informado mal señorita, yo no tengo pasado, solo soy presente, cada día que vivo concluye a la media noche, el diablo se lo lleva y lo guarda consigo, no se en que medianoche iremos el día y yo juntos con el, el pacto es ese entre nosotros, no acomodo sombras detrás de mi, no llevo en la mochila sucesos sucedidos sucesivamente, no, lo mío es estar y concluir como le dije, empezar de cero cada día.
--Siendo así, como sabe del bar este donde para, los caminos que transita, la gente que su rostro le resulta conocido.
--Es que mi vida es una rutina, siempre llevo a cabo las mismas cosas, no guardo hechos diferentes a los que siempre repito, en cuanto a los rostros cada cara es una circunstancia de ese día nada mas, cada día que empiezo está en blanco y lo que no es rutina se convierte en olvido, se lo estoy diciendo, no tengo pasado por lo tanto nada me queda en el recuerdo, puedo matar hoy que mañana no sabría, los hechos que llevo a cabo fuera de lo rutinario del día, los ignoro, quedan en poder del diablo que como le dije, colecciona cada día de mi vida, le agradezco que haya venido, así Lucifer se encontrará mañana con un día interesante.
--Señor Souto.
--Si
--Míreme a los ojos ¡Me está mintiendo! Invento este insólito e incomprobable pacto con el diablo, porque sabe que su pasado tiene circunstancias que prefiere olvidar y no quiere que nadie le hable de ellas.
--Piense lo que quiera y hábleme de lo que le guste, estoy inmune a todos los recuerdos.
--Hay un hecho en ese pasado, en ese pasado que usted muy suelto de cuerpo dice que ya no posee, una circunstancia de su vida que no estará de seguro en  sus recuerdos pero sucedió, hay testigos de ello y el diablo puede llevarse sus acciones, pero no las acciones de aquellos que estuvieron cerca suyo y tienen pasado y por lo tanto recuerdan.
--Sería usted tan amable señorita de decirme que recuerdan, de traer mediante sus palabras un hecho que no existe en mí, pero que según testigos he realizado y estará perdido en los anaqueles del infierno ¡Por favor! Viendo sus ojos me doy cuenta de lo triste que es no recordar, viéndola a usted en el curso de la vida puedo pensar aunque no deba, que a veces el pasado de un hombre, tan solo puede ser el recuerdo de una mujer. Pero yo estoy libre de recuerdos por el pacto que hice con Satanás y solo hoy escucharé de que acordarme, para a la medianoche no saber más de usted ni de su historia, ¡Hable entonces! Cuente rápido porque el tiempo vuela y el infierno esta cerca.
--Hablaré por las palabras que me dijeron los testigos que vieron.
--Solo así se enuncia el pasado.
--Exacto, solo así no de otra forma, es que se entra en el hecho sucedido hace mucho tiempo atrás y que hoy  vengo aquí, con el único fin de contárselo a usted. Era una mujer, un marido y una niña, una casa en la ciudad y una vida tranquila de familia, de amor y de trabajo, cuando un día se cruzó inesperadamente un hombre en el camino de la mujer y la sedujo y ella cayó presa de ese amor, unida a el, huyo del hogar y de los suyos para siempre, pero otro hombre su marido, transformo su amor en odio y la busco hasta encontrarla y una vez frente a ella la mató y se mató. Yo soy la hija de esos dos seres desgraciados y usted, el hombre que fue la causa de que yo creciera sin padres, de que desarrollara en mí, este odio que vengo a volcar en su persona, hoy al fin que después de tanto tiempo lo he encontrado.
--No se de que me habla porque como le dije ignoro mi pasado no lo tengo conmigo, solo esta usted que me habla de circunstancias sucedidas hace tiempo, como si yo acaso pobre de mi pudiera saber de que se trata todo esto que cuenta, pero no obstante se me da por pensar de acuerdo a lo que usted dice, que el no tener pasado quizás no me libre de las consecuencias de el, Lucifer me borro la memoria, pero evidentemente mis actos anteriores como dijera usted, quedaron en la memoria de aquellos a los cuales frecuente y a través de sus comentarios, producto de sus propios recuerdos, es que esta usted hoy aquí, vuelvo a decirle no se de que me habla por lo tanto no la juzgo, pero habla del amor, de una pasión, de la venganza, de cerrar un triangulo de injusticias aquí y para siempre, todo esto debido a que usted sostiene, que ante la muerte de seres que se amaron y dejaron de hacerlo, el autor o mejor dicho aquel que fue la causa de esa desgracia, debe morir, ¡Hágalo! Sea la mano ejecutora del destino que igual que el señor de las tinieblas, solo tiene presente y lleva a cabo sus designios valiéndose de los mas extraños mensajeros, pero apúrese, porque es casi medianoche y el fin de un día más se me aproxima, seguro usted también se ira con este día porque todo en mi desaparece y solo el presente queda, pero bien pensado, quizás termine usted también con el.

Así hablaba el hombre y porque mucho tiempo ya habia pasado sin nadie darse cuenta de pronto llegó la medianoche, fue entonces que en el instante en que la mujer llevaba su mano al interior de su ropa, para buscar el arma que pondría fin a su venganza, asombrada noto, que un mendigo que pedía entre las mesas se acercó rápido a la de ellos y clavándole sus ojos que le pareció despedían fuego, dijo sin hablar aunque todo se le entendía perfectamente.

--¡No lo haga! Hoy me pertenece a mi, tanto su día como su persona, lo único que le quedaba que era su presente me lo llevo también, no es necesario que lo mate, vuélvase de donde ha venido, el ya no existe.

   
  

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