Buscaba un lápiz y encontré un escarbadiente,
necesitaba un vaso y solo había platos ¡Hay mi señora! ¡Que embolada es! ¿Y yo?
Yo también soy un desordenado, esto del orden nunca lo entendí, ni tampoco me
intereso mucho ser distinto a lo que soy, pero en el fondo siempre tuve
curiosidad por las personas ordenadas, por el simple hecho de imaginármelas
diferentes a lo que yo soy y un día, hace ya de esto algún tiempo y de
casualidad nomás, como casi siempre suceden estas cosas, tuve oportunidad de satisfacer
mi deseo de conocer al orden y fue, cuando me tope en una clase de yoga a la
que yo asistía con ella. Ella estaba acomodando su ropa de calle antes de
empezar los ejercicios con la maestra, la colocaba una a una, bien dobladita meticulosamente puesta sobre la silla que le
correspondía, para luego a continuación arreglar sobre su cuerpo de manera
minuciosa, la ropa de gimnasia que se había puesto, yo la miraba y por primera
vez me avergoncé de mi desorden, mi silla era una montaña de ropa mal tirada,
¿Mis zapatos? Ni sabia donde estaban y mi ropa deportiva, ¡Un desastre! Pantalones
mal puestos, remera del revés, zapatillas con los cordones sueltos, era la viva
imagen del desorden yo, bueno era quien era no podía negarlo. En la clase me
puse al lado de ella y una vez terminados los ejercicios de meditación, después
de la charla que dio la maestra nos dispusimos cada uno a retirarnos; cuando
salí del vestuario al hall no la vi, pero quise esperarla y me senté, estaba
dispuesto a aguardarla todo el tiempo que su orden lo indicara. Yo entré a
cambiarme y lo hice en un santiamén, ella no, al rato largo apareció y casi sin
mirarme, se alejo hacia la salida, fue ahí cuando me di cuenta que no era un joven
adolescente, para estar abordando mujeres por la calle, ni tampoco ese era mi
estilo, de desordenado mucho, de mujeriego poco, pero no sabía porque, algo
diferente a otras veces me estaba sucediendo. Yo habia venido a ese gimnasio
mucho y visto a mujeres y mujeres, pero llegaba la hora de irme y salía
disparado hacía la calle, pero hoy, era distinto a todas las otras veces, esta
mujer me había robado mi tiempo, ya no me importaba irme, por supuesto irme
solo, quería irme con ella y hablarle y decirle, que hay cosas que de golpe
aparecen sin saber porque, pero aparecen, como ser el deseo de estar con el
otro, aunque no sepamos por supuesto, si el otro quiere estar con nosotros
¿Cómo hacer entonces para abordarla? En el tramo de escalera que va del instituto
a la calle, hay cuarenta escalones y un descanso, si no la abordo antes de que
llegue a la puerta, la pierdo entre la gente que pasa por afuera, el transito,
el ruido y los negocios, debo apurarme entonces, ponerme a su lado y decirle,
que ordenada es usted, ¡No! ¡No! Eso suena horrible, me permite soy un
desordenado que busca redimirse, tampoco ¡Sigue horrible! Lo mejor me acerco y
veo, cuando mi paso y el de ella pisen el mismo escalón, mis zapatillas con los
cordones sueltos y sus impecables zapatos de taco alto nos harán hablar, o quizás
no se, veremos que pasa, voy a su encuentro ahí viene.
Apuro el paso y se puso al lado de ella y
empezaron a bajar juntos, de pronto al tercer escalón de esa proximidad, ella
se detuvo y lo miró un segundo, el sin saber que hacer se la quedo mirando,
entonces ella le pregunto.
--¿Me estas siguiendo?
--Siguiendo no, exactamente solo pretendo
estar al lado tuyo.
--No tengo interés que estés al lado mío.
--Lo se no me conoces y luzco desarreglado,
vos por el contrario sos un monumento a la pulcritud, como ya te habrás dado
cuenta somos distintos, seguro no pensamos igual en muchas cosas, pero fíjate
vos, esa seguridad casi de que tenemos enfoques distintos de las cosas, fue lo
me llevo a querer conocerte, simplemente para saber como somos.
--Discúlpame no me interesa saber como sos, además
estoy en pareja y muy contenta, no quiero arriesgar nada de lo que tengo frente
a un desconocido cincuentón como sos vos.
--Yo también tengo lo mío, soy casado y no
quisiera cambiar a mi mujer, por una cuarentona que no se quien es.
--Entonces porque no cruzas la calle que el semáforo
esta en rojo y me dejas tranquila.
--No puedo hacer eso aunque quisiera, mira el semáforo
paso a verde, la dirección de transito de la ciudad quiere que hablemos, aunque
sea una simple charla de café y después vos volverás a tu pareja y yo a mi
mujer ¿Venís? Hay un café aquí a la vuelta y un entrepiso arriba, oculto a las
miradas de la calle, todo será top-secret perfecto ingles, una película de
suspenso, yo seré un combow del oeste y vos una girl del este, mas cerca de Holywood que de la fiebre del oro y sus pasiones.
--¿Te dijeron que sos hincha?
--Me dijeron eso y mucho más, pero vamos a
tomar un café, me dijeron que se hablar.
--Es lo menos que podes saber.
--Es lo que se.
--¿Lo menos?
--No lo mas, no hay nada superior a una palabra, cuando se necesita hablar y
ser escuchado.
--Caramba ¿Te volviste intelectual?
--No, es el yoga, dentro de un rato se me
pasa.
--¿Entonces?
--¿Qué?
--Si pronto se te pasa ¿Para que queres
charlar? ¿Ir al café? Todas esas cosas si dentro de un rato nada.
--Mira, llegamos a la puerta del café de vos
depende que yo hable y de mi, que vos escuches, entremos, tantos bemoles para
hablar un rato.
Y entraron, atravesaron el local en dirección
al fondo y una vez allí, por la escalera que los llevó al primer piso, esa que
casi siempre hay que subir cuando uno esta en un local y quiere ir al baño, que
bronca ¿No? Pero bueno, ese no era el caso de ellos, así que una ves arriba, se
acomodaron en una mesa que daba a un ventanal que hacia ochava con la calle
juramento, vino la moza y pidieron, el un cortado en jarrito y una media luna y
ella
un capuchino con un sándwich tostado, se fue y
al rato volvió con el pedido. Nuevamente solos, sin problemas como parecían
estar, sentados al sol y rodeados de la hermosa vista de Cabildo, cerca del
mediodía casi, en un día de pleno verano, empezaron a hablar.
--¿Porqué el yoga? -pregunto el-
--Porque llevo contabilidades, impuestos y eso
me produce mucho stress, necesito relajarme, las cervicales, me siento tensa y
con el yoga encuentro un alivio ¿Y vos?
--No se, la verdad no se porque vengo a yoga,
imagino que es para pasar el tiempo, creérmela que soy un tipo calmo, calmo y
tranquilo, ¿Por qué? ¡Que joda! Porque practico yoga ¿Te das cuenta? El yoga
para mi es una excusa, un libro de autoayuda que no sirve para nada pero lo
compro.
--¿Si no sirve porque lo compras?
--Porque espero encontrar alguien más pelotudo
que yo, que me haga saber como ser feliz ¿Estupido no? Sentimentalmente berreta
¿Verdad?
--Si.
--Gracias por lo lacónico de la respuesta, escéptica
como una cirugía, nada de clisés sicológicos ni frases hechas, un si rotundo y
simple ¡Magnifico!
--¿Me trajiste aquí para que sea tu terapeuta?
Después de una sesión de yoga tener que aguantar tus pelotudeces, puedo llegar
a irme.
--No, no me interesa contarte de mí, lo que me
pasa, lo que siento, ¿Eso a quien le importa? Me llamo la atención tu obsesivo
orden, frente a mi despelote congénito y eso me llevo a pensar, lo distinto que
ambos seriamos y en que podríamos concordar, imaginar por un instante y llegar
a preguntártelo por ejemplo, como buscaste de ser en la vida.
--Quise ser ordenada con mis cosas simple y
sencilla y lo conseguí, no desear mas de lo que pueda tener, no buscar parejas
complicadas que me saquen de mi normalidad, tratar de ganarme el dinero con que
me pago la vida en este mundo y en lo posible, no depender de nadie, ser yo
siempre y si amo en el momento que ese amor deje de ser tal, sepa dejarlo. No
comprometerme con el otro hasta el punto que joda mi propia vida.
--Ah ¡Perfecto! ¡Moza la cuenta!
--¿Qué te pasa?
--Que me quiero ir estoy hablando con una
maquina.
--¿Te crees que todos son iguales a vos?
--No.
--Hay distintos, diferentes lo que mas podemos
encontrar, es ser parecidos en algunos matices, pero siempre conservaremos
nuestra personalidad.
--Tenes razón debe ser como vos decís, pero
ahora me doy cuenta que eso del orden y el despelote es demasiado, me senté con
vos aquí, pensando que algo podría encontrar que nos uniera, pero somos tan
distintos que es imposible encontrar afinidades. A medida que la conversación
avanza, es como que estoy buscando temas que no siento.
--Yo te lo dije cruza la calle ahora que el semáforo
esta en rojo
--Tenes razón pago y nos vamos, yo al desorden
que comparto con mi esposa, vos a la armonía de tu pareja, de cualquier forma
fue interesante hablar con vos, ambos nos dimos cuenta que estamos bien donde
decidimos estar.
--Es cierto, después de todo el café estaba
rico.
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