miércoles, 5 de diciembre de 2012

UNA MUJER Y SUS CIRCUNSTANCIAS



Esa tarde como tantas otras, recordé de ella lo mejor que tenía y me puse a pensar en su alegría, la dicha que mostraba, cada vez que uno se la encontraba en cualquier lugar que fuera, la calle, una fiesta, una reunión de amigos, las sesiones de sicodrama en la casa del barrio de Belgrano, en todo momento siempre sonriente, alegre, contenta, la verdad llegue a tenerle rabia, envidia, celos, por no ser como ella. Yo era lo contrario, introvertido, serio, huraño, ausente, pensando solo en mi y haciendo de mis problemas el ombligo del mundo, le tenía miedo, ella, adivinaba mi vergüenza y descarada me buscaba, para hacerme pasar el ridículo ante todos, todos, éramos los del grupo de sico, los que nos juntábamos los jueves en esa casa de Belgrano, para teatralizar nuestras angustias, me acuerdo y les cuento, a medida que íbamos llegando, atravesábamos la reja de entrada y dejábamos los zapatos en el pasillo que había frente nuestro y una vez hecho esto, ingresábamos descalzos al living, yo siempre llegaba último a propósito, porque mi enfermiza mentalidad, gozaba con dejar mis mocasines al lado de sus zapatos, sus hermosos zapatos de mujer, que podían ser cerrados o abiertos, con o sin contrafuerte pero siempre, con unos inmensos tacos altos tipo aguja. Me regocijaba eso, eso de descalzarme lentamente, de memoria y mirando fijo su calzado, acercar el mío al suyo con mano temblorosa, no se, hoy lo pienso y creo suponer que en ese tiempo, haciendo lo que hacia  -que se me ocurría un ritual necesario e imprescindible- me imaginaria tal vez, que tocaba su cuerpo, o mejor aún, que mi cuerpo rozaba el suyo en ese pasillo, apenas iluminado por el sol, con sus baldosas rojas y canteros de flores a su costado. Entonces si, una vez el ritual cumplido, entraba al living a sufrir, a pasar y hacer el ridículo, a querer huir de allí y no volver nunca más, pero una sola cosa me detenía entonces, era ella y estar cerca suyo por eso, sabiendo que ese sería el único lugar donde podría estarlo, todo lo soportaba, todo, hasta ver en cada interpretación que acometía en los sicodramas, mis problemas desnudos, mi timidez a flor de piel y la fugaz irrupción en un mundo extraño para mí -además, algo que se me olvida y quiero decirlo- siempre, todas las veces que fui a esa casa, llegaba de mal humor, como era mi forma habitual de ser, pero nunca supe porque, cuando mis zapatos quedaban al lado de los de ella al incorporarme, ya no me sentía tan malhumorado, una dulce alegría se iba apoderando de mi y entonces, la hacia responsable a ella de mi felicidad. Cuando ingresaba al living, dado que era el último en hacerlo, encontraba que ya todos estaban sentados alrededor de la mesa, tomando un te grupal y hablando de sus cosas con el organizador del grupo, ¿Cómo llamarlo? Sicoanalista, sicólogo, hombre de teatro, chaman, astuto ¿Alguien más sano que nosotros y su salud mental, le daba derecho a someternos a lo que hacía, para ganar su dinero? Nunca lo supe y es al día de hoy, que tampoco sabría que nombre darle, pero para lo que les cuento lo voy a llamar El, con mayúsculas, como el diferente, como el distinto de nosotros que nos usaba para pasarla bien, pero bueno, dejemos todo esto y cerremos la puerta, ya me tienen adentro del living yendo hacia la mesa, llevando mi timidez a cuestas y algo de alegría mesurada, por eso que les conte siempre pasaba en el pasillo. En la mesa del sico, previo a las interpretaciones, siempre traté de sentarme al lado de ella, demás está decirlo, nunca lo logré, ella siempre se ubicaba al lado de El y teniendo en su otro costado, a Ernesto, un comerciante del Once, que disponía de mucha guita, pero una manía persecutoria que lo hacía suponer que todos lo perjudicaban, después venía Gloria, abogada pánica, que no podía ejercer, porque el miedo la dominaba, Alberto, divorciado eterno, que siempre cambiaba de pareja pero ineludiblemente caía con otra mujer, de carácter idéntico a la anterior, Luz, una joven de provincia estudiante crónica, que soñaba el sueño eterno de que hacer cuando se recibiese, la seguía Carlos, contador meticuloso y obsesivo, para el cual la vida, debía ser un rompecabezas exacto, donde las piezas encajaran en el lugar que el eligiera y por último, yo, la contratacara de El, yo que siempre ocupaba en esa mesa el sitio mas alejado de donde estaba ella y solo la miraba, nada más. Me senté, como todos los jueves, en el lugar que nadie hubiera querido sentarse, creo que era mi lugar en este mundo, pero para ser sincero, a esa altura de mi vida, tal situación me era indiferente. En estas reuniones previas, es donde daban los argumentos para los sicodramas  que se iban a representar, una vez que termináramos el te y las galletitas y el sico, decida pasar a ser centro absoluto de la escena y su living, se convirtiera en el gran escenario, donde todos nosotros, íbamos a representar la mentira de lo que en verdad éramos, o la verdad que no podíamos evitar, dado que carecíamos de la malicia necesaria para hacerlo. Un jueves, todavía lo llevo en mi memoria, El dijo, depositando un segundo su mirada en mí,

--Ella se sacó a un tipo de encima, que la molestaba y no le interesaba, me gustaría que ambos dramaticen la escena.

Por un momento supe la verdad, el sico quería volarme del grupo o ella, le pidió que lo hiciera, me asuste, siempre me dio miedo teatralizar en el living frente a todos ellos, pero ese día la puesta que el sico proponía, me tocaba el corazón, yo ocupaba como personaje del drama, el lugar de aquel que ella no quería, por primera vez iba a escuchar de sus labios palabras, que si bien aparentaban un texto improvisado, nadie podría saber cuanto tendrían de verdad, pese a ello, hasta hoy día no se porque, tome de improviso un extraño valor, como si el destino me hubiera dado ese jueves, la posibilidad de hacer algo más, que acercar mis mocasines a sus zapatos taco aguja, me levante y fui hacia el centro del living, clave mi mirada en los ojos de ella que aún permanecía sentada, algo note entonces, como una indecisión en su siempre tan bien plantado carácter, fue el sico quien le dijo.

--Anda, todos quieren ver como sale esto.

Se levantó y vino hacía mí, yo en tanto me preguntaba que sería esto y que esperaría El, de este sicodrama, pero nada me importaba, solo que ella estaba frente mío, que era hermosa y sin tacos altos, apenas un poco más baja que yo, pensé por un instante en todas las palabras que mil veces le habría dicho de tenerla cerca, todas, todas sin excepción, se habían escapado de mi mente, pero el profundo silencio de la sala en espera del texto que se iba a producir, me llevo a hablar. Hoy a la distancia, no recuerdo frase a frase todo lo que dije y lo que ella me respondió, en consecuencia, lo que escriba, será producto de un recuerdo y porque no, tendré necesidad de adornarlo o empeorarlo, según mis actuales sentimientos así me lo pidan, sin embargo les puedo asegurar, que la veracidad de los diálogos, es idéntica al contenido que tuvo esa conversación, pero volvamos a la sala, a ella y yo en ese instante, al sico y al silencio del living, que actuaba como disparador de mi angustia contenida, fue entonces que hable.

--Disculpe mi imprudencia, pero la vengo observando de hace tiempo y hoy, que la casualidad nos cruzó aquí en la calle, no pude contenerme, sentí…
--No sienta nada por favor, ya que nada es lo que siento por usted, además no me interesan los hombres que se me acercan en la calle, no soy mujer fácil, tengo mis principios.
--En eso nos parecemos, a mi tampoco me gusta, encarar a una mujer en la calle y decirle lo que siento, es como rebajarme y rebajarla.
--Se lo digo yo, tarde o temprano pensará ¿Si la conocí en la calle? ¿Cuántos más pudieron hacerlo? ¿Cómo es ella que traba conocimiento, con el primero que se le cruza?
--No se si pensaría yo eso que usted dice, porque le aseguro, tengo una opinión formada de cómo es usted y ese pre concepto en mí, es lo único que vale.
--¿De cómo soy? ¿Qué sabe usted como soy?
--Nada.
--¿Entonces?
--Algo muy simple, para mi usted es como la pienso y al pensarla, la hago mía sin pasado alguno distinto al que imagino, para esta relación que pudiera surgir entre nosotros,  eso es lo que pienso.
--De tal manera, que a partir de hoy, yo para usted, tengo el pasado ¿Qué su imaginación me dio?
--Exacto, su presente es el pasado que yo sueño de usted y su futuro, si fuera mía, sería la proyección de ese sueño, a través del tiempo que estemos juntos.
--Es extraño, yo siempre pensé que alguien me estaría soñando.
--Ahora que lo pienso, es como si por obligación a alguien, yo nunca dejara de soñar.
--Y es más, mi temor mayor, es que aquel que me sueña, un día de improviso me deje de soñar, ¿Qué sería de mi entonces?
--¿Que sería de usted si la obligación que tengo de soñar se acabaría?
--Desaparecería, como la nube de polvo en medio del desierto, su despertar sería mi partir, si dejara de soñarme no existiría más.
--¿Es posible entonces, que a través de mi imaginación -que eso es un sueño- sea yo, el responsable de su existencia en este mundo?
--Tal cual, soy lo que me piensa y existo, porque usted me sueña como debiera ser.
--¿Entonces usted es, porque yo lo deseo?
--Si, a esta altura no cabe duda alguna, yo soy, porque su mente me piensa.
--Si es así quédese tranquila, nada tema.
--¿Porqué?
--Porque mi mente, al igual que mi conciencia, son ámbitos reservados solo a usted, es imposible para mí, dejar de pensar en su existencia, he nacido para crearla.
--Y yo he sido creada por su imaginación, para pertenecerle.
--Mas que el uno para el otro, somos yo, para usted.
--Si, sin su mirada, dejaría de existir y sin su sueño, jamás hubiera estado.
--¿Entonces?
--Es necesario partir, ¡Irnos! ¡Estar juntos! Somos seres especiales todavía no nombrados, que podemos crear y ser creados, pero que no podemos impedirnos, estar presos de lo que hemos hecho.
--Vamos, porque si no te sueño.
--Y no me miras, desapareceré.

Ante la absorta mirada de El y todos los demás, que nos veían sin entender nada en esa sesión de sicodrama quizás ¿Porqué no? Creyéndonos locos, salimos al pasillo tomados de la mano, ella, se calzo sus zapatos aguja, yo, mis mocasines clásicos y como en un sueño, nos fuimos alejando juntos sin poder separarnos, hoy aquí, esperando a mis hijos que salgan del colegio, sigo soñando con ella, continuamente siempre, ¿Saben porque? Simplemente ¡Por temor a perderla!







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