sábado, 22 de diciembre de 2012

BOLIDO AMARILLO



Se levanto temprano, se ducho y fue a la cocina, donde preparo el desayuno para empezar el día, Enrique todavía dormía, anoche se acostó tarde, porque tuvo una reunión en la empresa,  esperaría un poco, una vez servido todo, lo llamaría. El departamento, daba a un costado del edificio, donde un hermoso jardín, cubría las cocheras subterráneas, le gustaba su cocina, corriendo las cortinas, entraba un hermoso sol, mirando al exterior, se encontraba acompañada, de flores y verdes arbustos, mientras preparaba el café, recordó sus años de casada con Enrique, ya iban para seis, tenían dos hijos de cuatro y cinco años, a quienes todas las mañanas, el micro los llevaba al colegio, donde se quedaban todo el día, hasta las cinco de la tarde, hora que ella pasaba a retirarlos. Lo conoció en la facu, ambos se recibieron de ingenieros, pero ella no ejercía, sin darse cuenta, lentamente, prefirió dedicarse al hogar y los suyos, se fue alejando de la profesión, aunque para no perder actualidad, una vez a la semana, concurría a la empresa de Enrique, a ayudarle, estar al tanto de las cosas, por otro lado, el siempre fue muy protector, muy macho como dirían, buen compañero. En todos estos años, no se podía quejar, eran una pareja armónica, sin muchas discusiones, bueno, en fin, a ella no le gustaba discutir, siempre aceptaba lo que el decia, pero estaba contenta realmente, de haberse casado con el hombre que eligió, muy enamorada.  Enrique era un ser meticuloso, al que le gustaba ordenar su vida y la de los demás, recordaba con humor, al poco tiempo de casada, cuando el le dijo, no me gusta tu pelo, deberías cambiar de peluquero, e ir al que va mi hermana, así lo hizo, parece extraño pero acertó, desde ese día, se vio mas linda que nunca, nadie le entendía su pelo,  tan bien como Carlos, es mas, desde entonces y por distintas razones, hay dos hombres en su vida, que le son indispensables, Enrique y Carlos. Cuando esta sentada en la peluquería, hablar con el, es como hacerlo con un sicólogo, mas de una ves, le ayudo a solucionar líos con Enrique, o sus hijos, los peluqueros son así, te arreglan el pelo,  si estas conforme como lo hacen, terminan siendo como hermanos tuyos, se olvidaba, hoy tenia una reunión con amigas, aprovechando que Enrique, vendría tarde, por problemas en la oficina, decidió arreglar con ellas, para  de esa manera,  aprovechar y salir un poco, total los chicos, quedaban con María y listo, por lo tanto pensó, voy a  pedirle a Enrique, una vez que nos desayunemos, me acerque a la peluquería, así estoy linda para esta noche, ¡Caramba! Dejando pasar el tiempo, ya casi estamos sobre la hora

--Enrique, levántate amor, el desayuno, se te hace tarde para la oficina.

Apareció Enrique, bostezando en la puerta de la cocina.

--¿Que pasa amor, es tarde?
--No, todavía hay tiempo, pero toma el desayuno, después te das un baño rápido, mientras yo me visto.
--¿Vas a salir?
--Si, sabes que salgo esta noche, ahora aprovecho que vas a la oficina y me dejas, en lo de Carlos.
--De acuerdo, servime el café con leche, pero las tostadas sin dulce, no tengo ganas de comer mucho, estoy engordando.
--Pavadas, te veo como siempre, veni sentate,

Laura retiro del fuego la cafetera, lleno su taza y la de Enrique, le agrego leche, después puso las tostadas, sobre la mesa, con dulce para ella,  solas la de el, se sentó.

.--¿Tenes mucho trabajo, hoy en la oficina?
--Un montón, a la noche voy a venir tarde, tengo una reunión importante, con unos inversores nuevos, espero no demorarme mucho.
--No te preocupes amor, yo también voy a estar con mis amigas, saldremos a comer, tomar algo, que se yo
--Los chicos, ¿como se fueron hoy  los chicos?
--Muy bien, María los preparo y les hizo la leche, yo los acompañe hasta la camioneta.

Pronto terminaron de desayunar, Enrique fue rápido a la ducha, Laura se dirigió al dormitorio, para arreglarse, tardo un poco, pero le vino bien, porque su marido en ese tiempo, termino el también, de acomodarse, ambos estaban listos para salir.

--Vamos Laura, que se hace tarde.
--Si, ya salgo.

Dejaron el dormitorio, el living, la cocina, antes Laura, le dio las ultimas instrucciones, a María, en cuanto al almuerzo, llegaron al palier, de donde fueron directamente, al subsuelo, una vez en el, Enrique, se encamino a su auto, moderno, pero lo que mas resaltaba de el, era su profundo color amarillo, techos, puertas, baúl, todo amarillo, excepto los faros negros. Laura nunca supo comprender, porque a su marido, le encantaba moverse, en un auto tan llamativo, pero bueno, cosa de él.

--¿Te llevo a la peluquería, no?
--Si, como te dije, debo estar linda para esta noche.

Puso el auto en marcha, acciono el portón del garaje y salieron, vivían en Pampa y Tres de Febrero, la peluquería se encontraba por Libertador, cerca de la Nueve de Julio. Así que tomo Pampa y subió por la Avenida, hacia el centro, la mañana se veía, primaveralmente hermosa, Libertador, completa de autos, con sus jardines y altos edificios, daba la sensación de un exultante mundo, que quizás no fuera tan real, hicieron el viaje callados, ambos sumidos en sus pensamientos, de pronto a el se le cruzo una idea.

--¿Como vas a volver?
--No te preocupes, de la peluquería pido un remis.
--¿Y a la noche?
--Salgo con mi auto, no lo quise traer ahora, porque me gusta que manejes vos, así yo miro las calles, los parques y me lleno de sol.
--Que poética.
--Vos sabes que siempre lo fui, mira, sin darnos cuenta, ya casi estamos en lo de Carlos.

Si efectivamente, ya habían llegado, Enrique estaciono el coche, frente a la peluquería, Laura le dio un beso y bajo.

--Cualquier cosa te llamo al mediodía, chau
--No te preocupes, voy a estar todo el día en la oficina, después hablamos.

Arranco la moderna mole amarilla, con faros negros, mientras un nuevo cliente, ingresaba a la peluquería.

--¿Que tal Carlos como te va, me podes peinar?
--Con vos siempre puedo Laura, quédate un rato por ahí, que enseguida te atiendo,  ¿Queres tomar algo?
--Dale.
--Vicky servile un café a la señora.

Laura se sentó en un silloncito de espera, busco una revista de modas, su pasión, mientras tomaba el café, se dispuso a pasar un buen rato, con la vuelta de cada hoja, Carlos avanzaba más en su trabajo, cuando la lectura llego a su fin, este la llamo.

--Te toca a vos Laura, veni.

Carlos debería tener, no mas de treinta y cinco años y esa femineidad, tan agradable a las mujeres, con quienes compartía muchos gustos, suspicaces observaciones, que de seguro, escapaban al común de los hombres, todo ello, le daba cierto aire particular. Ella, fue en busca del sillón, frente al amplio espejo, con luces dicroicas, donde Carlos, desarrollaba su arte, lleno de pequeños estantes, con cremas, colorantes, ruleros, tijeras y un secador, made in italy  que dicen, son los mejores.

--Sentate Laura  ¿Como te va, que te queres hacer?
--Mira péiname, fíjate si tengo que cortarme las puntas, poneme linda para esta noche, que tengo que salir, con mis amigas.
--Despreocúpate y déjame a mi, vas ha quedar preciosa para tus amigas, mas tarde para Enrique, que te aseguro, se volverá loco al verte.
--¿Te parece?  No es de volverse loco,
--¿No? mira que todos los hombres se vuelven locos, según como los trates.
--Entonces, yo lo debo tratar muy mal, porque conmigo es más bien tranquilo
--Lo dudo, mira que no vi muchas veces a tu esposo, porque casi siempre te deja y se va, pero la sensación que tengo de él, no es la tuya.
--Puede ser, quizás tengas mas experiencia que yo, en ese tema, en conocer a los hombres, se detuvo un poco inquieta, se estaba metiendo en caminos escabrosos.
--No te quepan dudas, soy muy observador, casi siempre doy en el clavo, pero hablando de otra cosa,  ¿adonde vas hoy a la noche?
--Salimos con unas amigas, del colegio de los chicos, que se yo, cenaremos algo, antes iremos a tomar un café, cuestión de hablar y pasarla bien, es una reunión, que hacemos cada tanto, porque nos interesa mucho, estar juntas
--Si, son esas reuniones, donde uno va contando, trozos de su vida, escucha de los otros replicas exactas, de los mismos problemas, que lo afectan a uno, todos se ponen contentos, ante la malaria general.
--De acuerdo, es como si habría un equilibrio social, que nos justifica a seguir como estamos, dándonos cuenta, que el otro también, somos nosotros.
--Tal cual Laura, es como sicoanalizarse en grupo, -nada mas que en un café y entre amigos- brutal, vas a pasarla bien esta noche.
--Seguro, siempre la paso bien, pero te digo, tenes que poner onda positiva, ese es el secreto.
--¡Si onda positiva! tamboriles y panderetas, ¡arriba Laura! hoy es tu día. ¡Termine estas preciosa!
--A ver Carlos, alcánzame el espejo, quiero verme

Con el espejo en mano, se vio reflejada, en todos los lugares de su cabeza, recorrió todo su pelo, precioso, hoy causaría impacto, entre sus amigas.

--Carlos.
--¿Qué?
--Salio bárbaro ¿Cuanto te debo?
--Arregla con Vicky, si necesitas un remis, ella te lo pide, chau Laura un beso, debo seguir con las otras chicas, saludos a Enrique,
--Bueno, se los daré, voy  a ver a Vicky, chau.

Se dirigió al fondo de la peluquería, donde estaba la recepción, allí pago y pidió un remis.

--Un segundito señora, sientese un momento, que en seguida viene,

Así lo hizo y espero, al rato Vicky le indico, que el coche la aguardaba en la puerta, se despidió de ella, una vez en la calle, diviso al remis que la esperaba.

--¿Adonde vamos señora?
--Pampa y Tres de Febrero.

Hacia allí fueron, haciendo el camino inverso, que unas horas antes, ella hiciera con su esposo. Pronto llego a su casa, descendió, pago el viaje. Entrando al edificio, se encamino a su departamento, acomodaría la casa con María, almorzaría, buscaría los chicos al colegio, luego de jugar un rato con ellos, se prepararía, para el encuentro con sus amigas. Quedaron en reunirse, a las ocho de la noche, en un bar de Palermo Soho, para después ir a comer a Puerto Madero y luego volver a casa, linda salida pensó. Llego al palier y abrió.

--María,
--¿Si señora?
--Veni, me cambio y arreglamos un poco, después almuerzo, vos seguís con lo tuyo.

Así pasó la tarde, como tantas otras, a las cinco menos veinte, ya estaba en el garaje, en busca de su auto, para traer a los chicos, el suyo no estaba pintado de amarillo, por el contrario, su color era negro, de tamaño mediano, tal vez común a muchos, de los que circulaban por la zona. Un rato después, se encontraba en las puertas del colegio, donde a  todo, se lo veía como un desorden fenomenal, chicos que iban y venían, padres ansiosos, que temían no ver el momento, cuando sus chicos salieran, sin darse cuenta, que estos, los veían a ellos, mucho antes de salir, camionetas escolares, donde sus dueños juntaban chicos, como quien arma un ramo de flores, de a uno por uno, en fin, la salida de un colegio, grande, importante, privado, pago, donde todo se exagera, en orden a la figuración social, de cada uno.
Laura, pronto diviso a Martín y Lucia, que salían juntos, besos y abrazos, como corresponde, entre mami y ellos, algo tan personal e intimo, incluso, en medio del zafarrancho mas atroz. Los llevo al auto, terminaron en la cocina, con la vista del parque, tomando un te con mama, que los escuchaba embelezada. La tarde caía y pronto, seria hora de partir, Laura se preparo para ello, de la mejor forma posible, tratando que la ropa realzara, los naturales encantos de su cuerpo. Se puso un Yin crudo y ajustado, zapatos negros de taco alto, remera y llevo una chaqueta, por si refrescaba, reviso su cartera, todo estaba en orden, el reloj marcaba, cerca de las diecinueve y treinta, ya debía irse. Se despidió de los chicos, le dio a María, las ultimas instrucciones, diciéndole que no se preocupe, que volvería tarde, que les de de comer y los acueste.

--Si señora, vaya tranquila, todo estará bien.
--Estoy segura María, chau cualquier cosa, llámame al celular.
--Si es necesario si señora, hasta luego.

En la cochera, puso en marcha el auto y arranco, hacia Palermo Soho, donde se encontrarían, en principio, para tomar y charlar, antes de ir a cenar, dobló por Libertador, hasta Scalabrini Ortiz, después busco Malabia, allí detuvo su coche, ante la puerta del resto, donde seguro las chicas ya estarían, entró, era un bar amplio, con mucha luz, mesitas de madera oscura, con sillas de estilo moderno, de distintos colores, casi al centro del local, se hallaban sentadas, sus tres amigas, Ana, Rosa y Silvia,

--Que tal ¿Como están chicas? el transito estaba lento, sino hubiera llegado antes.
--No te preocupes, sentate, que nosotras hace apenas unos minutos, que estamos juntas.

Rosa y Silvia, venían en el auto de Ana, las tres vivían muy cerca, les resultaba cómodo, moverse en un solo vehículo. Comenzaron a hablar y charlaron, verdaderas amigas, de todas las cosas que ocurrían, en sus respectivas familias, la indiferencia del esposo de Ana por ella, los problemas que tenia Rosa, con sus tres traviesos chicos, que la torturaban diariamente, la peor de todas Silvia, quien vivía con su suegra en casa, espantoso drama, digno de un amplio libro. Así las cosas, se hizo la hora de cenar, decidieron partir a Puerto Madero. Laura en su coche, las otras tres amigas en el de Ana, volvieron a Avenida Libertador, muy  pronto se encontraron, con Avenida Córdoba, doblaron a la izquierda y se dedicaron, a recorrer lentamente la zona, ya que no tenían lugar definido a donde cenar. Puerto Madero, se presentaba esplendido, con sus restaurantes, a cual mas tentador, sus luces iluminando casi, como si fuera pleno día, no tuvieron que andar mucho, dos cuadras apenas y el lugar elegido, les pareció el correcto, estacionaron con facilidad, ya que el restaurante, no se hallaba totalmente lleno, faltaban algunas mesas por ocupar, entraron, vieron una al fondo, cerca de la ventana, de donde se veía el Río de la Pata, agua tranquila, entre diques silenciosos, decidieron que era suya, ya que les pareció la mejor. Se acercó el mozo con el menú, discutieron vinos, pescados, frutos del mar, pastas, pero al rato puestas de acuerdo, degustaban una excelente comida. Laura, quizás con un poquito de envidia, de las demás, hablo de Enrique, como se querían, de su hombría, para llevar adelante el hogar, de nuevo Ana dijo !Que lastima! Que ella no podía, decir lo mismo de su marido, Silvia volvió a arremeter, contra su suegra, a la que denomino, consecuencia de todos sus males, ya que el esposo era un amor, pero ella, Rosa introdujo el ariete, de sus tres niños y determino allí mismo, que de no tomarse unas vacaciones, explotaría. Laura pensó, en la buena relación con Enrique, agradeció al cielo tal circunstancia, por otro lado, lo que la tenia muy feliz, era que su peinado, el que le hiciera Carlos, llamó poderosamente la atención, de sus amigas, todas dijeron, que le quedaba maravilloso y quisieron saber ya, la dirección de su peluquero. Muy contenta, igual que las chicas, por la noche que estaban disfrutando, pensó cuanto hacia, que no la pasaba tan bien. Se fueron fijando, cada una en el reloj, de pronto llego la hora de partir, se acerco el mozo, pagaron y  las cuatro salieron contentas, al fresco de la noche, al despedirse, juraron volver a encontrarse lo antes posible. El peinado de Laura, recibió nuevos comentarios, la promesa de sus amigas, de ir a visitar a Carlos a la brevedad. Sonriente, Laura  fue al auto, arranco y puso camino a su casa, tomo por Libertador, era tarde, apuro la marcha, se acordó que cuando Libertador, se habría con Avenida Alcorta, siguiendo por esta, en donde comienza el parque, hay un desvío que acorta camino, la noche era oscura, ella sabia que ese camino, se convertía en un hotel, a la luz de la luna, pero no le importo, en realidad, nunca media los riesgos, cuando estaba interesada en algo, decidió, no seguir por Libertador y continuar por Alcorta, pronto los focos del auto, iluminaron el desvío, apenas lo vio, giro a la derecha y comenzó a circular, por esa calle, estrecha y peligrosa, a cuyos costados, no hay nada mas que cercos, de alambre y vegetación, aminoro la marcha, miraba con precaución, la calzada, ya que no podía librarse, de sus correspondientes baches, que la hacían de cuidado, su vista se fue proyectando, sobre el camino, de pronto sus ojos, se quedaron espantados, fijos, en un auto, totalmente amarillo, con focos negros, que estaba estacionado, sobre el pasto, algo retirado del camino. ¡El coche de Enrique! exclamo, por primera vez, un escalofrío recorrió su cuerpo, no, no era miedo, un presentimiento, de que ese coche ahí, seria una desilusión para ella, la hizo frenar en seco, estaría a cincuenta metros del auto, llevo el suyo al pasto, al costado del camino y bajo. Con la respiración contenida, sin saber lo que pasaba, camino al encuentro de la masa amarilla, en busca de la verdad, sin haber sido vista por nadie, llego al costado del auto, aunque el lugar se encontraba un poco en penumbras, no le impidió ver, lo que ocurría en el interior, Carlos estaba arrodillado, sobre el asiento del conductor y su marido, le practicaba una penetración anal, las exclamaciones, los gestos de placer, la locura sexual, que se vivía allí dentro, hacía imposible decir nada. Volvió a su coche, de contramano regreso a Avenida Alcorta, la vida nunca seria igual, después del encuentro con el bólido amarillo.


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