Es una bella tarde de sol, la suave brisa,
mueve las ramas del añoso árbol y sobre el blanco papel, se van dibujando
extrañas figuras, como llamas grises, que surgieran de un caldero, donde el
plomo se fundiera lentamente. Todo es quietud y paz, por la ventana abierta, se
puede ver el camino que conduce al pueblo, libre de gente y de vehículos, como
si nadie nunca lo iría a transitar, en el blanco papel, la mano nerviosa de
Ángela, escribe una esquela, su letra apretada, compone las palabras, de lo que
quiere decir, sus ojos enrojecidos y un pañuelo húmedo, se convierten en
pruebas de su sufrimiento, gotas de llanto, hay en sus mejillas y redondeles de
angustia, salpican la hoja, que poco a poco entre suspiros, su tristeza llena
de frases corridas por las lágrimas, se detuvo de pronto a leer lo escrito, la
sombra de las ramas del añoso árbol, nuevamente, revoloteaban entre ella y los signos
formados por su mano, deletreo lentamente, el encabezamiento del texto, en un
estado de absoluta congoja.
Régimen alimenticio
a seguir estrictamente.
Se levanto de golpe y huyó de la cocina.
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