Ella recorría por las tardes las calles del
pueblo, despertando la admiración y el amor de todos, de todos aquellos jóvenes
y viejos, que por ella suspiraban. Así
era Amelia, altanera y esquiva, disfrutaba paseando su belleza y eludía sin
hablarles siquiera, a cuantos decididos quisieran abordarla, así era ella,
indiferente a todo solo caminaba, solo mostraba su hermosura, en el corto
trayecto de la casa de sus padres, a la casa del abuelo, comerciante en vinos,
quien siempre la esperaba todas las tardes, sea invierno o verano, llueva o el
sol llene con su luz todo el paisaje, para tomar el te con ella, cuando el te
terminaban, cuando el dulce, la manteca y las tostadas dejaban su lugar, sobre
los platos antiguos de la mesa, Amelia saludaba al abuelo y hermosa y radiante,
hacedora de todos los suspiros, partía de nuevo rumbo a la casa de sus padres,
eludiendo fría y sin importarle nada, los galanteos de los mas audaces. Una tarde,
igual a todas pero a su vez distinta, sobre las calles del pueblo por ves
primera, después de mucho tiempo no apareció Amelia, hermosa y seductora,
despertando a su paso la pasión de los mas jóvenes, no, ese día todo fue
silencio, se retiraron más temprano, los floristas con sus flores y a la noche, esa noche,
inesperadamente murió el abuelo.
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