Sentado en el bar, a su derecha el pocillo de
café recién servido, frente a él, el pequeño plato con tres masitas, que
completaban el pedido, todo sumergido en el murmullo de las voces, el ruido de
vajilla, el más dulce rumor de palabras femeninas, con melodioso acento
centroamericano. El sol hermoso del invierno, joya por escasa, maravillosa,
entraba raudo por el ventanal, que a su izquierda se encontraba, todo era
calido, tranquilo, hasta la vida misma, se mostraba afectuosa, considerada,
sumisa, como superficie de lago entre montañas, pasaron tantas cosas, tantas,
en una vida adulta, demasiado adulta para analizarla, pero hoy, rodeado de esta
paz, parecía que todo estaba justificado, que lo que fue, debía ser, que todos
los fracasos fueron necesarios y por el contrario, las pequeñas alegrías,
seguro resultaron consecuencia de la casualidad. Como jamás quiso reconocer,
todo en este mundo, de alguna manera, estaba compensado, hoy, justamente hoy,
por primera vez, reconocía que la vida de uno era un plan, una sucesión de
hechos y circunstancias, que eran ajenas a la propia voluntad y estaban, mas
cerca de la casualidad y la improvisación, era indudable, el carácter nos conducía
indiferente, por los hilos de la gran telaraña del destino. Miro un poco a su
alrededor, solo gente, gente como él, tal vez más linda, más alegre, quizás
despreocupada de los laberintos insondables, que las cosas ofrecían, estaban
dispuestos, solo a ver y gozar las superficies, sin palpar los dolorosos
cuerpos, en busca de la verdad o la mentira. ¿Estaba bien? Si. ¿Estaba mal? No.
¿A que observar lo que nos pueda traer preocupaciones? ¿Por qué tensar la
cuerda de nuestro ser, con problemas que no son nuestros? Mejor dejar todo como esta, vivir la vida de
uno, lo mejor posible y listo, ¿Egoísmo? No, no era eso, nadie es egoísta
porque no quiere pensar, ver o sufrir por el otro, simplemente él, es eso, no
quiere, no se involucra, no es el otro, tal vez toda la estructura de su felicidad,
radica en una única cualidad, es él y lo asume plenamente. Observó por la
ventana, la gente en la calle pasaba frente a él, con la cara clavada hacia
adelante, la cabeza gacha, los ojos que miraban sin ver lo que veían, solo
salvaban obstáculos, como células fotoeléctricas, que chocaran sobre objetos
inanimados, mucha gente era así, encerrada en si misma, el lo era, el lo habia
sido y por supuesto lo seguiría siendo y todos los que circulaban frente a el,
tras el vidrio de la ventana, en la calle, también lo serían,
irremediablemente, paradójicamente quizás, hasta el fin de sus días, de
improviso pensó, que todo lo escrito era mentira, la justificación sobre papel
y signos azules, que representaban letras, de un texto que nunca habría podido
escribir, porque no encontraba que poner, de que hablar ¿Cuáles frases sería
aquellas que narraran su existencia? ¿De que hablar sobre su vida? Solo de
recuerdos, de fracasos, de olvido y soledad, así nada se cuenta, no hay
sustento para prolongar el relato, la imaginación por si sola, no es mas que un
llamado de atención, para mantenerse a flote, en medio de todos los obstáculos,
que se presentan en el tortuoso, oblicuo y desparejo camino de la vida, ¿Qué
pensar? ¿De que hablar? ¿Qué hacer? Tres preguntas, que siempre le generaron el
horror de lo social, la incertidumbre, de que no estaba haciendo bien las cosas
y que en definitiva, todo era una mentira, condimentada, con un poco de
tristeza, con algo de abandono sobre las esperanzas abiertas al futuro, su
futuro, el que solamente le interesaba, puesto a elegir en ese momento, en el preciso
instante, en que estaba esperando a nadie, porque nadie llegaría, como siempre,
en esa inútil espera de todos los días, imaginada por el y que nunca ningún ser
o ente o sentimiento fuera del mundo de lo creado, se acercaría de golpe frente
a el, para decir aquí estoy, tal ves un poco tarde, pero he llegado, estoy a tu
lado, soy quien esperabas, no te angusties más yo estoy aquí, ya puedes
olvidarte de todo tu pasado, ¿Se podía acaso olvidar de su pasado? Y si así
fuera, ¿Qué le quedaría entonces? Como empezar de nuevo para repetir los mismos
errores, los hechos parecidos, las circunstancias iguales que lo llevaría a
volver en el curso del tiempo, a ser el mismo, casi igual o parecido a lo que
hoy era. No dudo, no quiso que la duda gane nuevamente a sus sentidos, si, es
cierto, es imposible cambiar porque el carácter existe, porque la vida es un
vuelo repetido, donde el ave ya sabe su camino y bajo los azules cielos,
siempre terminará por volver al mismo sitio de donde un día partió. Escucha una
vez más ¡Café con leche! Ve al mozo servir el liquido oscuro y a continuación
el blanco y sobre la taza, se hunde la medialuna, para luego huir de ella y
terminar en la boca, de la persona ajena, que en la otra mesa, calmaba su
ansiedad con la comida, pensó un instante en eso, en que el comienzo del alma y
el principio de razón suficiente, al fin y al cabo, terminan donde comienza el
estomago del hombre, su estomago, el de todos, el de aquellos seres, que
dominados por el placer de sus sentidos, una vez complacidos estos, descansan
en paz, lejos de los sobresaltos del alma hambrienta y desvalida, que siempre
rechaza al estomago, que trata de imponerse en su final. Todo es así, claro y
oscuro, absurdo y comprensible, bueno y malo, alegre o triste, combatientes
todos que se enfrentan y terminan, manejando los sentimientos y el corazón
humanos y él ¿El de que la juega? Allí sentado, solo, en una mesa, cualquier
mesa de algún Bar de Belgrano. ¿De que la juega? ¿Qué conclusión piensa sacar
de todo esto? Quizás se crea suficiente, imagina tal ves, porque se habla a si
mismo y en silencio, porque le cuenta a su soledad lo que no vive, se salve de
sufrir aquello que no hace, cuando su alma le pide que lo actúe, a todo aquello
que llega cerca suyo. ¿Podrá hacerlo? ¿Es posible vivir entre palabras, cuando
no se tienen hechos? ¿Es posible caminar entre las flores, pisando todos los
jardines? No lo se, ¿Quién lo sabe? ¿Quién puede alzar la voz y preguntarlo?
Más aún, ¿De quien podremos recibir respuesta? Estamos solos, en el café, en el
mundo y en el tiempo, todo nos pertenece, la soledad, el ruido de la gente, el
universo y los años que se fueron y los pocos que nos quedan y si todo nos
pertenece y lo usamos mal, ¿Qué hacer entonces? Como cambiar aquello, que nos
pasa, si es inevitable, si esta escrito en la grieta de nuestro carácter,
rubricado por el destino que nos guía, del cual ni siquiera podemos rebelarnos,
¿Será posible todo? O al menos algo, que guarde relación con lo que somos. Es
extraño el café, la calle, Belgrano, cuando cae la noche y todo se transforma,
hay un montón de pocos parroquianos, mi corazón anhela algo, que cambie el
curso de su historia, mi alma, que la tristeza no la inunde como ahora y yo,
sentado en esta mesa miro, el reloj y siento, veo, observo que es la hora, en
que debo partir y estoy dispuesto, dejo el café, la calle, los recuerdos ¿Puedo
dejar acaso el pensamiento eterno, de aquello que pudo ser y nunca ha sido? ¿Es
posible todo? Quizás si. ¿Es imposible todo? Compruébalo vos mismo, acompaña
mis pasos.
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