Mis palabras y tus palabras son universales, repetidas
siempre entre un hombre y mujer café por medio, por lo tanto a veces pienso que
nada de lo dicho es tuyo o mío, sino que está en el tiempo entre nosotros, como
el ritmo musical en el instrumento quieto, que solo espera ser tomado, apretado
y conducido por la mano experta, para convertir en música la longitud exacta de
sus cuerdas, de esa longitud te hablo, de la distancia del alma a las palabras,
de ese espacio, entre el misterio y el mundo exterior, de esa posibilidad de
asimilar los textos, dejados por todos los que hablaron y repetir los nuestros,
lo dicho tantas veces por otros que antes que nosotros los expresaron. Tengo el
don de pensar ¿Pero yo pienso? ¿O selecciono del afuera lo que busco? Me hablas
te hablo, nuestras palabras van y vienen ¿Nacerán o morirán entre nosotros? ¿O
forman parte de este ambiente donde estamos? Y tal como los buscadores del
perlas al arrojarse al fondo del mar, solo así de la misma manera,
seleccionamos de aquellas, la que nuestro espíritu busca y necesita para darle
forma al dialogo ¿Tuviste alguna vez un lápiz en tu mano? ¿Volaste sobre el papel
con él? ¿No fueron acaso apareciendo solas las palabras? Mientras su afilada
punta recorría cada renglón, decí la verdad, si escribiste como alguna vez quizás
lo hayas hecho un relato, en un café cualquiera sentado a la mesa cercana a la
vidriera, no sentías que el lápiz dibujaba sobre la línea negra del renglón
impreso, palabra tras palabra, ajenas a tu voluntad a tu destino, a tu
condición humana de poseerlas, solas ahí, sin darte cuenta, sin quererlo
siquiera, iban apareciendo, formando el texto que ni vos mismo sabias adonde
llegaría la trama del final, pero la punta del lápiz sin parar proseguía,
seguía imperturbable al presagio dicho en el lugar en el preciso instante en
que se daba paso a un montón de palabras sueltas, que entraban y salían de la
punta exacta de tu lápiz, tan afilada, tan precisa, que cual pararrayos en el
trueno, atraía sobre si, el texto universal que desato la tormenta de las
palabras perdidas en el aire y en el tiempo, que se encontraban abiertas al sentimiento
del escriba que en el bar mismo, sumergido en un lienzo, de un infinito
discurso de pasado y presente, solo escribía. Eso es lo que hablas eso lo que
digo, no son tus sentimientos no son los míos, es el abecedario completo,
archivado en dados de caras muy prolijas que sin pensar tan solo se encuentra
prisionero, de un pasado que paso y lo cobija.
No hay comentarios:
Publicar un comentario