lunes, 21 de enero de 2013

LAS PALABRAS NO NOS PERTENECEN, ESTAN





Mis palabras y tus palabras son universales, repetidas siempre entre un hombre y mujer café por medio, por lo tanto a veces pienso que nada de lo dicho es tuyo o mío, sino que está en el tiempo entre nosotros, como el ritmo musical en el instrumento quieto, que solo espera ser tomado, apretado y conducido por la mano experta, para convertir en música la longitud exacta de sus cuerdas, de esa longitud te hablo, de la distancia del alma a las palabras, de ese espacio, entre el misterio y el mundo exterior, de esa posibilidad de asimilar los textos, dejados por todos los que hablaron y repetir los nuestros, lo dicho tantas veces por otros que antes que nosotros los expresaron. Tengo el don de pensar ¿Pero yo pienso? ¿O selecciono del afuera lo que busco? Me hablas te hablo, nuestras palabras van y vienen ¿Nacerán o morirán entre nosotros? ¿O forman parte de este ambiente donde estamos? Y tal como los buscadores del perlas al arrojarse al fondo del mar, solo así de la misma manera, seleccionamos de aquellas, la que nuestro espíritu busca y necesita para darle forma al dialogo ¿Tuviste alguna vez un lápiz en tu mano? ¿Volaste sobre el papel con él? ¿No fueron acaso apareciendo solas las palabras? Mientras su afilada punta recorría cada renglón, decí la verdad, si escribiste como alguna vez quizás lo hayas hecho un relato, en un café cualquiera sentado a la mesa cercana a la vidriera, no sentías que el lápiz dibujaba sobre la línea negra del renglón impreso, palabra tras palabra, ajenas a tu voluntad a tu destino, a tu condición humana de poseerlas, solas ahí, sin darte cuenta, sin quererlo siquiera, iban apareciendo, formando el texto que ni vos mismo sabias adonde llegaría la trama del final, pero la punta del lápiz sin parar proseguía, seguía imperturbable al presagio dicho en el lugar en el preciso instante en que se daba paso a un montón de palabras sueltas, que entraban y salían de la punta exacta de tu lápiz, tan afilada, tan precisa, que cual pararrayos en el trueno, atraía sobre si, el texto universal que desato la tormenta de las palabras perdidas en el aire y en el tiempo, que se encontraban abiertas al sentimiento del escriba que en el bar mismo, sumergido en un lienzo, de un infinito discurso de pasado y presente, solo escribía. Eso es lo que hablas eso lo que digo, no son tus sentimientos no son los míos, es el abecedario completo, archivado en dados de caras muy prolijas que sin pensar tan solo se encuentra prisionero, de un pasado que paso y lo cobija.

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