El hombre de tez morena, flaco y sucio, joven
y viejo a la vez, estaba llegando a Sardes, procedente del este. Había
atravesado parte del gran desierto salado y su meta final, era Pasargada, ciudad,
sobre la costa sur-oeste del Imperio Persa, ya se encontraba muy cerca de
arribar a ella, tan cerca, que prefirió detener su viaje en Sardes, para
reanudar el mismo, cuando las primeras luces del próximo, día se lo indiquen,
estaba cansado pero feliz, la gran ciudad, pronto estaría ante sus ojos y allí,
entonces, tendría la oportunidad de encontrarse, con el fin de su viaje y el
comienzo de su destino, nada sabia, solo la ignorancia lo impulsaba, solo su fe
lo guiaba y esperaba encontrar, en las palabras del Maestro, el Magupat, toda
la sabiduría necesaria, para encaminar su vida, a través del principio del bien
representado por el dios Ormuz, así pensaba, mientras buscaba donde dormir y
pasar la noche. Se encaminó a un amplio edificio de piedra caliza, que
funcionaba como albergue de viajeros, a un costado del camino, hacia las
afueras de la ciudad, entró y se dirigió al hombre, que detrás de una mesa,
controlaba todo lo que allí sucedía.
--Señor que distribuyes, la comida y el
descanso en este lugar, al borde del camino que conduce a Pasargada, busco
precisamente eso, dormir y comer, necesito descansar por esta noche, para
mañana continuar mí viaje.
--Ya que vos mismo te llamaste viajero, tienes
el derecho a pernoctar en este lugar, son cien dracmas, incluyen una comida y
un catre para dormir.
--Más no necesito buen hombre, toma tu dinero.
--Por aquel corredor al fondo, encontraras la
mesa donde comer, frente a ella, distintos catres te esperan, duerme sobre el
que encuentres vacío.
Azué se encaminó por el largo corredor y al
final de este, se encontró con un espacio más amplio, donde había viajeros como
él, que estaban comiendo o durmiendo, según las circunstancias de cada uno,
Azué se sentó a una mesa y rápidamente, fue servido con un plato de comidas y
un vaso de agua, mientras comía aplacando su hambre y su sed, recorrió con sus
ojos, el lugar donde estaba, la mayoría eran hombres del desierto, seres sin
patria, que atravesaban las distintas regiones, llevando mercaderías para
vender, en las grandes ciudades y para todos ellos, la meca era Pasargada, cuna
de Zoroastro, donde la religión Daena Vanguji, se había hecho fuerte allí y
radiaba hacía todo el Imperio, sus eternos preceptos, “pensar bien, hablar
bien, hacer bien”, suspiró profundamente, el no estaba seguro de hacer todo
bien, es más, suponía que muchas de las cosas que hacía, le salían mal, pero
allí en esa peregrinación, estaba para eso, para curar su corazón y comprender,
como se debe hacer el bien en un mundo, donde a veces Ahriman el espíritu del
mal, se hacia fuerte y llegaba a dominarnos. Entre los tantos hombres que veía,
de pronto descubrió a uno de ellos, sentado solo, en una mesa alejada, sus
ropas blancas, pronto le hicieron comprender, que era un Magupat, un sacerdote
zoroastriano, hubiera querido abordarlo, pero le pareció ser él, un ser indigno
de molestar, a quien entiende el gran libro sagrado y habla sobre el, mejor en
Pasargada, cuando intente ser recibido por algún Magupat, podría conocerlos. Volvió
de costado su cabeza y exploró, la otra parte del salón que aún no había
contemplado, vio más caravanas, llegadas de lo profundo del desierto salado,
pero también vio mujeres, jóvenes y viejas, familias enteras, que seguían el
camino de la arena, en busca de dinero y comida, la oportunidad de comerciar,
lo que fabricaban ellos mismos, o lo que ellos mismos, robaban a otros. Por
esos parajes el robo, era una manera más de subsistencia y a veces, aceptado
sin escrúpulo alguno, de pronto su corazón dio un salto, un pequeño aviso, que
lo diferente estaba al alcance de su vista, en un rincón, alejada de su centro
familiar y de las mujeres, una de ellas, joven de agradable presencia, estaba
sola comiendo, absorta en sus pensamientos, a nadie miraba y como era costumbre
en Persia, siendo soltera, su vestimenta era de un color beige, muy claro, para
que así vestida con ese color, a la distancia no se la vea, en el inmenso
desierto y sea confundida, con la interminable arena, apuro su comida, se
levanto y fue en la búsqueda de un catre vacío, lo encontró más rápido de lo
imaginado, corrió las cortinas que lo ocultaban de curiosos, se tiró en el y
pronto, quedó dormido, lo despertó el ruido persistente del cuerno de buey,
anunciando el amanecer del otro día, en que todo el mundo se debía levantar,
dejar el lugar vacío y empezar la marcha, hacia el fin de su camino. Azué se
vistió rápidamente y salió, al patio del albergue, donde muchas caravanas, ya
estaban concluyendo con los preparativos para partir, pensó por un momento, que
el viaje a Pasargada, sería muy largo y no le convenía más, seguir a pie, ya que por
lo menos tendría siete días de marcha y en una caravana, el mismo trayecto lo
podría cubrir en cuatro días, por lo tanto, una ves en el patio, en ese
infernal pandemónium de camellos, hombres y mujeres, lo importante era prestar
atención y ver de que forma, podía agregarse a una caravana, que lo lleve a
Pasargada ¿A titulo de que? El podría despertar el deseo de ser llevado, pensó
un instante y de acuerdo a lo que pensó, buscó lo que le pareció, más adecuado
a sus planes, pronto sus ojos descubrieron, una pequeña caravana formada por
dos familias, donde notó había más mujeres que hombres, por lo tanto imagino
que allí, estaría su oportunidad, dado que no les vendría mal, un hombre más y
además joven, para ayudarles en el largo viaje que tenían por delante, decidido
no lo pensó más y fue directamente a abordarlos, se encamino a quien parecía el
patriarca, un hombre moreno y flaco como todos, entrado en años, cuya dura
mirada, hacía presumir que ejercía el dominio, sobre los demás.
--Viajero del desierto, necesito me prestes tu
atención, aleja la mirada de la arena y clávala en mis ojos, que voy a
hablarte.
--¿Qué necesitas hombre solo, que vienes a
buscar mi compañía?
--Necesito lo que vos también precisas.
--¿Cómo sabes lo que yo preciso si no me
conoces?
--No hace falta conocerte para saberlo, solo
con mirarte es suficiente, en tu caravana, hay muchos camellos, demasiado
trabajo, muchas mujeres y pocos hombres, yo soy hombre, como dices estoy solo,
necesito ir a Pasargada, te ofrezco mis servicios que te serán muy útiles, a
cambio que me lleves, ¿Qué decís a ello, hombre del desierto?
--Acepto, trae tus cosas, te doy aquel
camello, el último de la fila, nos cuidaras de ladrones y controlaras el
camino, para no perder la ruta. Por las dudas, ¿Conoces bien la ruta a Pasargada?
--Tan bien como usted señor, me he creado en
el desierto, conozco muy bien el camino hacia donde voy.
--Perfecto, ni una palabra más, coloca tus
cosas en el camello como te dije y ayúdanos a terminar todo, mi nombre es Soror.
--El mío es Azué, Soror, hasta que lleguemos a
destino estaré a tus ordenes.
Azué tal como le dijera Soror, puso sobre el
último camello de la fila, todas sus pertenencias, una ves que las tuvo
acomodadas sobre el lomo del animal, volvió al encuentro de Soror.
--¿Señor que más es necesario hacer?
--Vuelve al edificio, las mujeres están reunidas,
bajo la palmera que esta en la entrada del mismo, pídeles sus bultos, los traes
y los vas acomodando sobre el tercer y cuarto camello.
Hacía las palmeras se encamino Azué y pronto,
diviso a las mujeres, llego y le explico a la que parecía la mas anciana del
grupo, lo que le había dicho Soror, una seña de este desde lejos, confirmó para
ellas, lo que él decía, pronto les dieron sus bultos y este los fue llevando a
la caravana y acomodando sobre los camellos, que Soror le dijera, cuando el
último de estos bultos, estuvo cargado, las mujeres ordenadamente, se acercaron
hacia donde ellos estaban, con la intención de subir a los camellos y comenzar
la marcha, así lo fueron haciendo, con la ayuda de los hombres, que ponían sus
manos en forma de estribo, para que ellas suban, de pronto Azué se encontró
subiendo, al anteúltimo camello, a la joven que sola, viera sentada a la mesa
del albergue la noche anterior, por un momento sus ojos se cruzaron, por un
momento Azué sintió, que ya había llegado a Pasargada. Todo estaba en orden,
Azué trepo al último camello, Soror desde el primero, dio la voz de marcha y
lentamente, los camellos comenzaron nuevamente a internarse en el gran desierto
salado, en donde en uno de sus bordes el más cercano hacia el oeste, se
encontraba la ciudad, que era su punto de llegada. Azué miró hacia adelante, al
lugar donde seguro estaba su destino y se encontró, con la espalda y la
larga cabellera negra, de la mujer, cuya
vestimenta color arena, danzaba sensual al compás del andar de su camello. La monotonía,
pronto le fue ganando espacio al cansancio y el paisaje, se convirtió en el
principal componente de fatiga y nerviosismo, que toda la caravana comenzaba a
sentir, habían pasado unas horas y era cerca del atardecer, cuando Azué,
saltando del camello corrió en busca de Soror.
--Señor.
--Si Azué.
--Es posible que usted lo sepa, seguro que lo
que yo diga esta de mas, porque usted ya lo sabe, pero es mi obligación
informarle que dentro de media hora, nos encontraremos con un oasis y sería
conveniente detenernos en el, para cenar y descansar, dado que las próximas dos
horas, serán las peores en cuanto al viento del este se trate.
--Así es, como vos dices Azué, no tengas
problema, estoy de acuerdo con vos y pensaba lo mismo, pararemos en el oasis, ¿Como
están las cosas en retaguardia? ¿Alguien nos sigue Azué?
--Solo la gente que partió con nosotros, desde
el albergue, no se ha agregado gente nueva, a las caravanas, nadie que pueda
despertar sospechas.
--Bien, muy bien, esta atento, falta poco,
dentro de un rato, estaremos en el oasis y allí, descansaremos, vuelve a tu
camello Azué.
--Si señor.
Azué apuro el paso hacia el final de la
caravana, para subir a su camello, al pasar frente a la joven que lo precedía,
sus ojos se cruzaron y notó, cierto interés en la mirada de ella, que lo
sobresalto, dado que el iba a Pasargada en busca de su fe y esos ojos, de pronto
le estaban anunciando, la posibilidad que sus planes cambiaran, o tal ves no
¿Acaso que era? “pensar bien, hablar bien, hacer bien” sino la manifestación
del mas puro amor. De pronto se encontró frente a su camello, subió a el y no pensó
más, observo larga y profundamente el camino, a ver si algo había cambiado en
el, desde el momento que lo dejaran atrás, nada, todo igual, la misma gente, la
misma soledad infinita que todo lo abarcaba, no, no habia ladrones ni nada
fuera de lo normal, se dio vuelta y miró hacia adelante por sobre los hombros
de ella, en dirección al oeste ya se veían los puntos verdes de las primeras
palmeras, el vuelo de pájaros, no cabía duda alguna, el oasis estaba a la
vista, un poco más de camino y todos estarían reunidos para comer y descansar,
un poco más de camino y se encontraría, hablando con la mujer que marchaba
delante de el, en la larga fila, un poco mas de camino y sabría su nombre, ¿Qué
iría a pasar? Rato después la caravana entraba en el oasis, era este un lugar
totalmente diferente del desierto, en donde un espacio pequeño que formaba
parte de el, por milagro de la naturaleza –presencia de agua semisurgente- se
convertía en un vergel, al llegar, lo recibieron altas palmeras de cocoteros,
variadas plantas verdes, un mullido pasto que se había tragado el infinito
suelo arenoso y sobre todo, el pozo de agua, donde era posible proveerse del
tan ansiado líquido, para sobrevivir en esas regiones y además, darle de comer
y beber a los camellos, así se mantenían en buen estado toda la travesía, ya se
encontraban otras caravanas en el lugar y llegarían más, de seguro las que
venían detrás de ellos por el camino. Soror hizo detener la caravana, bajo un
pequeño bosque de cocoteros y ordenó, que se libere a todos los camellos, de
toda carga y se les de, de comer, Azué bajo del suyo y fue hacia adelante, para
ayudar a descender a la joven, que le había precedido durante todo el viaje, se
acerco a ella y con sus manos, formo un estribo para que bajara, ella, apoyo
una mano en su hombro y un pie en sus manos y bajo, se quedaron frente a
frente, entre el bullicio general del campamento, entre el extraño ruido de
vegetación que se movía por el viento y hablo, hablo las primeras palabras que
Azué escuchó de su boca.
--¿Cómo te llamas? ¿Quién eres? ¿De donde
vienes que no te conozco?
--Me llamo Azué, vengo de las lejanas tierras
de Sais, que es donde nací, no me conoces porque tu padre, me tomo en Sardes,
para que lo acompañe hasta Pasargada, lugar al que yo también voy. De mi boca
has escuchado todo lo que querías saber, ahora te dejo, debo hacer lo que tu
padre ordenó, ve con las demás mujeres, yo me encargo de tu camello y de todo,
una sola pregunta, ¿Cómo te llamas?
--Me llamo Sirsi, ¿A que vas a Pasargada si
naciste en Sais?
--Voy a encontrarme con algún Magupat, que me
inicie en los misterios de la religión Daena Vanguji.
--¿La buena Religión?
--¿Has oído hablar de ella?
--Toda Persia habla de Zoroastro, sus Magupat,
recorren el Imperio, predicando que los seres humanos, deben llevar una vida
pura y emprender buenas acciones, para conseguir que el bien triunfe sobre el
mal.
--¿Crees en eso Sirsi?
--Creo que debemos ser buenos y tolerantes,
Azué, pero te pregunto, ¿Alcanza con eso, para vencer a Ahriman el espíritu del
mal?
--No lo se Sirsi, por eso voy a Pasargada, en
busca de un Magupat para que me lo explique.
--No hablemos mas Azué, si mi padre se daría
cuenta que estamos hablando, no le gustaría, nos veremos en la comida, una
pregunta, das la impresión al verte, de que eres un beduino del desierto, uno
de esos seres abandonados, por la mano del dios Ashipu, cuando en sus
encantamientos, recito sobre tu gente la formula mágica del Shurpu, pero hay
algo en tu mirada y en tu hablar, Azué, que te aleja de los beduinos y te
acerca más, a los persas de ciudad, ¿Quiénes son tus padres Azué?
--No me interesa adornar mi forma de hombre,
con la sombra de mi padre, soy el que soy, por designio de Baru, aquel que
adivina nuestro destino, nací para morir y entre ambos extremos de mi historia,
se que tuve un padre, que es Sátrapa en una región de Sais, el gobierna los
cuerpos de la gente, yo me aleje de el, porque quiero entender el alma que no
veo, el corazón, que me da los sentimientos y la razón que me guía, para elegir
el modo de vida que yo quiera.
--Azué.
--Si.
--Me voy, me interesa hablar contigo, para que
esto sea posible, mi padre debe saber, que no desciendes de un beduino, del
inmenso desierto salado, sino, que eres hijo de un Sátrapa de Sais, ¿Lo haras?
Hazlo y aceptara que me mires y hablemos los dos, en un aparte, si no lo haces,
nunca podré acercarme a vos
--Esta sería la primera lección del Magupat,
¿Qué diferencia hay, entre dos hombres buenos, uno hijo de un beduino y otro de
un sátrapa?
--Creo que ninguna Azué, pero mi padre no lo entiende
así, hazlo, no necesitas abrir juicio, solo decir quien eres y ahora te dejo,
porque debo ir con las mujeres. Adiós.
Sirsi se alejo, hacia el lugar donde las
mujeres, se habían reunido en grupo para descansar y esperar, que se arme el
campamento, Azué se dedico a hacer su trabajo, con la mayor diligencia posible,
una ves que aligero de carga a todos los camellos, los llevó a beber y
posteriormente, busco un lugar de pastos altos, donde los dejo para que coman,
fue al encuentro de Soror que con sus hijos estaban armando las carpas, para
dormir y pasar la noche.
--Soror los camellos ya están comiendo, ¿Qué
otra cosa necesitas que haga?
--Ayúdanos con las carpas, una vez que
terminemos, prepararas fuego para cocinar ¿Sabes hacer comida?
--Si se.
--Entonces, una vez que concluyamos con las
carpas, te unirás a mi hijo Oinir y ambos, cocinaran para nosotros, ¿De acuerdo
Azué?
--Si señor, permítame ayudarle con las carpas.
Cinco hombres había trabajando, para que las
carpas queden listas, antes que las sombras de la noche, lleguen al lugar,
Soror, sus tres hijos y Azué, este último, demostró su habilidad, una vez más,
al trabajar de igual a igual, con todos ellos, cualquiera que lo viera hacer
esa tarea, lo tomaría como un perfecto hijo del desierto, aquel que vive en el
camino y en el muere, sin otro afán que recorrer el silencio de la vida, la
soledad y la esperanza de llegar, para partir de nuevo, pronto, quizás antes de
lo pensado por Soror, las carpas quedaron listas, este mando a uno de sus hijos
por agua y le dijo, que la lleve a la carpa que correspondía a las mujeres,
para que se laven del polvo del camino, posteriormente se dirigió a Azué, que
terminaba de tensar las cuerdas de la ultima carpa.
--Azué.
--Si señor.
--Debo agradecerte por tu ayuda, también
decirte que estoy sorprendido por tu habilidad en el trabajo, dime Azué,
¿Naciste en el desierto? ¿Por estos lugares? ¿Son tus padres beduinos?
--Nada de eso Soror, nací en Sais y mi padre
no es beduino, sino sátrapa de una región de allá.
--Los ojos de Soror, se dilataron un poco y su
cara, acostumbrada al engaño del comercio, no se inmuto, pero su voz no pudo
impedir de preguntar. ¿Cómo Azué, tu padre es un sátrapa y vos pareces un
beduino?
--Debo decirte una vez más Soror, que las
apariencias engañan, que los encantamientos de Ashipu, entorpecen nuestro
juicio, no, no soy hijo de los hijos del desierto, pero un día me fui del
palacio de mi padre, porque quise conocer no el mundo, sino a la gente y
termine, recorriendo lugares y cuando un persa, recorre lugares Soror,
encuentra gente solidaria y buena, también ladrona y desaprensiva, todo esto
nos ayuda a vivir y cuando uno vive entre ellos, termina pareciéndosele ya que
la vida de ellos, pasa a ser la nuestra, por eso Soros parezco beduino, por eso
para tus ojos lo soy y porque parezco, lo que no soy, me tomaste en Sardes,
para que te ayude, agradece entonces a los beduinos, toda la ayuda que te
brinde, ya que ellos me enseñaron todo lo que vos usaste de mi, pero una cosa
Soror, si vas a buscar mi alma, mi corazón, el fondo de mi, allí no soy
beduino, allí soy el hijo de un príncipe, un sátrapa de Sais que se debe al
Imperio y a Darío su Rey.
--¿Por qué vas a Pasargada Azué?
--Porque no soy ni lo suficientemente bueno,
ni lo suficiente malo, en la vida Soror, solo soy juguete de los destinos, en
las manos del sacerdote Baru y quiero, encontrar el equilibrio, el equilibrio
que de paz a mi mente Soror y tranquilidad a mi espíritu, por eso, voy a
Pasargada al oeste, hacia el lugar que desde la India llegó Zoroastro,
predicando su doctrina que recibiera del Gran dios Ahura Mazda, dios supremo e
inmaterial, voy en busca de un Magupat, un mago como dicen los beduinos, para
que me oriente en los caminos del saber, que son más largos y silenciosos, que
los del mismo desierto.
--Azué ¿Me haces el honor de comer esta noche
con nosotros.?
--Comeré con vos y todos los tuyos, no esta
noche, sino si así lo quieres las cuatro noches que nos quedan, para terminar
el viaje, pero sentado a tu mesa, no veas en mi al hijo de un sátrapa, solo ve
lo que soy, un hombre, un humilde beduino, que busca saber, lo que los largos
caminos recorridos, no le han podido enseñar. Ahora Soror, sigamos con lo
nuestro, preséntame a tu hijo Oinir que juntos, debemos hacer la cena, ya que
como las sombras te lo anuncian, la noche, ese lugar donde eternamente muere la
luz, se esta acercando.
--Tenes razón, es tarde ya, seguime que te
presento a Oinir y juntos harán lo que deban hacer.
Oinir, era un muchacho de la misma edad que
Azué y de común acuerdo, se pusieron a preparar la cena para toda la familia,
ambos resultaron expertos cocineros, en medio del desierto y transcurrido el
tiempo, necesario para la cocción de los alimentos, todos se pusieron a comer,
dentro de la misma carpa, que posteriormente los hombres dormirían, una vez
terminada la cena, Azué y los hijos de Soror, desocuparon la carpa y prepararon
los catres para dormir, hecho esto, todos salieron a distraerse un poco, para
luego ir a dormir, Azué, se detuvo al borde del circulo luminoso, que formaban
las antorchas y pudo distinguir, a Sirsi, que sentada sola, entre la penumbra,
miraba la infinita sabana de arena, iluminada por los reflejos de la luna, que
trataban de ahuyentar las sombras de la noche, Azué sabía, que cuando uno
miraba la luna, sobre el desierto, el juego de la monotonía y el silencio
interminable, ponía en marcha en su interior, la melancolía, siempre presente,
en el alma de cada ser, se acerco a Sirsi y sin hablarle se sentó a su lado, la
quietud también hizo presa de él y pronto ambos, se quedaron atrapados por lo
que la naturaleza, les ofrecía, se convirtieron en sombra entre las sombras y
en desierto, frente a la soledad y el silencio, de pronto la voz de Sirsi, se
dejó escuchar y fue como el canto de pájaro, que rompe el hechizo Maklu,
lanzando de nuestro ser todo lo impuro, hacia las llamas sobre el fuego, de
madera ardiendo.
--Azué ¿Hablaste con mi padre? ¿Le dijiste
quien eras?
--Sirsi, si estoy aquí, sentado al lado tuyo,
en medio del silencio, la penumbra y el desierto y ninguna voz se a alzado,
debes entender que le he hablado, . Sabe ya quien soy. ¿Lo habrá sabido antes?
¿Por qué las apariencias nos separan, si nunca nadie sabrá quienes somos?
--Lo sabe, a partir del momento que se lo
dijiste y si parecías un beduino, para el eras un beduino y pensaba tratarte,
tal cual se le presentabas, por eso te pedí que le hables y le digas, quien
eras.
--No se cuando me viste Sirsi, porque siento
que miras sin que te vean, pero cuando tus hermosos ojos se posaron en mi ¿Qué
viste? Un beduino, el peor de ellos, un salteador de caravanas en el desierto.
--Vi un hombre, un ser extraño e indefinido,
alguien que buscara su destino, sin encontrarlo y es más, te vi con un futuro
incierto.
--¿Puedes ver cosas del ayer, del hoy y del
mañana, como el adivinador Baru, sin estar presente nunca en ningún tiempo?
--Es imposible eso para mí Azué y tu lo sabes,
soy mortal no diosa, solo que intuyo, más allá de lo que veo y veo en vos, al
hombre que te dije, no existe tu pasado y tu futuro, no sabes lo que quieres.
--Sirsi, acepto lo del pasado, porque nunca me
encontré frente a mi padre, pero el futuro tal como te dije, espero entregarlo
a un Magupat, para que el me guíe.
--El Magupat te guiara, si vos decides caminar
por su sendero, no puede hacer otra cosa, más que dejarse llevar por su deseo.
--Precisamente ese es mi deseo, necesito,
quiero caminar por su sendero.
--Azué, debo decírtelo, así tal cual vos lo
planteas, no lo veo, algo pasó en el trayecto entre Sardes y Pasargada, algo
que cambio tu deseo, vi tus ojos, leí tu pensamiento, me conociste Azué,
clavaste tu mirada en la mía y yo te deje entrar, al fondo de mi alma, estas
preso Azué, mis ojos te persiguen, mi corazón te busca y aunque tu lo ignores,
a brotado en tu mente, un nuevo deseo, el deseo de tenerme, aunque busques un
Magupat Azué, no escaparas de mi, yo seré tu guía y juntos, ofreceremos
sacrificios a el sol, a la luna, a la tierra, al fuego, al agua y a los
vientos, aplicaremos las diez y seis formulas del Utukki Limmut, que ahuyentara
de nosotros, a todos los espíritus malignos, yo te amo Azué y mi amor, es la
palabra del Profeta, El lo a dicho. Solo yo me entrego por vos ante Ahura
Mazda, dios supremo e inmaterial, para que seas feliz, solo yo enfrento a Ormuz
contra Ahriman, el bien contra el mal, para que ocurra la creación-destrucción,
de la cual nazca el amor entre los seres de este mundo y de todos, los otros
mundos existentes, solo yo Zoroastro, creador de la Daena Vanguji –Buena
Religión- te puedo ofrecer la paz que necesitas, en los brazos de la mujer, que
haya señalado para vos, Azué, Zoroastro me eligió para vos, en el camino entre
Sardes y Pasargada y yo lo acepte, en el primer sueño, de la primer noche, que
te vi, todo lo que pasó después, fue decidido por el señor de los encantamientos,
Ashipu, que coloco en nuestros corazones, la llama del amor, ese fuego de
madera ardiendo, que se encuentra en el altar, de nuestros jóvenes corazones,
sabes Azué, que ningún rezo ni ofrenda, puede hacerse sin que este un mago presente,
te propongo que al llegar a Pasargada, vayamos a un Magupat y una ves frente a
el, en el fuego del altar de Zoroastro, ofrendamos nuestro amor, al dios Ahura
Mazda dios supremo e inmaterial, para que nos acepte como hijos del
zoroastrismo, dedicados de por vida “a pensar bien, hablar bien, hacer bien”.
--Tu deseo será cumplido Sirsi, iba yo hacia
el este en busca del Magupat que me ilumine, ya que el dios esta representado
por la luz, el sol y el fuego, que le dan claridad a los espíritus en sombras y
así, se encontraba mi espíritu, una sombra ambulante, recorriendo el gran
desierto salado, en busca de la revelación que me salvara, cuando Baru, en su
sabiduría, derramó sobre mi alma el hechizo Shurpu, aquel conocido como el
Fuego Poderoso, utilizado para eliminar las impurezas, que las malas acciones
de la vida, dejaran en nuestro interior profundo, allí donde crecen nuestros
males y fue entonces, que te vi en el refugio de caminantes, sobre el camino
que venia recorriendo desde hace tiempo, en pos del dios y no comprendí, que no
eras una mujer, sino la voluntad del maestro, que consta en el Zen Avesta, de
las practicas rituales, para que seas vos la encargada de modelar en mi alma,
lo dicho en el Avesta, el sagrado libro de todos los libros, cuyas paginas, son
las palabras y el conjunto de ellas, la revelación de Zoroastro, quien nos
dice, que solo hay un camino bien equilibrado, el camino del Bien, que Ormuz
representa y debemos seguir y una bifurcación, herrada de nuestro sendero, Ahriman
el Mal, que debemos evitar, ya que este nos llevaría a nuestra propia
destrucción, Sirsi, en vos esta representado el Bien Ormuz, mediante el espíritu
de Len, al servicio de Ahura Mazda, dios supremo e inmaterial, a el entrego mi
destino y a vos, te acepto compañera de mis pasos, sobre los pasos que de en
este mundo, siguiendo a tu lado el camino, que nos trazara el Gran Iluminado,
para que podamos recorrerlo juntos.
--Seremos felices Azué, ven, vamos ante
nuestro padre Soror, a decirle, que has decidido, por mandato de tu alma y tu
corazón, auxiliados por la mente, puesta al servicio de las nobles causas, de
tomarme por esposa, apenas lleguemos a Pasargada y nos pongamos frente al
Magupat, que nos iluminara con el fuego de madera ardiendo, que crepite en su
altar, lugar sagrado donde la luz impide, que Ahriman el dios del mal, cumpla
sus designios, tal el circulo de los círculos, genera el movimiento eterno de
las cosas, tal la vida, sigue su camino y la conjunción del bien y el mal,
Ormuz-Ahriman, crean una dinámica particular, que genera creación y destrucción
eternamente. Solo tu amor y mi amor, nos salvará, de no cumplir lo que nos dice
nuevamente y siempre Zoroastro, “pensar bien, hablar bien, hacer bien”. Vamos
Azué, ven amor mío, me has hallado al borde del desierto, en medio de las
sombras de la noche, donde nada se ve y todo se presiente, sin embargo, pudiste
analizar todo lo que dije y darte cuenta, que nos habíamos encontrado en el
punto exacto, donde querías llegar, dado que Zoroastro es fuerte, porque la
llama de su altar, impera en nuestros corazones. Vamos, Soror nos espera, lo
veo inquieto, porque hace mucho tiempo que estamos hablando.
Ambos se encaminaron hacia el sitio donde se
encontraba Soror, sentado sobre una leve elevación de rocas, cerca del fuego,
que habían prendido para ahuyentar a las fieras, darle calor al viento de la
noche, e iluminar el lugar, donde estaban, para que los malos espíritus, que
persiguen nuestros pasos por el mundo, no lleguen a el, estaba solo, absorto en
verse a si mismo, tratando de comprenderse, para entender así, a todos aquellos
que lo rodeaban, en especial a su hija Sirsi, a la cual hacia un largo rato ya,
veía conversando con Azué ¿De que estarían hablando? ¿Dónde se conocieron, que
el no se dio cuenta? Pronto se disiparían sus dudas, ya que vio como ambos, se
levantaban y se dirigían a él, fue Azué que al estar frente a su mirada, hablo
primero.
--Soror te vengo a hablar, no como el hombre,
al cual diste trabajo en Sardes y deba decirte ¿Qué tengo que hacer? Si no, como
el hombre libre, de todo compromiso ante vos, porque encontró en el camino que
recorría la luz, que lo ha liberado de la ignorancia, que padecía en este mundo
y que, por encontrar la sabiduría, tanto peregrinó, convirtiéndose casi en un
beduino del desierto y la luz, la iluminación Soror, ya debes presentirlo,
porque te leo el pensamiento en la pupila de tus ojos, es Sirsi, tu hija, a la
cual te pido me concedas como esposa, porque creo merecerla y si no fuera
suficiente para vos, lo que mi alma cree y mi corazón afirma, te digo Soror,
que allá donde estuvimos hace un rato, en el limite de la luz, sobre las
sombras del desierto, donde Ashipu practica sus encantamientos y Baru adivina
el futuro de nosotros, ambos dos dioses, nos unieron para siempre, más allá de
Ormuz y Ahriman, mas allá de todo, porque el amor que nos une, Soror, es el
contenido del libro del Maestro, del Profeta, del que habla, dice y hace, son
sus paginas, hechas fuego y desparramadas por el imperio, donde tanto sátrapas
como beduinos, las adoran en silencio, para bien de la paz y la justicia, que
todos nos merecemos, las que nos guían, en el amor y el comportamiento humano,
que te venimos a mostrar ante vos padre, para que nos des tu consentimiento. Soros ¿Qué dices a esto? Tal ves no tengas que
responderme a mi, si no a Zoroastro que hace el bien sobre la tierra.
--Habla padre te escuchamos, yo Sirsi tu hija,
que ama a Azué y quiere seré su esposa, te pregunto igual que él, con las
mismas palabras, por lo tanto, la respuesta, tu respuesta, cuando la digas, no
solo será recibida, por el hombre que tienes a tu frente, sino también, por tu
hija, que al costado de él, tomada de su mano, anhelante, espera lo que vas a
decir.
--Si el Gran Dios y sus dioses secundarios,
han decidido por mi, ¡Que así sea! Si Azué y Sirsi, se aman y quieren unir sus
vidas para siempre, ante el Magupat, frente al altar con fuego de madera
ardiendo, ¡Que así sea! Yo Soror, padre de Sirsi, con caravana propia en el
gran desierto salado, acepto lo que los dioses han determinado.
--Gracias padre, yo y Azué tu nuevo hijo, por
ser el hombre al cual, quise como compañero, para unirme en el sendero del
Dios, te agradecemos mucho tu conformidad, para que podamos ir ante el Magupat
, en Pasargada y frente a él, realizar nuestro sueño. Ahora iremos a dormir
padre, mañana será el segundo día, de los tres, que nos faltan para llegar a
destino.
Todos se retiraron a dormir y Azué, hizo la guardia,
sentado en cuclillas ante el fuego, mirando hacia las sombras del desierto, así
de las sombras a la luz y de la luz, a la sombra, los días fueron pasando uno
sobre otro, llevados por el tiempo y tal como dijera Sirsi, al tercero de
ellos, un amanecer iluminado por la luz del Maestro, la caravana llegó a
Pasargada y ellos, fueron en busca del altar y el fuego, llegaron a las
puertas, de lo que no era un templo sino un altar sencillo, al aire libre
puesto, donde una llama ardía permanente, frente al fuego, el Magupat, al
verlos llegar, dijo lo siguiente.
--Hijos del amor en esta tierra, donde Ahura
Mazda dios supremo e inmaterial, gobierna nuestros actos y Zoroastro su profeta
en ella, nos revela sus misterios y nos indica que camino seguir, tras las
frases, palabras y textos contenidos en el Gran Libro, venerado y sagrado,
consultado por nosotros y que responde al nombre, que los dioses han decidido
nombrarle, Avesta, compendio astro sensorial de todo lo creado, Yo el Magupat
de Pasargada, frente al fuego sagrado de madera ardiendo, en la voluntad de no
equivocarme y con el consentimiento, del Gran Maestro, los declaro juntos, para
todo el tiempo que crean necesario, puedan honrar la vida, en las enseñanzas de
Zoroastro. Sirsi, vos ya estabas con El, Azué, lo buscaste tras un largo tiempo
de tu vida y casi al fin del camino, encontrando a Sirsi, lo hallaste sin
saberlo a El en ella, estos son los senderos que Baru nos hace seguir, mientras
inflexible va el, guiando nuestro destino,. profundamente amado sea Zoroastro,
frente al fuego, que irradia su calor eterno, si hay alguien que a su religión
la pudo llamar Daena Vanguji, que no nos dice otra cosa que Buena Religión y
sus preceptos fueron, los que deseo toméis vosotros, como regla para toda la
vida, “pensar bien, hablar bien, hacer bien”. Entonces ¡Hermanos! ¡Hijos! Que
se encuentran, para fortalecer la religión que han abrazado, Yo Magupat del
oeste del imperio, por donde entró el Gran Maestro a nuestra casa, tomo del
fuego, las cenizas de la llama y las arrojo sobre ustedes, para que así formen
parte del Gran Fuego, que todo lo ha creado y al cual todo le debemos, solo el
paso del tiempo, podrá decir si fuimos felices, Yo digo que en el tiempo que
amemos y consultemos a Zoroastro, la felicidad estará entre nosotros. Ahora
dejen el altar del fuego de madera ardiendo y desde este momento, construyan vuestras
vidas, venerando al altar de fuego, que de seguro irradiará, cada uno de
vuestros corazones, vengan las sombras que me aparten de ustedes y queden
solos, para situarse en la vida que les toque. Un gran silencio al que no se
podía ver, cubrió todo, solo la llama del altar irradiaba su luz, Sirsi y Azué
quedaron solos, inmersos en el aire libre de espíritus malignos, sus bocas se
juntaron y un beso sello, el gran amor que habia comenzado, bajo el signo
secular de Zoroastro.
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