viernes, 15 de junio de 2012

EL AMOR EN TIEMPO DE ZOROASTRO


El hombre de tez morena, flaco y sucio, joven y viejo a la vez, estaba llegando a Sardes, procedente del este. Había atravesado parte del gran desierto salado y su meta final, era Pasargada, ciudad, sobre la costa sur-oeste del Imperio Persa, ya se encontraba muy cerca de arribar a ella, tan cerca, que prefirió detener su viaje en Sardes, para reanudar el mismo, cuando las primeras luces del próximo, día se lo indiquen, estaba cansado pero feliz, la gran ciudad, pronto estaría ante sus ojos y allí, entonces, tendría la oportunidad de encontrarse, con el fin de su viaje y el comienzo de su destino, nada sabia, solo la ignorancia lo impulsaba, solo su fe lo guiaba y esperaba encontrar, en las palabras del Maestro, el Magupat, toda la sabiduría necesaria, para encaminar su vida, a través del principio del bien representado por el dios Ormuz, así pensaba, mientras buscaba donde dormir y pasar la noche. Se encaminó a un amplio edificio de piedra caliza, que funcionaba como albergue de viajeros, a un costado del camino, hacia las afueras de la ciudad, entró y se dirigió al hombre, que detrás de una mesa, controlaba todo lo que allí sucedía.

--Señor que distribuyes, la comida y el descanso en este lugar, al borde del camino que conduce a Pasargada, busco precisamente eso, dormir y comer, necesito descansar por esta noche, para mañana continuar mí viaje.
--Ya que vos mismo te llamaste viajero, tienes el derecho a pernoctar en este lugar, son cien dracmas, incluyen una comida y un catre para dormir.
--Más no necesito buen hombre, toma tu dinero.
--Por aquel corredor al fondo, encontraras la mesa donde comer, frente a ella, distintos catres te esperan, duerme sobre el que encuentres vacío.

Azué se encaminó por el largo corredor y al final de este, se encontró con un espacio más amplio, donde había viajeros como él, que estaban comiendo o durmiendo, según las circunstancias de cada uno, Azué se sentó a una mesa y rápidamente, fue servido con un plato de comidas y un vaso de agua, mientras comía aplacando su hambre y su sed, recorrió con sus ojos, el lugar donde estaba, la mayoría eran hombres del desierto, seres sin patria, que atravesaban las distintas regiones, llevando mercaderías para vender, en las grandes ciudades y para todos ellos, la meca era Pasargada, cuna de Zoroastro, donde la religión Daena Vanguji, se había hecho fuerte allí y radiaba hacía todo el Imperio, sus eternos preceptos, “pensar bien, hablar bien, hacer bien”, suspiró profundamente, el no estaba seguro de hacer todo bien, es más, suponía que muchas de las cosas que hacía, le salían mal, pero allí en esa peregrinación, estaba para eso, para curar su corazón y comprender, como se debe hacer el bien en un mundo, donde a veces Ahriman el espíritu del mal, se hacia fuerte y llegaba a dominarnos. Entre los tantos hombres que veía, de pronto descubrió a uno de ellos, sentado solo, en una mesa alejada, sus ropas blancas, pronto le hicieron comprender, que era un Magupat, un sacerdote zoroastriano, hubiera querido abordarlo, pero le pareció ser él, un ser indigno de molestar, a quien entiende el gran libro sagrado y habla sobre el, mejor en Pasargada, cuando intente ser recibido por algún Magupat, podría conocerlos. Volvió de costado su cabeza y exploró, la otra parte del salón que aún no había contemplado, vio más caravanas, llegadas de lo profundo del desierto salado, pero también vio mujeres, jóvenes y viejas, familias enteras, que seguían el camino de la arena, en busca de dinero y comida, la oportunidad de comerciar, lo que fabricaban ellos mismos, o lo que ellos mismos, robaban a otros. Por esos parajes el robo, era una manera más de subsistencia y a veces, aceptado sin escrúpulo alguno, de pronto su corazón dio un salto, un pequeño aviso, que lo diferente estaba al alcance de su vista, en un rincón, alejada de su centro familiar y de las mujeres, una de ellas, joven de agradable presencia, estaba sola comiendo, absorta en sus pensamientos, a nadie miraba y como era costumbre en Persia, siendo soltera, su vestimenta era de un color beige, muy claro, para que así vestida con ese color, a la distancia no se la vea, en el inmenso desierto y sea confundida, con la interminable arena, apuro su comida, se levanto y fue en la búsqueda de un catre vacío, lo encontró más rápido de lo imaginado, corrió las cortinas que lo ocultaban de curiosos, se tiró en el y pronto, quedó dormido, lo despertó el ruido persistente del cuerno de buey, anunciando el amanecer del otro día, en que todo el mundo se debía levantar, dejar el lugar vacío y empezar la marcha, hacia el fin de su camino. Azué se vistió rápidamente y salió, al patio del albergue, donde muchas caravanas, ya estaban concluyendo con los preparativos para partir, pensó por un momento, que el viaje a Pasargada, sería muy largo y  no le convenía más, seguir a pie, ya que por lo menos tendría siete días de marcha y en una caravana, el mismo trayecto lo podría cubrir en cuatro días, por lo tanto, una ves en el patio, en ese infernal pandemónium de camellos, hombres y mujeres, lo importante era prestar atención y ver de que forma, podía agregarse a una caravana, que lo lleve a Pasargada ¿A titulo de que? El podría despertar el deseo de ser llevado, pensó un instante y de acuerdo a lo que pensó, buscó lo que le pareció, más adecuado a sus planes, pronto sus ojos descubrieron, una pequeña caravana formada por dos familias, donde notó había más mujeres que hombres, por lo tanto imagino que allí, estaría su oportunidad, dado que no les vendría mal, un hombre más y además joven, para ayudarles en el largo viaje que tenían por delante, decidido no lo pensó más y fue directamente a abordarlos, se encamino a quien parecía el patriarca, un hombre moreno y flaco como todos, entrado en años, cuya dura mirada, hacía presumir que ejercía el dominio, sobre los demás.

--Viajero del desierto, necesito me prestes tu atención, aleja la mirada de la arena y clávala en mis ojos, que voy a hablarte.
--¿Qué necesitas hombre solo, que vienes a buscar mi compañía?
--Necesito lo que vos también precisas.
--¿Cómo sabes lo que yo preciso si no me conoces?
--No hace falta conocerte para saberlo, solo con mirarte es suficiente, en tu caravana, hay muchos camellos, demasiado trabajo, muchas mujeres y pocos hombres, yo soy hombre, como dices estoy solo, necesito ir a Pasargada, te ofrezco mis servicios que te serán muy útiles, a cambio que me lleves, ¿Qué decís a ello, hombre del desierto?
--Acepto, trae tus cosas, te doy aquel camello, el último de la fila, nos cuidaras de ladrones y controlaras el camino, para no perder la ruta. Por las dudas, ¿Conoces bien la ruta a Pasargada?
--Tan bien como usted señor, me he creado en el desierto, conozco muy bien el camino hacia donde voy.
--Perfecto, ni una palabra más, coloca tus cosas en el camello como te dije y ayúdanos a terminar todo, mi nombre es Soror.
--El mío es Azué, Soror, hasta que lleguemos a destino estaré a tus ordenes.

Azué tal como le dijera Soror, puso sobre el último camello de la fila, todas sus pertenencias, una ves que las tuvo acomodadas sobre el lomo del animal, volvió al encuentro de Soror.
--¿Señor que más es necesario hacer?
--Vuelve al edificio, las mujeres están reunidas, bajo la palmera que esta en la entrada del mismo, pídeles sus bultos, los traes y los vas acomodando sobre el tercer y cuarto camello.

Hacía las palmeras se encamino Azué y pronto, diviso a las mujeres, llego y le explico a la que parecía la mas anciana del grupo, lo que le había dicho Soror, una seña de este desde lejos, confirmó para ellas, lo que él decía, pronto les dieron sus bultos y este los fue llevando a la caravana y acomodando sobre los camellos, que Soror le dijera, cuando el último de estos bultos, estuvo cargado, las mujeres ordenadamente, se acercaron hacia donde ellos estaban, con la intención de subir a los camellos y comenzar la marcha, así lo fueron haciendo, con la ayuda de los hombres, que ponían sus manos en forma de estribo, para que ellas suban, de pronto Azué se encontró subiendo, al anteúltimo camello, a la joven que sola, viera sentada a la mesa del albergue la noche anterior, por un momento sus ojos se cruzaron, por un momento Azué sintió, que ya había llegado a Pasargada. Todo estaba en orden, Azué trepo al último camello, Soror desde el primero, dio la voz de marcha y lentamente, los camellos comenzaron nuevamente a internarse en el gran desierto salado, en donde en uno de sus bordes el más cercano hacia el oeste, se encontraba la ciudad, que era su punto de llegada. Azué miró hacia adelante, al lugar donde seguro estaba su destino y se encontró, con la espalda y la larga  cabellera negra, de la mujer, cuya vestimenta color arena, danzaba sensual al compás del andar de su camello. La monotonía, pronto le fue ganando espacio al cansancio y el paisaje, se convirtió en el principal componente de fatiga y nerviosismo, que toda la caravana comenzaba a sentir, habían pasado unas horas y era cerca del atardecer, cuando Azué, saltando del camello corrió en busca de Soror.

--Señor.
--Si Azué.
--Es posible que usted lo sepa, seguro que lo que yo diga esta de mas, porque usted ya lo sabe, pero es mi obligación informarle que dentro de media hora, nos encontraremos con un oasis y sería conveniente detenernos en el, para cenar y descansar, dado que las próximas dos horas, serán las peores en cuanto al viento del este se trate.
--Así es, como vos dices Azué, no tengas problema, estoy de acuerdo con vos y pensaba lo mismo, pararemos en el oasis, ¿Como están las cosas en retaguardia? ¿Alguien nos sigue Azué?
--Solo la gente que partió con nosotros, desde el albergue, no se ha agregado gente nueva, a las caravanas, nadie que pueda despertar sospechas.
--Bien, muy bien, esta atento, falta poco, dentro de un rato, estaremos en el oasis y allí, descansaremos, vuelve a tu camello Azué.
--Si señor.

Azué apuro el paso hacia el final de la caravana, para subir a su camello, al pasar frente a la joven que lo precedía, sus ojos se cruzaron y notó, cierto interés en la mirada de ella, que lo sobresalto, dado que el iba a Pasargada en busca de su fe y esos ojos, de pronto le estaban anunciando, la posibilidad que sus planes cambiaran, o tal ves no ¿Acaso que era? “pensar bien, hablar bien, hacer bien” sino la manifestación del mas puro amor. De pronto se encontró frente a su camello, subió a el y no pensó más, observo larga y profundamente el camino, a ver si algo había cambiado en el, desde el momento que lo dejaran atrás, nada, todo igual, la misma gente, la misma soledad infinita que todo lo abarcaba, no, no habia ladrones ni nada fuera de lo normal, se dio vuelta y miró hacia adelante por sobre los hombros de ella, en dirección al oeste ya se veían los puntos verdes de las primeras palmeras, el vuelo de pájaros, no cabía duda alguna, el oasis estaba a la vista, un poco más de camino y todos estarían reunidos para comer y descansar, un poco más de camino y se encontraría, hablando con la mujer que marchaba delante de el, en la larga fila, un poco mas de camino y sabría su nombre, ¿Qué iría a pasar? Rato después la caravana entraba en el oasis, era este un lugar totalmente diferente del desierto, en donde un espacio pequeño que formaba parte de el, por milagro de la naturaleza –presencia de agua semisurgente- se convertía en un vergel, al llegar, lo recibieron altas palmeras de cocoteros, variadas plantas verdes, un mullido pasto que se había tragado el infinito suelo arenoso y sobre todo, el pozo de agua, donde era posible proveerse del tan ansiado líquido, para sobrevivir en esas regiones y además, darle de comer y beber a los camellos, así se mantenían en buen estado toda la travesía, ya se encontraban otras caravanas en el lugar y llegarían más, de seguro las que venían detrás de ellos por el camino. Soror hizo detener la caravana, bajo un pequeño bosque de cocoteros y ordenó, que se libere a todos los camellos, de toda carga y se les de, de comer, Azué bajo del suyo y fue hacia adelante, para ayudar a descender a la joven, que le había precedido durante todo el viaje, se acerco a ella y con sus manos, formo un estribo para que bajara, ella, apoyo una mano en su hombro y un pie en sus manos y bajo, se quedaron frente a frente, entre el bullicio general del campamento, entre el extraño ruido de vegetación que se movía por el viento y hablo, hablo las primeras palabras que Azué escuchó de su boca.

--¿Cómo te llamas? ¿Quién eres? ¿De donde vienes que no te conozco?
--Me llamo Azué, vengo de las lejanas tierras de Sais, que es donde nací, no me conoces porque tu padre, me tomo en Sardes, para que lo acompañe hasta Pasargada, lugar al que yo también voy. De mi boca has escuchado todo lo que querías saber, ahora te dejo, debo hacer lo que tu padre ordenó, ve con las demás mujeres, yo me encargo de tu camello y de todo, una sola pregunta, ¿Cómo te llamas?
--Me llamo Sirsi, ¿A que vas a Pasargada si naciste en Sais?
--Voy a encontrarme con algún Magupat, que me inicie en los misterios de la religión Daena Vanguji.
--¿La buena Religión?
--¿Has oído hablar de ella?
--Toda Persia habla de Zoroastro, sus Magupat, recorren el Imperio, predicando que los seres humanos, deben llevar una vida pura y emprender buenas acciones, para conseguir que el bien triunfe sobre el mal.
--¿Crees en eso Sirsi?
--Creo que debemos ser buenos y tolerantes, Azué, pero te pregunto, ¿Alcanza con eso, para vencer a Ahriman el espíritu del mal?
--No lo se Sirsi, por eso voy a Pasargada, en busca de un Magupat para que me lo explique.
--No hablemos mas Azué, si mi padre se daría cuenta que estamos hablando, no le gustaría, nos veremos en la comida, una pregunta, das la impresión al verte, de que eres un beduino del desierto, uno de esos seres abandonados, por la mano del dios Ashipu, cuando en sus encantamientos, recito sobre tu gente la formula mágica del Shurpu, pero hay algo en tu mirada y en tu hablar, Azué, que te aleja de los beduinos y te acerca más, a los persas de ciudad, ¿Quiénes son tus padres Azué?
--No me interesa adornar mi forma de hombre, con la sombra de mi padre, soy el que soy, por designio de Baru, aquel que adivina nuestro destino, nací para morir y entre ambos extremos de mi historia, se que tuve un padre, que es Sátrapa en una región de Sais, el gobierna los cuerpos de la gente, yo me aleje de el, porque quiero entender el alma que no veo, el corazón, que me da los sentimientos y la razón que me guía, para elegir el modo de vida que yo quiera.
--Azué.
--Si.
--Me voy, me interesa hablar contigo, para que esto sea posible, mi padre debe saber, que no desciendes de un beduino, del inmenso desierto salado, sino, que eres hijo de un Sátrapa de Sais, ¿Lo haras? Hazlo y aceptara que me mires y hablemos los dos, en un aparte, si no lo haces, nunca podré acercarme a vos
--Esta sería la primera lección del Magupat, ¿Qué diferencia hay, entre dos hombres buenos, uno hijo de un beduino y otro de un sátrapa?
--Creo que ninguna Azué, pero mi padre no lo entiende así, hazlo, no necesitas abrir juicio, solo decir quien eres y ahora te dejo, porque debo ir con las mujeres. Adiós.

Sirsi se alejo, hacia el lugar donde las mujeres, se habían reunido en grupo para descansar y esperar, que se arme el campamento, Azué se dedico a hacer su trabajo, con la mayor diligencia posible, una ves que aligero de carga a todos los camellos, los llevó a beber y posteriormente, busco un lugar de pastos altos, donde los dejo para que coman, fue al encuentro de Soror que con sus hijos estaban armando las carpas, para dormir y pasar la noche.

--Soror los camellos ya están comiendo, ¿Qué otra cosa necesitas que haga?
--Ayúdanos con las carpas, una vez que terminemos, prepararas fuego para cocinar ¿Sabes hacer comida?
--Si se.
--Entonces, una vez que concluyamos con las carpas, te unirás a mi hijo Oinir y ambos, cocinaran para nosotros, ¿De acuerdo Azué?
--Si señor, permítame ayudarle con las carpas.

Cinco hombres había trabajando, para que las carpas queden listas, antes que las sombras de la noche, lleguen al lugar, Soror, sus tres hijos y Azué, este último, demostró su habilidad, una vez más, al trabajar de igual a igual, con todos ellos, cualquiera que lo viera hacer esa tarea, lo tomaría como un perfecto hijo del desierto, aquel que vive en el camino y en el muere, sin otro afán que recorrer el silencio de la vida, la soledad y la esperanza de llegar, para partir de nuevo, pronto, quizás antes de lo pensado por Soror, las carpas quedaron listas, este mando a uno de sus hijos por agua y le dijo, que la lleve a la carpa que correspondía a las mujeres, para que se laven del polvo del camino, posteriormente se dirigió a Azué, que terminaba de tensar las cuerdas de la ultima carpa.
--Azué.
--Si señor.
--Debo agradecerte por tu ayuda, también decirte que estoy sorprendido por tu habilidad en el trabajo, dime Azué, ¿Naciste en el desierto? ¿Por estos lugares? ¿Son tus padres beduinos?
--Nada de eso Soror, nací en Sais y mi padre no es beduino, sino sátrapa de una región de allá.
--Los ojos de Soror, se dilataron un poco y su cara, acostumbrada al engaño del comercio, no se inmuto, pero su voz no pudo impedir de preguntar. ¿Cómo Azué, tu padre es un sátrapa y vos pareces un beduino?
--Debo decirte una vez más Soror, que las apariencias engañan, que los encantamientos de Ashipu, entorpecen nuestro juicio, no, no soy hijo de los hijos del desierto, pero un día me fui del palacio de mi padre, porque quise conocer no el mundo, sino a la gente y termine, recorriendo lugares y cuando un persa, recorre lugares Soror, encuentra gente solidaria y buena, también ladrona y desaprensiva, todo esto nos ayuda a vivir y cuando uno vive entre ellos, termina pareciéndosele ya que la vida de ellos, pasa a ser la nuestra, por eso Soros parezco beduino, por eso para tus ojos lo soy y porque parezco, lo que no soy, me tomaste en Sardes, para que te ayude, agradece entonces a los beduinos, toda la ayuda que te brinde, ya que ellos me enseñaron todo lo que vos usaste de mi, pero una cosa Soror, si vas a buscar mi alma, mi corazón, el fondo de mi, allí no soy beduino, allí soy el hijo de un príncipe, un sátrapa de Sais que se debe al Imperio y a Darío su Rey.
--¿Por qué vas a Pasargada Azué?
--Porque no soy ni lo suficientemente bueno, ni lo suficiente malo, en la vida Soror, solo soy juguete de los destinos, en las manos del sacerdote Baru y quiero, encontrar el equilibrio, el equilibrio que de paz a mi mente Soror y tranquilidad a mi espíritu, por eso, voy a Pasargada al oeste, hacia el lugar que desde la India llegó Zoroastro, predicando su doctrina que recibiera del Gran dios Ahura Mazda, dios supremo e inmaterial, voy en busca de un Magupat, un mago como dicen los beduinos, para que me oriente en los caminos del saber, que son más largos y silenciosos, que los del mismo desierto.
--Azué ¿Me haces el honor de comer esta noche con nosotros.?
--Comeré con vos y todos los tuyos, no esta noche, sino si así lo quieres las cuatro noches que nos quedan, para terminar el viaje, pero sentado a tu mesa, no veas en mi al hijo de un sátrapa, solo ve lo que soy, un hombre, un humilde beduino, que busca saber, lo que los largos caminos recorridos, no le han podido enseñar. Ahora Soror, sigamos con lo nuestro, preséntame a tu hijo Oinir que juntos, debemos hacer la cena, ya que como las sombras te lo anuncian, la noche, ese lugar donde eternamente muere la luz, se esta acercando.
--Tenes razón, es tarde ya, seguime que te presento a Oinir y juntos harán lo que deban hacer.

Oinir, era un muchacho de la misma edad que Azué y de común acuerdo, se pusieron a preparar la cena para toda la familia, ambos resultaron expertos cocineros, en medio del desierto y transcurrido el tiempo, necesario para la cocción de los alimentos, todos se pusieron a comer, dentro de la misma carpa, que posteriormente los hombres dormirían, una vez terminada la cena, Azué y los hijos de Soror, desocuparon la carpa y prepararon los catres para dormir, hecho esto, todos salieron a distraerse un poco, para luego ir a dormir, Azué, se detuvo al borde del circulo luminoso, que formaban las antorchas y pudo distinguir, a Sirsi, que sentada sola, entre la penumbra, miraba la infinita sabana de arena, iluminada por los reflejos de la luna, que trataban de ahuyentar las sombras de la noche, Azué sabía, que cuando uno miraba la luna, sobre el desierto, el juego de la monotonía y el silencio interminable, ponía en marcha en su interior, la melancolía, siempre presente, en el alma de cada ser, se acerco a Sirsi y sin hablarle se sentó a su lado, la quietud también hizo presa de él y pronto ambos, se quedaron atrapados por lo que la naturaleza, les ofrecía, se convirtieron en sombra entre las sombras y en desierto, frente a la soledad y el silencio, de pronto la voz de Sirsi, se dejó escuchar y fue como el canto de pájaro, que rompe el hechizo Maklu, lanzando de nuestro ser todo lo impuro, hacia las llamas sobre el fuego, de madera ardiendo.

--Azué ¿Hablaste con mi padre? ¿Le dijiste quien eras?
--Sirsi, si estoy aquí, sentado al lado tuyo, en medio del silencio, la penumbra y el desierto y ninguna voz se a alzado, debes entender que le he hablado, . Sabe ya quien soy. ¿Lo habrá sabido antes? ¿Por qué las apariencias nos separan, si nunca nadie sabrá quienes somos?
--Lo sabe, a partir del momento que se lo dijiste y si parecías un beduino, para el eras un beduino y pensaba tratarte, tal cual se le presentabas, por eso te pedí que le hables y le digas, quien eras.
--No se cuando me viste Sirsi, porque siento que miras sin que te vean, pero cuando tus hermosos ojos se posaron en mi ¿Qué viste? Un beduino, el peor de ellos, un salteador de caravanas en el desierto.
--Vi un hombre, un ser extraño e indefinido, alguien que buscara su destino, sin encontrarlo y es más, te vi con un futuro incierto.
--¿Puedes ver cosas del ayer, del hoy y del mañana, como el adivinador Baru, sin estar presente nunca en ningún tiempo?
--Es imposible eso para mí Azué y tu lo sabes, soy mortal no diosa, solo que intuyo, más allá de lo que veo y veo en vos, al hombre que te dije, no existe tu pasado y tu futuro, no sabes lo que quieres.
--Sirsi, acepto lo del pasado, porque nunca me encontré frente a mi padre, pero el futuro tal como te dije, espero entregarlo a un Magupat, para que el me guíe.
--El Magupat te guiara, si vos decides caminar por su sendero, no puede hacer otra cosa, más que dejarse llevar por su deseo.
--Precisamente ese es mi deseo, necesito, quiero caminar por su sendero.
--Azué, debo decírtelo, así tal cual vos lo planteas, no lo veo, algo pasó en el trayecto entre Sardes y Pasargada, algo que cambio tu deseo, vi tus ojos, leí tu pensamiento, me conociste Azué, clavaste tu mirada en la mía y yo te deje entrar, al fondo de mi alma, estas preso Azué, mis ojos te persiguen, mi corazón te busca y aunque tu lo ignores, a brotado en tu mente, un nuevo deseo, el deseo de tenerme, aunque busques un Magupat Azué, no escaparas de mi, yo seré tu guía y juntos, ofreceremos sacrificios a el sol, a la luna, a la tierra, al fuego, al agua y a los vientos, aplicaremos las diez y seis formulas del Utukki Limmut, que ahuyentara de nosotros, a todos los espíritus malignos, yo te amo Azué y mi amor, es la palabra del Profeta, El lo a dicho. Solo yo me entrego por vos ante Ahura Mazda, dios supremo e inmaterial, para que seas feliz, solo yo enfrento a Ormuz contra Ahriman, el bien contra el mal, para que ocurra la creación-destrucción, de la cual nazca el amor entre los seres de este mundo y de todos, los otros mundos existentes, solo yo Zoroastro, creador de la Daena Vanguji –Buena Religión- te puedo ofrecer la paz que necesitas, en los brazos de la mujer, que haya señalado para vos, Azué, Zoroastro me eligió para vos, en el camino entre Sardes y Pasargada y yo lo acepte, en el primer sueño, de la primer noche, que te vi, todo lo que pasó después, fue decidido por el señor de los encantamientos, Ashipu, que coloco en nuestros corazones, la llama del amor, ese fuego de madera ardiendo, que se encuentra en el altar, de nuestros jóvenes corazones, sabes Azué, que ningún rezo ni ofrenda, puede hacerse sin que este un mago presente, te propongo que al llegar a Pasargada, vayamos a un Magupat y una ves frente a el, en el fuego del altar de Zoroastro, ofrendamos nuestro amor, al dios Ahura Mazda dios supremo e inmaterial, para que nos acepte como hijos del zoroastrismo, dedicados de por vida “a pensar bien, hablar bien, hacer bien”.
--Tu deseo será cumplido Sirsi, iba yo hacia el este en busca del Magupat que me ilumine, ya que el dios esta representado por la luz, el sol y el fuego, que le dan claridad a los espíritus en sombras y así, se encontraba mi espíritu, una sombra ambulante, recorriendo el gran desierto salado, en busca de la revelación que me salvara, cuando Baru, en su sabiduría, derramó sobre mi alma el hechizo Shurpu, aquel conocido como el Fuego Poderoso, utilizado para eliminar las impurezas, que las malas acciones de la vida, dejaran en nuestro interior profundo, allí donde crecen nuestros males y fue entonces, que te vi en el refugio de caminantes, sobre el camino que venia recorriendo desde hace tiempo, en pos del dios y no comprendí, que no eras una mujer, sino la voluntad del maestro, que consta en el Zen Avesta, de las practicas rituales, para que seas vos la encargada de modelar en mi alma, lo dicho en el Avesta, el sagrado libro de todos los libros, cuyas paginas, son las palabras y el conjunto de ellas, la revelación de Zoroastro, quien nos dice, que solo hay un camino bien equilibrado, el camino del Bien, que Ormuz representa y debemos seguir y una bifurcación, herrada de nuestro sendero, Ahriman el Mal, que debemos evitar, ya que este nos llevaría a nuestra propia destrucción, Sirsi, en vos esta representado el Bien Ormuz, mediante el espíritu de Len, al servicio de Ahura Mazda, dios supremo e inmaterial, a el entrego mi destino y a vos, te acepto compañera de mis pasos, sobre los pasos que de en este mundo, siguiendo a tu lado el camino, que nos trazara el Gran Iluminado, para que podamos recorrerlo juntos.
--Seremos felices Azué, ven, vamos ante nuestro padre Soror, a decirle, que has decidido, por mandato de tu alma y tu corazón, auxiliados por la mente, puesta al servicio de las nobles causas, de tomarme por esposa, apenas lleguemos a Pasargada y nos pongamos frente al Magupat, que nos iluminara con el fuego de madera ardiendo, que crepite en su altar, lugar sagrado donde la luz impide, que Ahriman el dios del mal, cumpla sus designios, tal el circulo de los círculos, genera el movimiento eterno de las cosas, tal la vida, sigue su camino y la conjunción del bien y el mal, Ormuz-Ahriman, crean una dinámica particular, que genera creación y destrucción eternamente. Solo tu amor y mi amor, nos salvará, de no cumplir lo que nos dice nuevamente y siempre Zoroastro, “pensar bien, hablar bien, hacer bien”. Vamos Azué, ven amor mío, me has hallado al borde del desierto, en medio de las sombras de la noche, donde nada se ve y todo se presiente, sin embargo, pudiste analizar todo lo que dije y darte cuenta, que nos habíamos encontrado en el punto exacto, donde querías llegar, dado que Zoroastro es fuerte, porque la llama de su altar, impera en nuestros corazones. Vamos, Soror nos espera, lo veo inquieto, porque hace mucho tiempo que estamos hablando.

Ambos se encaminaron hacia el sitio donde se encontraba Soror, sentado sobre una leve elevación de rocas, cerca del fuego, que habían prendido para ahuyentar a las fieras, darle calor al viento de la noche, e iluminar el lugar, donde estaban, para que los malos espíritus, que persiguen nuestros pasos por el mundo, no lleguen a el, estaba solo, absorto en verse a si mismo, tratando de comprenderse, para entender así, a todos aquellos que lo rodeaban, en especial a su hija Sirsi, a la cual hacia un largo rato ya, veía conversando con Azué ¿De que estarían hablando? ¿Dónde se conocieron, que el no se dio cuenta? Pronto se disiparían sus dudas, ya que vio como ambos, se levantaban y se dirigían a él, fue Azué que al estar frente a su mirada, hablo primero.

--Soror te vengo a hablar, no como el hombre, al cual diste trabajo en Sardes y deba decirte ¿Qué tengo que hacer? Si no, como el hombre libre, de todo compromiso ante vos, porque encontró en el camino que recorría la luz, que lo ha liberado de la ignorancia, que padecía en este mundo y que, por encontrar la sabiduría, tanto peregrinó, convirtiéndose casi en un beduino del desierto y la luz, la iluminación Soror, ya debes presentirlo, porque te leo el pensamiento en la pupila de tus ojos, es Sirsi, tu hija, a la cual te pido me concedas como esposa, porque creo merecerla y si no fuera suficiente para vos, lo que mi alma cree y mi corazón afirma, te digo Soror, que allá donde estuvimos hace un rato, en el limite de la luz, sobre las sombras del desierto, donde Ashipu practica sus encantamientos y Baru adivina el futuro de nosotros, ambos dos dioses, nos unieron para siempre, más allá de Ormuz y Ahriman, mas allá de todo, porque el amor que nos une, Soror, es el contenido del libro del Maestro, del Profeta, del que habla, dice y hace, son sus paginas, hechas fuego y desparramadas por el imperio, donde tanto sátrapas como beduinos, las adoran en silencio, para bien de la paz y la justicia, que todos nos merecemos, las que nos guían, en el amor y el comportamiento humano, que te venimos a mostrar ante vos padre, para que nos des tu consentimiento.  Soros ¿Qué dices a esto? Tal ves no tengas que responderme a mi, si no a Zoroastro que hace el bien sobre la tierra.
--Habla padre te escuchamos, yo Sirsi tu hija, que ama a Azué y quiere seré su esposa, te pregunto igual que él, con las mismas palabras, por lo tanto, la respuesta, tu respuesta, cuando la digas, no solo será recibida, por el hombre que tienes a tu frente, sino también, por tu hija, que al costado de él, tomada de su mano, anhelante, espera lo que vas a decir.
--Si el Gran Dios y sus dioses secundarios, han decidido por mi, ¡Que así sea! Si Azué y Sirsi, se aman y quieren unir sus vidas para siempre, ante el Magupat, frente al altar con fuego de madera ardiendo, ¡Que así sea! Yo Soror, padre de Sirsi, con caravana propia en el gran desierto salado, acepto lo que los dioses han determinado.
--Gracias padre, yo y Azué tu nuevo hijo, por ser el hombre al cual, quise como compañero, para unirme en el sendero del Dios, te agradecemos mucho tu conformidad, para que podamos ir ante el Magupat , en Pasargada y frente a él, realizar nuestro sueño. Ahora iremos a dormir padre, mañana será el segundo día, de los tres, que nos faltan para llegar a destino.

Todos se retiraron a dormir y Azué, hizo la guardia, sentado en cuclillas ante el fuego, mirando hacia las sombras del desierto, así de las sombras a la luz y de la luz, a la sombra, los días fueron pasando uno sobre otro, llevados por el tiempo y tal como dijera Sirsi, al tercero de ellos, un amanecer iluminado por la luz del Maestro, la caravana llegó a Pasargada y ellos, fueron en busca del altar y el fuego, llegaron a las puertas, de lo que no era un templo sino un altar sencillo, al aire libre puesto, donde una llama ardía permanente, frente al fuego, el Magupat, al verlos llegar, dijo lo siguiente.

--Hijos del amor en esta tierra, donde Ahura Mazda dios supremo e inmaterial, gobierna nuestros actos y Zoroastro su profeta en ella, nos revela sus misterios y nos indica que camino seguir, tras las frases, palabras y textos contenidos en el Gran Libro, venerado y sagrado, consultado por nosotros y que responde al nombre, que los dioses han decidido nombrarle, Avesta, compendio astro sensorial de todo lo creado, Yo el Magupat de Pasargada, frente al fuego sagrado de madera ardiendo, en la voluntad de no equivocarme y con el consentimiento, del Gran Maestro, los declaro juntos, para todo el tiempo que crean necesario, puedan honrar la vida, en las enseñanzas de Zoroastro. Sirsi, vos ya estabas con El, Azué, lo buscaste tras un largo tiempo de tu vida y casi al fin del camino, encontrando a Sirsi, lo hallaste sin saberlo a El en ella, estos son los senderos que Baru nos hace seguir, mientras inflexible va el, guiando nuestro destino,. profundamente amado sea Zoroastro, frente al fuego, que irradia su calor eterno, si hay alguien que a su religión la pudo llamar Daena Vanguji, que no nos dice otra cosa que Buena Religión y sus preceptos fueron, los que deseo toméis vosotros, como regla para toda la vida, “pensar bien, hablar bien, hacer bien”. Entonces ¡Hermanos! ¡Hijos! Que se encuentran, para fortalecer la religión que han abrazado, Yo Magupat del oeste del imperio, por donde entró el Gran Maestro a nuestra casa, tomo del fuego, las cenizas de la llama y las arrojo sobre ustedes, para que así formen parte del Gran Fuego, que todo lo ha creado y al cual todo le debemos, solo el paso del tiempo, podrá decir si fuimos felices, Yo digo que en el tiempo que amemos y consultemos a Zoroastro, la felicidad estará entre nosotros. Ahora dejen el altar del fuego de madera ardiendo y desde este momento, construyan vuestras vidas, venerando al altar de fuego, que de seguro irradiará, cada uno de vuestros corazones, vengan las sombras que me aparten de ustedes y queden solos, para situarse en la vida que les toque. Un gran silencio al que no se podía ver, cubrió todo, solo la llama del altar irradiaba su luz, Sirsi y Azué quedaron solos, inmersos en el aire libre de espíritus malignos, sus bocas se juntaron y un beso sello, el gran amor que habia comenzado, bajo el signo secular de Zoroastro.  


  





        

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