La oscuridad era total en el sexto día de la
luna allí en Brigantia, sobre la costa, el océano golpeaba con el martillo de
sus aguas, contra las rocas del acantilado y en tierra firme, el sueño se apoderaba de los
Milesios de Brath, Sacerdote Druida que los gobernaba, pero no todos dormían en
la ciudad, por las desiertas callejuelas, entre sus casa de piedra y sillería,
un hombre joven, con un colgante de anillos metálicos en su cuello, como símbolo
de autoridad y tatuado en el dorso de su mano derecha, un circulo, que
correspondía al sol, fuente de la vida, dirigía sus pasos hacia el faro, que a
la orilla del mar, mostraba su mole de granito en dirección al poniente, como auscultando
las aguas milenarias, en busca de la isla del destino, prometida a ellos,
descendientes de Gaedhal Gal, primer guerrero jefe allá en la lejana Escitia.
Solo, con una rama de muerdago en su mano, atravesó el arco que servia de
entrada al faro y comenzó a subir lentamente los escalones, que lo llevarían a
la terraza del mismo, el lugar donde hacían sus observaciones astronómicas y
sus presagios, en el jardín de acebos donde el muerdago sagrado colgaba de sus
ramas, allá en lo alto -más cerca del cielo y de los misterios, invocados por
los Druidas en sus ceremonias ancestrales- solo imperaba supremo y abarcador,
el espíritu de la Diosa Danu, el origen de todas las cosas, mientras tanto él,
el hijo de Brath, llamado por el Buey Blanco Ith y por el Druida Golam, Mil de
España, ascendía uno por uno, los escalones de su sino tras un sueño, una
aparición que tuvo mientras descansaba bajo un cedro, en medio de la selva, en
el circulo libre de vegetación, donde se hacían los ritos en celebración de los
ciclos de los años, allí en ese sueño, su presencia carnal, se encontraba en la
terraza del faro y sus ojos descubrían, la isla del destino para la paz de su
pueblo. ¿Sería verdad? ¿O solo una fantasía, producto de su cultura milesia y
de su soledad de Druida, dedicado a la revelación de los misterios? No lo
sabia, ni el muerdago de su mano se lo había confirmado, ni vestido de blanco
bajo el roble milenario pudo saberlo, solo le quedaba ir y ver con sus propios ojos,
en la dirección que el sueño le indicara, esa noche, allí en lo alto del faro,
con su rostro hacía el poniente, hacia el mar libre de todo impedimento tal vez
viera lo que soñara. Por eso y no otra cosa, estaba subiendo en dirección a la
cima, en el sexto día de la luna, para que se cumpla el presagio y su pueblo, pueda
habitar la isla prometida, aquella que los Druidas anteriores llamaran del
destino y el, sin saberlo aun, en este ir rumbo a lo desconocido tal vez la
encontraría , pero acaso le fuera imposible discernir, si ese destino sería el
de su pueblo o el suyo propio, siguió su ascenso, entre aberturas de ventanas
circulares, que permitían el paso de la claridad lunar y descansos formados por
grandes piedras, con pequeños bancos labrados en las mismas, que ofrecían
descanso al cuerpo de aquel, que emprendía la agotadora misión, de llegar al
fin de la escalera en pos de la respuesta. Guío sus pasos hacía el mirador del
mundo, llevando sus preguntas y después de largo tiempo, de dar vueltas en un
circulo cerrado, solo abierto, al ruido de las olas en su base y a la luz de la
luna, en todo su contorno, al final de los peldaños, su pie toco el ultimo y el
techo de un corto corredor, lo llevó a la terraza del faro y el horizonte se
abrió ante sus ojos, solo encontró oscuridad y contornos delineados, el gran
espacio circular se veía cubierto de árboles y arbustos, flores y silencio,
desde esa altura, se podía observar perfectamente toda Brigantia, el gran golfo
del cual su costa formaba parte y más a lo lejos, en todo el espacio hacía el
poniente, solo agua, pavimento ondulante y misterioso, que las naves de los
Druidas recorrían, en su largo camino de conquistas, se dirigió al borde
opuesto del circulo en donde estaba, aquel más cercano al mar, para ello
atravesó caminos de jardines y el trono, donde el Gran Sacerdote oficiara y los
invernaderos, de plantas medicinales y la casa, de los cuidadores del culto,
que a esa hora dormían. Al final de todo, se encontraba el parapeto del borde
más al poniente posible y contra el, apoyo su cuerpo y clavó sus ojos en la lejanía
del mar, mas allá de donde el golfo terminaba y el océano de nuevo, todo lo
invadía y fue, en ese instante, cuando vio en medio de las aguas, donde no
debería haber mas que oscuridad, una luz, un punto luminoso que no era
estrella, ni pájaro, ni Hada, ni brillo acaso de un espíritu sin paz de un
antepasado, sino fuego, braza, incendio, iniciado por la mano de un ser igual a
el ¿Entonces el sueño era cierto? ¿Era verdad que el día sexto de la luna, en
noche cerrada, al dirigir desde la altura su vista al lugar que soñara, allí
vería como la estaba viendo, la isla del destino? Ese pequeño trozo de sol,
tierra y agua, al cual debía entregarse como a una mujer amada y partir cuanto
antes, en su búsqueda, atravesando el mar, rumbo al punto exacto, donde el
brillo aun visible le indicaba. Se volvió lentamente, más tranquilo, porque el
presagio se habia cumplido, se encamino al centro de la terraza, donde se
hallaba el circulo del sol y se arrodillo, para agradecer al dios Ogludith
-dios totalizador de todas las cosas- por haberlo hecho a él, simple milesio,
poseedor del sueño de la verdad y el conocimiento, largo rato medito, mucho
tiempo paso, mientras su mente recorría los pasos, que debía seguir a partir de
ese momento único en su vida. Una vez que todo lo hubo planificado, se
incorporo y fue hacia el corredor rumbo a la salida, la noche poco a poco se
borraba y desde oriente, el amanecer tenue y vacilante comenzaba a manifestarse
con su leve claridad, desde lo alto descendió y mientras lo hacia, experimento
en su interior la idea de que su paso por la vida, ya tenia un sentido, marcado
en la historia de su raza milenaria, era celta pensó, era Druida y comenzaba a
dar por todo ello, la ofrenda mejor para su pueblo, lo que todos ellos por
siempre adoraban, el sol, el agua y la tierra, todo ello se haría realidad con
su descubrimiento, ya no serian fenómenos naturales por ellos vistos, en todos
los rincones del mundo que recorrían, sino que seria el culto de su propio sol,
su propia tierra y su propia agua, cuando el, Ith el hijo de Brath, llamado por
Golán Mil de España, partiera de Brigantia
lo más rápido posible, rumbo a esa luz en medio del mar, más allá de
donde terminan las tierras conocidas y que sin duda, sería el lugar donde
estaba mecida entre las aguas, con sus grandes acantilados de piedra y sus
paredes de granito imperturbables, la isla del destino. Así pensando, fue
bajando y eran las primeras horas de la mañana, cuando llego a la base del faro
y cruzo su salida, justo a los pies de la ciudad, adentrándose en ella en busca
de nave y pertrechos para iniciar su viaje. Un rato más tarde se encontraba en
palacio, sentado frente a su padre, que esperaba de el le explique, cual era el
problema que lo había hecho llegar tan temprano a su presencia.
--Padre, las otras noches tuve un sueño, que
desde lo alto del faro, divisaba la isla del destino.
--Todo sueño es anuncio de los dioses.
--Tal lo pensé padre y decidí cumplirlo, así
fue como anoche, me encamine al faro y una vez en su terraza mirando al
poniente, divise una luz fija, sin movimiento -lo que me indicaba que no podía
ser un trirreme- más allá de la costa de Galia, donde como vos sabes el mar
todo lo invade.
--¿No sería una estrella, un espíritu? ¿El
cuerpo radiante de un Hada milagrosa?
--No padre nada de eso, conozco de sobra sobre
esos y otros brillos, soy experto en ello, esto era distinto, era una llama,
era incendio producto de la yesca de algún ser como nosotros.
--¿Entonces?
--Padre quiero ir a ese lugar, atravesar el
mar en busca de ese fuego.
--Lo que vos quieras hijo, bien pensado, si lo
que soñamos es enviado por los dioses y si el sueño se cumple, significa que
ellos están en lo cierto, ve a ese sitio, sigue tu camino, trazado por aquellos
que pueden ver lo que nosotros ignoramos y ojala llegues, a buen puerto y
cumplas tu destino.
--Necesito una nave, provisiones, gente, un
cuerpo de guerreros.
--Todo lo tenes a tu disposición en el puerto,
hace unos días llegó de La Bélgica Gaedh, al mando de un trirreme que tiene
todo lo que necesitas, ve y habla con el, cuando diga que pueden partir, te
haces a la mar.
--Bien padre, entonces voy al puerto, a ver a
Gaedh a explicarle a donde quiero ir y preguntarle, cuando podemos partir.
--Eso es lo que debes hacer, lo único que te
pido que me informes cuando te vas.
--Por supuesto así lo haré, ahora te dejo nos
vemos, la paz sea con vos.
Ith se fue de palacio y tal como dijera, se
encaminó al puerto, por callejuelas solitarias o muy pobladas, según fueran o
no a la plaza principal, de la plaza, salía una avenida en dirección al puerto
por la que llegaban a esta, las distintas mercaderías que desde lejanas
tierras, eran traídas por los mercaderes, telas, especies, incienso y cientos
de productos más, que en las ferias que se armaban, serían vendidas en su mayor
parte, a los habitantes de la ciudad. Ith tomó por esa avenida y a poco de
andar, se encontró con la vista del mar y un rato más tarde, estaba parado
frente a un trirreme de alto calado, que se bamboleaba tras los movimientos del
oleaje, a su costado, una plancha de troncos atados uno al lado de otro y
amarrados a la nave, hacia de camino para ascender a la misma, Ith, subió
lentamente la pendiente vegetal que se le ofreciera y un rato mas tarde, se
encontraba frente a frente con Gaedh, ambos sentados en el interior de un
cobertizo, que hacia las veces de cocina y dormitorio de la tripulación.
--Gaedh necesito viajar rumbo al poniente, bordear
el golfo hasta el fin del territorio Galo y allí, con una inclinación de
treinta grados aproximadamente, alejarnos del continente mar adentro.
--Rumbo a lo desconocido, rumbo al frío y la
soledad del mar, nada hay en esos sitios tan lejanos nada que haya visto, la
costa es una navegación segura, alejarnos de ella mucho nos complica, sobre
todo si no sabemos para que.
--No te preocupes Gaedh, tenes razón,
alejarnos de la costa nos aleja de lo seguro y conocido, pero te prometo, que
siete lunas después de dejar a esta, estaremos sobre la isla que de seguro,
encontraremos en ese sitio que yo digo ¿Cuándo podemos partir?
--Si vos estas convencido de lo que afirmas,
entonces yo no tengo nada de que dudar, a partir de ahora, en la segunda puesta
de sol, cuando la marea este más alta partiremos, te espero aquí para cuando
eso ocurra.
--Aquí estaré, prepara bien las cosas, porque
no se con que nos encontraremos allí, cuando lleguemos, muy posible esa isla
tenga habitantes y no se como seremos recibidos, por lo tanto, es necesario
tener gente armada, dispuesta a combatir y espíritus pacíficos, que sepan
dialogar.
--No te preocupes Ith, deja todo por mi
cuenta, que no tendrás problema alguno.
--Confío en vos Gaedh, otra cosa más y es lo
último, la provisión de agua y alimentos es importante.
--Tan importante como la pólvora, perde
cuidado que todo saldrá bien, como vos lo queres.
--Gracias Gaedh ¿Entonces, en la segunda
puesta de sol a partir de hoy, vendré a tu trirreme y zarparemos?
--Así es Ith, te espero.
--Nos vemos, la paz sea con vos.
Dejo a la nave, el puerto y la plaza
principal, para terminar en un caserío no lejos de palacio en donde vivía, su
casa de piedra era igual a todas, pequeñas ventanas circulares la ventilaban y
una única puerta, echa de troncos, era su entrada, en el interior, un único
ambiente servía para estar, comer y dormir, quizás salvando la distancia, la misma
disposición que en el tirreme de Gaedh, se preparó algo de comer y
posteriormente se dedico a ordenar sus cosas, para el eminente viaje, en esos
menesteres lo encontró la noche y decidió comer e irse a dormir. Al otro día
–el de su partida de Brigantia- después de mediodía se dirigió a palacio, para
despedirse de su padre, lo encontró leyendo en la biblioteca y fue a su
encuentro.
--Padre.
--¿Si Ith?
--Vengo a despedirme, esta noche parto, rumbo
al sueño de los dioses.
--Ojala hijo tu sueño sea cumplido.
--Así espero, estoy convencido que la luz que vi.
las otras noches en el faro, se origino en tierra firme, en una isla sobre el
mar y a ella voy, como el amante, a la mujer que quiere, tal ves sin medir los
riesgos, impulsado por el amor y el deseo.
--El amante es como un ave, que mide la
distancia y no detiene el vuelo.
--Eso padre, eso espero, no detener el vuelo y
poder llegar al lugar que quiero.
--Te doy mi bendición hijo mío, en el carácter
de sacerdote que poseo, invoco a la Diosa Danu, -nuestra madre creadora- para
que te proteja en la misión que emprendes, haciendo un circulo en tu pecho, con
la palma de mi mano abierta a las cinco direcciones, de los tantos espíritus
que habitan el mundo del misterio, pido a ellos que cuiden de vos en este viaje
y te hagan llegar, sano y salvo, a la isla del destino, si así fuera, el plan
trazado por aquellos que gobiernan, el incierto mundo de los hechos, será
cumplido, ve y mira con tus propios ojos lo que deseas ver.
--Gracias padre, así lo haré y la nave volverá
sin mi y Gaedh podrá contarte, que llegue adonde por deseo de los dioses debía
ir.
Ambos se abrazaron, en un abrazo que quería
librarlos de peligros y desgracias y después Ith, se alejó rumbo a su casa,
para buscar sus cosas e ir al puerto y esperar, junto a Gaedh en el trirreme,
que la marea suba y que los remeros pongan en compás sus remos, para partir.
Eran las últimas horas del atardecer, cuando se encontraba con él en cubierta.
--Gaedh ¿Todo listo?
--Si Ith, convendría zarpar ya, todo esta
listo a bordo y conviene, que la última claridad del día nos permita alejarnos
de la costa, sin problemas, luego avanzando con cuidado de noche y velozmente
de día, bordearemos el golfo hasta la Galia, para desde allí, alejarnos mar
adentro en busca de tu isla.
--Sabe la tripulación el destino de este
viaje.
--Por supuesto Ith, ningún remero toma su remo
sin saber a donde va, ni ningún tripulante, debe ignorar el propósito de quien
lo lleva.
--Me parece perfecto.
--Esto es así, porque de esta forma podremos
imaginar que llegaremos más fácil, cuando todos saben a donde vamos.
--Espero llegar Gaedh, sobre todo porque me
encuentro con un navegante experimentado como vos.
--Gracias Ith y ahora te dejo, estamos por
partir ya y debo ponerme al frente de mis remeros, luego nos vemos.
Un rato después a los oídos de Ith, llegaba el
uniforme golpe de los remos contra el agua y poco a poco, sus ojos vieron como
el trirreme se alejaba de la costa lentamente, la nave comenzó a tomar la ruta
hacia el poniente sobre el amplio espacio de las aguas, mientras las primeras
sombras del anochecer todo lo ocupaban, fue en ese momento de contrastes
luminosos, donde la opaca luz de la luna comenzó a iluminar a través de la
espuma la zigzagueante línea del golfo, que los guiaba en su travesía y
mantenía a la nave en su posición correcta, al rato y una vez ya seguro el
rumbo, Gaedh volvió junto a el y se sentó a su lado.
--Ya vamos camino hacia donde queres ir,
ciento ochenta remeros mueven sus brazos, para que eso ocurra y el viento del mar,
nos acompaña favorablemente.
--Gracias Gaedh, una vez más te repito, se de
tu habilidad de piloto y se que por ella, llegaremos a la isla del destino, sin
ningún problema.
--Eso, si la isla esta donde piensas que esta.
--Allí estará, porque así lo predijeron los Druidas
en mi sueño y me mostraron el futuro, sin que este hubiera llegado.
--Quisiera saber ¿Qué piensas?
--¿Sobre que?
--Supongamos que la isla este allí, donde
dices y lleguemos a ella, ¿Qué harás después?
--¿Me preguntas lo que tengo pensado, de algo
que todavía no fue?
--Exacto, de eso te pregunto de lo que todavía
no sucedió.
--Es muy posible que la isla este habitada por
los hombres de Tuatha de Danann, no se, de ser así no quisiera pelear con ellos
ni con ningún otro, más bien mi gusto sería, quedarme en la isla y con algunos
de tu tripulación, que también tuvieran deseos de quedarse, fundar un pequeño
asentamiento milesio, entonces, cuando vos vuelvas a Brigantia, hablaras con mi
padre y le explicaras lo que tus ojos hayan visto, así se queda tranquilo de
que hice lo que quise hacer.
--¿Y si tu padre no comprende lo que quisiste
hacer?
--Solo tengo planeado vivir en esa isla, no
hay en mi mente otra posibilidad, ásele comprender que ese y no otro es mi
deseo.
--Como vos quieras, yo no soy quien para
aconsejarte, ahora será mejor que cocinemos algo, comamos y nos vayamos a
dormir, que mañana nos espera nuestro primer día de navegación.
--Te ayudo vamos.
La claridad y un balanceo suave lo
despertaron, miró a su alrededor, estaba solo, por la abertura que daba forma a
la puerta, veía a los hombres moviéndose en cubierta al costado de los remeros,
pronto se dio cuenta, que era el recambio de ellos, había terminado un turno y
otro comenzaba y cada reemplazante, parado al lado del compañero que iba a
sustituir, hacia el cambio con el, rápidamente a una orden dada con un gesto,
por el remero jefe, se desatendió de lo que pasaba en cubierta y le prestó
atención a su estomago, tenía hambre, se fijó en que comer y encontró fruta,
panes de arroz, carne cocida y salada y una bebida hecha con hojas de acebo,
todo ello a disposición de la tripulación para su alimento durante el viaje,
comió un poco de pan de arroz, bebió el acebo y se encamino a cubierta, al
salir del espacio donde comían y dormían, el sol le dio de lleno y una
sensación, como de ave en pleno vuelo lo invadió, el trirreme surcaba veloz las
aguas, rompiendo con su quilla enchapada en plomo, las olas que se levantaban a
su paso, a su derecha a lo lejos la línea de la costa reflejaba el resplandor
del sol contra la espuma, las aves, más allá de la altura del mástil, casi como
pegadas en el cielo, volaban en círculos perfectos tan iguales al astro sol que
las veía, todo ello le pareció un conjunto de situaciones dadas a un mismo
tiempo y tan ideales, que sin duda, no podría ser otra cosa que un anuncio de
los dioses, de que su viaje tendría un buen final, tal como el suponía que así habría
de ser, se acercó a Gaedh que estaba hablando con el jefe de los remeros.
--¿Cómo va todo Gaedh?
--Bien Ith, como ves tenemos un clima ideal y
un mar calmo, pensamos que esto va a continuar, por lo menos hasta que
lleguemos al fin de las Galias.
--¿Después?
--Después, Theon el jefe de los remeros piensa
como vos, dice que si la quilla en mar abierto rompe las olas y ninguna
tempestad, lleva el agua sobre cubierta, con ayuda de la vela en siete días
llegaremos al lugar del punto luminoso, el sabe, que más allá del golfo, donde
el mar que bordea las Galias se estrecha fuertemente, sigue la tierra, ancianos
remeros se lo han dicho, viejos cartagineses se lo contaron, entonces porque no
la tierra también se encuentre donde vos decís.
--Estoy seguro de eso Gaedh y ahora más que
convencido, estoy tranquilo, porque lo que te a dicho Theon me lo confirma.
--Esperemos llegar, porque hasta ahora el
rumbo es fácil, la costa te lo indica, cuando el mar se haga inmenso y la
tierra se pierda, solo estará el rumbo en mi cabeza y caminar por el agua, es
como adentrarse en el olvido, nada queda, solo el recuerdo de lo que antes ha
sido.
--La experiencia Gaedh, eso es el recuerdo,
saber mirar el cielo y las estrellas, el pez que salta cerca nuestro, el aire
hacia donde corre, el sol adonde va cuando se aleja, cuales entre todas las
estrellas, serán las que guíen nuestro paso, alumbrados por la luna sobre el
agua iremos sin temor tras de su senda.
--Todo eso Ith como te dije, lo llevo en la
cabeza.
--Entonces no tengo dudas llegaremos, ahora te
propongo que pensemos juntos, como tratar a los posibles habitantes de ese
lugar desconocido para nosotros y hacia donde vamos, ya que lo que hagamos en
el primer contacto que tengamos con ellos, será fundamental, para ser aceptados
o rechazados y me interesa mucho, que me acepten y pueda convivir con ellos,
cuando vos te vuelvas con la nave y quedemos quienes así lo quieran solos allí,
en ese sitio nuevo que buscamos.
Se pusieron a hablar animadamente y fueron
planeando, que hacer cuando lleguen a la isla, si con habitantes en ella
llegaran a encontrarse, luego cada cual volvió a sus actividades en la nave,
Gaedh con los suyos, Ith con todos y además con sus sueños, los días fueron
pasando y una mañana de lluvia, viento y frío, llegaron al fin de las Galias,
allí donde el golfo doblaba para introducir su costa en el estrecho y el lugar
exacto, donde la nave debía internarse en mar abierto, así lo hicieron, el timón
de popa giró levemente en dirección al poniente, desplegaron la vela y el trirreme
sacudió fuerte su estructura y voló hacia adelante, impulsado por el viento y
los remeros, al poco tiempo la línea de la costa, las aves, la espuma, todo,
había dejado de pertenecer al paisaje cotidiano y solo lo que se veía, era agua
y cielo, acompañado del movimiento de las olas, por un momento se hallaban más
cerca del cielo en otro, hundidos en un pozo que separaba las aguas, semejantes
a cortinados que el viento moviera de mil formas diferentes. En los momentos de
calma, el mar se convertía en un inmenso espejo de agua estancada, donde el
avance era muy lento a golpe de remero y el sol, el astro de la vida calcinaba
los cuerpos, la noche del séptimo día en que habían dejado el refugio de la
costa, estando en cubierta Daegh y Ith hablaron.
--Si todo va como hasta ahora Ith, cuando
amanezca, deberíamos ver un contorno de piedra frente nuestro, la isla que
dices avistaste aquella vez, en lo alto del faro de Brigantia.
--Esto si los cálculos en tu cabeza no
fallaron.
--Y tu vista no calculo mal la distancia.
--Todo depende de los dos y nuestro animo.
--Así es Ith y te propongo ir a dormir ahora,
mañana sabremos si estábamos en lo cierto o no.
--De acuerdo, mañana será el día que sabre, si
los Druidas me hicieron poseedor de los secretos de la isla del destino.
--¿Si llegaron a hacerte poseedor de los
secretos, porque queres compartirlos con muy pocos milesios?
--Porque la misión que te dan los Druidas, es
conquistar el mundo no despoblarlo, cada cual ocupara el lugar que le toque y
aquel que descubra su destino, deberá partir.
--Puede que tengas razón ¿Mi destino en la
nave sería entonces partir, siempre partir y no llegar nunca?
--Quizás ese sea tu destino Gaedh.
--Tal vez, ojala un sueño me lo explique.
--Vamos a dormir podría ser que los Druidas
invadan nuestro sueño y nos enseñen tu destino y el mío.
Noche de mar tranquilo, el trirreme apenas se
bamboleaba y los remeros, con sus largos remos hundidos y elevados, elevados y
hundidos en el agua con el ritmo que su experiencia en el arte de remar les daba,
imprimían a la nave una veloz carrera, rumbo al encuentro de un descanso en
tierra, de esa tierra por ellos ignorada, perdida en medio del océano, pero
presentida por el celta acostumbrado a navegar, solos, en medio de las sombras,
en su mundo de tablas encastradas para poder flotar, para no hundirse, para
estar, pero no para pertenecer al mar, así iban, aislados de todo lo que no
fuera el remo, apretado entre sus manos como un talismán, que los salvara de la
muerte, enfrascados en si mismo con un único destino que los guiaba, amar la
soledad y lo desconocido, tratar de abrir el mundo al paso de los celtas, seguir
el camino de las aguas del deshielo, que desde el ayer los trajo del fondo de
la nada y avanzar, siempre avanzar, entre el sol la tierra y el agua, rumbo al
mítico llamado de los Druidas, veloz el trirreme surcaba las aguas, cuando de
pronto en el horizonte -lugar mágico donde el cielo y la tierra, los dioses y
el celta, se juntan en un dialogo perpetuo- apareció la claridad, la luz
doblego a la sombra, en esa lucha de contrarios que se apartan y se encuentran
para volver a apartarse, poco a poco el sol fuente de la vida, se elevo de
entre las aguas del océano y dirigió sus rayos hacia la isla del destino, que
desde la nave de los Druidas fue vista por Theon el jefe de los remeros, quien
pronto se lo anunció a Gaedh e Ith, todos entonces, dirigieron su vista a la
distancia, donde una pétrea costa de acantilados de considerable altura, se
presentaba a sus ojos.
--Gaedh ¡Hemos llegado!
--Si Ith tu sueño se ha cumplido.
--¿Qué haremos ahora?
--Aproximarnos lo más posible a sus costas,
tratar de buscar un lugar en donde podamos fondear al trirreme y de esta manera
tener acceso a la isla.
--Vamos a recorrerla entonces por mar y
veamos, donde podemos desembarca o si hay habitantes en ella.
--De acuerdo Ith, eso es lo que haremos,
Theon, dile a los remeros que se mantenga a prudente distancia de la costa y
empiecen a recorrerla, a ver que encontramos en estas nuevas tierras.
El trirreme giró su proa y se puso paralelo a
la espuma de las aguas, lentamente, comenzaron a desfilar como en un sueño, las
partes visibles de ese pequeño continente insular, se encontraban bordeando el
lado occidental de la isla y este presentaba, grandes bahías y fiordos
profundos de paredes verticales, con muy poca o casi nula vegetación arbórea,
solo se observaban extensiones de pasto, salpicadas por brezos y retamas, la
soledad era el habitante de todo aquello, hasta donde alcanzara la mirada. De
los tantos posibles sitios de acceso que se presentaban, ninguno tenia signo de
seres que los habitaran, Ith se volvió hacia Gaegh.
--Antes de bajar a tierra Gaedh recorramos
toda la costa, si encontramos que no esta habitada desembarcaremos en ella,
pero preferiría encontrarme con isleños, antes que saber que nadie la habita.
--Eso haremos, nos llevará días pero imagino
que si la isla tiene habitantes, estos estarán sobre la dirección que vamos, o
sea el poniente, del otro lado me pareció ver cadenas de montañas que harían
muy difícil el acceso a ella.
--De acuerdo, ojala llevemos el rumbo correcto
y pronto nos encontremos con los seres que habitan este mundo y sus dioses que
los protegen.
--Ith creo que en cualquier momento eso puede
darse, la vista de la costa desde aquí es perfecta y nada que camine o este en
ella se nos escapara.
--De acuerdo estemos atentos entonces y
esperemos encontrar a quienes aquí habitan, para que no sean ellos quienes nos
sorprendan a nosotros.
El sol en el cenit indicaba que el mediodía ya
estaba entre ellos, sus cuerpos habían perdido la sombra que los protegía y el
dios solar, los ponía desnudos frente a los peligros del mundo, fue en ese
momento donde todos los milesios, se colocaron una pulsera de muerdago en su
muñeca, para que los protegiera de la ausencia momentánea
de su sombra ya que era el instante del día en
donde más que nunca, estaban librados a su destino y fue en ese momento
precisamente en que los ojos de Theon, avezados en ver a la distancia divisaron
en una bahía, trirremes anclados y algo lejos de la playa, casas de piedra,
jardines y lugares sembrados, más lejos aún un palacio. No habia mirador alguno
de donde se pudiera divisar, el infinito de las aguas, por lo tanto nadie en
ese lugar, sabría que ellos estaban llegando.-
--Gaedh.
--¿Si Ith?
--Trata de acercarte a la bahía y fondea lo
más próximo a su playa, bajaremos en la chalupa al encuentro de estos seres y
veremos que pasa.
--Fondearemos entre esos dos trirremes que son
los últimos anclados, allí por lo que veo es el lugar más accesible de la
costa, Theon, da las indicaciones, quiero llegar allá y anclar entre esas dos
naves.
--De acuerdo Gaedh, mis remeros te dejaran con
la ayuda de los dioses que dirigen las palas de los remos, en el lugar exacto
donde vos me pides.
Los remeros dejaron de remar y el trirreme,
avanzó por su propio peso sobre las aguas, a cierta distancia de las dos naves
que le servían de guía para fondear, el remero de popa acciono el remo de
orientación y todos ellos, giraron lentamente a la derecha, mientras la proa de
plomo terminaba a la par y en el medio, de las dos naves allí ancladas, fue
concluir con esta maniobra y ver que una gran cantidad de isleños, se acercaban
a la costa, Gaedh ordenó bajar una chalupa, en ella subieron Ith, Thoen y diez
de los remeros y la misma se dirigió hacia la playa al encuentro con los
habitantes del lugar, quienes apenas vieron que ponían pie en tierra, los
rodearon inmediatamente, de entre ellos se acercó a Ith y su grupo, un anciano
con la vestimenta correspondiente a los sacerdotes que alcanzan el mayor de los
prestigios, quien se dirigió a el de esta manera.
--Soy Eochaid, Sacerdote, primer cabeza de
tribu de esta isla y señor de todo lo que en ella existe, quien te da la
bienvenida en son de paz.
--Mi nombre es Ith, soy milesio, Sacerdote
Druida hijo de Brath, quien gobierna tierras más inmensas que tu isla, allá, detrás
del mar que nos separa, que nos ignoró a ambos hasta este momento en que nos
conocemos, debido a que vi tu turba encendida, desde un faro de mi costa y
decidí venir, ya que mis dioses ancestrales dicen que esta, tu isla, es para nosotros -milesios y celtas- la isla
del destino, la isla prometida por nuestros antepasados, a todos aquellos que
nacimos bajo el signo del acebo y el muerdago en el circulo del bosque cuidado
por las Hadas, por lo tanto los dioses consideran que algunos druidas -los
elegidos por ellos- deben pisar su suelo, para vivir en el y desarrollar el espíritu
celta en el lugar donde sostienen, fue la tierra que en el comienzo de todo lo
que existe, se nos otorgo a nosotros para que la habitemos y luego fue perdida
y no encontrada…
--¿Vienes a conquistarnos? ¿A ocupar nuestro
suelo?
No Eochaid, Sacerdote, primer cabeza de tribu
de esta isla, no está en el interés de los míos, viajeros inclaudicables,
residentes en mil tierras por vos desconocidas, conquistar nada de lo que pisan,
ni suelo alguno que le brinde su amparo, solo vengo Eochaid Sacerdote de este
lugar, a integrarme a tu tierra que te pertenece pero también la siento mía,
por la vocación celta que fue mi cuna y por la sabiduría Druida, que me hace
ver en ella lo que mis mayores me enseñaron debía hacer, vivir y terminar mi
vida en nuestro lugar sagrado la isla del destino, esta que tu habitas y te
ruego me permitas compartir, para hacer realidad el sueño de mis ancestros que guían
mi vida del presente y seguirán como guías de los celtas a través del tiempo,
el día que me vaya.
--Rodeados por el agua, cubiertos por el cielo
apenas apoyados en la tierra, los habitantes de todo lo que vemos, sacerdotes o
remeros, simples seres que sufren y sueñan, pasamos nuestra vida, veloz hacia
la muerte, entonces como Sacerdote yo me pregunto ¿De que vale negar a aquel
que llega, que comparta con nosotros lo poco que tenemos, si en sus actos
encontramos que el, para nosotros será bueno? Te debe contestar la diosa que
poseo, la piedra de Fal, la lanza de Lugh el caldero de Daghda, todos ellos
talismanes y sueños, presagios lanzados en el claro del bosque y recogidos
sobre la hierba oscura, hecha fuego por el soplo de los dioses, acepto que te
quedes y como te veo solo, te daré la compañera que desees, si sos correspondido
en el deseo de ella, porque nadie escapa de la espada de Nuadu, si toma por la
fuerza el amor que no debe.
--Te agradezco Eochaid lo que me dices, porque
son las palabras de un ser sabio y son las razones sopesadas de un ser justo,
todo será cumplido por el muerdago que llevo y el acebo que traigo, por los
dioses Druidas que viajan conmigo y por los treinta milesios que ha partir de
ahora y junto a mi, nos quedaremos aquí contigo.
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