viernes, 15 de junio de 2012

IRLANDA DE MILESIOS Y DRUIDAS



La oscuridad era total en el sexto día de la luna allí en Brigantia, sobre la costa, el océano golpeaba con el martillo de sus aguas, contra las rocas del acantilado y en  tierra firme, el sueño se apoderaba de los Milesios de Brath, Sacerdote Druida que los gobernaba, pero no todos dormían en la ciudad, por las desiertas callejuelas, entre sus casa de piedra y sillería, un hombre joven, con un colgante de anillos metálicos en su cuello, como símbolo de autoridad y tatuado en el dorso de su mano derecha, un circulo, que correspondía al sol, fuente de la vida, dirigía sus pasos hacia el faro, que a la orilla del mar, mostraba su mole de granito en dirección al poniente, como auscultando las aguas milenarias, en busca de la isla del destino, prometida a ellos, descendientes de Gaedhal Gal, primer guerrero jefe allá en la lejana Escitia. Solo, con una rama de muerdago en su mano, atravesó el arco que servia de entrada al faro y comenzó a subir lentamente los escalones, que lo llevarían a la terraza del mismo, el lugar donde hacían sus observaciones astronómicas y sus presagios, en el jardín de acebos donde el muerdago sagrado colgaba de sus ramas, allá en lo alto -más cerca del cielo y de los misterios, invocados por los Druidas en sus ceremonias ancestrales- solo imperaba supremo y abarcador, el espíritu de la Diosa Danu, el origen de todas las cosas, mientras tanto él, el hijo de Brath, llamado por el Buey Blanco Ith y por el Druida Golam, Mil de España, ascendía uno por uno, los escalones de su sino tras un sueño, una aparición que tuvo mientras descansaba bajo un cedro, en medio de la selva, en el circulo libre de vegetación, donde se hacían los ritos en celebración de los ciclos de los años, allí en ese sueño, su presencia carnal, se encontraba en la terraza del faro y sus ojos descubrían, la isla del destino para la paz de su pueblo. ¿Sería verdad? ¿O solo una fantasía, producto de su cultura milesia y de su soledad de Druida, dedicado a la revelación de los misterios? No lo sabia, ni el muerdago de su mano se lo había confirmado, ni vestido de blanco bajo el roble milenario pudo saberlo, solo le quedaba ir y ver con sus propios ojos, en la dirección que el sueño le indicara, esa noche, allí en lo alto del faro, con su rostro hacía el poniente, hacia el mar libre de todo impedimento tal vez viera lo que soñara. Por eso y no otra cosa, estaba subiendo en dirección a la cima, en el sexto día de la luna, para que se cumpla el presagio y su pueblo, pueda habitar la isla prometida, aquella que los Druidas anteriores llamaran del destino y el, sin saberlo aun, en este ir rumbo a lo desconocido tal vez la encontraría , pero acaso le fuera imposible discernir, si ese destino sería el de su pueblo o el suyo propio, siguió su ascenso, entre aberturas de ventanas circulares, que permitían el paso de la claridad lunar y descansos formados por grandes piedras, con pequeños bancos labrados en las mismas, que ofrecían descanso al cuerpo de aquel, que emprendía la agotadora misión, de llegar al fin de la escalera en pos de la respuesta. Guío sus pasos hacía el mirador del mundo, llevando sus preguntas y después de largo tiempo, de dar vueltas en un circulo cerrado, solo abierto, al ruido de las olas en su base y a la luz de la luna, en todo su contorno, al final de los peldaños, su pie toco el ultimo y el techo de un corto corredor, lo llevó a la terraza del faro y el horizonte se abrió ante sus ojos, solo encontró oscuridad y contornos delineados, el gran espacio circular se veía cubierto de árboles y arbustos, flores y silencio, desde esa altura, se podía observar perfectamente toda Brigantia, el gran golfo del cual su costa formaba parte y más a lo lejos, en todo el espacio hacía el poniente, solo agua, pavimento ondulante y misterioso, que las naves de los Druidas recorrían, en su largo camino de conquistas, se dirigió al borde opuesto del circulo en donde estaba, aquel más cercano al mar, para ello atravesó caminos de jardines y el trono, donde el Gran Sacerdote oficiara y los invernaderos, de plantas medicinales y la casa, de los cuidadores del culto, que a esa hora dormían. Al final de todo, se encontraba el parapeto del borde más al poniente posible y contra el, apoyo su cuerpo y clavó sus ojos en la lejanía del mar, mas allá de donde el golfo terminaba y el océano de nuevo, todo lo invadía y fue, en ese instante, cuando vio en medio de las aguas, donde no debería haber mas que oscuridad, una luz, un punto luminoso que no era estrella, ni pájaro, ni Hada, ni brillo acaso de un espíritu sin paz de un antepasado, sino fuego, braza, incendio, iniciado por la mano de un ser igual a el ¿Entonces el sueño era cierto? ¿Era verdad que el día sexto de la luna, en noche cerrada, al dirigir desde la altura su vista al lugar que soñara, allí vería como la estaba viendo, la isla del destino? Ese pequeño trozo de sol, tierra y agua, al cual debía entregarse como a una mujer amada y partir cuanto antes, en su búsqueda, atravesando el mar, rumbo al punto exacto, donde el brillo aun visible le indicaba. Se volvió lentamente, más tranquilo, porque el presagio se habia cumplido, se encamino al centro de la terraza, donde se hallaba el circulo del sol y se arrodillo, para agradecer al dios Ogludith -dios totalizador de todas las cosas- por haberlo hecho a él, simple milesio, poseedor del sueño de la verdad y el conocimiento, largo rato medito, mucho tiempo paso, mientras su mente recorría los pasos, que debía seguir a partir de ese momento único en su vida. Una vez que todo lo hubo planificado, se incorporo y fue hacia el corredor rumbo a la salida, la noche poco a poco se borraba y desde oriente, el amanecer tenue y vacilante comenzaba a manifestarse con su leve claridad, desde lo alto descendió y mientras lo hacia, experimento en su interior la idea de que su paso por la vida, ya tenia un sentido, marcado en la historia de su raza milenaria, era celta pensó, era Druida y comenzaba a dar por todo ello, la ofrenda mejor para su pueblo, lo que todos ellos por siempre adoraban, el sol, el agua y la tierra, todo ello se haría realidad con su descubrimiento, ya no serian fenómenos naturales por ellos vistos, en todos los rincones del mundo que recorrían, sino que seria el culto de su propio sol, su propia tierra y su propia agua, cuando el, Ith el hijo de Brath, llamado por Golán Mil de España, partiera de Brigantia  lo más rápido posible, rumbo a esa luz en medio del mar, más allá de donde terminan las tierras conocidas y que sin duda, sería el lugar donde estaba mecida entre las aguas, con sus grandes acantilados de piedra y sus paredes de granito imperturbables, la isla del destino. Así pensando, fue bajando y eran las primeras horas de la mañana, cuando llego a la base del faro y cruzo su salida, justo a los pies de la ciudad, adentrándose en ella en busca de nave y pertrechos para iniciar su viaje. Un rato más tarde se encontraba en palacio, sentado frente a su padre, que esperaba de el le explique, cual era el problema que lo había hecho llegar tan temprano a su presencia.

--Padre, las otras noches tuve un sueño, que desde lo alto del faro, divisaba la isla del destino.
--Todo sueño es anuncio de los dioses.
--Tal lo pensé padre y decidí cumplirlo, así fue como anoche, me encamine al faro y una vez en su terraza mirando al poniente, divise una luz fija, sin movimiento -lo que me indicaba que no podía ser un trirreme- más allá de la costa de Galia, donde como vos sabes el mar todo lo invade.
--¿No sería una estrella, un espíritu? ¿El cuerpo radiante de un Hada milagrosa?
--No padre nada de eso, conozco de sobra sobre esos y otros brillos, soy experto en ello, esto era distinto, era una llama, era incendio producto de la yesca de algún ser como nosotros.
--¿Entonces?
--Padre quiero ir a ese lugar, atravesar el mar en busca de ese fuego.
--Lo que vos quieras hijo, bien pensado, si lo que soñamos es enviado por los dioses y si el sueño se cumple, significa que ellos están en lo cierto, ve a ese sitio, sigue tu camino, trazado por aquellos que pueden ver lo que nosotros ignoramos y ojala llegues, a buen puerto y cumplas tu destino.
--Necesito una nave, provisiones, gente, un cuerpo de guerreros.
--Todo lo tenes a tu disposición en el puerto, hace unos días llegó de La Bélgica Gaedh, al mando de un trirreme que tiene todo lo que necesitas, ve y habla con el, cuando diga que pueden partir, te haces a la mar.
--Bien padre, entonces voy al puerto, a ver a Gaedh a explicarle a donde quiero ir y preguntarle, cuando podemos partir.
--Eso es lo que debes hacer, lo único que te pido que me informes cuando te vas.
--Por supuesto así lo haré, ahora te dejo nos vemos, la paz sea con vos.

Ith se fue de palacio y tal como dijera, se encaminó al puerto, por callejuelas solitarias o muy pobladas, según fueran o no a la plaza principal, de la plaza, salía una avenida en dirección al puerto por la que llegaban a esta, las distintas mercaderías que desde lejanas tierras, eran traídas por los mercaderes, telas, especies, incienso y cientos de productos más, que en las ferias que se armaban, serían vendidas en su mayor parte, a los habitantes de la ciudad. Ith tomó por esa avenida y a poco de andar, se encontró con la vista del mar y un rato más tarde, estaba parado frente a un trirreme de alto calado, que se bamboleaba tras los movimientos del oleaje, a su costado, una plancha de troncos atados uno al lado de otro y amarrados a la nave, hacia de camino para ascender a la misma, Ith, subió lentamente la pendiente vegetal que se le ofreciera y un rato mas tarde, se encontraba frente a frente con Gaedh, ambos sentados en el interior de un cobertizo, que hacia las veces de cocina y dormitorio de la tripulación.

--Gaedh necesito viajar rumbo al poniente, bordear el golfo hasta el fin del territorio Galo y allí, con una inclinación de treinta grados aproximadamente, alejarnos del continente mar adentro.
--Rumbo a lo desconocido, rumbo al frío y la soledad del mar, nada hay en esos sitios tan lejanos nada que haya visto, la costa es una navegación segura, alejarnos de ella mucho nos complica, sobre todo si no sabemos para que.
--No te preocupes Gaedh, tenes razón, alejarnos de la costa nos aleja de lo seguro y conocido, pero te prometo, que siete lunas después de dejar a esta, estaremos sobre la isla que de seguro, encontraremos en ese sitio que yo digo ¿Cuándo podemos partir?
--Si vos estas convencido de lo que afirmas, entonces yo no tengo nada de que dudar, a partir de ahora, en la segunda puesta de sol, cuando la marea este más alta partiremos, te espero aquí para cuando eso ocurra.
--Aquí estaré, prepara bien las cosas, porque no se con que nos encontraremos allí, cuando lleguemos, muy posible esa isla tenga habitantes y no se como seremos recibidos, por lo tanto, es necesario tener gente armada, dispuesta a combatir y espíritus pacíficos, que sepan dialogar.
--No te preocupes Ith, deja todo por mi cuenta, que no tendrás problema alguno.
--Confío en vos Gaedh, otra cosa más y es lo último, la provisión de agua y alimentos es importante.
--Tan importante como la pólvora, perde cuidado que todo saldrá bien, como vos lo queres.
--Gracias Gaedh ¿Entonces, en la segunda puesta de sol a partir de hoy, vendré a tu trirreme y zarparemos?
--Así es Ith, te espero.
--Nos vemos, la paz sea con vos.

Dejo a la nave, el puerto y la plaza principal, para terminar en un caserío no lejos de palacio en donde vivía, su casa de piedra era igual a todas, pequeñas ventanas circulares la ventilaban y una única puerta, echa de troncos, era su entrada, en el interior, un único ambiente servía para estar, comer y dormir, quizás salvando la distancia, la misma disposición que en el tirreme de Gaedh, se preparó algo de comer y posteriormente se dedico a ordenar sus cosas, para el eminente viaje, en esos menesteres lo encontró la noche y decidió comer e irse a dormir. Al otro día –el de su partida de Brigantia- después de mediodía se dirigió a palacio, para despedirse de su padre, lo encontró leyendo en la biblioteca y fue a su encuentro.

--Padre.
--¿Si Ith?
--Vengo a despedirme, esta noche parto, rumbo al sueño de los dioses.
--Ojala hijo tu sueño sea cumplido.
--Así espero, estoy convencido que la luz que vi. las otras noches en el faro, se origino en tierra firme, en una isla sobre el mar y a ella voy, como el amante, a la mujer que quiere, tal ves sin medir los riesgos, impulsado por el amor y el deseo.
--El amante es como un ave, que mide la distancia y no detiene el vuelo.
--Eso padre, eso espero, no detener el vuelo y poder llegar al lugar que quiero.
--Te doy mi bendición hijo mío, en el carácter de sacerdote que poseo, invoco a la Diosa Danu, -nuestra madre creadora- para que te proteja en la misión que emprendes, haciendo un circulo en tu pecho, con la palma de mi mano abierta a las cinco direcciones, de los tantos espíritus que habitan el mundo del misterio, pido a ellos que cuiden de vos en este viaje y te hagan llegar, sano y salvo, a la isla del destino, si así fuera, el plan trazado por aquellos que gobiernan, el incierto mundo de los hechos, será cumplido, ve y mira con tus propios ojos lo que deseas ver.
--Gracias padre, así lo haré y la nave volverá sin mi y Gaedh podrá contarte, que llegue adonde por deseo de los dioses debía ir.

Ambos se abrazaron, en un abrazo que quería librarlos de peligros y desgracias y después Ith, se alejó rumbo a su casa, para buscar sus cosas e ir al puerto y esperar, junto a Gaedh en el trirreme, que la marea suba y que los remeros pongan en compás sus remos, para partir. Eran las últimas horas del atardecer, cuando se encontraba con él en cubierta.

--Gaedh ¿Todo listo?
--Si Ith, convendría zarpar ya, todo esta listo a bordo y conviene, que la última claridad del día nos permita alejarnos de la costa, sin problemas, luego avanzando con cuidado de noche y velozmente de día, bordearemos el golfo hasta la Galia, para desde allí, alejarnos mar adentro en busca de tu isla.
--Sabe la tripulación el destino de este viaje.
--Por supuesto Ith, ningún remero toma su remo sin saber a donde va, ni ningún tripulante, debe ignorar el propósito de quien lo lleva.
--Me parece perfecto.
--Esto es así, porque de esta forma podremos imaginar que llegaremos más fácil, cuando todos saben a donde vamos.
--Espero llegar Gaedh, sobre todo porque me encuentro con un navegante experimentado como vos.
--Gracias Ith y ahora te dejo, estamos por partir ya y debo ponerme al frente de mis remeros, luego nos vemos.

Un rato después a los oídos de Ith, llegaba el uniforme golpe de los remos contra el agua y poco a poco, sus ojos vieron como el trirreme se alejaba de la costa lentamente, la nave comenzó a tomar la ruta hacia el poniente sobre el amplio espacio de las aguas, mientras las primeras sombras del anochecer todo lo ocupaban, fue en ese momento de contrastes luminosos, donde la opaca luz de la luna comenzó a iluminar a través de la espuma la zigzagueante línea del golfo, que los guiaba en su travesía y mantenía a la nave en su posición correcta, al rato y una vez ya seguro el rumbo, Gaedh volvió junto a el y se sentó a su lado.

--Ya vamos camino hacia donde queres ir, ciento ochenta remeros mueven sus brazos, para que eso ocurra y el viento del mar, nos acompaña favorablemente.
--Gracias Gaedh, una vez más te repito, se de tu habilidad de piloto y se que por ella, llegaremos a la isla del destino, sin ningún problema.
--Eso, si la isla esta donde piensas que esta.
--Allí estará, porque así lo predijeron los Druidas en mi sueño y me mostraron el futuro, sin que este hubiera llegado.
--Quisiera saber ¿Qué piensas?
--¿Sobre que?
--Supongamos que la isla este allí, donde dices y lleguemos a ella, ¿Qué harás después?
--¿Me preguntas lo que tengo pensado, de algo que todavía no fue?
--Exacto, de eso te pregunto de lo que todavía no sucedió.
--Es muy posible que la isla este habitada por los hombres de Tuatha de Danann, no se, de ser así no quisiera pelear con ellos ni con ningún otro, más bien mi gusto sería, quedarme en la isla y con algunos de tu tripulación, que también tuvieran deseos de quedarse, fundar un pequeño asentamiento milesio, entonces, cuando vos vuelvas a Brigantia, hablaras con mi padre y le explicaras lo que tus ojos hayan visto, así se queda tranquilo de que hice lo que quise hacer.
--¿Y si tu padre no comprende lo que quisiste hacer?
--Solo tengo planeado vivir en esa isla, no hay en mi mente otra posibilidad, ásele comprender que ese y no otro es mi deseo.
--Como vos quieras, yo no soy quien para aconsejarte, ahora será mejor que cocinemos algo, comamos y nos vayamos a dormir, que mañana nos espera nuestro primer día de navegación.
--Te ayudo vamos.

La claridad y un balanceo suave lo despertaron, miró a su alrededor, estaba solo, por la abertura que daba forma a la puerta, veía a los hombres moviéndose en cubierta al costado de los remeros, pronto se dio cuenta, que era el recambio de ellos, había terminado un turno y otro comenzaba y cada reemplazante, parado al lado del compañero que iba a sustituir, hacia el cambio con el, rápidamente a una orden dada con un gesto, por el remero jefe, se desatendió de lo que pasaba en cubierta y le prestó atención a su estomago, tenía hambre, se fijó en que comer y encontró fruta, panes de arroz, carne cocida y salada y una bebida hecha con hojas de acebo, todo ello a disposición de la tripulación para su alimento durante el viaje, comió un poco de pan de arroz, bebió el acebo y se encamino a cubierta, al salir del espacio donde comían y dormían, el sol le dio de lleno y una sensación, como de ave en pleno vuelo lo invadió, el trirreme surcaba veloz las aguas, rompiendo con su quilla enchapada en plomo, las olas que se levantaban a su paso, a su derecha a lo lejos la línea de la costa reflejaba el resplandor del sol contra la espuma, las aves, más allá de la altura del mástil, casi como pegadas en el cielo, volaban en círculos perfectos tan iguales al astro sol que las veía, todo ello le pareció un conjunto de situaciones dadas a un mismo tiempo y tan ideales, que sin duda, no podría ser otra cosa que un anuncio de los dioses, de que su viaje tendría un buen final, tal como el suponía que así habría de ser, se acercó a Gaedh que estaba hablando con el jefe de los remeros.

--¿Cómo va todo Gaedh?
--Bien Ith, como ves tenemos un clima ideal y un mar calmo, pensamos que esto va a continuar, por lo menos hasta que lleguemos al fin de las Galias.
--¿Después?
--Después, Theon el jefe de los remeros piensa como vos, dice que si la quilla en mar abierto rompe las olas y ninguna tempestad, lleva el agua sobre cubierta, con ayuda de la vela en siete días llegaremos al lugar del punto luminoso, el sabe, que más allá del golfo, donde el mar que bordea las Galias se estrecha fuertemente, sigue la tierra, ancianos remeros se lo han dicho, viejos cartagineses se lo contaron, entonces porque no la tierra también se encuentre donde vos decís.
--Estoy seguro de eso Gaedh y ahora más que convencido, estoy tranquilo, porque lo que te a dicho Theon me lo confirma.
--Esperemos llegar, porque hasta ahora el rumbo es fácil, la costa te lo indica, cuando el mar se haga inmenso y la tierra se pierda, solo estará el rumbo en mi cabeza y caminar por el agua, es como adentrarse en el olvido, nada queda, solo el recuerdo de lo que antes ha sido.
--La experiencia Gaedh, eso es el recuerdo, saber mirar el cielo y las estrellas, el pez que salta cerca nuestro, el aire hacia donde corre, el sol adonde va cuando se aleja, cuales entre todas las estrellas, serán las que guíen nuestro paso, alumbrados por la luna sobre el agua iremos sin temor tras de su senda.
--Todo eso Ith como te dije, lo llevo en la cabeza.
--Entonces no tengo dudas llegaremos, ahora te propongo que pensemos juntos, como tratar a los posibles habitantes de ese lugar desconocido para nosotros y hacia donde vamos, ya que lo que hagamos en el primer contacto que tengamos con ellos, será fundamental, para ser aceptados o rechazados y me interesa mucho, que me acepten y pueda convivir con ellos, cuando vos te vuelvas con la nave y quedemos quienes así lo quieran solos allí, en ese sitio nuevo que buscamos.

Se pusieron a hablar animadamente y fueron planeando, que hacer cuando lleguen a la isla, si con habitantes en ella llegaran a encontrarse, luego cada cual volvió a sus actividades en la nave, Gaedh con los suyos, Ith con todos y además con sus sueños, los días fueron pasando y una mañana de lluvia, viento y frío, llegaron al fin de las Galias, allí donde el golfo doblaba para introducir su costa en el estrecho y el lugar exacto, donde la nave debía internarse en mar abierto, así lo hicieron, el timón de popa giró levemente en dirección al poniente, desplegaron la vela y el trirreme sacudió fuerte su estructura y voló hacia adelante, impulsado por el viento y los remeros, al poco tiempo la línea de la costa, las aves, la espuma, todo, había dejado de pertenecer al paisaje cotidiano y solo lo que se veía, era agua y cielo, acompañado del movimiento de las olas, por un momento se hallaban más cerca del cielo en otro, hundidos en un pozo que separaba las aguas, semejantes a cortinados que el viento moviera de mil formas diferentes. En los momentos de calma, el mar se convertía en un inmenso espejo de agua estancada, donde el avance era muy lento a golpe de remero y el sol, el astro de la vida calcinaba los cuerpos, la noche del séptimo día en que habían dejado el refugio de la costa, estando en cubierta Daegh y Ith hablaron.

--Si todo va como hasta ahora Ith, cuando amanezca, deberíamos ver un contorno de piedra frente nuestro, la isla que dices avistaste aquella vez, en lo alto del faro de Brigantia.
--Esto si los cálculos en tu cabeza no fallaron.
--Y tu vista no calculo mal la distancia.
--Todo depende de los dos y nuestro animo.
--Así es Ith y te propongo ir a dormir ahora, mañana sabremos si estábamos en lo cierto o no.
--De acuerdo, mañana será el día que sabre, si los Druidas me hicieron poseedor de los secretos de la isla del destino.
--¿Si llegaron a hacerte poseedor de los secretos, porque queres compartirlos con muy pocos milesios?
--Porque la misión que te dan los Druidas, es conquistar el mundo no despoblarlo, cada cual ocupara el lugar que le toque y aquel que descubra su destino, deberá partir.
--Puede que tengas razón ¿Mi destino en la nave sería entonces partir, siempre partir y no llegar nunca?
--Quizás ese sea tu destino Gaedh.
--Tal vez, ojala un sueño me lo explique.
--Vamos a dormir podría ser que los Druidas invadan nuestro sueño y nos enseñen tu destino y el mío.

Noche de mar tranquilo, el trirreme apenas se bamboleaba y los remeros, con sus largos remos hundidos y elevados, elevados y hundidos en el agua con el ritmo que su experiencia en el arte de remar les daba, imprimían a la nave una veloz carrera, rumbo al encuentro de un descanso en tierra, de esa tierra por ellos ignorada, perdida en medio del océano, pero presentida por el celta acostumbrado a navegar, solos, en medio de las sombras, en su mundo de tablas encastradas para poder flotar, para no hundirse, para estar, pero no para pertenecer al mar, así iban, aislados de todo lo que no fuera el remo, apretado entre sus manos como un talismán, que los salvara de la muerte, enfrascados en si mismo con un único destino que los guiaba, amar la soledad y lo desconocido, tratar de abrir el mundo al paso de los celtas, seguir el camino de las aguas del deshielo, que desde el ayer los trajo del fondo de la nada y avanzar, siempre avanzar, entre el sol la tierra y el agua, rumbo al mítico llamado de los Druidas, veloz el trirreme surcaba las aguas, cuando de pronto en el horizonte -lugar mágico donde el cielo y la tierra, los dioses y el celta, se juntan en un dialogo perpetuo- apareció la claridad, la luz doblego a la sombra, en esa lucha de contrarios que se apartan y se encuentran para volver a apartarse, poco a poco el sol fuente de la vida, se elevo de entre las aguas del océano y dirigió sus rayos hacia la isla del destino, que desde la nave de los Druidas fue vista por Theon el jefe de los remeros, quien pronto se lo anunció a Gaedh e Ith, todos entonces, dirigieron su vista a la distancia, donde una pétrea costa de acantilados de considerable altura, se presentaba a sus ojos.

--Gaedh ¡Hemos llegado!
--Si Ith tu sueño se ha cumplido.
--¿Qué haremos ahora?
--Aproximarnos lo más posible a sus costas, tratar de buscar un lugar en donde podamos fondear al trirreme y de esta manera tener acceso a la isla.
--Vamos a recorrerla entonces por mar y veamos, donde podemos desembarca o si hay habitantes en ella.
--De acuerdo Ith, eso es lo que haremos, Theon, dile a los remeros que se mantenga a prudente distancia de la costa y empiecen a recorrerla, a ver que encontramos en estas nuevas tierras.

El trirreme giró su proa y se puso paralelo a la espuma de las aguas, lentamente, comenzaron a desfilar como en un sueño, las partes visibles de ese pequeño continente insular, se encontraban bordeando el lado occidental de la isla y este presentaba, grandes bahías y fiordos profundos de paredes verticales, con muy poca o casi nula vegetación arbórea, solo se observaban extensiones de pasto, salpicadas por brezos y retamas, la soledad era el habitante de todo aquello, hasta donde alcanzara la mirada. De los tantos posibles sitios de acceso que se presentaban, ninguno tenia signo de seres que los habitaran, Ith se volvió hacia Gaegh.

--Antes de bajar a tierra Gaedh recorramos toda la costa, si encontramos que no esta habitada desembarcaremos en ella, pero preferiría encontrarme con isleños, antes que saber que nadie la habita.
--Eso haremos, nos llevará días pero imagino que si la isla tiene habitantes, estos estarán sobre la dirección que vamos, o sea el poniente, del otro lado me pareció ver cadenas de montañas que harían muy difícil el acceso a ella.
--De acuerdo, ojala llevemos el rumbo correcto y pronto nos encontremos con los seres que habitan este mundo y sus dioses que los protegen.
--Ith creo que en cualquier momento eso puede darse, la vista de la costa desde aquí es perfecta y nada que camine o este en ella se nos escapara.
--De acuerdo estemos atentos entonces y esperemos encontrar a quienes aquí habitan, para que no sean ellos quienes nos sorprendan a nosotros.

El sol en el cenit indicaba que el mediodía ya estaba entre ellos, sus cuerpos habían perdido la sombra que los protegía y el dios solar, los ponía desnudos frente a los peligros del mundo, fue en ese momento donde todos los milesios, se colocaron una pulsera de muerdago en su muñeca, para que los protegiera de la ausencia momentánea
de su sombra ya que era el instante del día en donde más que nunca, estaban librados a su destino y fue en ese momento precisamente en que los ojos de Theon, avezados en ver a la distancia divisaron en una bahía, trirremes anclados y algo lejos de la playa, casas de piedra, jardines y lugares sembrados, más lejos aún un palacio. No habia mirador alguno de donde se pudiera divisar, el infinito de las aguas, por lo tanto nadie en ese lugar, sabría que ellos estaban llegando.-

--Gaedh.
--¿Si Ith?
--Trata de acercarte a la bahía y fondea lo más próximo a su playa, bajaremos en la chalupa al encuentro de estos seres y veremos que pasa.
--Fondearemos entre esos dos trirremes que son los últimos anclados, allí por lo que veo es el lugar más accesible de la costa, Theon, da las indicaciones, quiero llegar allá y anclar entre esas dos naves.
--De acuerdo Gaedh, mis remeros te dejaran con la ayuda de los dioses que dirigen las palas de los remos, en el lugar exacto donde vos me pides.

Los remeros dejaron de remar y el trirreme, avanzó por su propio peso sobre las aguas, a cierta distancia de las dos naves que le servían de guía para fondear, el remero de popa acciono el remo de orientación y todos ellos, giraron lentamente a la derecha, mientras la proa de plomo terminaba a la par y en el medio, de las dos naves allí ancladas, fue concluir con esta maniobra y ver que una gran cantidad de isleños, se acercaban a la costa, Gaedh ordenó bajar una chalupa, en ella subieron Ith, Thoen y diez de los remeros y la misma se dirigió hacia la playa al encuentro con los habitantes del lugar, quienes apenas vieron que ponían pie en tierra, los rodearon inmediatamente, de entre ellos se acercó a Ith y su grupo, un anciano con la vestimenta correspondiente a los sacerdotes que alcanzan el mayor de los prestigios, quien se dirigió a el de esta manera.

--Soy Eochaid, Sacerdote, primer cabeza de tribu de esta isla y señor de todo lo que en ella existe, quien te da la bienvenida en son de paz.
--Mi nombre es Ith, soy milesio, Sacerdote Druida hijo de Brath, quien gobierna tierras más inmensas que tu isla, allá, detrás del mar que nos separa, que nos ignoró a ambos hasta este momento en que nos conocemos, debido a que vi tu turba encendida, desde un faro de mi costa y decidí venir, ya que mis dioses ancestrales dicen que esta, tu isla,  es para nosotros -milesios y celtas- la isla del destino, la isla prometida por nuestros antepasados, a todos aquellos que nacimos bajo el signo del acebo y el muerdago en el circulo del bosque cuidado por las Hadas, por lo tanto los dioses consideran que algunos druidas -los elegidos por ellos- deben pisar su suelo, para vivir en el y desarrollar el espíritu celta en el lugar donde sostienen, fue la tierra que en el comienzo de todo lo que existe, se nos otorgo a nosotros para que la habitemos y luego fue perdida y no encontrada…
--¿Vienes a conquistarnos? ¿A ocupar nuestro suelo?
No Eochaid, Sacerdote, primer cabeza de tribu de esta isla, no está en el interés de los míos, viajeros inclaudicables, residentes en mil tierras por vos desconocidas, conquistar nada de lo que pisan, ni suelo alguno que le brinde su amparo, solo vengo Eochaid Sacerdote de este lugar, a integrarme a tu tierra que te pertenece pero también la siento mía, por la vocación celta que fue mi cuna y por la sabiduría Druida, que me hace ver en ella lo que mis mayores me enseñaron debía hacer, vivir y terminar mi vida en nuestro lugar sagrado la isla del destino, esta que tu habitas y te ruego me permitas compartir, para hacer realidad el sueño de mis ancestros que guían mi vida del presente y seguirán como guías de los celtas a través del tiempo, el día que me vaya.
--Rodeados por el agua, cubiertos por el cielo apenas apoyados en la tierra, los habitantes de todo lo que vemos, sacerdotes o remeros, simples seres que sufren y sueñan, pasamos nuestra vida, veloz hacia la muerte, entonces como Sacerdote yo me pregunto ¿De que vale negar a aquel que llega, que comparta con nosotros lo poco que tenemos, si en sus actos encontramos que el, para nosotros será bueno? Te debe contestar la diosa que poseo, la piedra de Fal, la lanza de Lugh el caldero de Daghda, todos ellos talismanes y sueños, presagios lanzados en el claro del bosque y recogidos sobre la hierba oscura, hecha fuego por el soplo de los dioses, acepto que te quedes y como te veo solo, te daré la compañera que desees, si sos correspondido en el deseo de ella, porque nadie escapa de la espada de Nuadu, si toma por la fuerza el amor que no debe.
--Te agradezco Eochaid lo que me dices, porque son las palabras de un ser sabio y son las razones sopesadas de un ser justo, todo será cumplido por el muerdago que llevo y el acebo que traigo, por los dioses Druidas que viajan conmigo y por los treinta milesios que ha partir de ahora y junto a mi, nos quedaremos aquí contigo.


  

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario