sábado, 21 de mayo de 2011

ALEJANDRO PEDERNE


Alejandro Pederne esa mañana muy temprano, salió de la pensión donde vivía, con el llevaba un arma letal, el libro que hacía poco había terminado de escribir, “La oposición al estado, o la recontra revolución artística”, inquieto, seguro del poder disuasivo que su libro tenía, fue al bajo flores a encontrarse con Alfredo Lustro, puntero del barrio y amigo de el, cuando se le dio por recorrer las villas, en pos de alfabetizar y llevar el arte a las mismas. En el colectivo, mientras cada ves la ciudad se hacía más y más suburbio,  a Pederne se le ocurrió pensar en Slavoj Zizek y el desplazamiento de los objetos aparentes y de pronto, súbitamente, intuyo su increíble realidad, ¡Si! El era un objeto aparente y se iba desplazando, de acuerdo a lo que la posición del estado le indicaba, entonces se asusto, vio la brecha, la enorme brecha entre el y la realidad, esa brecha de paralaje, que lo hacia apartarse de su destino de vanguardia artística de las masas, esas que viajaban con el, aquel que lo esperaba en el café de flores, lloro, lloro desconsolado, porque entendió con Freud, que regresaba de un sueño, el que lo imaginara combatiente, de la expresión literaria de la revolución.

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