Cuando su hija tenía veinticinco años se murió, fue una noche del mes de noviembre. Al otro día, plantó un rosal en su jardín y dijo, que era la planta de su hija, una a una fueron las flores adornando su foto en el living de la casa, junto a la luminosidad de las velas, que fueron prendidas, en el silencioso homenaje del recuerdo, paso el tiempo y como siempre sucede, siguió pasando y al cumplirse quince años que ella habia muerto, justo en un mes de noviembre, que anunciaba el tiempo transcurrido, la madre esa mañana se despertó como siempre, pero distinta de animo, de pronto sus sentimientos le advertían, que el recuerdo sería eterno, hasta el final de sus días, pero que el duelo había terminado. Fue al jardín y arrancó la última rosa de ese duelo y adorno con ella, la foto de su hija, a los pocos días, el rosal se secó.
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