lunes, 9 de mayo de 2011

UNA MUJER JOVEN


Era una noche calida, Adrián estaba solo en el dormitorio de su departamento, con la ventana abierta. La misma daba a un patio interior, donde confluían otros ambientes vecinos. Recostado en la cama con la luz apagada, gozaba del reflejo que venia del exterior, mientras ordenaba en su cabeza las tareas para mañana, le gustaba la quietud y el silencio, poder abandonarse a cualquier idea que llegase a su mente. Un ruido leve molesto sus pensamientos, intrigado, se sentó sobre el borde de la cama, miro fuera, a cuatro metros de el, en el dormitorio de enfrente, con luz y las ventanas a medio correr, se observaba a una mujer joven, con larga cabellera rubia, con ondas, que parecían medanos, de un desierto transitado por la brisa. En realidad, no veía toda la espalda de la mujer, porque esta estaba sentada de tal forma, que el comienzo de la ventana ocultaba sus hombros, pero de ahí en mas, ese pelo rubio y suave, esa forma de cabeza larga y bien formada empezaron a enloquecerle. Imagino a sus dedos febriles y nerviosos, entrando y saliendo lentamente de esa vegetación frondosa, dócil al recuento de cada una de sus flores. La palma abierta de su mano, recorrer lentamente el camino de la nuca a la frente, frotar, arremolinar, morder ese cabello, hasta arrancar un leve grito de su dueña. Luego ante ella, besar sus ojos, sus parpados cerrados, en la roja boca anidar un beso y un suspiro. Suavemente, recorrer su cuello de marfil con cortos besos, para después desvestirla como se descubre una obra de arte, las ropas cayendo lentamente, el asombro volviéndose deseo incontrolable, tomar su pelo rubio y largo tal como lo estuvo viendo, desparramarlo cual cascada de agua tibia sobre sus duros senos, apretarlos, consumirlos en su tamaño, para poseerlos dentro suyo, morder sus pezones, como si fuera el destino al que alabamos, porque acaba de concedernos lo mas deseado. En manos y brazos y cuerpo, recorrer el suyo, hasta la separación del comienzo de sus piernas, para hundir la boca en el sexo de mujer, qué es su complemento. Acometer loco de ansiedad, cada pierna, cada muslo, para besar los pies que sustentan, todo lo bello de la vida, besar, morder cada dedito infinidad de veces, y luego en un impulso elástico y frenético poseerla, miembro a miembro, en el golpeteo salvaje de la danza de los siglos, que crea vida, en cada movimiento de tambores rugientes que vienen del fondo de lo eterno.
--¡Teresa! ¡Alcánzame la peluca!, sonó fuerte la voz de la mujer en medio de la noche.
Adrián vio, como su amor desaparecía de un tirón, en la mano de una mujer desconocida.







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