martes, 17 de mayo de 2011

PENSAR Y SOÑAR

Cristóbal Javier Alejandro Ponceda, cruzó la calle en Valparaíso, cerca de la ciudad vieja, sobre el borde del Pacifico. A su frente los cerros que albergaban casas y tristezas, recuerdos y nostalgias, ese y no otro era su mundo, su hogar su historia. Detrás, el infinito secreto de un mar, de un mar profundo e insondable, con viejos barcos anclados en su puerto, tan viejos como el, como el igual de quietos, se acercó al destartalado ascensor que ya no andaba, que no podía llevarlo a lo alto, donde quedaba su casa, su barrio, sus vecinos, ramillete de gente humilde, feliz en su tristeza, que vive amontonada en la ladera del cerro, comunicados entre si, por calles sinuosas y pequeñas, como un laberinto extraño, que acerca a una ventana, aleja de una puerta, nos hace ver el interior de una cocina y pasamos, rozando apenas, ropa colgada esa mañana, todo lleno de gris y de madera, de gente que se quiere y lo quiere y se mata y matarlo puede. Todo eso allá arriba y aquí al pie del cerro, el ascensor como él, sin moverse, sin saber que hacer en el instante que lo llaman, solo queda el recuerdo en su interior, ya no hay gente, tan luego memorias del pasado, de su pasado, juegos, amigos y mujeres, la boca que besara en una noche oscura y silenciosa, donde los besos fueron, hoguera luminosa que todo lo incendiaba, ¿Cómo pudo pasar el tiempo? Sin darse cuenta apenas y ya era viejo. Viejo de amor, de soledad inquieta, ya jamás pensó –mientras andaba- el amor sería suyo, nunca una pasión inmensa, le rompería el pecho, ni en un atardecer de enero, llegarían con el viento a su boca los besos, ni recordaba cuando, el ultimo abrazo de mujer enamorada hizo estremecer su cuerpo, ¿Cuántos años, cuantos? Una mano de mujer joven, con las uñas rojas apretó las suyas, mientras subían por la noche las calles del cerro, ¿Cuánto tiempo pasó? y el tan solo, tan humillante viejo. Mirando desde el  ascensor vacío, -la imagen de él, hecha hierro- a esos jóvenes que pasaban en pareja, hombre y mujer, riendo, besándose, subiendo, tomados de la mano, hacia lo alto, más allá de todo, donde el lecho del amor los aguardaba. Miró a lo lejos, solo niebla y silencio, quiso ver cerca y se quedo enredado, en el pequeño vaho de lluvia, que nada permitía ver, solo se distinguían los focos de las luces, risas, canciones, juventud que pasaba. Decidió ir a la parada, del pequeño colectivo que como minotauro, llevaba a sus hogares, a los habitantes del cerro y los dejaba en ellos. ¡Allí estaba! Apenas tuvo tiempo de alcanzarlo y tomarlo, se hundió en la maza de gente que llevaba minotauro y a través del vidrio, semiabierto de la ventanilla, observó su mundo , Adolfina la costurera, habría entregado su trabajo ya que al pasar, vio que estaba cocinando carne, los Restrepos cenaban ya, porque el padre se levantaba muy temprano y así siempre, todos los días, cada día, en que el minotauro zigzagueante en la calle de los cerros, pasaba por las casas casi pegado a ellas, entrando y saliendo de los misterios de ese mundo, era entonces cuando, Cristóbal Javier Alejandro Ponceda, se encontraba cada ves más solo, cada instante igual de triste, así transcurría su vida, de pronto se dio cuenta, que pasaban por la casa del Queque, en la próxima tendría que bajar, era su casa igual a todas, gris y de árbol hecho piedra por el tiempo, gris sin esperanza, pero era su lugar en este mundo, de allí lo llevarían muerto y otro más joven, ocuparía el sitio, pero mientras tanto, él estaba, vio la antena de alambre de los Sosa y le pidió al conductor que le parara, casi al final del cerro, cuando el minotauro pega la vuelta en la pequeña curva y decide descender, por la otra ladera, para después volver a perderse y continuar bajando, lentamente, entre la privacidad de los hogares, que lo toman como un familiar más, que atraviesa su vida fugazmente. Se quedó solo en la calle, casi frente a su casa, lejos del suelo de su tierra y no tan cerca del cielo, como para merecerlo, miró al oeste, hacia el oriente y vio otra ves como mil veces viera, el imponente océano Pacifico, la fría masa liquida, que indiferente de él de su mundo y su tristeza, lleno estaba de agua, cubierto de lagrimas saladas, que corren por las mejillas, de aquellos muertos vivos, que recorren la vida, náufragos del mundo, licuados en el olvido de los otros, sin amor ni misterio, sin consuelo ni guía, como el barco perdido en medio de la mar, ¡Solos sucumben! Dejó de ver el mar y se adentro en su casa, busco su catre y se tiró en el, quedo dormido.  Llego el sueño y los espíritus de la naturaleza, acompañaron a Ngen, el dios mapuche que interpreta el sueño y los misterios, fue entonces, cuando Cristóbal Javier Alejandro Ponceda, vio ante si, de pie, cubierta por su pelo y su sonrisa, con sus pequeñas manos, con sus uñas pintadas, en el rojo profundo de la vida, a una mujer joven, de la edad de aquella que tal ves besara, en la noche intensa del recordado beso, frente a el entonces la mujer desnuda, se acerco a su lecho, retiró las sabanas y se acostó a su lado, lo abrazo intensamente, por un segundo acaso o por toda una vida, siempre, beso sus viejos labios, cubrió con su sonrisa, su mundo de tristeza y acarició su cara, ¿Fue tan solo un hechizo? ¿Un misterio acaso? Que se llevaría consigo, la mujer, la joven, la que le brindo su juventud en esa noche, que la magia del amor y del recuerdo, estaban con el para quererlo, nadie lo sabe. Solo, la mujer desnuda que le ofreció un beso y se alejó de su lado. Cristóbal Javier Alejandro Ponceda, se despertó de golpe y en la mañana de un nuevo día, se asomó al sol, al cielo, al azul del océano, que confundidos ambos, formaban sobre el infinito mar, una línea perfecta, no se acordó del sueño, ni se acordó del tiempo, ni pensó siquiera en la mujer desnuda que le diera un beso, pero un presagio recorrió su cuerpo, alumbro su alma y le dio la alegría de estar vivo y que la vida, esa dama de sol y de penumbra, ambivalente ante el destino de los seres, que recorren este mundo, no lo hubiera muerto.



                                                                                    








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